viernes, 8 de marzo de 2024

CUADERNO DE HOTEL (I)


 

BRAHMS

El sol que quedaba en la fachada de enfrente

acaba de irse mientras oímos a Brahms

--ahora el piano es nuestra mejor compañía--..

El Concerto número 1 

avanza hacia un final imposible.

Del músico recordamos

una estatua suya que encontramos

en nuestro camino hacia el Belvedere

en aquel viaje a Viena que nos sabe a presente

en esta habitación de hotel donde suena su música

mientras la tarde se apaga en el cristal de la terraza.



MI MUJER

A través de las ventanas del salón de bail

veo la lluvia en lo oscuro de los pinos.

Verla así, la lluvia es más hermosa,

vestida con hilos de plata.

Pero le gana en hermosura

la imagen de mi mujer leyendo junto a mí.

Así de perfil, con la cabeza inclinada,

los ojos puestos en el libro

--Jane Austen, su autora favorita--

nada tienen que hacer con ella las lectoras pintadas

--la pelirroja de Renoir, la soñadora de Fragonard,

la de Van Gogh...-- hermosas todas,

pero todas atrapadas en su ventana eterna,

posan congeladas en un sueño imaginado.

Al ruido impetuoso de la lluvia, 

mi mujer levanta la mirada del libro 

y me mira...

¡y entonces el poema se hace vida!



LA VIDA SENCILLA

En el jardín del Hotel

hay gorriones que bajan a las piscinas para beber,

voces de jubilados que juegan a la petanca,

tinajas que olvidaron contener aceite

para convertirse en nidos de geranios.

Agua, palmeras,

brisa que susurra bajo el cielo azul.

Hora quieta como un pensamiento de paz.

¿Dónde la dificultad de encontrar las palabras precisas?

Basta sentir en la piel

este sol de marzo recién estrenado

para hallar la calmada luz del poema

o de la vida sencilla, que es lo mismo.



EN EL HAMILTON

En el Hamilton, mientras bailábamos,

nada nos hacía pensar

que el Hotel ocultaba cortesanas intrigas,

traiciones amorosas... Y aquella misma noche

después de nuestro baile, se repitió el misterio.

Y cuando la cantante

cerró el atril y se apagaron las luces del salón

y los corredores alfombrados enmudecieron

las últimas pisadas de los huéspedes...,

bajo los arcos de las terrazas

y en los espejos de los ascensores

apareció una dama de luz con los ojos vacíos

y las manos transparentes,

llorando en silencio

por la muerte de su amado el Almirante.

Y al amor del misterio

que abrazaba la noche del Hotel,

nosotros nos amamos

más allá de la magia

y la prosa del tiempo.



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