martes, 16 de agosto de 2022

DE OTROS BLOGS La Tossa de antaño

 El verano siempre es una época idónea para evocar recuerdos de otros tiempos. Eso hice hace ya bastante a propósito de Tossa de Mar, esta bonita población de la Costa Brava, que ante la avalancha de visitantes que sufre al llegar los meses de julio y agosto, se me ocurrió reunir unas cuantas fotografías de una Tossa que ya sólo existe en los calendarios,  posters de los escaparates, pinturas e ilustraciones de revistas y publicaciones sobre la ciudad. 

     Acompañadas de comentarios más o menos sentimentales y empapado de nostalgia, vieron la luz en mi antiguo blog leeradiario con un título perteneciente a mi colección 

                                                                                                               FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN


La Tossa de antaño



         El pasado es lo que tiene: convierte las cosas en pura añoranza. Cuando miro estas fotos, la Tossa de ahora se repliega en su tiempo de magia y poesía. Las calles nuevas, los árboles del paseo de mar, el recinto de la Vila Vella... todo desaparece ante el empuje que tiene el ayer en algunos casos, como en el de las fotografías, que no es otra cosa que el ansia de otro tiempo por eternizarse en una cartulina.



      La riera es el cordón umbilical que une el pasado con el presente y prolonga la mirada de ahora hacia el futuro. Está todo el tiempo en esta agua que corre siempre hacia el mar, justo al pie de las murallas. Miro su corriente y veo a la vez a estas mujeres que lavan la ropa en ella, mujeres que están alojadas para siempre en un tiempo sin muerte,  y a los niños de ahora que chapotean en busca de una pelota o persiguiendo alguna gaviota que ha bajado a beber agua dulce.



     La playa sigue siendo la misma, aunque la fotografía nos habla de un oficio que pasó a mejor historia. Hoy en día, los pescadores de Tossa viven de los recuerdos y los cuentan a quienes quieran oírlos. De la pesca de ayer y del mundo difícil del trabjo del mar, queda aún escondida entre el bullicio de los visitantes alguna estatua de mujer solitaria remedando redes.



          Hoy de las velas que se hacían a la mar para robar a sus entrañas azules la carne apetitosa de los peces sólo queda la nostalgia reflejada en esta fotografía, y de la Vila Vella, demasiada desnudez al viento, unas ganas insaciables de adornar sus piedras con las verdes melenas de los pienos, que aguardan el futuro que hoy conocemos.

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