sábado, 28 de agosto de 2021

VIAJES Y RECUERDOS

 



La Troya del presente

 

Salió, como Telémaco, en tu busca

la infancia que dejaste junto a un soto,

 un río y una casa.

Y te encontró cambiado por el tiempo,

la prisa y la distancia.

Venía para hablarte de las cosas

que habías habitado con tus sueños,

y no reconociste sus señales.

De pronto el corazón viró su rumbo

hacia el puerto sagrado de la infancia.

Te vestiste de Ulises

y dejaste la Troya del presente,

que en sueños arde siempre y quema y deja

sangre y miel en la boca,

para volver a casa como un niño

que aún espera el abrazo materno.

Pero era ya muy tarde.

Se había quemado casi en el hogar

la leña que los días van dejando

en el fuego insaciable.

Y tornaste a tu Troya porque guarda

madera que quemar en su leñera.

Sigue vivo el viaje y en tu alma,

intacto tu destino de viajero.

 

 


La esperanza

 

Este es mi barrio ahora.

Os presento su gente y su viaje,

su lucha y su destino.

Testifico que el paro se asoma a los balcones

con la misma fiereza que los tiestos vacíos,

con la misma desesperación

que las sábanas muertas bajo el polvo y la ruina.

Testifico que el hambre se aposenta

en las bocas del metro

con una mano abierta en el olvido

y la otra empapada por cien lluvias.

 

Tras esos edificios desahuciados

donde ya no florecen las macetas,

ni en los cuartos vacíos los retratos,

veo afilarse las navajas,

los dientes de la pobre libertad,

el odio de Caín,

el abismo sin fondo

entre el lujo y el hambre.

 

Este es mi barrio ahora.

Os presento su asombro y su aventura,

el duelo a vida o muerte a pleno día,

entre adultos dejándose la piel en la herramienta

y mujeres milagrosas recorriendo el mercado

para multiplicar los panes y los peces,

entre estudiantes gritando con pancartas y libros

y mayores callando

bajo el peso del miedo y la pensión de arena,

entre niños que miran  escaparates mágicos

y ancianos que se apoyan en bastones de aire.

 

Os presento a mi barrio,

una lírica lucha entre luces y sombras,

la rabiosa esperanza de un niño

que sueña pese a todo

y aprende todavía.

 

 

 


 

El regreso inútil

 

Y regresaste

al tallo y a la savia de tu infancia

creyendo que el deseo obra milagros.

Pero una vez allí,  viste que sólo

te quedaba de aquel árbol primero

el eco de sus hojas y los nidos vacíos

y la raíz al aire, sin la tierra primera,

aquella que te daba luz y alma.

Y volviste de nuevo a este paisaje

de tarde que se cae sobre tus ramas

y las besa con un poco de sol.

Y sueñas todavía en que algún canto

nacerá entre tus hojas y algún vuelo

mientras clava en la tierra de tu otoño

la raíz de aquel árbol que es tu árbol.

Mientras piensas que el regreso es inútil

y la nostalgia un cálido veneno.

 

 

 

 


En un tren de tercera

 

Tal día como hoy,

en un tiempo sin sol ni pan ni paz,

hiciste las maletas del futuro.

Y adiós a las moreras,

a los cromos de fútbol

y a la infancia.

 

En un tren de tercera,

de noche y carbonilla,

cruzaste de oeste a este España,

la tierra de penumbra.

 

Era un cuatro de julio,

un día casi bíblico

para dejar atrás todos los juegos,

abrir bien la mirada

y ver la claridad de los andamios

y el abrazo del mar que te esperaba.

Era un día para empezar caminos

adultos y reales

y empezar a borrar

algunos falsos sueños de la infancia.

 

 


 

Última noche de un viaje

 

Esta noche es la última.

Dios sabe cuándo habremos de sentirnos

tan libres y tan niños como ahora.

Los pinos y sus besos

serán versos un día, pero ahora, esta noche

son testigos de vida.

Como el orujo ardido por el fuego,

el azúcar quemado, los granos de café

o la olla donde cantan las brujas.

La fórmula hechicera, la joven hierofante,

las sombras como hiedras trepando en las columnas

del salón. Y nosotros,

rezando la oración de la memoria,

endulzando las hieles del pasado

con estas mieles. Bebo

lentamente la taza de los ritos

sin que se cuele aquí el granizo oscuro

de lo que espera luego. Sólo cuenta

este embrujo de ahora,

caliente y duradero, de la maga Galicia

que nos da en un instante la luz de su misterio.

 

 

 


En Santiago

 

La lluvia bajo el brazo.

El corazón mirando al cielo de ceniza.

Y el Parque

de silencio, palomas y camelias,

surcos donde siembra el cielo versos

de la gran Rosalía. Ahora vengo

de aquel corazón frío, traigo el alma

con media pulmonía y pido vino

y una tapa de pulpo que sufraguen

el rescate que me tiene cautivo.

“Jacobus” es la magia.

En sus cuatro paredes resucito

recitando las sombras de aquel ángel

que fue extraño en su pueblo.

Luego pago, estornudo y vuelvo a ser

un fiel enamorado de Santiago.

Aunque llueve y me duele el rezo oscuro

del pino en los cantiles de la ría,

aunque llueve y escucho,

entre el hondo gemido de los bronces,

cómo el clavo de amor de la poeta

taladra el cuerpo blanco de mi vida.

 

 

 

 

 

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