miércoles, 30 de marzo de 2022

SALIDAS DE EMERGENCIA, DE AMBROSIO GALLEGO

 


Acabo de leer el último poemario del poeta extremeño Ambrosio Gallego, que ha titulado valientemente Salidas de emergencia, y no sé por dónde dejar escapar todas las emociones que me ha inspirado su lectura. He leído con atención y dedicación la mayoría de sus libros, a medida que iban apareciendo, desde Llueve en paz hasta Otros fríos, pasando por Con breves ojos, La mirada sin nosotros, El imperio de las luces y Elegía a tus atajos entre nuestros rodeos (tuve el gusto de presentar los dos poemarios mencionados en último lugar). Y he sido testigo de la carrera ascendente de un poeta que nació para serlo con todo merecimiento, un poeta que conoce perfectamente el oficio de cantar con toda humildad y un lenguaje, humano y profundamente lírico, la realidad de cuanto ve vivir y pasar a su alrededor a todas horas. Ambrosio Gallego es un poeta que emplea especialmente la memoria y la mirada para eternizar la impresión que van dejando en él personas, lugares y cosas de su entorno más cercano, cotidiano y familiar, pero también se hace eco de los de su entorno universal, que por muy lejanos que se encuentren, él sabe acercarlos y hacerlos vívidamente presentes con su mirada humana, entrañablemente comprometida. Como en el caso que nos ocupa, que son estas salidas de emergencia que efectúa alrededor del mundo, desde Australia, Asia, África, América…, a Europa, España, el País Vasco, Cataluña, Andalucía, Extremadura (ahí está su querido Peñalsordo)… Muchas veces inspirado por los ojos de la cámara fotográfica de Salgado de la segunda parte del libro, que el poeta titula intencionadamente Práctica de supervivencia, y otras veces a través de su propia mirada, impregnada siempre de ternura y especialmente implicada en las adversidades de la condición humana y en el amor a la naturaleza, puntos de partida, ambos, para la temática de gran parte de su producción poética.


 

Una producción poética la de Ambrosio, cuya principal característica, a mi parecer, es capturar la impresión externa (visual, olfativa, auditiva…), que se da en un instante para desaparecer raudamente, en la expresión breve y exacta (el ejemplo más palpable es el haiku, composición muy del gusto de Ambrosio), que con Salidas de emergencia ha efectuado, a mi juicio, un salto sustancial. Pues se trata de un poemario compuesto por una bella colección de instantáneas de la naturaleza y de escenas humanas, a las que el poeta da vida unas veces en tono de canto y otras de elegía. Explicando brevemente el contenido y la forma del libro, observamos que en la primera parte, “Clase turista”, se reúnen ecos de viajes, exóticos algunos, más cercanos otros, en donde el yo del poeta expresa un abanico de sentimientos, deseos, preguntas sin respuesta, esperanzas: “Siempre quise saber el sonido de los nombres de las flores”, “hasta qué punto se buscan lo animal y lo humano” (Doma en la playa), “Caminos de la retirada, ¿adónde me lleváis? / ¿Es que queréis mostrar que ya es brisa lo que fue escalofrío?” (Caminos de la retirada), “Compruebo cómo viajar sin moverme, / y cómo nada, de nuevo, es simplemente ayer.” (Habitación tan blanca), “¿Qué somos sino expectantes figurillas buscando el final, /nerviosos porque el cuadro nunca acaba / ni recoge ese pertinaz querer saltar del lienzo divino?” (Marismas del Mar del Norte), “En este paréntesis de arrobo entro / en la escena del jardín de Klingsor” (Turista con su retal de tiempo), “¿Qué haría con todas mis palabras, /empeñadas en encontrar algún día el oído de un ángel mudo?” (Silencio en Denali), “desde estas fotografías/ …/ me evito la claustrofobia y el miedo a la serpiente tigre” (Cruzando el bosque lluvioso), “Tras la labor cumplida, los veo secarse en las perchas, / abrir sus alas, tal como fieles perros alados.” (Pescador entre perros alados), “Llego de montañas cubiertas de peces de lavanda / como un pintor impresionado que pesca tendido” (Petanca a la sombra de los plátanos), “He soñado con estas playas cuando la tarde las hiere / y deja a solas con la única fiesta de su rumor.” (Molinos de hora), “Yo sí sé lo que busco tras su alto círculo: llevar / el pensamiento como la tormenta el agua.” (Ahogar los pies), “y pienso si es la misma ceniza de entonces, / cuando aquí sonaba la radio maga / y encadenaba la abuela sus historias de barro.” (Casa en ruinas), “Oh, amiga memoria, retenida entre las ramas de las sabinas, / cuéntame cómo es tu paréntesis que ya no forcejea con nada.” (Desde el ojo de Orchilla), etcétera. Todo un mundo rico en sensaciones evocadas por un turista especial que goza mágicamente de su pequeño “retal de tiempo”. 


 

Como vemos, en esta parte la intención del poeta es retratar sus visiones interiores, inspiradas por visiones personales y fotografías, valiéndose de un lenguaje rico en recursos expresivos, donde dominan aliteraciones, comparaciones, imágenes, personificaciones, antítesis… Así lo atestiguan, además de los ejemplos expuestos, poemas como Bajo el aguacero (pág. 41), Desaparecer (Pág.45), Casa para contar piedras (Pág. 32), Rapto junto al lago Shoji (Pág. 27) o Hasta que desaparezca mi olor humano (Pág. 65), que encadena una colección de personificaciones, sinestesias, antítesis (“lo que ha rumiado el bosque durante agosto”, “hay un lenguaje de amarillos, de ascuas”, “Las aguas se sueltan cuando el pensamiento se ata, / mientras el aire lleva y trae cabellos” y termina con una imagen y una metáfora únicas: “Me enterraré bajo hojas y un humus de comienzo / hasta que desaparezca mi olor humano.” Sin contar los recursos señalados en negrita en los ejemplos de más arriba. Y si esto no fuera bastante, veamos en La paz del musgo la intervención de la tipografía en el poema:

“Cada gota de agua que rezuma del hayedo

envuelto en golosa niebla suplica sumarse

y bajar

            tropezándose

                               consigo misma,

                                                       parloteando no sé

                                                                                   qué idioma de umbría.”

(En este caso, el lento goteo del agua y su tartamudeo recuerda inevitablemente el “no sé qué que queda balbuciendo” de san Juan de la Cruz).



Respecto a los poemas que forman la segunda parte del poemario, “Práctica de supervivencia”, inspirada en el libro de fotografías de Salgado titulado Éxodos, Ambrosio Gallego hace hablar con su lenguaje profundo, serio, tierno y lírico las situaciones extremas del género humano que aparecen en las fotografías de Salgado tomadas en distintos y distantes continentes, situaciones límite, dramáticas huidas de seres indefensos, la soledad y el hambre humanas, el dolor, la tristeza, el cansancio... sin olvidar, la mutilación de cuerpos, la vulnerabilidad de los niños, la prisión sin posibilidad de ver un día la libertad, la pobreza, la educación sin medios, la viudez prematura, la miseria, la esterilidad, la enfermedad, la decrepitud, la guerra, la muerte indigna y un etcétera desolador que muestra lo desvalido que se encuentra el ser humano ante las catástrofes producidas por la naturaleza y las calamidades causadas por la codicia y el poder insaciables del primer mundo.


 

En una palabra, se trata de escenas la mayor parte deprimentes: “...dentro y fuera invade un mismo dolor / de desencuentro atestado, de bullicio mudo. / Completamente todo lo de aquí abajo / abre la boca, busca con el paladar / el cielo afrutado que ignora este inframundo / donde el humano no llegará nunca a saciarse.” O “...niños con sus mentes lejos / de la incandescencia, más bien junto a algún endeble calor/ de infancia, como un retal levemente colorido, / pero todavía en pleno uso.” O las Cuatro instantáneas de la adversidad que cierran el libro: “la respiración inaferrable de cuerpos desubicados./ Lo demás, guarida de silencio.” “La guardia nocturna /.../ alrededor de la estufa.” “La primavera hace papiroflexia con el hielo” mientras “un hombre con carámbanos en la barba / ejercita en el tiro a los perros más jóvenes.” “El Endurance escorado a babor, resquebrajado, / se arrodilló finalmente al hielo.” Y “el naufragio” mientras la música de un gramófono “despedazaba, sin saber cómo, el tiempo.” Lógicamente, el poeta responde con un tono desolador, dominante en esta segunda parte del libro. Para hacerse una idea de lo que estamos afirmando, leamos el poema Lago de Bemako: “Entre la niebla, ¿qué naufragio es este / que, sin dramáticos oleajes, oscurece en silencio / las telas, antaño bellas a los ojos, ahora viejos trapos / que envuelven los bebés que imitan el rostro ido de sus madres?”


Y ya concluyendo, Salidas de emergencia, el último poemario de Ambrosio Gallego, hasta el momento de escribir estas líneas, es una llamada dramática a la concienciación, de una vez por todas, ante los sufrimientos y adversidades que padecen nuestros semejantes en cualquier partes del mundo, causados unas veces por las inclemencias meteorológicas, es verdad, pero muchas veces por los desarreglos y abusos de poder y codicia que conlleva el progreso y los intereses egoístas del ser humano (cuánto me recuerda, mientras escribo estas líneas, Poeta en Nueva York , donde Lorca, presente e inmerso en lo que ve, escribe en verso un libro-reportaje de protesta objetiva-subjetiva, según los casos, ante un mundo monstruoso visible en la caótica realidad neoyorquina. Mientras que Ambrosio, ausente de los lugares de que habla pero presente en corazón y alma, denuncia un mundo violento que maltrata y mata al ser humano más desvalido. De otro modo: es más que oportuna la aparición a la luz pública de Salidas de emergencia, de Ambrosio Gallego, en una actualidad irracional y cruel (sin ir más lejos, ahí tenemos la invasión rusa de Ucrania).

                                               



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