domingo, 25 de septiembre de 2016

CIEN VERSIONES DE POESÍA CATALANA POR ESTEBAN CONDE





Ben poco t’entretingueres, filla meva

Bien poco te divertiste, hija mía,
y acaso desde donde estás aún escuches
un canto de pájaros ocultos.
Murmullo de las hojas del dolor:
en mi memoria
una playa pequeña con tu nombre
que no figura en los mapas de los barcos.
                                                 Joan Margarit






 

Beuen vermut

Ni sé dónde estoy.
Cuando se hace oscuro
paseo solo por la ciudad.
Estoy citado con cualquiera,
conmigo mismo,
con ninguno en todas partes.

Con poca luz beben vermut anónimo
a un paso de la acera y hablan de fútbol.
Más tarde, sobre la barra, rellenarán quinielas
a voleo, o después
de haber leído con cuidado lo que dice el diario.
Tal vez gane el Barça
en rebuznos desde el corazón verde del embudo de cemento
donde el tabaco humea. Y ya no es tan triste todo
ni se piensa tanto
en justicias y envidias.

Con poca luz beben vermut anónimo
y con luz lechosa a las seis de la mañana,
un vasito de aguardiente que desinfecta los dientes.
Se alzan el cuello, que la hora es fría,
y pasan los tranvías, más pequeños por las plazas desiertas.
En el Borne ya están vendiendo, y comienzan las fábricas
a latir de nuevo.
                                                       Jordi Sarsanedas



 

Bignònies a Mira-sol alt

Estamos cerca y tan lejos.
Las begonias, fugaces,
me sorprenden a cada paso.
No te he olvidado,
pese a que han pasado tantos
y tantos años que ni quiero contarlos.
Mi memoria, mi pesadumbre,
siempre tendrá el color de las begonias:
el amarillo salpicado de rojo, indefinible.
No fuiste ni mi norte,
ni mi sur, ni el este, ni el oeste.
Sin embargo, durante un tiempo lo fuiste todo.
Malas pasadas cardinales,
Se mofa de los colores, de las flores,
de nuevo inútil geografía.
                                           Marta Pessarrodona





 

Bruts d’amor

Mi mujer es como una casa que se hace poco a poco.
Cimientos fuertes de materia prima
amasada con palabras. Un laberinto infantil
de estancias y habitaciones persiguiendo un cuerpo desnudo,
y las paredes alzando el  vallado de la humanidad,
intimidad sedienta en sábanas locuaces.
Y es la viga que reposa segura,
como herramienta que utilizo para amar la vida del mundo,
que también somos nosotros. Mi mujer, como digo,
es entrada, puerta, ventana, que limita el aire
y que ensancha doblemente el pequeño horizonte de mi cráneo.
En fuente, manantial, una patria pequeña donde ocultar errores.
Y el peso nocturno de mi cuerpo horadando a la mujer
es el último ladrillo que quema las manos.
No esperéis el tejado que cierre la casa,
yo abro la noche a la construcción futura,
que es como decir que justo ahora comienza la obra.
                                                                             Francesc Parcerisas



 

Cambra de la tardor

La persiana, entrecerrada,
como algo que está a punto de ocurrir,
no nos separa del aire, Mira, se abren
treinta y siete horizontes rectos, delgados,
pero el corazón los olvida. Sin nostalgia
se nos va muriendo la luz, que era color
de miel y ahora es color de olor de manzana.
¡Qué lento el mundo, qué lento, qué lenta
la pena por las horas que se  marchan
de prisa. Dime, ¿tú te acuerdas
de esta habitación?
                               “La quiero mucho.
Aquellas voces de obreros-- ¿Qué son?”
                                                             Albañiles:
falta una casa en la manzana.
                                                “Cantan,
y hoy no los oigo. Gritan, ríen,
y hoy que callen me extraña mucho”.
                                                           ¡Qué lentas
las hojas rojas de las voces! ¡Qué inseguras
cuando vienen a taparnos! Adormecidas,
las hojas de mis besos van cubriendo
tu cuerpo, y mientras olvidas
las altas hojas del verano, los abiertos
días, sin besos, muy al fondo
recuerda el cuerpo: todavía
tienes la piel mitad sol, mitad luna.
                                                  Gabriel Ferrater



Campos sempre

Aquí los hombres son de callo rojo, como una idea,
como la tierra que consiente los surcos alineados y el agresivo rastrojo
que amarillea los campos de una empapada fe diaria y dura.
Voz y camino. Trabajadora raza de medida foránea
donde cada piel alumbra el cuerpo concreto de una gramática con nervio.
Pueblo que habla con una sangre que escribe esta libertad de creer,
el fuego entero de un sudor teñido con polvillo de piedra
que ya en la cara muestra una rojez con vida.
Campos siempre áspero amarillo, verdes de hombre todavía, lugar mío.
Yo escribo con el polvo de la tierra de secano que saca trigo y bandera.
Porque creo en ella. Yo, hombre de callo rojo
y Damián de sangre derramada,
somos quien digo tierra, país, Mallorca.
                                                                   Damià Huguet

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