PICASSO
Por la mañana temprano,
cuando aún no ha despertado Barcelona,
salimos del metro para encontrarnos
otra vez con Picasso en su museo
después de cincuenta años.
Pasamos dos arcos de Princesa
y en Montcada llegamos al Palacio.
Todo ha cambiado allí,
menos la calma que respira el patio.
La nostalgia no sirve, me doy cuenta,
mientras subimos la escalera de mármol
mi mujer y yo con la esperanza
de soñar otra vez con estos cuadros.
Y soñamos asomándonos al cielo
que tuvo un día Picasso.
Instantes de placer, de soledad,
de triunfos, de fracasos…
se asoman en los lienzos,
en las estatuillas, en los platos,
en búhos, en paisajes,
en miradas y manos
que nos hablan de soledad,
de amores ya lejanos,
como el amor y la soledad
que tuvo un día el artista en su remanso
de belleza buscada.
Han pasado cincuenta años,
y sigue Picasso solo
junto a sus sueños pintados.
Las Meninas, los Pichones,
las cerámicas, los grabados
y el retrato azul de su amigo
fallecido un día a su lado…
¿Dónde están los testigos
de aquel sesenta y cuatro
en que descubrí las sombras
y las luces de estos barrios?
¿El vino que bebimos,
los versos recitados
y el humo fugitivo
de los cigarros?
Como Picasso, se fueron
al sótano del pasado.
Ahora contamos nosotros,
tú y yo, dioses diarios,
que a costa del gran pintor
vivimos aún soñando.
MERCADO GÓTICO
Delante de la Catedral
en un rastro dominguero
rebuscamos reliquias
de otros tiempos.
Postales apagadas,
un catecismo viejo,
una tragedia de Shakespeare,
rosarios, ceniceros,
tal vez un disco de Adamo,
una cachimba de hueso
y, en el mejor de los casos,
una sortija a buen precio.
Te la pones, brilla el sol
de pronto sobre tu dedo.
Ya podemos celebrar
que es domingo. Dame un beso.
Sobre los toldos, ceniza
del encapotado cielo.
¡Qué más da! Llevas la luz
en la mano, y nos queremos.
EN EL LICEO
Noche de ópera
bajo estucados de oro y luces de dragones,
intrigas de políticos y amores.
En el cielo, la lámpara amarilla,
aceitada de fiesta entre las sombras,
vigila la platea, que se va habitando poco a poco
de trajes de etiqueta y joyas elegantes.
Y en la orquesta algunos músicos afinan
sus instrumentos de trabajo.
Es un momento mágico, un milagro, y de repente
las sombras bajan sobre el telón rojo
que lentamente se alza…
Y allí estábamos los dos, en el Paraíso del Liceo,
la bombonera del techo al alcance de la mano,
asistiendo a la muerte del malvado Scarpia
a manos de la propia Tosca,
mientras la orquesta acentuaba con su música
la perfecta justicia de la diva.
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