Mientras escribo parece que sólo existe el pensamiento y el sentimiento que plasmo en el papel, que lo que ocurre alrededor y fuera de mí se convierte en tiempo detenido en el cristal de un espejo.
Los versos que aparecen a continuación fueron escritos en diveras fases de esta pandemia que aún sigue influyendo en nuestra vida diaria.
Los escribí para vivir, para sobrevivir.
LABIOS SIN VOZ
Sufrir en soledad.
Cauce sin agua,
labios sin voz.
Erial de silencio,
mar de tristeza.
Antes
buscábamos la soledad para vivir después.
Ahora
la soledad nos busca para hacernos morir antes.
MIEDO
En tren,
con mascarilla,
cada uno piensa en su camino.
El día pasa
largo
con el miedo
de perder la esperanza.
En tren,
con mascarilla,
sólo vemos los ojos
de quien nos quiere.
CONTRA LAS HORMIGAS DEL TIEMPO
Oyes conversaciones de la calle.
Ves sombras de gentes que se mueven
en la pared de tu cuarto.
Te entretienen,
te hacen pasar el tiempo
sin tener ninguna relación personal contigo.
Sólo son voces anónimas
que suenan en tus oídos desatentos,
sombras que tiemblan sin vida
en la luz de la pared de tu cuarto.
Acaso sean deseos de otra verdad.
Sólo vuestras conversaciones
y vuestras sombras cuando salís a comprar
forman parte de vuestra vida,
sazonan la pulpa de vuestra fruta común
contra las hormigas del tiempo.
ANTE EL ESPEJO
Poco antes de salir nos ponemos
las mascarillas ante el espejo del recibidor.
No tenemos miedo a envejecer juntos
en medio de esta extraña enfermedad que espera fuera.
Nuestro temor está en quedarnos sin la compañía del otro.
Como el cauce sin agua
o los labios sin voz.
Nos miramos al espejo una vez más.
Y, aunque no nos vemos nuestras sonrisas
y apenas pasamos de ser dos enmascarados que se quieren,
salimos a la calle,
a las afueras del pueblo
y paseamos cogidos de la mano,
felices de seguir estando vivos,
con el cielo azul reflejado en nuestros ojos.
COLUMNAS DE AMOR
Ningún demonio puede convencernos
de que nuestra vida en común
es sólo un horizonte delante de los ojos
o un camino bajo los pies.
Nada debe importarnos
que no sea despertar al día siguiente
y tirar hacia delante juntos
aunque sintamos
que nuestros cuerpos ya no son los que fueron.
La casa que formamos
con muros agrietados y algunos desperfectos
aguantará segura
con las columnas de amor que juntos levantamos.
EL SILENCIO
Ni la palabra
ni la metáfora alada
de decir bien las cosas.
Sólo el silencio
tiene el beneplácito de la perennidad.
El silencio que puede aproximarnos
a las cosas del mar,
de la tierra,
del cielo.
Así es como sube
desde el callado sótano del alma
el poema intacto
del mar,
la tierra,
el cielo.
El silencio
que no daña con la daga de la voz
este beso impoluto que respira el mar,
que fecunda la tierra,
que reparte el cielo.
TODO ESCAPA RÁPIDO
Mirando a través de la ventana
todo escapa rápido.
En los cristales la mano lluviosa del tiempo
todo lo transforma.
Hasta las cosas que tejieron nuestra vida
ahí fuera se convierten
en hojas muerta que se lleva el viento,
hojas que un día fueron heraldos de la primavera.
Amada,
apartemos la vista de ese cuadro
que sólo nos enseña a morir.
EN EL HAMILTON
En el Hamilton nada hacía pensar
por los boleros que bailábamos en la pista de la sala
que el nombre del Hotel velaba ritmos extranjeros,
intrigas cortesanas,
traiciones amorosas,
mientras rugían los cañones en el mar
a un paso de nosotros
a un paso de aquellas noches lluviosas que vivimos
soñando y repitiendo
amores del pasado en ese mismo mar.
Mientras en el Hamilton,
a altas horas de la noche
cuando ya la cantante hacía horas
que había cerrado el libro de todas las canciones
y las sombras poblaban de misterio los rincones del bar
y enmudecían los corredores alfombrados,
en los recodos de los pisos del Hote,
en los arcos cerrados de las terrazas,
en los espejos arrumbados de los trasteros,
en la memoria, al fin, del solar donde un día se levantó el edificio,
una dama de luz
con los ojos vacíos y las manos transparentes
lloraba por la muerte de su amado el Almirante.
Al amor de su influjo nos amábamos
en la cálida paz de nuestra habitación
con el espejo abierto a todas las miradas
por si un día nos tocara vivir la misma historia.
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