sábado, 14 de agosto de 2021

DEL TEATRO AL CINE (III)

 


Carlos Arniches (1866-1943) fue un dramaturgo que se hizo famoso por sus sainetes y cuadros de costumbres pintorescas, principalmente referidas al Madrid más castizo, cuyos personajes se expresan con un lenguaje de jerga, plagado de chistes y ocurrencias graciosas, como puede observarse en piezas llenas de humor, tales Las estrellas, El santo de la Isidra, La flor del barrio o Los milagros del jornal. Luego mezcló el humor y la caricatura con lo dramático, ocultando las emociones serias con veladuras cómicas e incluso hilarantes, característica que utilizó Arniches para introducir en su producción el humor negro y la crítica social. Entre las obras que pertenecen a esta última etapa destacan Es mi hombre, Los caciques y La señorita de Trevélez.

La señorita de Trevélez, pieza tragicómica desarrollada en tres actos, se estrenó en el Teatro Lara de Madrid en 1916, siendo sus principales intérpretes Leocadia Alba, Emilio Thuillier, José Isbert. Su argumento puede resumirse así: En una ciudad de provincias dos hombres, Picavea y Galán, luchan por seducir a Solita, sirvienta de la casa de los Trevélez. Picavea, socio del Guasa Club, solicita, para deshacerse de la intervención de Galán, la ayuda de Guiloya, quien, ni corto ni perezoso, le envía una carta de amor, con remite y firma de Galán, a la señorita Florita Trevélez, hija de los dueños de la casa, ya mujer madura, poco agraciada, ingenua y que nunca había obtenido la atención de ningún varón. Como es natural, Florita se ilusionó al recibir la misiva y creyó haber encontrado la felicidad que la vida le había negado; más aún, ante la satisfacción que mostró  su hermano Gonzalo al saber la noticia, Florita llegó a fantasear con su boda. Galán, por temor a la reacción de su protector Gonzalo Trevélez, siguió con la ficción, que se enredó todavía más al implicar Guiloya al propio Picavea, haciéndole fingir también que estaba enamorado de Florita. La farsa llega al límite cuando Picavea y Galán planean un duelo por el amor de la señorita de Trevélez, si bien será Gonzalo quien rete a Picavea. Pero el embrollo se aclara cuando este último cae en la cuenta del daño que está causando a los Trevélez, especialmente a Florita, y confiesa la verdad a Gonzalo, el cual acaba lamentando las maldades que se dan en la existencia humana.

He aquí dos momentos de una escena clave de la obra:

"PICAVEA. - No, don Gonzalo, no. Ustedes, Galán y yo, hemos sido víctimas de un juego inicuo, y permítame que le suplique toda la calma de que sea capaz para escucharme hasta el fin. DON GONZALO. (Con ansiedad.) - Hable, hable usted pronto. PICAVEA. - Don Gonzalo, la declaración amorosa que recibió Florita no era de Galán. DON GONZALO. - ¿Cómo que no? PICAVEA. - Fue escrita por Tito Guiloya, imitando su letra, para darle una broma de las que han hecho famoso al Guasa-Club. 

DON GONZALO. - ¡Oh! ¿Pero qué dice este necio?... ¿Qué nueva mentira inventa este canalla?... (Va a acometerle.) PICAVEA. - ¡Por Dios, don Gonzalo!... 

DON GONZALO. - Yo te juro que vas a pagar ahora mismo...

(…)

DON GONZALO. (Repuesto del estupor, se levanta airado, violento, tembloroso.) - ¡Ah!..., ¡de modo que una burla!..., ¡que todo ha sido una burla!... ¿Y por el placer de una grosera carcajada no han vacilado en amargar con el ridículo el fracaso de una vida?... ¡Y para este escarnio, cien veces infame, escogen a mi hermana, alma sencilla, cuyo único delito es que se resiste a perder el derecho a una felicidad que ha visto disfrutar fácilmente a otras mujeres sólo porque la Naturaleza ha sido más piadosa con ellas! ¡Pues no, no será!"

Aunque La señorita de Trevélez se adaptó al cine en 1935 (otros dicen que un año más tarde) con el mismo título bajo la dirección de Edgar Neville, corriendo la interpretación de sus principales papeles a cargo, entre otros, de  Antoñita Colomé, Alberto Romea, María Gámez, Edmundo Barbero, Fernando Freyre de Andrade y Nicolás Rodríguez, nosotros hemos elegido la adaptación cinematográfica realizada por Juan Antonio Bardem en 1956, bajo el título de Calle mayor.

 

      Siguiendo a Arranz, Bardem, que también escribió el guión de la película, "aprovechó la historia para realizar una sutil  crítica social de la España del momento." La película, rodada en lugares típicos de Palencia, Logroño y Cuenca, le costó al director algún que otro disgusto con la autoridad competente, fue galardonada en el Festival Internacional de Cine de Venecia con el premio de la Crítica "Fipresci". Bardem olvidó la comicidad que había en la obra teatral de Arniches e hizo hincapié en la crueldad demedida de los dos señoritos del pueblo, Picavea y Galán, y destacó el papel de Florita, Isabel en la película, cuyo papel fue encarnado prodigioamente por la actriz Betsy Blair, que también obtuvo una mención especial en el mencionado certamen veneciano. Junto a Betsy Blair, en este filme de 100 minutos en blanco y negro, con fotografía de Michel Keller y música de Joseph Kosma, figuran, entre otros, Yves  Massard, haciendo de Federico, José Suárez de Juan, Lila Kedrova de Pepita y María Gámez de madre.

Antes de pasar a hablar de otras épocas teatrales de nuestra literatura, quiero tratar aunque sea de modo breve de un dramaturgo coetáneo de los tratados hasta ahora; me refiero a Eduardo Marquina, padre del cineasta, también mencionado aquí, Luis Marquina.


      Eduardo Marquina (1879-1946), poeta, novelista y dramaturgo español y padre del cineasta Luis Marquina, escribió, además de poesía ( dramas históricos, como Las hijas del Cid, Teresa de Jesús, En Flandes se ha puesto el sol, El monje blanco o Doña María la Brava, entre otros. Aquí trataremos de las dos últimas obras mencionadas.

El monje blanco fue estrenada en 1931 por la compañía de Lola Membrives. El argumento, brevemente expuesto, es como sigue: Fray Paracleto, novicio de un convento de pueblo, ha esculpido la imagen de una virgen que será presentada a los fieles quienes esperan a la puerta del templo el momento solemne. El provincial de la orden a que pertenecen los frailes del monasterio, sorprendido ante la perfección de la obra, le arranca a Fray Paracleto la confesión del crimen que le llevó a hacerse religioso.


       El monje blanco fue adaptada al cine por Julio Bracho en 1945. La película, mexicana, está interpretada por María Félix y Tomás Perrín en sus papeles principales.

Doña María la Brava, cuya protagonista es la noble castellana María Rodríguez de Monroy quien, tras la muerte de sus hijos ocurrida en Salamanca, persiguió a los asesinos hasta Portugal donde sus servidores los mataron y cortaron la cabeza. Con ellas regresó doña María a la ciudad del Tormes para depositarlas en las tumbas de sus hijos.

Sin embargo, Eduardo Marquina se centra en las relaciones de María con el rey Juan II de Castilla y, especialmente, con el Condestable don Álvaro de Luna, del que -por obra de la pluma del escritor- se encuentra profundamente enamorada. La obra, estrenada en el Teatro de la Princesa de Madrid en 1909 con María Guerrero interpretando a la protagonista, destaca por sus versos grandilocuentes y la exaltación patriótica.


Doña María la Brava fue adoptada al cine en 1948 por su hijo el cineasta Luis Marquina, que logró crear un creíble ambiente de la España del siglo XV. La interpretación de sus protagonistas principales corren a cargo de Tina Gascó y Luis Hurtado.

 

 

 

 

 

 

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