sábado, 8 de enero de 2022

DEL TEATRO AL CINE (VI) La Celestina, de Fernando de Rojas

 


Antes de continuar nuestro recorrido del teatro español por la segunda mitad del siglo XX, con dramaturgos de la talla de Miguel Mihura, Buero Vallejo, Fernando Fernán Gómez o Sánchez Sinisterra, y, así, cerrar este modesto estudio, creo conveniente volver la vista atrás a las primeras obras importantes de nuestro teatro que fueron dignas de ser adaptadas al cine, empezando por la Tragicomedia de Calixto y Melibea, también llamada La Celestina, por la importancia que adquiere la famosa tercera en amores en la trama de la obra, para seguir con el teatro del Siglo de Oro, representado principalmente por Lope de Vega y Calderón de la Barca, principales cabeza de serie de las dos escuelas teatrales de los siglos XVI y XVI.

 


La Celestina

La obra más importante de la época literaria comprendida entre el final de la Edad Media y la transición al Renacimiento es sin duda La Celestina, modelo de comedia humanística, si bien, de acuerdo con algunos entendidos, se puede considerar también una novela dialogada. Fue escrita por el bachiller Fernando de Rojas (1475-1541), de quien conocemos los siguientes datos biográficos: Nació en Puebla de Montalbán (Toledo), de padres judíos conversos y estudió Leyes en Salamanca. Debido a su condición de hijodalgo, fue injustamente tratado por el conde de Puebla, por lo que fijó su residencia en Talavera de la Reina, donde fue alcalde mayor.

En la segunda edición de su obra (Sevilla, 1501) Rojas nos dice en unos versos acrósticos que había encontrado el primer acto escrito y que compuso los 15 restantes; estos 16 actos son los que ya aparecen en la primera edición de Burgos de 1499. La redacción definitiva de La Celestina consta de 21 actos, como puede comprobarse en la edición de Sevilla de 1502.

Al frente de la obra figura un argumento general, y al principio de cada acto su contenido particular. La acción principal puede resumirse de este modo: Calisto, joven noble, entra en el jardín de Melibea persiguiendo a su halcón, y en cuanto ve a la bella muchacha, se enamora perdidamente de ella; sin embargo, no es correspondido por Melibea, que lo rechaza al instante. Calisto consulta el caso con su criado Sempronio y éste le recomienda que acuda a la vieja Celestina para conseguir sus propósitos amorosos. La alcahueta, adiestrada en tales cometidos, visita a Melibea y consigue hábilmente que se avive en ella el fuego de su amor oculto por Calisto y acepte mantener una entrevista con el joven. Logrado este paso, Calisto premia la intervención de Celestina con una cadena de oro. Entonces Sempronio y su compañero Pármeno (otro criado de Calisto) deciden sacar también provecho de ese premio y, al comprobar que la vieja tercera en amores no quiere compartirlo con ellos, la matan. La justicia da con los asesinos y los condena a muerte. A todo esto, una noche que Calisto se encuentra a solas con Melibea en el dormitorio de ésta, escucha un ruido sospechoso en la calle; y preocupado por la situación intenta escapar por una escala, pero resbala, se precipita al suelo y muere. Entonces Melibea, al saber el fin trágico de su amado, se refugia desesperada en una torre de la casa y, ante la mirada abatida de su padre Pleberio, tras contarle sus cuitas, se arroja desde lo alto de la torre y se mata. El triste y a la vez moralizante lamento de Pleberio da fin a la obra dramática.

 


 

Por su contenido, se ha dicho de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, más conocida como La Celestina, que parece una comedia de Terencio, en la que se han intercalado sentencias y máximas pertenecientes a las obras y autores imperecederos de la literatura universal, entre otros, la Biblia, Aristóteles, Virgilio, Ovidio y Petrarca, sin olvidar al mencionado Terencio.

Cervantes dijo de La Celestina que habría sido una obra divina si hubiera ocultado más lo humano (“libro en mi enteder divi- / si encubriera más lo huma-”).

He aquí un fragmento de la obra perteneciente a la Escena VI en la que Celestina está sola en su casa:

 

“CELESTINA.-   Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos que los hirvientes, étnicos montes manan, gobernador y veedor de los tormentos y los atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres furias, Tesífone, Megera y Aleto, administrador de todas las cosas negras del reino, de Estigie y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales y litigioso caos, mantenedor de las volantes arpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras, por la sangre de aquella nocturna ave con que están escritas, por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen, por la áspera ponzoña de las víboras de que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado; vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas y con ello estés sin separarte un momento hasta que Melibea, con aparejada oportunidad que haya, lo compre y con ello de tal manera quede enredada, que cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición, y se abra y lastime del crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que, perdida toda honestidad, se descubra a mí y premie mis pasos y mensaje; y esto hecho, pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, me tendrás por capital enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes y oscuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre. Y otra vez y otra vez te conjuro; y así, confiando en mi mucho poder, me voy con mi hilado, donde ya te llevo envuelto.”


 

La Celestina ha sido llevada a las tablas en infinidad de ocasiones. He aquí algunas de las más importantes, sólo en España: en 1940 bajo la dirección de Cayetano Luca de Tena (Julia Delgado Caro encarnó a la vieja alcahueta); en 1957 fue su director Luis Escobar y encarnaron los principales papeles María Dolores Pradera (Melibea) José María Rodero (Calisto) e Irene López Heredia (Celestina); en 1988 dirigió la obra Adolfo Marsillach, y entre sus actores y actrices destacaron Amparo Ribelles, como Celestina, Adriana Ozores en el papel de Melibea y Jesús Puente encarnando a Sempronio; en 1999 se celebró el primer festival de La Celestina en la Puebla de Montalbán, cuna del autor, con la representación de la famosa obra; o la versión en 2016 del actor José Luis Gómez, que interpretó el papel principal en una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y el Teatro de La Abadía, cuyo director fundador fue el propio José Luis Gómez.



 

Y en cuanto a la adaptación de La Celestina al cine, seguimos, como en casos anteriores, a la que D. F. Arranz ha elegido en su libro Las cien mejores películas sobre obras literarias españolas, que no es otra que la película que César Fernández Ardavín, que ya había adaptado diez años antes El Lazarillo de Tormes, obra cumbre de nuestra narrativa picaresca) dirigió en 1969 con el mismo nombre que la obra de Fernando de Rojas; el guión del filme fue escrito por el propio Ardavín, en tanto que la música fue obra de Ángel Arteaga y la fotografía de Raúl Pérez Cubero. Y respecto a los principales personajes de la película fueron encarnados por Elisa Ramírez (Melibea), Julián Mateos (Calisto), Hugo Blanco (Sempronio) y el principal de todos, Celestina, corrió a cargo de Amelia de la Torre, “cuyas ideas izquierdistas la hicieron exiliarse en Argentina durante la Guerra Civil, donde permaneció hasta los años cincuenta. Especialmente dotada para desgarradores personajes teatrales y con una voz muy particular, su tétrica Celestina constituye uno de los mayores logros que obtuvo en el cine junto al Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo por su interpretación en Tormento (1974).” Evidentemente, dada la extensión de la obra de Rojas, Ardavín prescindió de gran parte de su contenido para centrarse en los tres protagonistas y así aprovechó y aumentó el tema erótico, tan explotado en los últimos años de los sesenta, prestando su máxima atención a los encuentros de Calisto y Melibea. Por otra parte, no olvidó la crudeza y el fatalismo que empleó Rojas en su obra, e “hizo hincapié en la desesperación a que se ven abocados los afectos ingenuos de los dos jóvenes bajo la perversa influencia de la malvada vieja.”

Tras la adaptación cinematográfica de Ardavín, se hicieron otras como la de Gerardo Vera de 1996, en la que el personaje de Celestina lo encarnó Terele Pávez y los de Calisto y Melibea fueron interpretados por Juan Diego Botto y Penélope Cruz, respectivamente, acompañados por otros actores y actrices conocidos como Jordi Molla o Maribel Verdú. 


 




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