sábado, 1 de mayo de 2021

RELÁNGRAFOS DE LITERATURA, ARTE Y MÚSICA (II)

 


Mientras cae la lluvia sobre Cerdanyola como si no supiera lo que hace, continúo con los relángrafos de Literatura que comencé un par de semanas atrás. Espero que ayuden a sobrellevar dondequiera que sea los inconvenientes que el mal tiempo acarreen.


 Algunos piensan en Delibes cuando leen la descripción del paisaje y el retrato de los personajes que aparecen en Intemperie, de Carrasco. Puede que estén en lo cierto. Pero creo que en Delibes la relación entre la tierra y el ser humano hace mejor a éste, mientras que en Carrasco lo embrutece y lo convierte, con palabras de Machado, en la sombra de Caín.


Góngora, hasta aproximadamente la mitad de su vida, no dejó de cantar la realidad que le mostraba la luz del día. Después intentó inventar otra realidad, y sus versos lo aislaron en una oscura noche que sólo cantaba él.



  En la librería La Negra y Criminal de Paco Camarasa existía un mueble-bar negro que sólo contenía bebidas y alcoholes oscuros, desde Whiskys a tintos pasando por Calvados, Rones y Brandys o Coñacs; el único vino blanco que se toleraba era el que servía para cocinar mejillones.


Del monólogo al diálogo hay el mismo camino que desde la insignificancia a la grandeza.


Ojalá me pasara lo que a Eugenio Andrade, seudónimo de José Fontinhas, poeta, prosista y traductor portugués, autor, entre otros, de Las manos y los frutos, Contra la oscuridad o La ciudad de Garret, que creía que todas la cosas eran suyas; así cuanto más te diera, más tendría para darte.


Si la pintura de Solana enlaza con la pintura más negra de Goya, su literatura entronca directamente con la del Buscón y los Sueños extravagantes de Quevedo.



 Giovanni Papini: el escritor que murió ciego después de haber perseguido durante toda su vida la luz de la serenidad.

 

En la calle de las Artes de Oporto al poeta Antero de Quental le han puesto barbas de césped. A lo mejor de noche suena aquí un poema suyo sobre un jardín que no existe.


 El disfrute que reporta escribir poesía es más importante que la propia escritura, incluso que la poesía misma.


El Surrealismo nació cuando la realidad se volvió tan agresiva que desfiguró la propia realidad de los artistas y los poetas, los cuales se vieron obligados a vivir y a refugiarse en los sueños, que son pacíficos y perdonan todos los desmanes.



 A un poema malogrado le ocurre lo que a una nevada que no acaba de cuajar.


 Yo creo, con Borges, que no se debe tomar como un deber escribir poesía, sino como una pasión y un placer.


 Los tonos de la poesía de León Felipe abarcan todo el diapasón sentimental: desde el golpe contundente y certero del hacha hasta el íntimo lamento lírico.


 Yo aprendí a respetar y amar el bello y delicado lenguaje de la Literatura leyendo la emoción musical de las Rimas de Bécquer y la imaginación y la fantasía poética de sus Leyendas.


Glosar es más fácil que crear. Glosar es partir de algo que ya existe y da pie para escribir. Crear es como lanzarse de cabeza a un pozo para extraer un poco de agua. ¡Y a veces el pozo está seco!




En la rúa Barbosa de Castro de Oporto se encuentra la casa donde nació el poeta Almeida Garret. La placa de la fachada habla de la importancia que tuvo mientras la casa está totalmente abandonada. Paradojas de la vida.


 La pobre alma de la poetisa Delmira Agustini debe de odiar los días lluviosos. Su cuerpo nació un día de lluvia y tormentoso, y otro día tormentoso y de lluvia, sólo veintisiete años después su exmarido la asesinó.


 La mejor y más auténtica poesía no se ha escrito todavía: está ahí fuera, en el mundo que nos rodea, o aquí dentro, en nuestras almas, esperando siempre la fórmula mágica que la encuentre.


 Me gusta la definición que ofrece Emerson de “biblioteca” en general: una caverna mágica llena de difuntos. Pero siempre que, como muy bien dice Borges, esos difuntos vuelvan a la vida cuando abrimos las páginas de sus libros.



Escribir es pagar a la vida un precio necesario.



El mejor poema del mundo no se forja en el pensamiento y el sentimiento del género humano, sino en el latir universal y eterno de la naturaleza.


 La pintura y la poesía trascienden si son portadoras de símbolos relacionados con el destino humano.


El último deseo del auténtico poeta es poder vivir lo que se escapa como lo absoluto del ser.


 El poema, una vez concluido, debería servir para amar mejor y ser más libres.



 Cunqueiro, en vida, intentó transformar tanto la realidad en fantasía, que cuando le llegó la hora de cruzar el umbral del Más Allá, no se creyó la verdadera realidad que le aguardaba.


 Lo verdaderamente impresionante de las novelas históricas es que la realidad que se narra en sus páginas no es de ningún modo independiente del discurso narrativo de la novela.


 Si lo que quieres es escribir un libro imitando el lenguaje hablado para ser original, ahí va un consejo: no lo escribas; simplemente cuéntalo.


 De mis etapas como profesor de Literatura, me quedo con aquella en que conseguí que algunos de mis alumnos sintieran algo de amor por la lectura de ciertos clásicos.


 La poesía de Sánchez Robayna es una roca viva que las olas de la memoria deshacen en espumas de recuerdos.


 Mientras que de los diálogos que mantengo conmigo mismo apenas saco enseñanza alguna, de los diálogos que entablo con mis autores favoritos siempre aprendo alguna cosa nueva cada día.


 En la poesía, arte sí; artificio, no.



 Me gusta Juan de Mairena, como su creador don Antonio Machado, especialmente porque sabe aceptar las debilidades humanas con absoluta tolerancia a la vez que le añade una sonrisa irónica.


 Leer bien un poema es demostrar que se han entendido los sentimientos que movieron al poeta a escribirlo.


 Cuando me preguntan cuál es mi estilo, contesto sin pensar que no tengo un solo estilo, porque creo que el estilo depende de la idea que voy a exponer en un momento dado; de la idea y del sentimiento que la acompañe.


 Pitarra (Frederic Soler) desde el pétreo trono privilegiado que ocupa frente al Liceo parece aguardar, ojo avizor, a que asomen por la Rambla personajes dignos de figurar en sus retablos teatrales.



 Un consejo de amigo: si te vas a dedicar a la literatura, escribe especialmente de aquello que conozcas plenamente. Y ten cuidado con el empleo gratuito de ideas y opiniones, para evitar herir susceptibilidades de quien te lee.


 Creo, con don Miguel de Unamuno, que sintiéndome como me siento zamorano hasta la médula, soy por derecho, pensamiento y sentimiento ciudadano del mundo.


 Para mí la pintura y la poesía guardan muchísimos parecidos y el más importante es que las dos actividades nacen de una laboriosa y solitaria búsqueda que puede dar lugar a una obra hermosa e imperecedera.


 Más que un modesto escritor, he sido siempre un adicto a la lectura, cuyas eternas enseñanzas me han enseñado a comprender y ver mejor el mundo. De ahí que me sienta orgullosísimo de haber ejercido el oficio de profesor de Lengua y Literatura durante más de cuarenta años. Y aun así, continúo considerándome un aprendiz del mundo.


Escribir poesía, para mí, es visualizar los recuerdos que más me emocionan. Así que bien puedo decir que leer poesía es compartir emociones despertando nuestros propios recuerdos.



 Cuando don Antonio Machado dejó escrito en Collioure aquello de “Estos días azules y este sol de la infancia”, debió de estar haciendo un mágico y fugaz resumen de su azarosa vida antes de prepararse para la muerte.


 Leyendo las memorias de la escritora chilena Isabel Allende, se acostumbra el lector a ver los fantasmas como personajes familiares y cercanos.


 Ya es hora de reconocerlo: escribo poesía como un ejercicio constante de añoranza. De hecho, la nostalgia del pasado es un tema recurrente en mis versos.


 Pese a que es verdad que la memoria posee, como afirma en sus memorias la mencionada Isabel Allende, muchos laberintos oscuros e inextricables donde acechan terribles Minotauros, también es verdad que la memoria cuenta con providenciales Ariadnas y justicieros Teseos que acaban liberándonos de los nefastos fantasmas del pasado.


 Considero que los poetas, para ser auténticos, deberíamos escribir preferentemente, según el buen criterio de Balzac, de la materia de la vida. Todo lo que no sea eso, se parecerá a lo que hace la nieve cuando cae sobre el mar.


Entre el buen poema y el mal poema se halla la nube que quiere hacerse río y acaba siendo un capricho del viento, es decir, nada.


Entre el Góngora noche y el Góngora día discurre la historia de la poesía española.




 El poeta ha de mirar a la Filosofía con cierto recelo para no caer en las redes del pensamiento puro, que no tiene emoción ni sentimientos.


 El autor, mientras escribe, puede llegar a perderse el respeto a sí mismo, pero nunca debe dejar de respetar a su futuro lector. Éste es el garante y defensor de su existencia.


 La poesía es un modo de perpetuarse el poeta en el ansia de no dejar de ejercer como un ser humano.


  Es verdad que como hombre León Felipe se compara a una piedra pequeña del camino. Pero también es verdad que el poeta zamorano tiene la solidez, el romanticismo y la profundidad de una catedral románica.


  Hasta las más ardientes y fogosas historias de amor de hoy serán mañana nieves de antaño.



  El mar es un poeta perseverante que siempre escribe los mismos versos, y a pesar de ello el hombre es un ser tardo y obtuso que no acaba de entenderlos.


 Un poema puede ser todo menos un instrumento de tortura y aburrimiento para el lector, y mucho menos para el oyente.


  Tenía razón mi querido profesor de Literatura Castro Calvo cuando decía que la filosofía era la poesía del mundo interior del hombre en contraste con su proyección externa.


  ¿Amor divino el de los escritores místicos? Puede, pero siempre arrimado a los caminos polvorientos, recorridos por los poetas activos, idealistas y humanos.


  Si, como dice Papini, el reloj es un espía del tiempo, bien puede afirmarse que la persona que lo lleva es un esclavo de las horas.



  La poesía es un campo cuidadosamente labrado y abonado para sembrar todo tipo de sentimientos.


  Quien ama la lectura y cuida de un jardín, el paso del tiempo no le hace daño; al contrario, le regala la paz suficiente para amar aún más a la vida.


  El poeta debe limitarse a reflejar en sus poemas la palpable realidad a través de la emoción.


  Desgraciadamente, muchas clases de Literatura se convierten en salas de anatomía, cuando no en mataderos: novelas, dramas, poemas… son alevosamente asesinados y asépticamente descuartizados.


  La poesía nunca deja de soñar.



De las múltiples bellezas que el poeta admira más en el mundo, destaca dos de ellas: la del crecimiento de los árboles que ascienden hacia el sol y el vuelo de las aves que surcan el mar vaporoso del cielo. Porque ambas criaturas, los árboles y las aves, simbolizan el apartamiento de la tierra.


Yo estoy con mi viejo profesor de Literatura Castro Calvo cuando afirma que sólo la obra literaria que se convierte con el paso del tiempo en signo y cifra puede reconocérsele valor universal.


Un verso es el planeta Tierra y un poema el Universo.






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