sábado, 30 de mayo de 2020

PINTURAS DE CONFINAMIENTO

En esta cruel etapa de confinamiento que estamos padeciendo por culpa de la pandemia, cada cual busca la mejor manera de soportarla e incluso contrarrestarla. Leyendo, viendo cine, escribiendo poemas y relatos o pintando, como es mi caso ahora, alternándolo con las otras actividades mencionadas.
Las he llamado así, pinturas de confinamiento, por las circunstancias sanitarias presentes, pero están relacionadas con otras entradas de mi blog que titulé en su día (y espero seguir haciéndolo en el futuro) FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN.
Y empiezo por dos fotografías de sendos cuadros que tienen algo en común, pero cuya diferencia esencial es precisamente el mundo de la libertad.

CUADRO 1   BELLEZA GOZADA EN LIBERTAD


La mujer del cuadro disfruta al aire libre de la vista que tiene delante, posiblemente de un lugar que ama lo suficiente como para contemplarlo sentada, tranquila, sin agobios de prisas y otros reclamos pasajeros. El río, con sus espadañas y sus aceñas, es testigo seguramente de momentos agradables pertenecientes a diversas etapas de la vida de esta mujer; tal vez en su infancia acudía aquí con su familia a disfrutar de la tranquilidad y buen tiempo del verano, merendando al aire libre, charlando y recordando alegremente anécdotas vividas en tan buena compañía; acaso aquí tuvieron lugar sus primeras palabras de amor y sus primeros planes para el futuro. Esta soledad buscada de aquí y  ahora de la mujer del cuadro junto al río que pasa reflejando las aceñas de su infancia es una muestra de la libertad sin condiciones del ser humano. La pintura, líneas y manchas de color, intentan retratarla con sencillez y contención de emociones, tal y como el artista hablaría de las emociones que la visión de un lugar así le producirían en caso de encontrarse en una situación similar a la de la mujer del cuadro, que prefiere guardar su intimidad.


CUADRO 2 BELLEZA CONTEMPLADA EN CONFINAMIENTO

La mujer del cuadro mira desde su casa, a través de la ventana de su cuarto de lectura, un paisaje que que debe de tener muy presente en su vida. El mar, un rincón rocoso de la costa, y en él la lengua de arena de una pequeña cala, seguramente frecuentada por ella en momentos más libres y felices, constituyen el locus amoenus que en tiempos normales disfrutaba con todos sus sentidos, la caricia del sol en la piel y el tacto sedoso de la arena en sus ratos destinados a ponerse morena, y, en los dedicados al baño, el abrazo fresco y maternal del mar con el sabor a sal mojando sus labios. La pintura, líneas y manchas de color, intenta captar un momento de añoranza, de deseo de volver a disfrutar de esos pequeños placeres cotidianos, propios del buen tiempo, que antes siempre tuvo la mujer del cuadro, y que ahora, debido al confinamiento que impone el azote del coronavirus, sólo puede imaginárselos con la inevitable melancolía que ello representa. Ahora, en su encierro, sólo acompañada de la lectura, que acaba de abandonar, sigue besando con los ojos el mar y ese rincón rocoso de la costa, y en él la lengua de arena de una pequeña cala. 

















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