viernes, 22 de julio de 2016

CON CLAUDIO RODRÍGUEZ y 8



Y finalmente, hoy, 22 de julio, cuando se cumplen 17 años de la muerte de Claudio Rodríguez, mientras traigo el recuerdo de la comitiva que llevaba sus restos mortales al cementerio de San Atilano y su alto en el Puente de Piedra para echar un ramo de flores al Duero, repitiendo así una antigua tradición que él mismo recogió en algunos de sus poemas, hoy concluyo estas entradas referidas a los artículos que componen la revista República de las Letras de que vengo hablando citando  las propias palabras del poeta sobre Don de la ebriedad, su primer y para mí mejor poemario, firmadas en 1991: “Lo primero que uno se pregunta es hasta qué grado de familiaridad, de cercanía, tiene el autor hacia su obra. En mi caso es lejana. Y aún más releyendo este libro.” (…) “La poesía como un don y como una ebriedad, es decir, como una entrega y como un entusiasmo en el sentido platónico de inspiración, de rapto, de éxtasis o, cristianamente, de fervor.” (…) “Los siguientes poemas manaron de la contemplación viva, caminada, paso a paso, de mi tierra castellana, del pulso de los hombres, con mi alma dentro, que es lo esencial.” (…) “Estos poemas los escribí con una ausencia de conocimiento (…) en su posible concreción, objetividad o articulación: de aquí, a veces, su indudable tono irracional. Grave problema: ¿la experiencia es  concreta?” (…) “Ver, poseer. Intentar hallar la certeza única, lo secreto, lo sagrado, la salvación, a través del lenguaje.” (…) “¿Y mi ignorancia era sabiduría?”

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