lunes, 27 de junio de 2022

OTRO VERANO. OTROS POEMAS


Tan buen momento es éste como otro para leer unos versos. Pero que sea a la sombra y bien  acompañado.

  

 

Raza de sueños

 

Sigue a ese hombre, a ese fiel hermano

con ojos anegados de mil noches

hipotecadas,

con manos llenas de usos y herramientas

y vacías de premios.

Sigue a esa estatura de cansancio

repartida antes que tú en el sendero

del mundo,

en la raza de sueños infinitos

de todas las culturas.

Sigue su existencia interminable

detenida en un cuerpo aquí y ahora

hasta ese hormiguero

donde los trenes hablan sin ningún pudor

de suicidios, de amores,

de hambre, de trabajo, de pan justo,

de justicia inexacta.

Síguela hasta el andamio, hasta los surcos,

hasta la escuela, hasta la fábrica,

hasta los despachos, hasta los hospitales,

hasta las sepulturas.

 

Haz tuyos su fatiga,

la erosión de su carne,

la embestida del odio,

los sopapos del humo y del hastío,

el hedor de la tinta que lo archiva,

la sábana más triste que lo cubre

y el broche final de los necrófagos

que le dice hasta nunca sin un llanto.

                                                             

Síguela y aprende

cómo todos nosotros empujamos

la existencia de todos,

la noble eternidad de nuestra raza,

con muertes solitarias,

con vidas hechas de hambre y soledad.

 

Sigue a ese hombre y enjúgale el sudor

y dale un vaso de agua:

él es tú mismo, él es todos nosotros

encarnados en uno.

En esa ropa destructible suya

pero a la vez perenne

va la obra del hombre,

su andamio y su camino,

la raza siempre errante y siempre sola.

 

 

 

Niñez

 

He aquí la ruleta del recuerdo,

vengan todos y prueben su fortuna.

Poco cuesta jugar:

sólo poner en manos de la infancia el alma.

 

Pero usted no se acerque:

es árbol seco ya,

y nada, caballero,

al árbol muerto puede convencer

para que evoque el brillo de las hojas

que tuvo cuando estuvo en primavera.

 

Sólo pueden jugar

los que tienen el alma todavía

tocada  por la luz de la niñez,

los que de vez en cuando

la dulce magdalena del presente

remojan en la leche del ayer,

los que saben saltar el puente oscuro

del tiempo con la pértiga

dorada de los sueños.

 

 

Campesino griego

 

Descansa, griego, deudo de tus dioses,

de tanta dura historia,

del áspero camino de tu patria,

tú que fuiste pastor de primaveras.

Duerme en tu tierra, ahora

coronado de paz y de recuerdos,

habita el corazón

de silente y mineral de este sarcófago

y disuélvete en polvo felizmente

con la fiel compañía

de un Orfeo pintado en la cubierta.

 

Que mañana un arqueólogo,

excavando con tino esta necrópolis

confundirá tus restos

con los nobles despojos de un príncipe tebano.

Paciencia, campesino,

amigo de los surcos y las lluvias,

que ese paciente azar de los hallazgos

confundirá tu destino rural

con la gloria de un héroe.

 

 

 

Vida de estío

                                         A mi padre

 

Es verano ya.

                     Las rosas

han vivido una vida, y los vencejos

repiten su aventura.

Empiezo así el poema

buscando la verdad de tu silencio,

entre la vida ardiente de este verano

y la vida callada de  aquel mayo de tu muerte.

Yo sé que la aventura

de buscar la emoción en el sonido

de unas cuantas palabras

que tratan de la vida, de rosas, de vencejos,

es el único medio de encontrarte.

No investigo tu ayer,

no traigo aquí tu ausencia

ni tu hueco sitiado por las cosas

que un día se vistieron con tu vida,

con tus hábiles manos y tus ojos atentos.

 

¡Qué fácil le sería

al llanto hacer de actor en el poema!

No quiero que tus gafas,

cegadas en el túnel de un cajón

en vano se lamenten,

ni quiero que el retrato de la sala

levante acta de fe contra el olvido.

 

Yo sé que puedo hallarte hablando de las cosas

sin dolor de ser tiempo,                                       

siendo sólo esta silla o este árbol             

que aceptan su destino sin premura.

Te encontraré nombrando

este estar de las cosas desde ayer a mañana

en presente constante, este aro,

esta funda de gafas, este ser y este estar

de la vieja corbata,

de estas cosas tan tuyas y tan vivas

donde nunca pondrá la muerte huevos

de dolor, de recuerdo.

 

Y en efecto, cuando cierro el poema,

sé que te he encontrado, padre, al fin,

y te dejo en la vida callada de aquel mayo,

con tu aro y tus gafas,

en este ardiente estío

tan ajeno y lejano de tu muerte.

 

 

 

El tiempo es lo que tiene

                                        Para Tere Ávila

                    

Miramos adelante por convicción e  instinto,

aunque llevemos a cuestas cien otoños         

y hayamos empolvado nuestras hojas

de juventud y lozanía muchas veces.

Miramos hacia el puerto por instinto,

aunque llevemos nuestras velas a jirones.

y el casco castigado por cien mares

que nunca hemos buscado.

El tiempo es lo que tiene.

Pero nosotros ardemos sin descanso,

y cuando el fuego se apaga bajo el látigo

de la lluvia del tiempo,

buscamos la manera de encender

nuestra leña mojada con los sueños,

con la propia esperanza de estar vivos,

pese al viento de otoño que deshoja,

pese al mar de los años que castiga.

Y seguimos mirando hacia adelante,

sabiendo que algún puerto nos espera.

 

 

 

Último acto

                                        A Mercedes, mi otra madre

 

Aquí el tiempo se pierde en laberintos

y estrena la tragedia de unos cuantos ancianos

que mueren lentamente, lentamente,

sin darse cuenta de la acción. Al fondo,

como un inútil y ajeno decorado,

en altos surtidores se extasían

bajo un sol impasible las palmeras.

 

A veces las tristezas se hacen grandes

y las dichas, pequeñas.

A veces se evapora la alegría

como el agua que riega las macetas

que acompañan sin duelo el escenario.

 

Los actores, cautivos

en sus sillas de ruedas, clausurado

el viaje, son mimos sin futuro,

comparsas del olvido, acotaciones

para mover los labios sin palabras.

 

Y mientras una monja, de visita,

les habla de pecados y de iglesias,

llueve sobre estos versos

una lluvia de rabia y de impotencia.

Ni un aplauso: sólo callados llantos

mientras muere la escena.

 

 

 

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