sábado, 8 de mayo de 2021

RELÁNGRAFOS DE LITERATURA, ARTE Y MÚSICA (y III)

 


Después de ver la exposición de Arte Contemporáneo de la Colección “la Caixa” Turbulencias, llegué a la decepcionante conclusión de que el arte tradicional está siendo manipulado, por no decir, esclavizado por una serie de “artistas” que, buscando la provocación y la “originalidad”, atentan lisa y llanamente contra él.


Todo en Toulouse-Lautrec mostraba marchamo de caducidad; hasta los bocetos que trazaba sobre los mármoles de los cafés parisinos nacieron para vivir un instante.


 Aunque el mármol cincelado por un gran artista intentara representar la desnuda belleza de una rica dama del pasado, nunca dejaría de ser el vano recuerdo de una rosa helada.



 Si ahora viviera Goya, un cuadro que a toda costa querría pintar sería el espectáculo que ofrecen ciertos aficionados a la política en el Parlamento: gritando e insultando exasperadamente a todo aquel que no comparte sus ideas.


Sólo un pintor como Jorge Colaço podía crear dos maravillas como los azulejos del vestíbulo de la estación de Sao Bento y los de la fachada del cercado templo de Sao Ildefonso. ¡Contando al artista, tres santos!


 A Van Gogh, antítesis de la vanidad en vida, hoy a muchos años de su muerte el mundo entero le admira por su mágica pintura.


Cuando Sayaka Shoji hace sonar su violín, sueña el mar con olas de cristal y el viento con hojas sin otoño.


 

Anglada Camarasa, destacado pintor representante del modernismo catalán, estaba convencido de que el arte era independiente de la naturaleza, y estaba sobre ella, pese a ser su punto de partida.


 Era más que lógico y normal que Toulouse-Lautrec, abandonado por la belleza y la salud, se inspirara en la pintura de Goya, Hals o Brueghel.


¿Qué hay mejor para recordar a Debussy en el centenario de su muerte que escuchar las notas románticas de un piano una noche de invierno como ésta?



De nuevo ARCO dispara contra el Arte (con mayúscula) sus flechas envenenadas con la política (con minúscula).


¿Qué pensamiento pasó por la cabeza de Leonardo aquel sábado de 1529 al descubrir que los pinceles se le caían de las manos?


 A Gregorio Fernández y a Gaspar Becerra, excelsos imagineros castellanos, no le interesaba sólo tallar la belleza, sino especialmente el inmenso y generoso dolor de la Pasión de Cristo.



 La pintura de Solana es una película en blanco y negro sobre la España de las tabernas, del garrote vil, de las corridas de toros, de las posadas y del Carnaval.


 Hay músicas que nos acompañan toda la vida desde nuestra infancia. Una de ellas, en mi caso, es la Marcha Fúnebre de Thalberg. Siempre me recordará las emociones que viví en la Semana Santa de mi ciudad natal.


 Con la castidad de La Venus del espejo, Velázquez respondió a la sensualidad de Las tres gracias de Rubens.



 Parodiando a la inversa lo que dice de su pintura Magritte, creo que sus cuadros son visiones meditadas.


 Grave error denominar arte urbano al vandalismo que causan ciertos grafiteros.


 La música de piano me suena a veces a agua de fuente que canta su alegría o lamenta su tristeza.


 Chirico, con sus blancos, verdes y azules únicos, intentó resucitar mitologías, monumentos y esculturas que nunca existieron.



 La pintura del Bosco es una liberación de sus propios demonios, sus miedos y sus esperanzas.


 De la música que tiene alma no me atrevo a opinar; me limito a escucharla con la máxima atención de que soy capaz.



 Las cuatro letras mayúsculas que aparecen en El triunfo de la muerte, de Brueghel, son, como todo el mundo sabe, la A, la I, la V y la T, que paradójicamente forman la palabra VITA (vida).


 Me agrada el sexo representado por Magritte en sus cuadros: nunca atraviesa los límites de la metáfora.


 El arte de Magritte se basa en mostrar imágenes insólitas de las cosas que nos rodean a diario. Así que no es hablar del misterio de la realidad, sino de la realidad convertida en misterio.


 De todos los instrumentos musicales, acaso sea el “cello” el que se aproxima más a la voz humana.



 El valor de la pintura de Magritte se basa en la sorpresa que causa en el espectador.


 El pintor francés Degas es el notario pictórico de escenas femeninas íntimas, propias de “toilette”.




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