martes, 21 de febrero de 2012

Memorias de un jubilado


Un año más
Ayer cumplí un año más, y la vida sigue. Estoy rodeado de gente que me quiere, de otra gente que se acuerda de mí y de otra gente que, sin tener que ver mucho conmigo, me hace la vida más llevadera. A las dos primeras clases de gente, entrañable y necesaria, no hago más que darles las gracias constantemente, y ahora en mi jubilación, cuando creía que las cosas iban a cambiar, que no ha sido muy sustancialmente, con más razón.
De calçotada familiar en una masía del Montseny, jugando con mis nietos, hablando con mis hijos de cómo les va la vida y el trabajo, tan difícil de sostener hoy en día, recordando con mi mujer el camino que hemos abierto juntos codo con codo, agradeciendo a los hermanos sus palabras de cariño y de ánimo para seguir adelante, y a los amigos poetas y no poetas, a los alumnos y alumnas que se acordaran de mí y me felicitaran en facebook... Y a la tercera clase de gente que, aunque anónima, hace, como decía, más llevadera y fácil mi vida cotidiana de escritura y de lectura, también le agradezco lo que hace por mí. A Internet que me abre mágicos horizontes para poder escribir mis blogs y hacerlos llegar a todas partes del mundo para que lectores desconocidos de toda raza, lengua y condición puedan acceder a mis modestos conocimientos y a mi aún más modesta labor de creación, tanto en verso como en prosa. Quiero darle especiales gracias a Amazon.es por haber puesto a mi servicio una potencial biblioteca de clásicos a un coste cero en un objeto pequeño, manejable y directo, al que yo llamo familiarmente mi biblioteca de una página, y es que con unos sencillos movimientos digitales se puede acceder al Quijote, la Divina Comeda, las novelas de Galdós, la poesía de Bécquer o Byron en una pantalla blanca que espera pacientemente la ocasión de encenderse para ofrecerle al lector la palabra mágica de la literatura archivada previamente en el personal Kindle. En el tren, en la playa, en casa o fuera del domicilio habitual, siempre tengo a punto mi biblioteca de una página para pasar un rato junto al Papa Luna en Aviñón, con Dante en su viaje por el Infierno o escuchando las confesiones íntimas de Bécquer.

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