martes, 8 de noviembre de 2016

ANTOLOGÍA COMENTADA DE LA POESÍA ESPAÑOLA (I)







I.                  EDAD MEDIA (SIGLOS XII-XV)

  1. EL POEMA DE MIO CID (SIGLO XII)

Resultado de imagen de poema de mio cid

Fue escrito hacia 1140 por autores desconocidos (se cree que debieron de ser dos juglares de las zonas donde tiene lugar la acción del Poema, por la fidelidad geográfica manifestada en la obra). En la Biblioteca Nacional se guarda una copia del Cantar, obra de un tan Per Abat, fechada en 1307. Gracias a Menéndez Pidal, conocemos el Poema de Mío Cid en sus aspectos histórico, lingüístico y literario. Consta de 3.730 versos irregulares (los hay desde 10 a 20 sílabas), con cesura, dos hemistiquios y rima asonante.
El Poema de Mio Cid consta de tres partes:
Cantar del destierro: el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar es desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI. Le acompañan caballeros leales. A su paso por Burgos nadie se atreve a alojarlo porque el pueblo ha recibido amenazas severas del rey. En el monasterio de Cardeña se despide de su esposa doña Jimena y de sus hijas Elvira y Sol, a las que deja al cuidado del abad don Sancho. Luego lucha y vence en varias batallas a los moros en su camino hacia Valencia y también al conde de Barcelona.
Cantar de las bodas: tras conquistar Valencia, el Cid envía al Rey a su fiel Alvar Fáñez para donarle parte del botín obtenido tras los combates. Como consecuencia de ello, señor y vasallo se reconcilian. En Valencia se reúne el Cid con su mujer e hijas, y los ambiciosos infantes de Carrión solicitan al Soberano casarse con Elvira y Sol. Alfonso VI accede con reservas, y las bodas se celebran con gran fastuosidad.
Cantar de la afrenta de Corpes: los infantes son objeto de burla y tildados de cobardes por parte de algunos caballeros del Campeador tras lo ocurrido con el león que se escapa de su jaula. Entonces los burlados piden a su suegro que les permita irse con sus mujeres a Carrión. En el robledal de Corpes, camino de sus tierras, atan a las mujeres a unos árboles, las azotan y, finalmente las abandonan. Enterado el Cid, exige justicia al Rey y el monarca se la concede en la Corte. Los caballeros del Campeador derrotan a los Infantes en un torneo. Finalmente, Elvira y Sol contraen matrimonio con los príncipes de Aragón y Navarra.
En el Poema de Mio Cid aparece el personaje principal, Rodrigo Díaz de Vivar, como un modelo de esposo, padre, vasallo y estratega militar, cualidades que se ven acompañadas de otras virtudes humanas, como la generosidad, la nobleza, la valentía y la religiosidad.
El estilo del Poema presenta, entre otros, los siguientes rasgos característicos del lenguaje épico y de obras de transmisión oral: empleo de epítetos épicos, como “Campeador”, “el de la luenga barba”, “el bienhadado”…, enumeraciones (abundantísimas), fórmulas del tipo “de muy buen grado”, estilo directo (asistimos constantemente a las palabras de los personajes), diversidad de tiempos verbales con abundancia del presente histórico (“esto le contesta entonces”, “le dice, “le va a besar”, “las vuelve a mirar”…), llamadas al público para atraer su atención, como “ved”, “nunca visteis más llorar”…
El tema del Cid aparece en posteriores producciones literarias: en el Romancero, en el teatro del valenciano Guillén de Castro (Las mocedades del Cid) o en el poema Castilla, de Manuel Machado; y, fuera de nuestras fronteras, en el francés Corneille (El Cid), por ejemplo.

 Resultado de imagen de despedida del cid de su mujer

El texto escogido trata el momento en que el Cid Campeador se despide de su mujer e hijas en San Pedro de Cardeña, camino de su destierro. Debemos recordar que nadie ha acudido a socorrerle porque el rey lo ha prohibido tajantemente; hasta una niña de nueve años, que abre la puerta de su casa para verle pasar hacia el destierro, le dice que en el mal de las gentes del pueblo él no gana nada pidiendo alojamiento, ya que el Rey ha amenazado a los lugareños hasta con sacarles los ojos. Tras esa emotiva escena, el Cid manda a sus huestes seguir la marcha hasta Cardeña, donde se hallan alojadas su mujer doña Jimena y sus hijas doña Elvira y doña Sol.
Los versos que siguen (versión de Pedro Salinas) recogen dicha despedida.

“Con luces y con candelas los monjes salen al patio.
“Gracias a Dios, Mio Cid, le dijo el abad don Sancho,
puesto que os tengo aquí, por mí seréis hospedado”.
Esto le contesta entonces Mio Cid el bienhadado:
“Contento, de vos estoy agradecido, don Sancho,
prepararé la comida mía y la de mis vasallos.
Hoy que salgo de esta tierra os daré cincuenta marcos,
si Dios me concede vida os he de dar otro tanto.
No quiero que el monasterio por mí sufra ningún gasto.
Para mi esposa Jimena os entrego aquí cien marcos;
a ella, a sus hijas y damas podréis servir este año.
Dos hijas niñas os dejo, tomadlas a vuestro amparo.
A vos os las encomiendo en mi ausencia, abad don Sancho,
en ellas y en mi mujer ponedme todo cuidado.
Si ese dinero se acaba o si os faltare algo,
dadles lo que necesiten, abad, así os lo mando.
Por un marco que gastéis, al convento daré cuatro.”
Así se lo prometió el abad de muy buen grado.
Ved aquí a doña Jimena, con sus hijas va llegando,
a cada una de las niñas la lleva una dama en brazos.  
Doña Jimena ante el Cid las dos rodillas ha hincado
Llanto tenía en los ojos, quísole besar las manos.
Le dice: “Gracias os pido, Mio Cid el bienhadado.
Por calumnias de malsines del reino vais desterrado.
Y acabada la oración y tras la misa escuchar,  
Salen todos de la iglesia, ya van a cabalgar.
El Cid a doña Jimena un abrazo le fue a dar
y doña Jimena al Cid la mano le va a besar;
no sabía ella qué hacerse más que llorar y llorar.
A sus dos niñas el Cid mucho las vuelve a mirar.  
“A Dios os entrego, hijas, nos hemos de separar
y sólo Dios sabe cuándo nos volvamos a juntar”.
Mucho que lloraban todos, nunca visteis más llorar;
como la uña de la carne así apartándose van.





2.  GONZALO DE BERCEO. Milagros de Nuestra Señora (SIGLO XIII)

 Resultado de imagen de berceo

Gonzalo de Berceo (1180-1246) es el primer poeta castellano de nombre conocido, el cual tomó el apellido de la localidad riojana donde nació. Se educó en el monasterio de San Millán de Suso y estuvo vinculado con los monasterios de San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de Silos. Se ordenó de diácono y de sacerdote. Hacia 1235 comenzó a escribir, tarea que no abandonaría hasta su muerte.
Podemos clasificar su obra de la siguiente manera:
Vidas de santos: Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de San Millán y Vida de Santa Oria.
Obras relacionadas con la Virgen : Milagros de Nuestra Señora, Loores de Nuestra Señora y Planto que fizo Nuestra señora el día de la Pasión de su Fijo.
Otros temas: Martirio de San Lorenzo, Sacrificio de la Misa y Los signos que aparecerán antes del Juicio.
Pero en Berceo lo más interesante, poéticamente hablando, son los Milagros de Nuestra señora, 25 casos de vidas pecadoras de devotos de la Virgen, a quienes la Gloriosa salva con su infinita bondad en momentos muy delicados. Los Milagros se inscriben en el marco de la literatura mariana que en esos momentos abunda en Europa. Era fácil entonces rastrear por todas partes relatos piadosos escritos en latín, que fueron traducidos a varias lenguas, sobre todo, al francés. Se cree que nuestro poeta se basó en los Miracles, de Gautier de Coincy para redactar 24 milagros de los 25 de que consta su obra. Aunque Berceo sabe darles un sello personal inconfundible. Los Milagros aparecen precedidos de una Introducción, especie de alegoría que representa al hombre como un romero camino de su salvación.
El mérito de Berceo consiste en haberlos hecho accesibles al pueblo por medio de un lenguaje ingenuo y realista, dotado a veces de una gran fuerza dramática. Esto, unido a su humanidad candorosa y su fervor religioso humano y sencillo, convierten al poeta en una figura admirada por toda la literatura posterior.
Entre los milagros destacan los siguientes:
La casulla de San Ildefonso (la Virgen le entrega al santo una casulla como premio y que, en cambio, asfixia a uno de sus sucesores), El milagro de Teófilo (este vicario del obispo pacta con el diablo, herido en su orgullo por no habérsele entregado la plaza de su antecesor, que había muerto; pero recuperado el puesto y arrepentido de su pecado, hace que la Virgen rescate la cédula donde había renegado de sus creencias), El ladrón devoto (un malhechor es condenado a la horca por sus crímenes, pero la Virgen impide que muera ahorcado poniendo su mano entre la cuerda y el cuello del bandido devoto), La iglesia robada (el único que es cosecha personal, cuenta cómo un clérigo que se dispone a robar en un templo castellano no consigue impedir que su mano quede pegada a la toca de Nuestra Señora y así lo pueda prender la justicia).
Otros igualmente conocidos son La imagen respetada, El niño judío o El clérigo ignorante. En todos ellos descubrimos los mismos rasgos de ingenuidad y realismo, y así vemos a la Virgen hablar como una mujer que tiene sentimientos humanos (enfados, celos…), a los diablos jugar al balón con las almas de los hombres o a los obispos hacer caso de habladurías de terceras personas.
Resultado de imagen de el clerigo ignorante

El texto seleccionado pertenece al Milagro IX, titulado El clérigo ignorante, historia que relata la destitución de un clérigo por su obispo, tras oír la acusación de que sólo sabe cantar la misa de la Virgen. Apenado por su situación, el clérigo acude en busca de ayuda a su Señora, la cual, tras escucharle, se aparece al obispo visiblemente molesta, le reprende duramente por su fea acción y le obliga a restituir al sacerdote a su iglesia; una vez recuperado su puesto, el clérigo continúa cantando su peculiar misa a la Virgen como siempre ha hecho.

“Ante el obispo vino el cura pecador;
había por el miedo perdido su color;
No podía, de vergüenza, mirar a su señor;
Nunca sudó el mezquino tan amargo sudor.
El obispo le dijo: “Pater, di la verdad,
Si es tal como me dicen tu enorme necedad.”
El buen el hombre le dijo: “Señor, por caridad,
Si dijese que no, diría falsedad.”
El obispo le dijo: “Ya que no tienes ciencia
De decir otras misas, ni sentido o potencia,
Te prohíbo que celebres y te doy la sentencia:
Por el medio que puedas busca tu subsistencia”.
Salió el cura a la calle triste y desamparado;
Tenía gran vergüenza y daño muy marcado;
Volvióse a la Gloriosa lloroso y aquejado,
Que le diese consejo, pues estaba aterrado.
Esta Madre preciosa que nunca le faltó
A quien de corazón a sus plantas cayó,
El ruego de su clérigo en seguida escuchó,
Y sin tardanza alguna al punto socorrió.”



3. ARCIPRESTE DE HITA (1283?-1350?).  El Libro de Buen Amor (SIGLO XIV)


 Resultado de imagen de el arcipreste de hita

Los datos que nos han llegado de este autor proceden la mayoría de su obra. Sabemos que nació en Alcalá de Henares, fue Arcipreste de Hita (Guadalajara) y padeció prisión por orden del arzobispo de Toledo Gil de Albornoz.
Su obra capital recibe el nombre de Libro de Buen Amor, que contiene, como dice Menéndez Pelayo, toda la sociedad española del siglo XIV. Se trata de casi dos mil versos distribuidos en los siguientes apartados:
Narrativos: aventuras, la mayor parte amorosas, que narra el propio Arcipreste de manera autobiográfica; andanzas también amorosas habidas entre don Melón y doña Endrina y mediadas por la vieja Trotaconventos (antecedente de la Celestina); fábulas o apólogos de fuentes clásicas  (ejemplo, la disputa entre los griegos y los romanos); o la batalla entablada entre don Carnal y doña Cuaresma), etc.
Líricos: loores a la Virgen, de la que el Arcipreste se cree juglar; canciones populares de estudiantes, de ciegos; cantigas de serrana, en las que un caballero pide a una de estas moradoras de la sierra que le ayude a pasar algún puerto serrano y, de paso, la corteja; pero la moza no atiende a sus requiebros amorosos y le obliga a seguir su paso (la cantiga de serrana es una versión ruda de la delicada serranilla, género cultivado por el Marqués de Santillana un siglo después).
Didáctico-morales: reflexiones de tipo ético y moral sobre la muerte (a raíz de la de Trotaconventos); moralejas que acompañan a los apólogos del libro; comentarios críticos sobre aspectos diversos: la vida de los clérigos, el poder del dinero, el amor de la mujer pequeña; reflexiones irónicas acerca del loco amor del mundo y sus engaños, etc.
El Arcipreste es, ante todo, un moralista, pese a lo desenvuelto de su lenguaje. Así, él mismo nos dice en el prólogo que compone su libro para convencer a las gentes de la poca consistencia que posee el amor terrenal. He aquí sus palabras: “Donde yo de mi poquilla ciencia y mucha rudeza, entiendo cuántos bienes hacen perder al alma o al cuerpo en los muchos males que les apareja el loco amor del pecado del mundo, escogiendo y amando con buena voluntad salvación y gloria del paraíso para mi alma, hice esta chica escritura en memoria de bien y compuse este nuevo libro en que son escritas algunas maneras y maestrías y sutilezas engañosas del loco amor del mundo, que usan algunos para pecar.”
El Arcipreste en el Libro de Buen Amor se vale de un lenguaje fuerte, directo, variado y colorista. Es bien sabido que, además de ser una persona con una cultura sólida y extensa, se muestra en ocasiones como un autor popular. Por eso unas veces se expresa como un poeta exquisito, y sigue empleando la estrofa propia del mester de clerecía, esto es, la cuaderna vía, y otras, dado su espíritu alegre y campechano, su expresión recuerda la de un juglar, y, como tal, utiliza variedad de ritmos y expresiones populares y coloquiales para acercarse a todas las gentes, sea la que fuere su condición social y cultural. Y así, al lado de la citada cuaderna vía, emplea otras estrofas más flexibles y nuevas que muestran el rumbo hacia escuelas poéticas posteriores, como el zéjel.
El Libro de Buen Amor contiene variedad de temas, desde reflexiones morales sobre la maldad del dinero o del amor sensual, hasta lamentos funerarios, parábolas sobre el Carnaval y la Cuaresma, fábulas o Cantares de todo tipo: de estudiantes, de serranas, de ciegos… Pero también se incluyen en el libro canciones de alabanza a la Virgen y otras composiciones de carácter positivo, como los elogios. Entre ellos destaca el Elogio de la mujer pequeña; en este delicioso pasaje se ensalzan las virtudes y los rasgos físicos de la mujer chica, comparándola con los de algunos objetos valiosos, exquisitas especias y ciertos vegetales y animales, que poseen todos caracteres positivos referidos al color, el olor, el brillo, belleza, etc.

 Resultado de imagen de el elogio de la mujer pequeña

El texto corresponde al Elogio de la mujer pequeña; en este delicioso pasaje se ensalzan las virtudes y los rasgos físicos de la mujer chica, comparándola con los de algunos objetos valiosos, exquisitas especias y ciertos vegetales y animales, que poseen, todos, caracteres positivos referidos al color, el olor, el brillo, belleza, etc.

“Quiero abreviar, señores, esta predicación
porque siempre gusté de pequeño sermón
y de mujer pequeña y de breve razón:
pues lo poco y bien dicho queda en el corazón.
Del que mucho habla, ríen; quien mucho ríe es loco;
tiene la mujer chica gran amor y no poco.
Yo di grandes por chicas sin el menor sofoco,
mas dar chicas por altas es trueque que no evoco.
De que ensalce a las chicas el Amor me hizo ruego,
que diga sus noblezas; las quiero decir luego.
Loaré las chiquitas, y lo tendréis por juego.
¡Son frías como nieve y arden más que el fuego.
Son frías por defuera; en el amor ardientes;
en la cama solaz, placenteras, rientes;
en la casa hacendosas, cuerdas y complacientes;
mucho más hallaréis en cuanto paréis mientes.
En pequeño diamante yace gran resplandor,
en muy poquito azúcar yace mucho dulzor,
en la mujer pequeña yace muy grande amor,
pocas palabras bastan al buen entendedor.
Es muy pequeño el grano de la buena pimienta,
pero más que la nuez reconforta y calienta:
así, en mujer pequeña, cuando en amor consienta
no hay placer en el mundo que en ella no se sienta.
Como en la rosa chica está mucho color,  
como en un poco de oro gran precio y gran valor,
como en poco bálsamo yace muy buen olor,
así, en la mujer chica, yace muy gran amor.
Como el rubí pequeño tiene mucha bondad,
Color, virtud y precio, nobleza y claridad,
Así la mujer chica tiene mucha beldad,
Hermosura y donaire, amor y lealtad.
Bien chica es la calandria y chico el ruiseñor,
pero cantan más dulce que otra ave mayor;
la mujer cuando chica por eso no es peor,
con amor es más dulce que azúcar y que flor.
…………………………………………………..
Para mujer pequeña no hay comparación:
terrenal paraíso y gran consolación,
alegría y solaz, placer y bendición;
vale más en la prueba que en la presentación.
Siempre quise a la chica más que a grande o mayor;
¡nunca fue mala cosa del mal ser huidor!;
del mal tomar lo menos, dice el entendedor;
por ello, entre mujeres, ¡la menor es mejor!”





4.  JORGE MANRIQUE. Coplas por la muerte de su padre. (SIGLO XV)


 Resultado de imagen de jorge manrique

Jorge Manrique (1440-1479) equilibró su vida entre las armas y las letras. Nació en Paredes de Nava (Palencia), fue maestre de Santiago, defendió el bando del infante don Alfonso y, a su muerte, el de doña Isabel, por la que luchó contra el marqués de Villena. También ayudó a liberar el sitio de Uclés. Estuvo casado con doña Guiomar de Castañeda. Finalmente, murió peleando en el castillo de Garci-Muñoz (Cuenca).
Jorge Manrique también fue poeta de Cancionero, lo mismo que Juan de Mena o Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, pues muchos de sus poemas amorosos teñidos de una tristeza profunda fueron recogidos en ese tipo de colección de poesías. Se trata de una cincuentena de composiciones de temática obsesiva sobre la muerte y expresadas con excesiva retórica. También escribió poesía satírica. Así pues, podemos clasificar su producción cancioneril en tres partes: amorosa, satírica y doctrinal.
La amorosa (Castillo de amor o Ni vivir quiere que viva) se nutre de la lírica provenzal, y según ella la fidelidad del amante a su amada debe ser igual que la del siervo a su señor. La poesía satírica (Coplas a una beoda que tenía empeñado un brial en la taberna, por ejemplo) es de menor calado que la anterior.
Pero la obra que le dio verdadera fama es la de tono sentencioso y doctrinal, representada especialmente por las Coplas a la muerte de su padre (la edición príncipe apareció en Zamora, 1480), una de las más hermosas elegías de nuestra Literatura. Está formada por 43 estrofas dobles de pie quebrado o coplas manriqueñas, nombre debido a su autor, cuyo esquema estrófico básico es 8a, 8b, 4c, 8a, 8b, 4c. Las cuales desarrollan, entre otros, los siguientes temas: la caducidad de los bienes temporales, la añoranza del tiempo pasado, el poder igualatorio de la muerte, la fama, la estoica conformidad ante el final de la vida o los cambios caprichosos de la fortuna.
Las Coplas se inician con una consideración general sobre la fugacidad de la vida, proponiendo ejemplos de personajes ilustres del pasado más inmediato; continúan con la semblanza del padre del poeta, don Rodrigo, y se cierran con un diálogo entre la muerte y el Maestre, que acepta morir con resignación, “pues querer hombre vivir / cuando Dios quiere que muera / es locura”. De lo que se deducen los tres tipos de vida presentes en la obra: la inmortal, la perecedera y la de la fama.
A caballo entre la Edad Media y el Renacimiento, Manrique recoge al principio de las Coplas una idea de la Biblia, presente en la tradición cristiana: la vida terrenal es un puente hacia la muerte (espíritu medieval); pero, por otra parte, se refleja también en ellas el entibiamiento religioso que tiene lugar al final de la Edad Media y, sobre todo, la idea de que el hombre puede lograr en vida algo que puede legar a sus descendientes: la fama (espíritu renacentista).
El lenguaje de las Coplas es sencillo y en ocasiones sentencioso, mientras que el tono, en consonancia con el contenido luctuoso del poema, es sereno, reflexivo, sentido y a veces severo. Con todo, encontramos en los versos metáforas, personificaciones, anáforas y otros recursos literarios que les confieren no pocas veces una contenida belleza.

Resultado de imagen de coplas a la muerte de su padre

El texto escogido abarca unas cuantas estrofas del final de la elegía de Jorge Manrique, las coplas que se refieren a la caracterización moral del difunto padre del poeta y a su conversación con la muerte (está muy lejos de aquí el tono sombrío de las Danzas de la muerte, aunque recuerda el asunto, tan manido durante toda la Edad Media, según el cual la muerte arrastra a una danza macabra a personas de distintas clases sociales, sin tener en cuenta tampoco a las más altas jerarquías humanas (papas, emperadores…).

“Aquel de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros;
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.
……………………………….
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta:
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,
diciendo: “Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os reclama.
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis
(aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera);
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
Que la otra temporal
Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis.”
“No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo.
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.”



5. EL ROMANCERO VIEJO (SIGLO XV)


 Resultado de imagen de el romaNCERO VIEJO

Los romances, creaciones poéticas propiamente españolas, son composiciones épico-líricas formadas por octosílabos, cuyos pares riman asonantemente. Los romances se desgajaron probablemente de los antiguos Cantares de Gesta, se transmitían oralmente y eran anónimos; de ahí que se hayan conservado multitud de variantes. La colección que los reunió en un principio recibió el nombre de Romancero. Para estudiarlos adecuadamente los dividiremos en los siguientes grupos:
Romances históricos, pertenecientes a los siguientes ciclos: de don Rodrigo, el último rey godo; de Bernardo del Carpio, de Fernán González, del Cid y del Sitio de Zamora, de los Infantes de Lara…
Romances juglarescos, muchos de cuyos temas se refieren a las guerras fronterizas entre moros y cristianos (el de Abenámar, por ejemplo) o a las cortes carolingia y bretona (el que comienza “De Francia partió la niña” es una muestra muy conocida).
Romances líricos, de gran belleza y profundos sentimientos, entre los que destacan el del Conde Arnaldos y el del Prisionero.

Con un lenguaje sencillo, de escasa adjetivación pero de gran fuerza dramática, los romances de esta época se caracterizan por el repentino comenzamiento y el misterio de muchos de sus finales, la repetición de ciertas fórmulas, como “ya veréis lo que pasó” o “tal respuesta le fue a dar”, cambios bruscos de los tiempos verbales, descripciones copiosas introducidas por anáforas, diálogos que aportan a los pasaje narrativos dramatismo y emoción, etc.

 Resultado de imagen de el cerco de zamora

Los textos seleccionados corresponden a tres ejemplos típicos de romances. En el primero se recoge la soledad y la tristeza de un prisionero que sólo llegaba a conocer el nuevo día por una avecilla que cantaba al amanecer. En el segundo, el poder y el misterio que tiene la canción de un marinero que viaja a bordo de una galera. Y en el último, el diálogo romántico que entablan el Cid y doña Urraca, reina de Zamora, en un momento del asedio que sufre la ciudad del Duero

Del Prisionero
“Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
¡déle Dios mal galardón!”

Del conde Arnaldos
“¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
La mañana de San Juan!
Con un halcón en la mano
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de oro cendal,
marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo
arriba los hace andar,
las aves que van volando
las hace al mástil posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
“-Por Dios te ruego, marino,
dime ahora ese cantar.”
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
“-Yo no digo mi canción 
sino a quien conmigo va.”

Del cerco de Zamora
“Apenas era el rey muerto
Zamora ya está cercada;
de un cabo la cerca el rey,
del otro el Cid la cercaba.
Del cabo que el rey la cerca
Zamora no se da nada.
Del cabo que el Cid la aqueja
Zamora ya se tomaba.
Doña Urraca en tanto aprieto
asomóse a una ventana,
y allí de una torre mocha
estas palabras le hablaba:
“-Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano,
acordarte ahora debías
de aquel buen tiempo pasado
cuando fuiste caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino
y tú, Rodrigo, el ahijado;
mi padre te dio las armas,
mi madre te dio el caballo,
yo te calcé las espuelas
porque fueras más honrado:
pensé casarme contigo,  
no lo quiso mi pecado;
te casaste con Jimena,
hija del conde Lozano:
con ella hubiste dinero,
conmigo tendrías estado
porque si la renta es buena,
mucho mejor el estado.
Bien te casaste, Rodrigo,
mejor te hubieras casado;
despreciaste hija de rey
por tomar la de un vasallo.
Volvióse presto Rodrigo
y le dijo muy angustiado:
“-Afuera, afuera los míos,
los de a pie y los de a caballo,  
pues de aquella torre mocha
una flecha me han tirado.
No traía asta de hierro,
el corazón me ha pasado,
ya ningún remedio siento,
Sino vivir más penado…”

No hay comentarios:

Publicar un comentario