Sueña la isla
en este trozo breve
de mar y viento.
¿Sobre una pata
avestruces bailando?
¡Son parasoles!
El cisne se veía
venir nadando en sueños;
el blanco de sus plumas
era nieve encendida
sobre la piel del agua.
Y nosotros, robados
seres del otro mundo.
El estanque de esmeralda
donde el milagro ardía
era lo único real
de la tarde de Palma.
El tiempo se perdía entre las sombras
de los arcos de Atarazanas.
Y nosotros, extasiados,
sin poder volver al nuestro.
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