1
Un hombre porta sonriendo
una escudilla de vino
para invitar a los demás
a vivir el festejo.
El joven que aparece recostado
tras el dios de la vid
muestra una copa de vino en la mano
y una corona de hiedra en la cabeza.
Trilogía de hiedra, vino y vid
presidida por Baco.
Inspiración divina para una poesía terrenal.
2
El esparto del cesto es tan real,
que da hasta miedo verlo entre las sombras,
palpitando, casi oliendo.
Y el barro bermellón de la cazuela,
la sombra del cuchillo sobre el plato
y el almirez que en su metal espera
majar la eternidad si es necesario.
Las manos y los rostros son misterios,
esencia de la vida retratada
en un espacio justo y en un tiempo
que amparan al muchacho y a la anciana.
El chico le ha traído su recado,
la vieja lo agradece y su mirar
retrata la emoción del escenario.
Un pedazo de vida tan eterno,
que da tiempo a entender
qué pasa por sus almas.
3
Muchas veces entré en el santuario de estas hilanderas
y jamás hasta ahora había empezado a entrever su secreto.
El tapiz de la muerte es el fin del telar y los días.
Lo que importa es estar aquí y ahora,
ser en este instante en que viven
los ojos y las manos
en el huso y en la rueca,
en la lana caída y en el hilo
que va desenredando la madeja.
Y dominando espacio y tiempo,
este silencio,
cómplice de la augusta filosofía
del gato que dormita
y de las mujeres que siguen
tejiendo el tapiz de sus vidas.
(De La mirada enamorada)
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