La rosa que lucha por abrir sus pétalos,
el agua que brota de la roca
le enseñaron a vivir.
La raíz seca del árbol,
el viento que apaga la vela
le enseñaron a morir.
Y a amar,
la gota de agua que queda en la hoja
después de llover.
La pluma de la muerte
le dijo que su corazón era amor,
pero no lo gozaría.
Que su hechura mortal eran olas,
que nunca besarían una playa.
La luz es fuego
cuando invade la sombra de la carne,
semilla ardiente
que estalla como un mar fuera de la tierra.
La luz es pensamiento aromado de lluvia
y en los ojos de los amantes
el secreto de la rosa perfecta.
El sol no es necesario. Sólo el deseo.
Lenguaje insuficiente
para expresar el misterio que vive el hombre
desde que nace hasta que muere.
Tierra a la tierra, ceniza a la ceniza,
dice el único lenguaje suficiente
que entienden los mortales.
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