jueves, 27 de octubre de 2016

CIEN VERSIONES DE POESÍA CATALANA POR ESTEBAN CONDE



Resultado de imagen de rascacielos barcelona 


Desfem l’ànima freda de l’asfalt

Quizás rompamos la noche tú y yo
y estalle en nosotros la luz del mediodía.

Entonces iremos silbando nuestra sangre.
Cien mil fanales rojos
marcharán iluminando el camino
                --un incendio fantástico
                de almendros y bojes
                deshaciendo el alma fría del asfalto--.

Con ojos desencajados
bajará la cabeza el orgulloso rascacielos.
Mientras
de las ventanas más altas
brotarán los pianos mordiéndose la cola,

y el viejo ómnibus amarillo
se hará el harakiri en mitad de la plaza.
                                                         J. Pérez Montaner




Resultado de imagen de manos


Dits

Ligera, se iniciaba
la lluvia de una noche.
Ligeros, se confiaban
tus dedos entre los míos.
Un instante de adiós diminuto.
¡Oh, sólo por dos días!
Me sonreías a través
del lagrimeo que llovía
sobre tu abrigo de piel.
Temblor de los túneles bruscos
por donde te me pierdes: corazón confuso,
esta noche hago migas
con la huella de recuerdo
que tengo entre los dedos. Dos días vacíos
exprimieron la sombra del contacto
de tus dedos, cuando te me perdías.
                                        Gabriel Ferrater


Resultado de imagen de grajos al ocaso


Domini màgic

Despuntan gritos de hojas en los árboles,
desgarra un vuelo de grajos el ocaso,
y la montaña, con azul recogimiento
crepuscular, lleva en su humilde falda
un delantal de trigos tiernos todavía.
Me alejo del embrujo del poniente,
espanto las obligaciones y las cenizas,
y corto el hilo de la antigua madeja.
Cabras y rocas pastan en la noche,
el río encendido se precipita al mar,
rayos como sables llenan el rojo espacio;
dominio mágico, reino sublunar.
                                                       Joan Vinyoli


Resultado de imagen de barcas en la arena 


Dóna’m la mà

Dame la mano, que iremos por la orilla
muy a la orilla del mar
                                    palpitando,
tendremos la medida de todas las cosas
con sólo decirnos que seguimos amándonos.

Las barcas lejanas y las barcas de la arena
adoptarán un aire fiel y discreto,
no nos mirarán;
mirarán nuevas rutas
con la mirada lenta del cazador distraído.

Dame la mano y apoya tu mejilla
sobre mi pecho, y no temas nada.
Y las palmeras nos darán su sombra.
Y las gaviotas bajo el sol que luce

nos traerán el sabor a sal que impregna
el amor, cualquier cosa cerca del mar:
y yo entonces, besaré tu mejilla;
y el beso nos traerá el juego de amar.

Dame la mano que iremos por la orilla
muy a la orilla del mar
                                    palpitando;
tendremos la medida de todas las cosas
con sólo decirnos que seguimos amándonos.
                                                             Joan Salvat- Papasseit 


Resultado de imagen de cogidas de la mano 


Dues amigues

Tanto sol en los tobillos,
de mar lisa y dorada.
Cogidas de la mano,
no dicen nada. Calles
de hombres odiosos
porque no hay ningún hombre
como ellos, que conozcan ellas.
Ahora no van a ningún sitio.
Vuelven del sol. Atraviesan
tardes largas, calles
de palabras incomprensibles.
No se llevan recuerdos.
Quieren sólo saber
que se cogen de la mano
y van juntas,
por una calle del extranjero.
                                     Gabriel Ferrater


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El deixondir-se a Castella

¡Tiene Castilla ancha llanura!
--No lo parece bajo los cuervos--.
Este soportal de Sigüenza
anuncia un día claro.

Más arriba de una linde
se levanta una cruz –como un espanto--.
La escarcha es tan blanca y rosa
como una siembra de sal.

Corre el tren –parece
una desgracia que va rodando:
toda la tierra que abraza
está sin árbol y sin ojo humano.

¡Ahora sí; hemos visto a dos chicas!
Llevan un barreño en la cabeza
y una faldilla airosa.
¿Qué amor les reservará,

qué amor –qué dulzura,
sin un granado al lado?
Si hay una tierra morisca,
esa es la meseta castellana.
                                 Joan Salvat-Papasseit




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El distret

Seguro que hoy había nubes
y no he mirado a lo alto. Todo el día
veo caras y piedras y los troncos de los árboles,
y las puertas por donde salen las caras y vuelven a entrar.
Miraba de cerca, no levantaba los ojos del suelo.
Ahora se me ha hecho oscuro, y no he visto las nubes.
Que mañana me acuerde. El día anterior
miré a lo alto, y más allá de la balaustrada
de una azotea, una chica
que se había lavado la cabeza,
con una toalla sobre los hombros,
iba pasando una vez y diez y veinte,
el peine por los cabellos.
Los brazos me parecieron ramas de un árbol muy alto.
Eran las cuatro de la tarde, y soplaba el viento.
                                                    Gabriel Ferrater

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