jueves, 18 de febrero de 2021

ALGUNOS REFRANES DEL QUIJOTE

 




A mediados de este febrero cayó en mis manos nuevamente un libro del que guardo muy buenos recuerdos, especialmente el que me trae a la memoria la mejor Novela de Cervantes. El libro, Los refranes del Quijote, obra de José Coll y Vehí, vio la luz en la Imprenta del Diario de Barcelona en 1874. Se trata de un trabajo serio, que muy bien podría llamarse La Moral del Quijote. De todos modos es una acertada “colección amena y sustanciosa” de los refranes que Cervantes pone en boca de Don Quijote y Sancho Panza en su magna obra y también los usados en otros títulos cervantinos, como el Persiles, la Galatea, las Novelas Ejemplares y el Viaje al Parnaso, sin olvidar tampoco los refranes que contiene el Quijote de Avellaneda. El número de los refranes del Quijote de Cervantes asciende a 263, de los cuales 73 corresponden a la Primera Parte, y el resto a la Segunda. Rotunda desproporción, que llevó a Coll y Vehí a sospechar “si la idea de convertir a Sancho Panza en padre de los refranes, debió de ocurrirle a Cervantes al tiempo de dar mano a la mencionada segunda parte de su obra.” 

 



    Es precisamente en esta Segunda Parte donde Don Quijote pierde los estribos al oírle decir a su escudero tantos refranes, a la vez que él mismo cae en la tentación de salpicar las páginas con ellos, cuando en la Primera no encuentra el Ingenioso Hidalgo la ocasión de llamarle la atención por esa causa. Sólo en un pasaje de esta Primera Parte se habla de los refranes en general y es en la Historia del Cautivo, mientras en la Segunda Parte existen más de quince pasajes donde se trata de los refranes  y en alguno de esos textos se hace extensamente. La importancia de la presencia de refranes pronunciados por Sancho es notoria. Por citar algunos casos que la avalan, ahí tenemos el momento en que la Duquesa “aplaude y celebra los refranes del buen Sancho”; el hecho de que Teresa reprocha el vicio de su marido de decir refranes, acerca de los cuales el propio Sancho constata y “confiesa que no sabe decir razón sin refrán ni refrán que no le parezca razón”; y hasta el Cura aprovecha la ocasión para afirmar “que todos los del linaje de los Panzas nacieron cada unao con su costal de refranes en el cuerpo.

A continuación se copian algunos pasajes del Quijote donde se habla de los refranes que dicen Sancho y su amo y de su gusto o su más o menos oportunidad al citarlos.

“En lo que Sancho se mostraba más elegante y memorioso, era en traer refranes, viviesen o no a pelo de lo que trataba, como se habrá visto y habrá notado en el discurso de esta historia...”

“...Así es la verdad, dijo el paje, que el señor Gobernador Sancho a cada paso los dice, y aunque muchos no vienen a propósito, todavía dan gusto, y mi señora la Duquesa y el Duque los celebran mucho...”


    “Dios te guíe, Sancho, y te gobierne en tu gobierno, y a mí me saque del escrúpulo que me queda, que has de dar con toda la ínsula patas arriba, cosa que pudiera yo excusar con descubrir al Duque quién eres, diciéndole que toda esa gordura y esa personilla que tienes, no es otra cosa que un costal lleno de refranes y de malicias...”

“También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles: que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias. Eso Dios lo puede remediar, respondió Sancho, porque sé más refranes que un libro, y viénenme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen, por salir, unos con otros; pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo; mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo: que en casa llena presto se guisa la cena y quien destaja no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y tener seso ha menester”.


“No más refranes, Sancho, dijo don Quijote, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento: y muchas veces te he aconsejado que no seas pródigo de refranes, y que te vayas a la mano en decirlos, pero paréceme que es predicar en desierto.”

“Paréceme, respondió Sancho, que vuesa merced es como lo que dicen: dijo la sartén a la caldera, quítate allá ojinegra. Estáme reprendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos. Mira, Sancho, respondió don Quijote, yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo, como anillo al dedo; pero tráeslos tú tan por los cabellos, que los arrastras y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho, que los refranes son sentencias breves sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios, y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia.” Etcétera.

Los pasajes que acabo de copiar pertenecen a la Segunda Parte del Quijote. El único pasaje de la Primera en que se habla de refranes es este que dice: “Hay un refrán en nuestra España, al parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia, y el que digo, dice: Iglesia, o mar, o casa real.”

Dejando aparte la afirmación de Don Quijote de que “todos los refranes son verdaderos”, aseveración equivocada habida cuenta de que, siguiendo a Coll y Vehí, “no es difícil ni raro en hallarlos en pro y en contra de una misma opinión, en cuyo caso claro es que alguno de ellos necesariamente tiene que ser falso", intentemos explicar el significado de los refranes que figuran en los pasajes apuntados más arriba.

Y empezamos por el que aparece en la Primera Parte del Quijote

Iglesia, o mar, o casa real

Cervantes lo emplea en el prólogo de la Historia del Cautivo y también en la Novela Ejemplar La Gitanilla en boca del gitano al describir a Andrés las costumbres y estatutos de la gitanería: “En conclusión, somos gente que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entretenernos con el antiguo refrán: iglesia, o mar, o casa real, tenemos lo que queremos; pues nos contentamos con lo que tenemos.

El resto de los refranes pertenecen a la Segunda Parte del Quijote

En casa llena presto se guisa la cena

Cuando se tienen los recursos necesarios, el objetivo propuesto se logra rápida y fácilmente.

Sancho emplea este refrán oportunamente. refiriéndose a la abundancia de refranes que poseía para cualquier ocasión. En una de esas ocasiones lo aclara: “Quiero decir, que a mí no hay que decirme ni advertirme de nada, que para todo tengo, y de todo se me alcanza un poco.”

Quien destaja no baraja

Para evitar problemas y litigios, antes es necesario determinar las condiciones de las alianzas, pactos y contratos; en resumen, prevenir los problemas de cualquier negocio.

A buen salvo está el que repica

Covarrubias: “En las costas de mar descubren desde las torres cuando hay enemigos, y al punto el que está allí tañe a rebato, y éste no tiene peligro, porque está encastillado en la torre”.

El dar y tener seso ha menester

Es dudosa la aplicación que hace Sancho en la ocasión a que se refiere el pasaje apuntado. Más traído al dedo se halla en la circunstancia en que hace reír a Don Quijote, que es aquella en que le habla al escudero de la imagen de San Martín repartiendo su capa con un pobre, añadiendo: “...y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad, y sin duda debía de ser entonces invierno, que si no él se la diera toda, según era de caritativo. No debió de ser eso, dijo Sancho, sino que debió de atener al refrán que dice: que para dar y tener, seso es menester.”


Predicar en desierto

La RAE considera esta expresión (que también aparece como predicar en el desierto, cuya etimología proviene de Mateo 3:1-2, "Voz del que clama en el desierto...”), más que un refrán, una locución verbal familiar que significa: “Intentar, infructuosamente, persuadir a quienes no están dispuestos a admitir razones o ejemplos.” Y también “da a entender que los oyentes no están dispuestos, antes sí repugnantes para admitir la doctrina y consejos que se les dan.” Con todo, Cervantes lo juzgó refrán en el pasaje apuntado más arriba en el que Sancho replica a Don Quijote: “Estáme reprendiendo que no diga refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos.”

Dijo la sartén a la caldera, quítate allá ojinegra

Las colecciones de refranes más conocidas cambian generalmente ojinegra por culnegra o culinegra (hay otros que en vez de caldera dicen cazo), y todos se aplican a quienes, teniendo ciertos defectos, se los echan en cara a los demás. En el caso que nos ocupa, Sancho se lo aplica oportunamente a Don Quijote tras reprenderle éste por decir refranes, cuando él los ensarta a pares.

Y nada más: A buen entendedor, con pocas palabras basta.

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