sábado, 30 de octubre de 2021

AUTOBIOGRAFÍA (II)


                                     PICASSO

Por la mañana temprano,

cuando aún no ha despertado Barcelona,

salimos del metro para encontrarnos

otra vez con Picasso en su museo

después de cincuenta años.

Pasamos dos arcos de Princesa

 y en Montcada llegamos al Palacio.

Todo ha cambiado allí,

menos la calma que respira el patio.

La nostalgia no sirve, me doy cuenta,

mientras subimos la escalera de mármol

mi mujer y yo con la esperanza

de soñar otra vez con estos cuadros.

Y soñamos asomándonos al cielo

que tuvo un día Picasso.

Instantes de placer, de soledad,

de triunfos, de fracasos…

se asoman en los lienzos,

en las estatuillas, en los platos,

en búhos, en paisajes,

en miradas y manos

que nos hablan de soledad,

de amores ya lejanos,

como el amor y la soledad

que tuvo un día el artista en su remanso

de belleza buscada.


                                        Han pasado cincuenta años,

 y sigue Picasso solo

junto a sus sueños pintados.

Las Meninas, los Pichones,

las cerámicas, los grabados

 y el retrato azul de su amigo

fallecido un día a su lado…

¿Dónde están los testigos

de aquel sesenta y cuatro

en que descubrí las sombras

 y las luces de estos barrios?

¿El vino que bebimos,

los versos recitados

 y el humo fugitivo

de los cigarros?

Como Picasso, se fueron

al sótano del pasado.

Ahora contamos nosotros,

tú y yo, dioses diarios,

que a costa del gran pintor

vivimos aún soñando.

 

 


MERCADO GÓTICO

Delante de la Catedral

en un rastro dominguero

rebuscamos reliquias

de otros tiempos.

Postales apagadas,

un catecismo viejo,

una tragedia de Shakespeare,

rosarios, ceniceros,

tal vez un disco de Adamo,

una cachimba de hueso

y, en el mejor de los casos,

una sortija a buen precio.


                                       Te la pones, brilla el sol

de pronto sobre tu dedo.

Ya podemos celebrar

que es domingo. Dame un beso.

Sobre los toldos, ceniza

del encapotado cielo.

¡Qué más da! Llevas la luz

en la mano, y nos queremos.

 

 


 

EN EL LICEO

Noche de ópera

bajo estucados de oro y luces de dragones,

intrigas de políticos y amores.

En el cielo, la lámpara amarilla,

aceitada de fiesta entre las sombras,

vigila la platea, que se va habitando poco a poco

de trajes de etiqueta y joyas elegantes.

Y en la orquesta algunos músicos afinan

sus instrumentos de trabajo.

Es un momento mágico, un milagro, y de repente

las sombras bajan sobre el telón rojo

que lentamente se alza…

Y allí estábamos los dos, en el Paraíso del Liceo,

la bombonera del techo al alcance de la mano,

asistiendo a la muerte del malvado Scarpia

a manos de la propia Tosca,

mientras la orquesta acentuaba con su música

la perfecta justicia de la diva.


 

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