lunes, 21 de noviembre de 2022

CINEVERSO (II)

 


MARLENE DIETRICH


Canallas de la noche, chulos, putas,

vino barato de cafetín nocturno,

humo de madrugada sin historia…

Comparada con vosotros,

ella era un ángel de la luz

exhalando el fantasma del cigarro,

cantando la amargura del amor,

izando el velamen de sus muslos...

Su mirada de gata arrinconada

--en el expreso de Shanghai--

nos hundía en un océano de melancolía,

que se nos disipaba

cuando ella,

la diosa blanca, el ángel de la luz,

con lamé plateado o con frac masculino,

había dejado sembrada en nosotros

la semilla dorada de los sueños.




GARY COOPER


Un caballo galopa a Veracruz,

lleva encima la muerte en dos revólveres,

pero nadie saldrá de entre las sombras.

Decepcionado, el héroe solitario,

sin embargo,

devolverá al mundo paz

y honradez a las leyes que lo rigen.

Un reloj tejido con el miedo

lleva las balas a unas calles

donde sólo hay un valiente

--mientras, un tren delata los latidos

de los cobardes--.

Las casas, panteones,

tras sus cristales muestran

semblantes sin honor.


Y el héroe

--valor, ternura y compromiso--

devuelve la vida al pueblo.




DRÁCULA


Poco antes

el viento de la paz había lavado

el suelo de ceniza del cadáver.

Aquel film

fue testigo de nuestro primer beso.

Es sólo ya un recuerdo

aquel local de sombras.

Y el Vampiro ha vivido

su muerte en cien actores.

Las criptas se repiten,

y los cipreses,

y la tierra podrida,

y las cruces y las estacas…


Y en los cines cerrados

pululan los fantasmas de cien vuelos

--en el recuerdo permanece el vampiro

en lo alto de la escalera,

los océanos de tiempo que cruzó

para encontrar los cuellos de marfil…--.

De aquello sólo queda

un anillo en la pantalla

mientras la ceniza se deshace en el aire,

Todo eso dura menos

que aquel primer beso que nos dimos.




EL CINE NEGRO


Nueva York, Chicago, San Francisco,

noches de persecuciones,

humos de puros,

esbirros y secuaces...

Y a veces en medio

nos cogía el fuego de dos bandas.


El cine negro sabía

sumergirnos en la tinta de su bolsillo mágico

entre gemidos de jazz y saxofón triste.

Y mientras nos caía mal el barman de la cara rota,

soñábamos con ponernos la gabardina del detective

Y al forajido

devolverle el doble de los puñetazos recibidos.

O beber y fumar toda la noche

y a la mañana siguiente

levantarnos frescos como el alba.


Nueva York, Chicago, San Francisco…

En medio de la dura realidad de la posguerra

palpábamos la materia de que están hechos los sueños.



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