sábado, 18 de diciembre de 2021

ENRIQUE BADOSA Prosa (I)


 La libertad del escritor
Prosistas de Lengua Española (Plaza y Janés, Barcelona, 1968)

Ya en el Prólogo nos adelanta Badosa no sólo el contenido del libro sino la intención que le movió a escribirlo, que no es otra, hablando en términos generales, que es defender la libertad del escritor, especialmente la interior, que es parte de la condición humana. Para hablar del tema se vale de las respuestas que dio en su día al cuestionario que en 1963 publicó Sergio Vilar en su Manifiesto sobre Arte y Libertad, subtitulado Encuesta entre los intelectuales y artistas españoles. A continuación copio la respuesta que dio Badosa a la primera pregunta de dicho cuestionario, que fue ésta: “El arte, debe basarse únicamente en la libre actitud creadora del artista?” Y la respuesta del poeta la que sigue: “Por lo que a la libertad se refiere, el arte debe basarse únicamente en la libre actitud creadora del artista. El hombre libre es anterior al arte, y esta prioridad no es sólo cronológica: es esencial y permanente. Un artista privado de libertad, puede llegar a crear una obra genial; pero un mundo de hombres privados de libertad, produce muy escasos artistas, y muy mediocres.” Más adelante, en la respuesta que da Badosa a la segunda parte de la tercera pregunta, “¿Su misión (la del arte) es estética o social?”, entre otras cosas dice que “la libertad del artista sólo viene limitada, en cierto modo, por la posibilidad. El artista lleva a cabo la obra que puede, y no siempre la que quiere.” Y al final de la respuesta, leemos la conclusión: “No sólo estética ni sólo social –aunque estética y social al mismo tiempo, e indivisiblemente--. La misión del artista es ampliar el área de la experiencia humana, y responder, en lo que pueda, a la llamada de los problemas que afectan a los hombres de su tiempo. En otra ocasión escribí que el arte es una forma de caridad.” 


 

Respecto del contenido exacto del libro, en el último párrafo del Prólogo, Badosa nos lo adelanta diciendo que la primera parte trata directamente de la libertad del escritor, y las otras tres tocan diversos aspectos de la operación de leer y de la literatura en general. Y añade que que todos los trabajos se escribieron siguiendo el mismo anhelo de libertad interior. Sobre la libertad de que trata la primera parte Badosa insiste en ideas adelantadas en el Prólogo. Por ejemplo, en la polémica inútil abierta entre el arte y la sociedad, afirma una vez más que no se puede comprender el arte sin la sociedad “porque arte siempre supone, por definición, diálogo entre artista que crea y contemplador del arte creado”, y que “un poema no es social, político, religioso, etcétera: sino ni más ni menos que un poema que trata de un asunto social, político, religioso...” (pág.35) En otro artículo Badosa habla de un libro de oportuna publicación, La responsabilidad del escritor (1961), obra de Pedro Salinas, en la que el autor de Razón de amor dice, al respecto que la tarea del escritor no es realizada para satisfacer el propio placer, sino para compartir humanamente el conocimiento de las cosas que consigue mediante su oficio. La oportunidad del libro de Salinas también es fehaciente porque menciona los principales defectos en que incurren algunos escritores y críticos; entre ellos, la falta de estima y conocimiento del lenguaje, la escasa cultura y el desprecio de ella, el odio a la minoría, el afán pecuniario de quienes sólo escriben para ganar un premio. Y aprovecha Badosa que el libro de Salinas se ocupe también de derribar el ídolo del llamado arte social para arremeter de nuevo contra él, citando el propio texto del poeta sevillano: “Anda sonando por ahí ese bordón de que el arte debe ser social (…). Todo arte—desde Mallarmé a la copla popular-- es social, busca socios, es decir, participantes, amigos. Las más de las veces se anuncia esa muletilla con intención solapada, apuntando a que el arte debe ser dictado por tal o cual necesidad política del momento.” Por último Badosa aprovecha otro texto de Salinas para ratificar una idea suya sobre lo que debe ser “el sumo, único poder puro del escritor: erigir mundos sobre este mundo. Poder que no es de mando o de ganancia, poder de espíritu sobre espíritus, obra de caridad y entendimiento con las almas de los prójimos, claro poder de amor.” (pág. 39) Amor, caridad. Lo que acabamos de repetir hace poco a propósito del Poema XLIX de Epigramas de la Gaya Ciencia.

 El mito de la literatura social es el título de otro artículo de la primera parte, del que extraigo algunas aseveraciones que seguro sonarán al lector. La primera, “lo que no es lógico –y sí es absurdo-- es pretender socializar, poco menos que al soviético modo, este arte de hoy. Es decir, convertir el arte en mero vehículo transmisor de ideas e ideologías, cuando no en decires panfletarios.” (pág. 47) En el artículo La literatura no es un lujo Badosa formula una definición de libro muy acertada en consonancia con lo que venimos tratando: “En el libro se manifiesta el resultado de unas experiencias que pueden ser fundamentales para la mejor comprensión de la realidad. Y no sólo de una realidad espiritual o intelectual, sino que también de las realidades más inmediatas, más cercanas a los problemas de hoy.” (pág. 51) Otra definición de libro igualmente plausible leemos en El diálogo escritor-lector: “El libro siempre será el último reducto en el que la inteligencia y la capacidad creadora manifestarán su fundamental tarea.” (pág. 57) Y eso después de encontrarnos nada más empezar el artículo con esta definición de literatura: “La literatura es un registro de sensibilidad exquisita, que nos da cuenta de la actitud del hombre ante determinadas realidades” (Pág. 55). Y no podemos olvidar el final del capítulo, que retoma el diálogo escritor-lector. Profetiza Badosa que volverá a ser brillante “y tal vez entonces se atienda con mayor atención a los silencios que puedan producirse en uno de los más intensos contactos humanos: el que se vive al abrir un libro, al comenzar a leer.” Ojalá. 


 

Y acabo la primera parte del libro destacando algunas ideas badosianas contenidas en los tres últimos epígrafes: Tarea difícil, El fracaso de las teorías del realismo y Permanencia de la belleza. Badosa afirma que la literatura es una tarea difícil porque se trata de “una de las más nobles manifestaciones de la inteligencia, de la sensibilidad y del arte.” Y añade un poco más adelante que “el escritor sabe, por experiencia propia, vivida día a día, en todo momento, que el arte de escribir es duro, difícil y lleno de amarguras” (Pág. 59). De ahí que se indigne ante la falta de respeto que se muestra en muchas ocasiones a su quehacer literario. El fracaso de las teorías del realismo se deben, según Badosa, al no aceptarse la evidencia de que ante todo “la obra ha de estar comprometida con lo literario: arte, estilo, lenguaje, etcétera” (Pág. 65). Y, considerando lo publicado y lo que nunca se publicará, concluye que “ya es hora de volver a considerar la literatura –sea social o no su fondo-- como quehacer de arte. Pues sólo de este modo se servirá literariamente la motivación —politica, religiosa, social, sentimental, metafísica, etcétera-- de la obra” (pág. 66). Finalmente, la permanencia de la belleza en la obra literaria exige al escritor “el deber de hallar las palabras perdurables, las que puedan ser ejemplo tanto de arte como de humanidad. Las palabras en las que la realidad y la verdad se reconocen y se magnifican. Las que otorgan sentido al ser y al existir” (pág. 67). Para concluir que “sólo la obra bella, sólo la obra auténticamente artística permanecerá, sea cual sea el contenido de su mensaje” (pág. 69).


 

Arriba dijimos que de las cuatro partes en que se divide el libro, la I trata propiamente de la libertad del escritor, como acabamos de ver, mientras que el resto habla de diversos aspectos de la literatura en general y sus principales géneros: la II, habla principalmente de la literatura contemporánea (española y universal) en sus vertientes de novela y teatro, con una referencia importante al cine literario; la III se centra en la poesía y la IV en el hecho de leer y el libro como base esencial de la lectura.

Respecto a la literatura contemporánea de Badosa, el autor señala como su carácter principal “la incorporación de lo religioso, de lo filosófico –y también de lo político y social-- a la obra del escritor.” Especialmente, los dos primeros, que son “los más profundamente humanísticos, los que tratan de la condición y de la naturaleza humanas (…) en unos tiempos en los que el hombre ve en entredicho el futuro de su especie, y no ve muy claro el después de una extinción personal y colectiva.” Para concluir que “en un mundo que tiende al materialismo y a la deshumanización como formas de vida, la literatura afirma agónicamente la permanencia de lo humano” (págs. 75 y 76). En el capítulo Novela de acción, Novela de situación Badosa toca el tema de la preferencia de la situación a la acción (“predominio del tiempo intensivo sobre el tiempo extensivo”) en algunos escritores contemporáneos como los novelistas franceses Margueritte Duras y Robbe-Grillet, frente a escritores como Graham Greene, cuya obra es modélica “por la función orgánica, viva, dinámica de los elementos de la acción y de la situación literarias” (Pág.79). Badosa no se inclina por ninguna de las dos maneras de narrar, sino que aboga por una novela que debe recobrar sus lectores, partidarios de los dos tiempos, el intensivo o de la situación y el extensivo o de la acción. Y matiza: Pero recobrar esos lectores “depende a la vez del escritor –que no ha de torcer su camino-- y del lector, que ha de hacer un esfuerzo para entender los propósitos del artista. Entre escritor y lector, el crítico. Ese crítico que orientará a unos y a otros” (pág. 80).


 

El epígrafe ¿Novela neocatólica? alude al calificativo que da equivocadamente el redactor de una nota bibliográfica aparecida en una revista española a la novela de Morris West El abogado del diablo. Badosa aprovecha para mencionar el interés de ciertos escritores por el catolicismo y los problemas aparecidos en torno a la moral religiosa; y nombra junto con West a Bernanos, Mauriac y el ya mencionado Greene. Las obras de estos escritores son “novelas en las que el lector puede percibir esto que tan escasamente informa —por parte del hombre demasiado embebido en la realidad inmediata—el vivir de cada: la presencia, por sus efectos, de una divinidad que trasciende requerimientos (…) sensoriales y que trasciende ocupaciones y preocupaciones cotidianas” (pág.81). Y concluye el artículo, retomando el hecho de llamar novela neocatólica a El abogado del diablo, que tal denominación es “una prueba más del atolondramiento ambiental, que se debe a una escasez de formación e información, escasez de la que tantos hacen --¡sin saberlo!--ostentosa gala” (pág. 83).


 

Y ya que ha hablado de críticos mediocres, en el articulo siguiente, La criticada crítica de los críticos, acertado juego de palabras, como puede deducirse), elige un camino diferente afirmando que “hay, en número y en calidad, escritores especialmente dedicados a criticar,esto es, a informar acerca de las calidades literarias de otros escritores que hemos dado en llamar creadores” (pág.85). Y este tipo de críticos suele estar encarnado por un hombre culto, inteligente, sensible y generoso, capaz de decir la verdad a pesar, incluso, de los amigos (…) Sí, el crítico está obligado a ser más amigo de la verdad que de Platón ('Amicus Plato, sed magis amica veritas'), es decir, del amigo. Y esto se bien olvidando mucho” (pág. 86). Y aclarando que él no defiende a los críticos por ejercer esa misma labor, aprovecha para exponer su propia aspiración como crítico: “proponer una visión serena de la realidad. Y la realidad es ésta: si no hay obra, no hay crítica; del mismo modo que sin los trigos del campo no hay el pan nuestro de cada día” (pág. 87). Y concluye en un parrafito modelo de equilibrio: “Dante, si escribiera hoy, reservaría alguno de sus círculos infernales para los malos críticos literarios. A pesar del mal que hacen, olvidémosles; y defendamos al crítico honesto y serio, leal para con el autor, para con el lector y para consigo mismo. Todavía los hay.” Por supuesto, y el propio Badosa es sin duda uno de ellos.


 

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