martes, 9 de febrero de 2021

MEMORIAS DE UN JUBILADO Defensa de la correspondencia (II)

 

Respecto a la correspondencia que mantuvo Joan Maragall con Miguel de Unamuno, conviene empezar diciendo que ambos escritores se conocieron en Barcelona en 1906 durante una visita del escritor bilbaíno a la ciudad condal con motivo de celebrarse allí un Congreso de la Lengua. A partir de entonces ambos escritores mantuvieron una relación de amistad en torno a su quehacer común: la poesía. 

Y todo eso se desprende de las cartas que Maragall envió al poeta vasco desde el 16 de enero de 1906 hasta el 25 de marzo de 1911. Los asuntos de dichas cartas son variados si bien acaban dando vuelta alrededor del eje de la poesía. En la primera misiva el poeta catalán retrata la personalidad fuerte e inquebrantable del poeta vasco a partir de una fotografía que éste le había enviado, y entre otras cosas escribe: "Su retrato se parece más a su obra que a usted mismo (...) El que haya leído a usted y vea este retrato, sentirá un acorde, una paz. Pero si le ve a usted se desconcertará un poco; pero más desconcertado quedaría, y con dolor, el que viniera a conocer su obra después de conocer a usted personalmente."


 La segunda carta se encarga de hablar de la mutua simpatía entre ambos poetas: "...la singular atracción que su espíritu ejerció ya de tiempo en el mío, y que su presencia y su palabra viva convirtió en simpatía más completa, era mutua, en algo al menos, y por lo tanto había de ser fecunda.". 

En la tercera, por una parte salen a relucir la catedral de Barcelona y la Oda dedicada al templo que escribió Unamuno y que envió a Maragall, y por otra parte se comparan en emoción dicha Oda y el poema titulado "Salamanca". 

 


La cuarta carta incluye varios puntos: primero se explica la idea, tan diferente, que tienen uno y otro poetas acerca de Dios; a continuación se habla del hecho de que el poema unamuniano titulado “En el desierto” muestra una vibración aguda y en ocasiones estridente; luego se menciona la publicación en La Vanguardia de su poema “Catedral de Barcelona”, que el público lector considera fuerte y noble, adjetivos aplicables a la personalidad de Unamuno; después se constata la hermandad entre las lenguas catalana y castellana; y en último lugar la carta habla de la traducción que hace el poeta vasco de "La vaca cega", poema, que como todo el mundo sabe, es obra de Maragall, sobre la que el poeta catalán le hace algunas correcciones (esma, embanyada…). 

En la quinta carta (en realidad una postal) Maragall da las gracias a Unamuno por mandarle "A Sombra do Cuadrante",  Eugenio Castro, gran amigo del poeta bilbaíno y de paso le pide la dirección del poeta portugués para mostrarle también su agradecimiento y enviarle su "Enllà", libro en el que se incluye, entre otros poemas, la famosa Canción dedicada al conde Aranau. 

 


La sexta carta habla de la emoción que inspira la visión de un paisaje catalán y la evocación de Castilla, y de la poesía francesa, que es menor que la castellana y la catalana. La séptima trata del poema “El último héroe” que Unamuno escribió a sugerencias de Maragall hechas en la carta anterior, y que le sirve para dar una explicación de lo que es para él la poesía: decir lo máximo con las menos palabras posibles a causa del ritmo. El ideal supremo sería crear el mundo con una sola palabra. “Lo verdaderamente poético es siempre inconsciente en su origen. Por esto creo también que el poeta ha de ser el hombre más humilde del mundo.” 

La octava carta habla del Unamuno que combate contra muchos y es combatido por todos por su valentía en decir las cosas que duelen. La novena trata del porvenir de España y de la nueva integración de Cataluña en España; también del ansia de Maragall por recibir el primer tomo de poesías publicado por Unamuno, que saldría a la luz el año siguiente, 1907, bajo el escueto título de “Poesías”, libro donde por cierto incluiría los poemas aludidos en las cartas de Maragall: “En el desierto”, “Catedral de Barcelona”, “Salamanca”… 

En la décima carta Maragall se refiere al recibo de “Poesías”, que tiene lugar el 24 de abril de 1907. Le dice: “Ya lo tengo a usted conmigo para siempre. Es un poeta, es el poeta castellano de nuestro tiempo, poeta al revés, o al menos, al revés nuestro.” A continuación el poeta catalán compara la poesía catalana con la castellana y concluye: “Poeta de dentro afuera. Porque a nosotros es la luz, son los campos, son los montes, son los actos y los gestos humanos los que se meten dentro y nos mueven, y vuelven a salir en palabras con el ritmo que ellos mismos han promovido en nosotros; pero en el poeta genuinamente castellano, en usted, todo empieza dentro; allí está su luz, allí sus campos, allí sus montes, allí la Humanidad toda y Dios mismo; y de allí sale originariamente el verbo inflamado para dominar, para hacer servir a su expresión, campos y montes y sol y estrellas, y los actos y gestos humanos, y el alma del Universo.” Esta es tal vez una de las mejores críticas que se han hecho de este primer libro de poesía de Unamuno, a la vez que una de las mejores páginas sobre la concepción poética y preceptiva literaria que he leído: “Cuando hay emoción y potencia verbal se emociona a los demás; y esta es toda la preceptiva y toda la crítica que cabe en poesía”. Y cita algunos poemas que le han emocionado más: “A sus ojos”, “La muerte del perro”, “La basílica de Santiago de Bilbao”, “Cruzando un lugar”…

 


En la carta undécima Maragall le reprocha a Unamuno su sempiterna tristeza y le habla del secreto de la fuerza actual de Cataluña: "Es un pueblo que espera. Tiene todos los defectos y todos los excesos que usted dice y mucho más; pero espera, y esta es toda su fuerza. Y esta fuerza, la esperanza (...) se la hemos dado, o despertado, mejor, nosotros, los poetas, cada cual en su medida."

En la doce, escrita en Nochebuena con buen espíritu, el poeta catalán habla de la dieta de leche a la que se ha sometido el poeta vasco, y sobre todo de su artículo "Adentro", "donde se encuentra todo". Mientras que en la carta decimotercera Maragall acusa recibo de los "Recuerdos de niñez y mocedad" de Unamuno y dice de ellos que le ha gustado su lectura "porque esa espontaneidad y nervio de su estilo aquí se encuentran más llenos y vivaces porque van ceñidos a hechos, y a hechos amados por usted como no otros (...) Y de ello resulta una calidad no muy común en usted, el enternecimiento, que brotando de un alma de fuerte temple de la suya, es cosa exquisita."


Maragall escribe su carta decimocuarta para decirle que está de acuerdo con Unamuno "en que los hombres debemos comunicarnos obedeciendo sólo al ritmo de nuestro corazón: es la única manera de hacerlo con eficacia". A continuación pasa a hablar de la soledad en que dice encontrarse el escritor bilbaíno "que le deja ver y decir verdades que fuera de ella no vería o no podría ver".

En la penúltima carta Maragall agradece la impresión que a Unamuno ha causado su "Cant espiritual" y constata la sensación que ambos escritores experimentan ante el alma ibérica, en la que creen los dos. "Es el único camino para ir con gloria adonde debamos ir, así fuera a la muerte. Y esta alma ibérica, que todavía somos tan pocos en sentir, hay que buscarla hacia adentro: hacia dentro de su Castilla los castellanos (...), hacia dentro de nuestra Cataluña los catalanes, hasta llegar a la raíz común: y de allí arrancará la España grande."

Y en la última carta Maragall halaga las de Unamuno: "¡Qué llenas, qué vivas siempre las cartas de usted! ¡Cómo agitan, cómo despiertan, cómo renuevan!" Para añadir sus ánimos para emprender la Revista Ibérica, si bien algunos verían en el caso de salir la Revista en Cataluña, "cosa de catalanismo,  algo así como un rodeo para ir disimuladamente a lo nuestro (...) Y esto aislaría enseguida la empresa, podría asfixiarla." Y sugiere que sería mejor que la Revista saliera en Madrid, aunque eso también despertaría suspicacias. Y todo queda en el aire. Maragall se despide prometiendo enviarle una nueva edición conjunta de su obra, añadiendo que en Cataluña "de usted se lee y se comenta todo con un interés absolutamente singular, y es que se siente, se presiente en usted a un gran sincero, a un único que no forma especie con nadie en España."

 


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