domingo, 12 de diciembre de 2021

A ESCENA (V) Los tres síes


 

LOS TRES SÍES

(Adaptación libre del cuento La niña de los tres maridos,

de “Fernán Caballero”)


PERSONAJES

(por orden de aparición)


HOMBRE RICO, dueño del palacete

PRETENDIENTE 1

PRETENDIENTE 2

PRETENDIENTE 3

NOVIA, hija del primero

VIEJECITO


La acción transcurre en la actualidad en un palacete donde vive un hombre que fue muy rico y ahora venido a menos con una hija joven, hermosa y casadera.


PRIMER CUADRO

El HOMBRE RICO venido a menos recibe a los tres PRETENDIENTES a la mano de su hija en la sala de visitas de la casa.

HOMBRE RICO (Al PRETENDIENTE 1). Usted dirá en que basa sus pretensiones respecto a mi hija.

PRETENDIENTE 1. Habida cuenta de que ustedes no están pasando por un buen momento económico, yo me ofrezco a ayudarles a salir de la crisis con mi aportación, que se basa en un sueldo mensual de cinco mil euros, un ático en la zona de más alto “estandin” de la ciudad y una casa en la Costa Brava.

HOMBRE RICO. No está mal y tomo nota. Pero piense que mi hija vale mucho más que todo eso para mí. (Al PRETENDIENTE 2) ¿Y usted, qué me ofrece?

PRETENDIENTE 2. Yo voy por el mismo camino que mi antecesor. Gano bien la vida y poseo algunos ahorros. Sin embargo, yo ofrezco algo que no se mide con el metro de los bienes y la riqueza.

HOMBRE RICO. (Asombrado.) ¿Y qué es si puede saberse?

PRETENDIENTE 2. A eso he venido aquí, a decírselo. Yo, ¿sabe usted?, soy artista pintor y con sólo mis pinturas puedo alegrar la vida de la persona más afligida del mundo.

HOMBRE RICO. Hombre, eso es una ayuda añadida a la material incapaz de medirse, como usted dice, con el rasero monetario. Tomo nota. (Al PRETENDIENTE 3.) Acabemos esta entrevista porque supongo que tienen ustedes muchas cosas que hacer, lo mismo que yo. Ahora le toca usted, caballero, exponer en qué basa sus pretensiones. Cuando quiera.

PRETENDIENTE 3. Seré breve. Yo no poseo bienes como mis antecesores, pero poseo algo que no tiene la mayoría de los humanos.

HOMBRE RICO. (Extrañado.) Me temo que sin recursos económicos poco vamos a hacer. Sin embargo, por curiosidad, me gustaría saber qué es eso que tiene usted y que le falta a la mayoría de los hombres.

PRETENDIENTE 3. Lisa y llanamente la voluntad.

HOMBRE RICO. La voluntad, señor mío, es una de las potencias que el alma humana posee.

PRETENDIENTE 3. No se lo niego, señor. Pero a la larga, eso no es más que una información que aprendemos desde niños pero que luego, en la experiencia, pocos somos capaces de poner en práctica.

HOMBRE RICO. Póngame un ejemplo.

PRETENDIENTE 3. Le pondría mil ejemplos. Pero abreviando, le diré que cuantas veces he caído en el camino de la vida, nada fácil en mi caso, otras tantas me he levantado y he seguido avanzando. Prueba de ello es que hoy he venido aquí a pretender también la mano de su hija.


HOMBRE RICO. La verdad es que mi hija podría aprender muchas cosas de usted y de su fuerza de voluntad. Aunque siento decirle que sólo con la voluntad no basta para levantar un hogar y una familia. (A los tres PRETENDIENTES.) Les agradezco el esfuerzo que han hecho hoy para venir a esta entrevista. Pasados unos días les volveré a citar para hacerles saber el parecer de mi hija. (Se pone en pie y los tres PRETENDIENTES le imitan.) Hasta entonces, caballeros. (Le estrecha la mano. Los tres PRETENDIENTES salen.)

(Oscuridad.)




SEGUNDO CUADRO

En la habitación de la NOVIA, hablan ésta y su padre el HOMBRE RICO.


NOVIA. Padre, ¿has hablado ya con mis pretendientes?

HOMBRE RICO. Sí, hija, con los tres.

NOVIA. ¿Y cómo son?

HOMBRE RICO. Son diferentes. Los tres son inteligentes, amables, porfiadores, y poseen los tres el modo de abrirse paso en la vida. Y de ayudarte, y de ayudarnos a salir del atolladero en que nos encontramos. Sólo que hay uno de ellos que, que, no sé cómo decírtelo, pero…

NOVIA. Creo que sé lo que quieres decirme. Que no gana mucho dinero o que no dispone de propiedades o que es pobre pero honrado y tesonero.

HOMBRE RICO. No podía haberlo dicho yo mejor.

NOVIA. ¿Cuándo los verás de nuevo?

HOMBRE RICO. Les he dicho que dentro de unos días los volveré a entrevistar para hacerles saber tu opinión.

NOVIA. Empecemos otra vez. ¿Son guapos y buenos mozos los tres?

HOMBRE RICO. Te puedo asegurar que sí.

NOVIA. Sigamos. ¿Cómo son?

HOMBRE RICO. ¿Qué quieres decir?

NOVIA. Me refiero a sus armas, además de su guapura.

HOMBRE RICO. El primero tiene un buen sueldo, posee un ático en la mejor parte de la ciudad y un apartamento en la Costa Brava.

NOVIA. No está nada mal para empezar. ¿Y el segundo?

HOMBRE RICO. El segundo, como el anterior, se gana bien la vida, posee algunos ahorros y es artista.

NOVIA. ¿Qué clase de artista?

HOMBRE RICO. Pinta cuadros.

NOVIA. Eso ayuda.

HOMBRE RICO. Eso mismo le he dicho yo.

NOVIA. ¿Y el tercero?

HOMBRE RICO. Aquí quería yo llegar. Dice que no cuenta con bienes ni riquezas como los dos primeros, pero que posee una voluntad de hierro para salir de las situaciones más arriesgadas de la vida.

NOVIA. La voluntad es un as en la manga hoy en día, padre. Nos puede ayudar con la misma fuerza que los otros ingredientes. Por todo ello he decidido, padre mío, darles el sí a los tres.

HOMBRE RICO. (Extrañado.) ¿A los tres? Entra en razón, hija mía. Sólo puedes dar el sí a uno. Elige.

NOVIA. Ya he elegido.

HOMBRE RICO. Así me gusta, hija. ¿A quién?

NOVIA. Ya te lo he dicho, padre. A los tres. Elijo a los tres.

HOMBRE RICO. (Preocupado.) ¿Es esta tu última decisión?

NOVIA. (Resuelta.) Sí, padre, y estoy convencida de que es la mejor.

(El HOMBRE RICO sale cabizbajo.)

(Oscuridad.)




TERCER CUADRO

En la sala de visitas el HOMBRE RICO se vuelve a reunir con los tres PRETENDIENTES de su hija.


HOMBRE RICO. Caballeros, les he reunido de nuevo aquí para comunicarles el parecer de mi hija.

PRETENDIENTES. (Al unísono. Con ansiedad.) ¿Y cuál es?

HOMBRE RICO. No se lo van a creer, pero mi hija los quiere a los tres.

PRETENDIENTES. (Extrañados.) ¿A los tres?

HOMBRE RICO. ¡A los tres! Y ya saben que eso es imposible.

PRETENDIENTES. ¡Imposible!

HOMBRE RICO. Y como eso es imposible, les propongo que se vayan por esos mundos de Dios a buscar una cosa única en su especie y traérsela a mi hija. El que de ustedes traiga la mejor y más rara cosa del mundo será el que se case con mi hija. Lo prometo. Así pues, y si están de acuerdo con mi propuesta, cuando lo deseen pueden ponerse en marcha. Gracias por el nuevo esfuerzo.

(Los tres PRETENDIENTES, tras estrechar la mano del HOMBRE RICO, salen.)

(Oscuridad.)





CUARTO CUADRO

En un país exótico, en la calle de un mercado ambulante. El PRETENDIENTE 1 se encuentra con un VIEJECITO que compra y vende a voces cosas viejas en su puesto.

VIEJECITO. (Voceando.) ¡Compro hierro viejo, metal y cobre! ¡Vendo objetos viejos, curiosos y raros!

PRETENDIENTE 1. (Acercándose al puesto para mirar las cosas expuestas sobre él.) ¿De verdad, señor, que vende usted objetos viejos, curiosos y raros? Aquí no veo nada especial.

VIEJECITO. Hay que mirar bien, joven. Las apariencias engañan muchas veces. (Coge un espejito del puesto y se lo enseña.) Mire, por ejemplo este espejito que al parecer es de lo más normal y corriente.

PRETENDIENTE 1. ¿Y no es normal y corriente?

VIEJECITO. No, señor. Tiene algo muy especial.

PRETENDIENTE 1. (Extrañado.) ¡Ah!, ¿sí? Yo lo veo pequeño y hasta feo.

VIEJECITO. Eso es a simple vista. Ya le he dicho que las apariencias engañan.

PRETENDIENTE 1. Pues dígame qué virtud tiene.

VIEJECITO. (Bajando la voz.) Si de verdad quiere hacerse con él, se la digo ahora mismo.

PRETENDIENTE 1. No, señor. Así no son las cosas. Para comprarlo, debo saber antes qué virtud tiene el espejo.

VIEJECITO. Si le digo que en este espejo puede ver usted reflejadas las personas que desea ver, ¿me creerá?

PRETENDIENTE 1. ¡Claro que no!

VIEJECITO. No sé por qué me esperaba de usted algo así. Sin embargo, antes de seguir su camino, ¿no desearía comprobar lo que le digo? A veces la fe mueve montañas.

PRETENDIENTE 1. De acuerdo. (Se asoma al espejo y mira en él. Asombrado.) No puedo creérmelo. Es verdad. Acabo de ver a una persona conocida que hace mucho tiempo no veía. ¿Cuánto pide por el espejo?

VIEJECITO. No mucho. Sólo lo que lleva en el bolsillo izquierdo de su pantalón.

PRETENDIENTE 1. (Más asombrado todavía.) ¿Cómo sabe que llevo mi dinero en este bolsillo?

VIEJECITO. Sé solamente lo que debo saber. ¿Está de acuerdo con el precio?

PRETENDIENTE 1. (Tras dudar unos segundos.) Creo que sí.

VIEJECITO. (Sonriendo.) Puede hacerse con el dinero que quiera por medio de la tarjeta que lleva en la cartera. Además, el espejo le proporcionará la verdadera riqueza a la que usted aspira.

(El PRETENDIENTE 1 le da el dinero y el VIEJECITO le entrega el espejo. El primero se despide guardando el espejo y el segundo empieza a recoger el puesto del mercado. )

(Oscuridad.)




QUINTO CUADRO

En otro lugar exótico, en otra calle de otro mercado ambulante, el PRETENDIENTE 2 se encuentra con el mismo VIEJECITO que compra y vende a voces cosas viejas en su puesto.


VIEJECITO. (Voceando.) ¡Compro hierro viejo, metal y cobre! ¡Vendo objetos viejos, curiosos y raros!

PRETENDIENTE 2. (Se acerca a curiosear.) ¿Dice usted que vende objetos raros? Yo aquí no veo ninguno.

VIEJECITO. Porque no mira bien, caballero. Fíjese, por ejemplo, en este botecito. (Lo coge del puesto y se lo muestra.) No es más que un botecito normal y corriente, pero dentro contiene un bálsamo especial.

PRETENDIENTE 2. (Asombrado.) ¿Dice que un bálsamo especial? Explíquese.

VIEJECITO. Está hecho de sangre de serpiente, pulpa de tamarindo y huesos molidos de un mártir de esta tierra.

PRETENDIENTE. (Incrédulo.) ¿Y de qué me va a servir a mí?

VIEJECITO. Nunca se sabe, caballero. (Baja la voz.) Pues este bálsamo tiene la virtud de resucitar a los muertos.

PRETENDIENTE 2. (Más incrédulo aún.) Así que resucitar a los muertos, ¿eh? Me gustaría verlo para plasmarlo en uno de mis cuadros.

(En ese momento cruza de izquierda a derecha un carro transportando un féretro.)

VIEJECITO. (Parando el carruaje mortuorio.) Aquí tiene la ocasión de comprobarlo usted mismo. Abra el ataúd y moje con una gota de este bálsamo los labios del muerto.

PRETENDIENTE 2. Si fuera verdad, yo sería como Dios. (Obedece no muy convencido.)

(A los dos o tres segundos, el muerto abre los ojos, se incorpora en su féretro, se baja del carro y echa a andar hasta desaparecer por la derecha.)

VIEJECITO. Ya se lo dije. Y ahora (Le quita suavemente el bálsamo de la mano.), ¿me compra el botecito?

PRETENDIENTE 2. (Estupefacto.) ¡Claro que sí! ¿Cuánto pide por él?

VIEJECITO. Sólo lo que lleva en el maletín de pintura.

PRETENDIENTE 2. (Asombrado.) ¿Cómo ha sabido que aquí dentro, además de los útiles de pintar, llevo mi dinero?

VIEJECITO. Sé solamente lo que debo saber. ¿Está de acuerdo con el precio?

PRETENDIENTE 2. Por supuesto. (Le entrega el maletín.)

VIEJECITO. (Enrosca la tapa del botecito y se lo entrega.) Con esto ganará usted la verdadera riqueza que persigue. Que le vaya muy bien.

(El PRETENDIENTE 2 se va por la izquierda, mientras el VIEJECITO comienza a recoger su puesto de mercadillo.)

(Oscuridad.)






SEXTO CUADRO

En otro lugar exótico, en otra calle de otro mercado ambulante. El PRETENDIENTE 3 se acerca a un arca solitaria de considerables dimensiones y la toca con curiosidad y le da tres toques en la tapa para comprobar su solidez. Al instante se abre y aparece el VIEJECITO.


VIEJECITO. Gracias por despertarme, joven. (Se despereza y sale del arca.) El viaje esta vez me ha cogido desprevenido.

PRETENDIENTE 3. (Asombrado.) ¡Ah!, ¿pero usted viaja en esta arca?

VIEJECITO. Aunque no se lo crea, así es. Me lleva de un lugar a otro del planeta en menos que canta un gallo. Y conmigo, a quienes quieran acompañarme. Si lo desea, puede comprobarlo usted mismo.

PRETENDIENTE 3. Bonita manera de viajar. Siempre he soñado con ello.

VIEJECITO. (Asombrado.) ¿Se está burlando de mí, joven?

PRETENDIENTE 3. Nada más lejos de mi intención. En cuanto lo he visto, he pensado: “Este buen hombre dará solución a todos mis problemas. Su rostro disipa cualquier duda e inspira la mayor de las confianzas.”

VIEJECITO. (Conmovido.) No estará pensando usted en adquirirla, ¿verdad?

PRETENDIENTE 3. ¡Qué más quisiera yo! Pero no tengo suficiente dinero para comprársela.

VIEJECITO. Eso ya lo sabía. Pero tiene algo que a mucha gente le falta: la voluntad.

PRETENDIENTE 3. (Asombrado.) ¿Cómo lo sabe usted?

VIEJECITO. Sé solamente lo que debo saber. ¿Usted quiere el arca?

PRETENDIENTE 3. Eso ni se pregunta, señor.

VIEJECITO. Pues suya es, joven. De sobra sé que va a hacer buen uso de ella.

PRETENDIENTE 3. (Agradecido.) Muchas gracias, señor. Ya puede estar seguro de que va a ser así y siempre lo llevaré en mi memoria.

VIEJECITO. Lo sé. Y siga siempre siendo como es. Llegará muy lejos.

(Echa a caminar hacia la izquierda y se vuelve antes de desaparecer por ese lado para despedirse con la mano. El PRETENDIENTE 3 le responde con otro gesto y se pone a acariciar el arca.)

(Oscuridad.)



SÉPTIMO CUADRO

En las afueras de una ciudad de un país exótico, los tres PRETENDIENTES se han reunido para hablar de sus respectivos hallazgos raros y curiosos. Sobre el arca está sentado el PRETENDIENTE 3 mientras que los otros dos sostienen sus hallazgos debidamente envueltos.


PRETENDIENTE 1. Tal como quedamos, nos hemos reunido aquí, antes de volver a nuestra patria, para hablar de nuestros hallazgos. (Desenvuelve su paquete y muestra el espejo.) Yo he comprado este espejito.

PRETENDIENTE 2. Parece un espejo vulgar.

PRETENDIENTE 3. Las apariencias engañan. Supongo que debe tener algo especial, si no, no lo hubiera adquirido. ¿Verdad?

PRETENDIENTE 1. Verdad. Este espejito tiene la virtud de mostrar a su dueño reflejado en su cristal lo que él quiera ver. ¿Queréis un ejemplo?

PRETENDIENTE 2. ¡Por supuesto!

PRETENDIENTE 3. ¡Lo estoy deseando!

PRETENDIENTE 1. ¿Os parece bien que le pida a mi espejo que nos muestre a la persona que más queremos en este mundo?

PRETENDIENTE 2. ¿Quieres decir que podemos ver a nuestra amada aquí reflejada?

PRETENDIENTE 1. Eso espero.

PRETENDIENTE 3. ¡Qué emocionante! ¿A qué esperas para pedírselo?

PRETENDIENTE 1. ¡Sea! Quiero, espejito, que nos muestres a nuestra novia.

(Los tres PRETENDIENTES miran en el espejo y al momento quedan profundamente afligidos.)

PRETENDIENTE 3. ¡No puede ser, Dios mío!

PRETENDIENTE 2. ¡Está muerta!

PRETENDIENTE 1. ¡Y metida en su ataúd! ¿Qué podemos hacer?

PRETENDIENTE 2. (Mudando el semblante.) ¡Un momento! (Desenvuelve su paquete y muestra el botecito del bálsamo.) Aquí tengo lo que adquirí como cosa rara. Un botecito de bálsamo.

PRETENDIENTE 1. (Decepcionado.) ¿Y qué puede hacer un bálsamo en estas extremas circunstancias?

PRETENDIENTE 3. Nunca se sabe. Deja que se explique.

PRETENDIENTE 2. Podemos estar de suerte, amigos, porque este bálsamo tiene la virtud de resucitar a los muertos sólo con tocar sus labios con una gota.

PRETENDIENTE 1. Vale, pero aunque así fuera, que lo veo muy difícil, por no decir imposible…

PRETENDIENTE 3. ¿Y lo de tu espejo? Y sin embargo, gracias a él, hemos podido ver a nuestra amada.

PRETENDIENTE 1. Vale, de acuerdo. Supongamos que sea así. Pero ¿cómo vamos a llegar a su casa?

PRETENDIENTE 2. ¡Eso digo yo! Cuando lleguemos ya será demasiado tarde y estará comida por los gusanos.

PRETENDIENTE 3. De eso ni habléis. Porque yo tengo la solución.

PRETENDIENTE 1. (Extrañado.) ¿Tú? ¡Pero si no has traído nada!

PRETENDIENTE 3. (Levantándose del arca y mostrándosela a sus amigos.) ¿Y esto qué es?

PRETENDIENTE 2. Yo solamente veo un arca grande.

PRETENDIENTE 3. Un arca grande, sí, pero que además tiene la virtud de llevarnos a donde queramos a la velocidad de la luz. Yo mismo he viajado de este modo hasta aquí. ¡Venga! (Levanta la tapa del arca y se mete dentro.) ¡Meteos en el arca conmigo!

PRETENDIENTE 1. ¡Es ridículo! ¡En un arca!

PRETENDIENTE 3. Confiad en mí. No perdamos más tiempo. Entrad.

PRETENDIENTE 2. (Metiéndose.) Yo entro.

PRETENDIENTE 3. (Se mete refunfuñando.) De acuerdo. Pero…

(El PRETENDIENTE 3 baja la tapa del arca.)

VOZ del PRETENDIENTE 3. Arca amiga, llévanos rápidamente a casa de nuestra novia.

(Oscuridad.)





OCTAVO CUADRO

En la casa del HOMBRE RICO, en la habitación donde está expuesto el ataúd con el cuerpo muerto de la NOVIA. El arca aparece en primer término.


HOMBRE RICO. (Desconsolado.) ¿Qué será de mí, ahora que tú, querida hija, vas a desaparecer de mi lado para siempre? ¡Y sin haber podido lograr nuestros deseos! El mío, de verte feliz, y el tuyo de casarte con el pretendiente que traiga la cosa más rara que haya encontrado por esos mundos de Dios. Ya nada tiene remedio. La muerte pone punto final a todos nuestros sueños.

(En ese momento se abre el arca y aparecen los tres PRETENDIENTES, que salen de ella y se acercan al ataúd.)

HOMBRE RICO. (Asombrado.) ¡Ustedes aquí! ¿Esto es un milagro? ¿Una aparición?

PRETENDIENTE 2. Ni una cosa ni otra. Las circunstancias de la vida. (Saca el botecito del bálsamo.) Si me permite, con este bálsamo todas sus penas se acabarán.

HOMBRE RICO. (Sin dejar de asombrarse.) Si es para eso, adelante.

PRETENDIENTE 2. (Se acerca al ataúd mientras abre el botecito.) Con unas gotas que le ponga de este bálsamo en los labios de su hija, resucitará.

HOMBRE RICO. (Más asombrado aún.) ¿Pero eso es posible?

PRETENDIENTE 1. (Mostrándole el espejito.) Con este espejo descubrimos que su hija estaba muerta a miles de kilómetros de aquí.

PRETENDIENTE 3. (Señalando el arca.) Y con esta arca hemos viajado los tres. Así que confíe en el bálsamo de nuestro amigo.

HOMBRE RICO. (Al PRETENDIENTE 2.) No hagamos esperar más a mi hija.

PRETENDIENTE 2. (Mientras moja los labios de la NOVIA con unas gotas del bálsamo.) ¡Vuelve a despertar!

NOVIA. (Despierta y mira a su alrededor. Ve a su padre y a los tres PRETENDIENTES.) ¿Lo ve usted, padre, cómo necesitaba a los tres? (Todos ríen alborozados.)

FIN


 

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