sábado, 3 de junio de 2023

SONETOS REBELDES


 

LA CÁRCEL DEL SONETO

 

La cárcel del soneto sólo vale

para librar el ritmo de la ira

que contiene en sus cuerdas la alta lira

que sólo suena cuando el verso sale

del cerebro en penumbra del poeta

como una luz de música encendida

que va volviendo el signo en otra vida

no sujeta a las horas, y es secreta.

 

Secreta porque nada dice recto

juicioso, pertinente, real ni vivo.

Tan sólo si el soneto es imperfecto,

rebelde, airado, sórdido y reactivo;

 o sea, si el soneto es incorrecto

puede llegar a ser un revulsivo.

 

 


DE AMOR

 

Para escribir un soneto de amor,

hay que encenderse antes, como el fuego

que barrunta un volcán, para que luego

se esparza por el folio con ardor

tan grande, que los versos sean lava

del puro sentimiento del poeta,

y el alma del lector arda en secreta,

inagotable hoguera mientras graba

con la dura firmeza de un diamante

en su cuerpo el amor más encendido

y el estertor postrero del amante.

 

Y al morir el soneto, en un instante

el poeta se queda sin sentido

y el alma se le marcha por delante.

 


 

 

COMO BORGES

 

Como Borges, escribo de la vida

como de un laberinto que indicara

cómo hallar la salida libre y clara

o cómo regresar a la partida,

cuando no quedarse siempre extraviado

en el enredo vegetal y oscuro

sin poder comprender el vil futuro

que a todos nos reserva el sino airado.

 

Y todo, en un soneto que se eleva

en sílabas contadas a deshora

y en un andamio de elegidos versos

para inventar una existencia nueva,

para encontrar perdidos universos

y una muerte feliz en mi Zamora.

 

 

 

 


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