sábado, 28 de mayo de 2022

A ESCENA (IX) Quien mal anda mal acaba

 

Hoy toca el teatro de Juan Ruiz de Alarcón, un dramaturgo mexicano (Taxco, 1581- Madrid, 1639) perteneciente a la ecuela de Lope de Vega)



 

PERSONAJES

(por orden de aparición)

 

ALDONZA DE MENESES, dama de alta alcurnia castellana

TRISTÁN, criado de doña ALDONZA

ROMÁN RAMÍREZ, morisco converso

DEMONIO

DON JUAN DE TORRES, prometido de doña ALDONZA

LUCAS, criado de de don JUAN DE TORRES

DON FÉLIX CALDERÓN, amigo de don JUAN DE TORRES

PRIMER FAMILIAR DEL SANTO OFICIO

SEGUNDO FAMILIAR DEL SANTO OFICIO

 

 

La acción transcurre en Castilla en tiempos pasados.

 

PRIMER CUADRO.

 

Venta del camino. Una carroza se detiene en la puerta. TRISTÁN baja del pescante para abrir la puerta del carruaje. Desciende de ella doña ALDONZA con la ayuda de su criado. En la fuente cercana se halla ROMÁN RAMÍREZ, que asiste a la escena.

 

ALDONZA. Habla con el ventero para que disponga una habitación para pasar esta noche. Mañana temprano saldremos para Deza.

TRISTÁN. Sí, señora. En cuanto recoja el carruaje en los establos de la venta, haré lo que pedís.

(ALDONZA entra en la venta. TRISTÁN va hacia los caballos para efectuar lo que ha dicho. ROMÁN se acerca a él.)

ROMÁN. ¿Quién es esa dama tan hermosa a la que sirves con tanta delicadeza?

TRISTÁN. Es mi señora doña Aldonza de Meneses. Y sí, es muy hermosa, pero no para vos.

ROMÁN. ¿Por qué no?

TRISTÁN. Porque está prometida con don Juan de Torres, un  caballero muy importante de Deza, adonde nos dirigimos para contraer casamiento mi señora.

(Tira de los caballos y se los lleva detrás de la venta, donde se hallan los establos.)

ROMÁN. (Aparte.) Pues juro que esa beldad sólo será para mí. (Da unos pasos hacia la embocadura y allí alza los ojos.)

¿Hay un demonio que escuche

estas quejas, estas voces,

y por oponerse al cielo,

dé remedio a mis pasiones?

(Se oye una pequeña explosión y a su derecha, entre una nube de humo, aparece el DEMONIO vestido de rojo, con cuernos y rabo del mismo color.)


         DEMONIO. ¿Quién osa así molestarme?

ROMÁN. Un hombre que arde en deseos por una mujer que está dispuesto a todo por conseguir sus favores.

DEMONIO. Poco a poco, ruin mortal. ¿Qué estás dispuesto a ofrecerme a cambio de que te conceda lo que pides?

ROMÁN. Estoy dispuesto a adorarte como a mi único Dios. ¿Me darás lo que pido?

DEMONIO. Sea, pero con una condición.

ROMÁN. ¿Cuál?

DEMONIO. Que te presentes en Deza como médico.

ROMÁN. ¿Sólo eso?

DEMONIO. Y que te hagas llamar Demodolo.

ROMÁN. ¿Demodolo? Vaya nombrecito. Pero vale. A cambio, tú debes impedir el casamiento de Aldonza con ese caballero de Deza, don Juan de Torres.

DEMONIO. Eso déjalo de mi cuenta. Pondré en los ojos de Aldonza un hechizo que le hará ver a su prometido como al hombre más horrible del mundo y sentirá verdadero asco de él. Y ahora cumplamos con las fórmulas requeridas del pacto. Sígueme hasta el abrevadero. (Una vez allí los dos, saca de debajo de su vestimenta un pergamino y una pluma y se los ofrece a ROMÁN.) Debes firmar este acuerdo con tu sangre.

ROMÁN. (Se hace una herida en la mano con un cuchillo y, tras mojar la pluma en la sangre de la herida, firma al pie del pergamino.) Ya lo tienes firmado. Ahora, que suceda todo según nuestros deseos.

(El DEMONIO recoge el pergamino y, tras una nueva explosión, desaparece en una nube de humo.)

(ROMÁN entra en la venta.)

 

 

SEGUNDO CUADRO

 

Casa de doña ALDONZA en Deza. La dama se encuentra en su aposento bordando un pañuelo en un tambor.

 



TRISTÁN. (Entrando.) Señora, el caballero don Juan de Torres pide su consentimiento para presentarle sus respetos.

ALDONZA. (Deja el bordado.) Hazle pasar.

(El criado sale. Al poco tiempo entra en la sala don JUAN DE TORRES.)

JUAN DE TORRES. (Besándole la mano.) Señora, a sus pies.

ALDONZA. (Le mira a la cara e instintivamente aparta la mirada con gesto de repugnancia.) Me va a tener que perdonar, caballero, pero un súbito dolor aquí en el pecho me impide seguir hablando. Le ruego que me excuse. (Va hacia la puerta. La abre y vocea.) Tristán, Tristán.

TRISTÁN. ¿Qué le ocurre, señora?

ALDONZA. No me encuentro bien. Acompaña al caballero hasta la salida.

JUAN DE TORRES. (Afligido.) ¿Cuándo podré verla de nuevo? No olvide el compromiso que tiene contraído conmigo.

ALDONZA. De momento será mejor que pospongamos nuestro matrimonio. Mi criado se pondrá en contacto con usted cuando me reponga. Adiós, caballero. Y excúseme otra vez.

 JUAN DE TORRES. (Apesadumbrado.) Está excusada. Adiós y quiera Dios que pronto recupere la salud.

(Sale acompañado de TRISTÁN.)

ALDONZA. (Aparte.) Dios mío, ¡cómo puede haber un hombre con el rostro tan horrible! ¿O son mis ojos solamente que lo ven así?  No sé qué me ha ocurrido en cuanto le he visto la cara. Espero que con el tiempo se me pase esta horrible sensación.

                 

 

TERCER CUADRO

 

Casa de don JUAN DE TORRES. El caballero se halla postrado en su cámara, meditabundo y triste.

 

JUAN DE TORRES. (Aparte.) No comprendo qué está pasando. Esperaba que mi prometida doña Aldonza me recibiera de mejores modos. Sin duda, el viaje de Madrid aquí no le ha sentado nada bien. Deseo fervientemente que todo este mal trago pase lo antes posible y pronto podamos los dos, de común acuerdo, empezar los preparativos de nuestra boda.

(Tras llamar a la puerta, aparece LUCAS, su sirviente.)

LUCAS. Señor, su amigo don Félix desea verle.

JUAN TORRES. Hazlo pasar. Gracias, Lucas.

(Sale LUCAS y entra don FÉLIX CALDERÓN.)

FÉLIX CALDERÓN. (Se acerca y le da la mano.) ¿Cómo te encuentras hoy?

JUAN DE TORRES. (Haciéndole un gesto para que se siente a su lado.) Igual que ayer y anteayer. Lleno de malos augurios.

FÉLIX CALDERÓN. Anímate, pronto podremos celebrar, tal como habíamos convenido, nuestras dos bodas, la tuya con Aldonza y la mía con tu hermana Dorotea.

JUAN DE TORRES. No soy yo quien tiene que animarse. Es mi prometida. Aún sigue enferma y no da señales de vida para que la vaya a visitar de nuevo.

FÉLIX CALDERÓN. Tengo remedio para eso.

JUAN DE TORRES. ¿Para qué?

FÉLIX CALDERÓN. Para curar la extraña enfermedad de Aldonza. Acaba de llegar a Deza un médico cuya fama le precede. Se llama Demodolo y tengo entendido que realiza prodigiosas curaciones.

JUAN DE TORRES. ¿Prodigiosas curaciones? Que no se hable más. Contrataré los servicios de ese doctor curalotodo para que vaya a visitar a Aldonza lo antes posible. Gracias, amigo.

FÉLIX CALDERÓN. No me las des. Verás cómo todo se arregla y podremos casarnos en el día previsto.

(Entra LUCAS con una nota.)

LUCAS. (Se la da a su señor.) Tristán, el criado de doña Aldonza, ha traído esta nota para usted.

JUAN DE TORRES. Gracias, Lucas. Prepara un refrigerio para don Félix y para mí.

LUCAS. Al momento, señor. (Sale.)

(Don JUAN DE TORRES desdobla el papel y lee en silencio su contenido. Luego sonríe.)

FÉLIX CALDERÓN. ¿Buenas noticias?

JUAN DE TORRES. Insuperables, amigo mío. Aldonza quiere recibirme.

FÉLIX CALDERÓN. Tú lo has dicho: insuperables. Empieza a haber luz en el horizonte.

 


 

CUARTO CUADRO

 

Casa de doña ALDONZA. Le acompaña don JUAN DE TORRES.

 

ALDONZA. (Bordando.) Le he hecho llamar, don Juan, para comunicarle que mi enfermedad me impide encarar con claridad la importante decisión de contraer matrimonio con usted.

JUAN DE TORRES. Precisamente de eso quería hablarle yo.

ALDONZA. ¿De nuestro matrimonio?

JUAN DE TORRES. No, de la enfermedad que padece usted, Aldonza… y de su curación.

ALDONZA. ¿De mi curación?

JUAN DE TORRES. En efecto. Acaba de llegar a Deza un doctor que hace milagros. Se hace llamar Demodolo y he tenido el atrevimiento de invitarle a que venga a esta casa para visitarla a usted.

ALDONZA. ¿A mi casa?

JUAN DE TORRES. Sí. De hecho ya está esperando en la sala contigua, esperando a que usted me lo indique.

ALDONZA. Pues si es para curarme, no le hagamos esperar más.

(JUAN DE TORRES va hacia la puerta, la abre y sale un momento para volver a entrar acompañado del doctor Demodolo, es decir, ROMÁN RAMÍREZ.)

ROMÁN. Buenos días, señora, me llamo Demodolo.

ALDONZA. Buenos días, doctor. Me han dicho de usted que obra milagrosas curaciones. ¿Quiere curarme a mí?

ROMÁN. (Se acerca a la enferma y le toma el pulso.) Ya veremos, señora, ya veremos. (Pausa.) En primer lugar, veo por el pulso y su rostro que usted se encuentra hechizada. (Mira a don JUAN DE TORRES.) Hechizada, sí. Sin duda, algún amante celoso le ha hecho objeto de algún maleficio.

ALDONZA. (Turbada ante la apostura del doctor que la está examinando.) Siga, siga hablando, Demodelo, digo Demodolo.

(ROMÁN le besa la mano. ALDONZA se sonroja.)

JUAN DE TORRES. (Molesto por la situación. A ROMÁN.) Creo, doctor, que se está extralimitando en sus funciones.

ROMÁN. (Visiblemente enfadado.) Sólo quiero curar a esta mujer enferma. Pero si no quieren, me marcho ahora mismo.

(Sale de escena.)

ALDONZA. (Muy enfadada.) Creo, don Juan, que usted odia al doctor porque ha descubierto mi maleficio. Y si no hace que vuelva Demodelo, digo Demodolo, a mi casa, olvídese de contraer matrimonio conmigo.

JUAN DE TORRES. (Preocupado.) Si es eso lo que quiere, Aldonza, cuente con ello. Ahora mismo hago las gestiones pertinentes para lograrlo. Si me excusa…

ALDONZA. Le excuso.

JUAN DE TORRES. Nos veremos muy pronto, señora.

(Sale.)

 

 

QUINTO CUADRO

 

Casa de don JUAN DE TORRES. Éste y ROMÁN.

 

JUAN DE TORRES. Gracias por acudir a mi casa. Le he mandado llamar para hablarle de la enfermedad de doña Aldonza.

ROMÁN. Hace usted muy bien, porque yo también quería decirle algo acerca del maleficio que sufre su prometida.

JUAN DE TORRES. (Vivamente interesado.) ¿Y qué es?

ROMÁN. Quería decirle que al fin he descubierto quién es el hechicero que ha obrado sobre doña Aldonza.

JUAN DE TORRES. ¿Quién es?

ROMÁN. He logrado averiguar que su nombre es don Félix Calderón.

JUAN DE TORRES. (Extrañado.) ¿Don Félix? ¡No puede ser!

ROMÁN. Lo es. Incluso ronda a veces la casa de doña Aldonza.

JUAN DE TORRES. ¡Es increíble!

ROMÁN. Pues créaselo. Y otra cosa. Prométame guardar el más inviolable secreto sobre lo que le he dicho, y a nadie, a nadie, debe decirle absolutamente nada. Prométamelo.

JUAN DE TORRES. (Visiblemente afectado.) Se lo prometo. A cambio, prométame usted, doctor, volver a visitar a doña Aldonza en cuanto pueda.

ROMÁN. Se lo prometo. En cuanto pueda, iré a hacerle una nueva visita. Y ahora, si no tiene más que pedirme, me voy. Un paciente me espera.

JUAN DE TORRES. Vaya, vaya. ¿Nos veremos?

ROMÁN. Nos veremos.

(Sale.)

 

 

SEXTO CUADRO.

 

De noche, frente a la casa de doña ALDONZA, acecha en la sombra don JUAN DE TORRES.

 


JUAN DE TORRES. (Aparte.) La cosa pinta mal. Hay algo en todo este enredo que no acabo de entender. Don Félix Calderón, mi mejor amigo, anda metido en este lío. Quizás si sorprendo algo raro en la casa de mi prometida, pueda resolver este rompecabezas. (Pausa. Sale de la casa de doña ALDONZA un embozado.) Ahí está el principio de la solución a mi problema. Ese embozado debe de ser sin duda don Félix. Saldré a su encuentro y le exigiré una explicación. (Deja que se acerque el embozado y sale a su encuentro.) ¡Alto ahí, amigo de la noche y de la perversidad!

EMBOZADO. (Aparte.) Este necio no sabe que yo soy el demonio, el autor de todo este embrollo. Sin duda me ha confundido, tal como deseo, con su amigo don Félix Calderón. Sigamos que siga la farsa. (Pausa.) ¿Quién se atreve a detenerme?

JUAN DE TORRES. Alguien que quiere acabar con tu traición.

EMBOZADO. Pues si quieres acabar con mi traición, antes debes matarme.

JUAN DE TORRES. Si así ha de ser, así será. (Saca la espada y le ataca.)

EMBOZADO. (Saca también la espada y le para el primer golpe.) No creas que te será fácil.

(Cambian los aceros unos segundos.)

JUAN DE TORRES. (Tras un amago, logra engañar a su adversario y le atraviesa el corazón.) Toma y deja volar tu alma traicionera.

EMBOZADO. Me has matado. Has matado a tu mejor amigo. (Cae al suelo.)

JUAN DE TORRES. (Guardando la espada.) Un obstáculo menos.

(Sale de escena. Del bulto del embozado caído sale una nube de humo y luego desaparece. Suena una carcajada.)

 

 

SÉPTIMO CUADRO

 

Interior de una iglesia, donde don JUAN DE TORRES se ha refugiado tras matar al que creía don FÉLIX CALDERÓN.

 

JUAN DE TORRES. (Aparte.) Ahora me arrepiento de haber dado muerte a mi mejor amigo, don Félix Calderón. Y además, he dejado a mi hermana Dorotea sin marido. El problema se ha agravado. Porque cuando se entere doña Aldonza de lo que he hecho, nada querrá saber de nuestro matrimonio. (Pausa. Se oyen unos pasos.) ¿Quién es?

FÉLIX CALDERÓN. Soy yo, tu amigo Félix Calderón.

JUAN DE TORRES. (Sobresaltado.) ¿Qué haces tú aquí?

FÉLIX CALDERÓN. ¿Qué te ocurre, amigo? Parece que estás viendo un fantasma.

JUAN DE TORRES. Aún no has respondido a mi pregunta. Y te la repito: ¿Qué haces tú aquí?


         FÉLIX CALDERÓN. Sólo he venido a darte ánimos.

JUAN DE TORRES. (Aparte. ) Sin duda este es otro de sus hechizos. Acabo de matarle frente a la casa de doña Aldonza y se presenta aquí tan fresco para turbarme más. (A FÉLIX CALDERÓN.) ¿Quién eres realmente?

FÉLIX CALDERÓN. (Palmeándolo en el hombro.) No debes temer nada de mí. Soy tu amigo y siempre lo seré. Vamos a casa y allí verás las cosas de otro modo.

(Más sosegado, don JUAN DE TORRES se deja llevar por su amigo. Salen.)

 

 

OCTAVO CUADRO

 

Casa de ROMÁN.

 

ROMÁN. (Leyendo una carta de doña ALDONZA DE MENESES.) “…Con ello quiero decirle, doctor, que esta mujer que usted ha tratado con tanta dedicación y delicadeza, desde hoy mismo se considera su más ferviente deudora. Si desea obtener algo de mí, lo que sea, no tiene más que pedírmelo. Hágalo a través de mi fiel criado Tristán. Suya, doña Aldonza de Meneses.”  (Aparte.) Mía, mía. Sólo faltan un par de detalles y al fin lograré apagar este fuego que me quema el corazón desde el primer día que la vi. (Suenan golpes en la puerta.) Será Tristán, el criado de doña Aldonza.

(Abre y aparecen DOS FAMILIARES DEL SANTO OFICIO.)

PRIMER FAMILIAR. Román Ramírez, convicto de practicar en secreto la religión de Mahoma…

SEGUNDO FAMILIAR. Román Ramírez, fugado de Toledo tras ser condenado por ello…


         LOS DOS FAMILIARES. Date por prendido por el Santo Oficio.

ROMÁN. (Asustado, invoca al DEMONIO.) Satanás, tú que lo puedes todo,  líbrame de este trance.

VOZ DEL DEMONIO. Lo siento, amigo, pero a tanto no alcanza mi poder. Éstas son cosas de Dios y contra Él nada puedo.

PRIMER FAMILIAR. Es verdad. Nada puede Satanás contra Nuestro Señor.

SEGUNDO FAMILIAR. Y ahora, otra verdad: Vente con nosotros, que la justicia espera castigarte como mereces.

(Se lo llevan.)

Algún tiempo después Román Ramírez murió en la hoguera.

Y en Deza se casaron, libre al fin doña Aldonza de la influencia diabólica, ésta con don Juan de Torres, y don Félix Calderón con Dorotea, hermana de don Juan.

 

FIN

 

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