martes, 31 de marzo de 2020

MEMORIAS DE UN JUBILADO. La Semana Santa de Zamora (y V)






La Semana Santa de nuestra Ocellum Durii debería empezar a celebrarse el próximo 5 de abril, Domingo de Ramos. Pero el coronavirus nos lo va a impedir. Sin embargo, no sé  vosotros, pero yo pienso celebrarla en (y con) mis propios recuerdos.


UNO
Con gozo veo
aquellos tres balcones y aquel aire
que movía la hiedra, enamorado,
mientras siento pasar por el alma
el río de mi tiempo.
--Todo me sabe a eternidad,
al fuego del anís y la aceitada--.
Las cosas que quisimos
siguen formando parte de nosotros
--son eternas como el agua del mar,
como el perfume sutil de la nostalgia--.


DOS
--Las ramas inauguran
los vuelos de mil pájaros
y el alfanje del río
acaricia los juncos de la orilla.                   
El soto es el lugar,
junto a las ruinas
del puente en que el obispo
tiró al agua su anillo--. 
El niño vuelve
a ocupar el hueso del hombre que es ahora
mientras suenan tambores y trompetas
en la separación
del Nazareno y la Esperanza
enfrente de la casa
--abiertos los balcones a la noche,
a la luna de abril, la misma luna
que al hombre vuelve en niño
y le devuelve su Semana Santa,
con el olor a incienso
y a cera quemada--.                      
El niño está en la acera de la calle,
de la mano de sus padres,
mientras pasan temblando los faroles del Cristo
y el manto dorado de la Virgen.
Momento que repite
el tintineo de las copas de anís
y el sabor de la aceitada.
--Inútil la nostalgia.
la distancia ilusoria.





DOS
Labios para callar,
corazón para sentir.
El Lunes Santo pasa
entre las ramas floridas de los sueños.
Es casi ya de noche aquí,
a casi mil kilómetros del nido
donde ahora tengo el alma
--la nostalgia, el recuerdos--.
Allí olerán las casas a aceitadas
y las calles a cera que arde; el sol
se irá acostando en los negrillos,
mientras la noche poco a poco
llenará los rincones de silencio.
Va la Virgen de Abrantes caminando
detrás de la Caída. 
--Siempre igual,
la amargura y el duelo de la mano
y el recuerdo doliéndose en el alma--.              


TRES
--Sueña el viento en la noche
con lágrimas de cera--.
El Cristo pasa el Arco de Doña Urraca
mientras la noche reza
en el desván del alma.
--Se agitan bajo el viento
las llamas de las hachas--.
Cantan los cofrades en Santa Lucía
“¡Jerusalem, Jerusalem!”
--Suena el grito atroz de las carracas--.
En la ciudad del alma
quedaron tantas cosas
junto a un río que salta las azudas
y molió en las aceñas rubio trigo,
y la vida de un niño que hoy es hombre.
--El hombre sueña aún en su plazuela--.                



CUATRO
Espejo de murallas,
cristal hondo
que alivia en las azudas la esperanza
de fieles espadañas, finos juncos
de adioses repetidos, Duero nuevo.
El Puente Viejo mira, ensimismado,
el empuje vital de tu corriente.
Te pido que me mires sin nostalgia.
Deja ahora el recuerdo entre las piedras
que cayeron del muro viejo. Mírame
hecho un hombre maduro, pero en sueños
y aventuras como entonces.
Otra vez eres mago y profesor.                    
La vida es siempre activa, vivas aguas
que reviven sus sueños o repiten
su vigor en la rueda de la aceña.
Yo mismo reconozco los vencejos
que vuelan en el cielo de tu cauce
y los juncos que bailan a tu orilla.
Tú eres, Duero, el distinto, el nuevo, el viejo,
el sempiterno río de mi vida. 


CINCO
El Puente sabe a río con faroles
y caperuces morados.
Los pasos del recuerdo
brillan al sol de la Esperanza.          
Me espera la plazuela,
la casa de la infancia
--los visillos movidos
por la mano materna,
por la mano que hilvana
el tiempo que no muere--.
¡Talismán del recuerdo!
--El reflejo de la luna
se detiene en el agua--.
¡Que el olvide respete
las cosas más queridas
de nuestra infancia!



SEIS
Me callo.
Que hable el tiempo,
que hable la hora
en que la Virgen salía                         
de la iglesia del barrio.
--Las Dueñas, el manto verde
bordado de estrellasde oro
y las hileras negras de las Damas
portando todas tulipas
y en los ojos una lágrima--.
El Puente se lleva el "paso"
mientra entierra el olvido
en el Duero, aguas abajo.
Me callo.
Que hable el alma
de las santas Esperanzas.




SIETE
Se detiene mudo el Duero,
Zamora guarda recato
cuando suena el Miserere
en la Plaza de Viriato.
No respira ni la noche
por romper ese Canto
que la gente zamorana
acompaña con su llanto.
Todo lo vive el Yacente
tendido en su lecho blanco
mientras la emoción resuena
en los tambores callados.



OCHO
Corazón para sentir
mientras la Marcha de Thalberg 
en el tiempo marca el "paso"
de la Virgen más Sola.
--Madrugada en las Tres Cruces,
sopas de ajo, churros, aguardiente,
las perennes garrapiñadas--.
Llama el Merlú y las campanas
mágicas del Barandales
--dales, dales, tío Barandales--
mientras el río muere siempre por San Frontis
para que no lo veamos…
Corazón para sentir.  
--En el cristal del tiempo                            
la mañana y la tarde se hacen una--.
La lluvia
acaso mojará el Descendimiento
o la trémula lanza de Longinos
en la explanada de la Catedral,
pero siempre, llena de alma,
brillará en mi mirada bajo el caperuz
un Viernes Santo sin olvido.


NUEVE
La infancia es siempre
--baúl sagrado donde duerme el tiempo
atado a un tirador  y a la aventura
de un río que no muere--. 
En ella pasa la vida dulcemente
en familia y en casa 
 --surco sembrado de ternura materna,
siembra sagrada que ahuyenta el miedo--.
La infancia es siempre
el sosiego seguro que señala
con oro los recuerdos de la vida
--aquellos días mágicos atados
a un alba de caricias y arboledas--.
Aquella paz sin fin entre las huertas,
los tesos sobre el río, las murallas
miradas con fervor fueron mi escudo

--escudo contra el miedo
con que afronto la barca de Caronte--.
                            


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