domingo, 15 de octubre de 2023

SÍSIFO


      
              ¿Hay castigo más desalmado que el trabajo inútil y sin esperanza? Pues ese castigo, que consistía en subir sin cesar una roca empujándola con sus propias manos hasta la cima de una montaña desde donde la roca volvía a caer por su propio peso., fue el que los dioses le impusieron a Sísifo. ¿Y quién era Sísifo y qué había hecho para recibir ese castigo? Según Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. Pero según otros escritores de la antigüedad era una especie de bandido aficionado a robar y cometer altercados públicos. ¿Y por eso fue condenado por los dioses a sufrir tamaña pena? Un tercer tipo de investigadores llegó a averiguar la causa por la cual fue condenado en el infierno a subir una roca eternamente hasta lo alto de una montaña. La causa fue que Sísifo había revelado a los mortales un secreto de los dioses. Por lo visto, Egina, hija de Asopo, había sido raptada nada más y nada menos que por el mismo Júpiter. A Asopo le sorprendió muchísimo la desaparición de su hija y se quejó a Sísifo, que conocía el secuestro. Éste, ni corto ni perezoso, se ofreció a ponerle al corriente del rapto a cambio de que Asopo proveyese de agua a la ciudadela de Corinto, que se había quedado sin ella. De este modo, Sísifo “prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales.”. He ahí el motivo de que los dioses lo castigaran enviándole al infierno a cumplir con el “trabajito” de la roca. Y sin embargo, a lo largo de las investigaciones posteriores fueron surgiendo nuevas causas. Una de ellas fue que, en otra ocasión, a nuestro Sísifo se le había ocurrido encadenar a la Muerte, y Plutón, dios de los dominios de ultratumba, no pudo soportar contemplarlos solitarios y silenciosos. Así que envió a Marte, dios de la guerra, a liberar a la Muerte de las manos de Sísifo, que tras secuestrarla, la mantenía cargada de cadenas.

       
     
       Y hay otra causa más, no se vayan a creer... Y con más bemoles. Por lo que he podido averiguar, nuestro protagonista de hoy, poco antes de morir, quiso poner a prueba, sin duda imprudentemente, el amor de su esposa, ordenándole que expusiera su cuerpo insepulto en medio de la plaza pública. Su esposa, haciendo caso omiso de tan irresponsable capricho, dejó con buen juicio que el destino de su "amoroso" marido concluyera su ciclo, y, consecuentemente, Sísifo acabó en los infiernos. Pero ni por esas; irritado por la desobediencia "incomprensible" de su mujer, logró que Plutón le diera permiso para regresar a la tierra con objeto de castigarla. “Pero cuando Sísifo volvió a ver el rostro de este mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del mar, ya no quiso volver a la oscuridad infernal. Los llamamientos, las iras y las 
advertencias de las autoridades celestiales no sirvieron de nada.” Y continuó viviendo y disfrutando de los gozos y “las sonrisas de la tierra.” 

        Fue necesario que Mercurio descendiera a la tierra a coger al audaz protagonista de esta historia por el cuello, apartarlo de sus goces y devolverlo por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada la roca de su castigo.

         De todo esto se deduce claramente que Sísifo es el héroe más absurdo que existe. “Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada.”

(Inspirado en El mito de Sísifo, de Albert Camus) 



martes, 3 de octubre de 2023

J. L. BORGES A SECAS

 



Hoy es distinto, Borges, perdone

que ayer cerrara de golpe la conversación

que mantenía con usted. Hoy puedo

seguir hablando con el tamaño de su esperanza,

que es parecido al mío. Aquellas voces

que suelen interrumpirnos se han quedado

en las rocas donde callan las olas.

Y yo, me aíslo en mi silla,

aquí en la arena, silencio dorado,

soledad de seda.


Perdone, Borges, que me atreva a contradecirle

cuando afirma que en España son infinitas

las coplas hechas a base de rencor.

Empleando el término infinitas

en las coplas españolas de rencor

comete una injusticia. Yo podría

afirmar con esa misma injusticia suya

que también son infinitas

las coplas españolas hechas a base de amor.

En un jardín delicioso

de una flor me enamoré,

y como era tan preciosa

mi corazón le entregué.



Ayer pasé por tu casa;

no me prestaste atención.

De tanto que estoy sufriendo

se me parte el corazón.


Eres, niña, más bonita

que la nieve en el barranco,

que la rosa en el rosal

y la azucena en el campo.



Yo tengo muchos amigos,

más que flores el almendro.

Pero ninguno te quiere

lo mismo que yo te quiero.


O esta que es mía:

Dura, dura, río Duero,

tú que me viste nacer,

que mientras, durando, vivas

yo contigo viviré.


Perdone, Borges, que me atreva a puntualizar

que no es lo mismo una copla que una seguidilla

--usted en los ejemplos que cita como coplas

ha insertado algunas seguidillas.

Una copla: “Por quererte, hermosa mía, /

yo daría lo que tengo; / si es mi vida lo que quieres, /

ahora mismo te la entrego.” Seguidilla:

Nunca debes mirarme / con esos ojos;/

que mirándome así / me vuelvo loco.”






Borges, el devorador de libros


Ahora estoy ciego. Y ya no puedo leer,

yo que fui un gran devorador de libros,

yo que fui Director Nacional de la Biblioteca de Buenos Aires

casi veinte años. Los toco, los acaricio,

a muchos los reconozco por el tacto,

por pasar sus hojas y notar en mi rostro su aire de humedad,

del viejo aroma de la flor prensada entre sus páginas,

o del café que derramé la mañana

que vino a verme mi mejor amigo...

Ahora estoy ciego.

Pero aún tiene lágrimas mi vista

cuando recuerdo el calvario que sufrió la luz

al ser devorada lenta, irreversiblemente, por la total tiniebla.

Supe de repente que ya sería incapaz de leer una sola línea,

de escribir una sola línea.

Fue terrible tener que dictar lo que mi mente seguía imaginando

a mi madre, que en silencio lloraba

mientras copiaba “Pompas del mármol, negra anatomía...”

Y yo me imaginaba a Poe, el héroe del soneto,

entregado, solo, a su complejo destino

de inventor de pesadillas.

Como las mías ahora, que, ciego, quiero seguir contando,

siempre fiel a lo que escribe Wells en su cuento El país de los ciegos

--estilo llano, a veces casi oral y argumento imposible--,

como hago en El libro de arena.

Y si de todos los cuentos incluidos en él

tuviera que rescatar uno solo, rescataría El congreso,

que es a la vez el más autobiográfico

--el que prodiga más los recuerdos--

y el más fantástico. Pero ahora no quiero hablar

de Alejandro Ferri un hombre gris que escribe su vida en un hotel.

Tiene setenta y tantos años y es profesor de inglés.

Soltero pero no le duele la soledad.

Tampoco le interesan las novedades

porque no son más que tímidas variaciones.

Cuando era joven le atraían los atardeceres,

los arrabales y las desdichas;

ahora, las mañanas del centro y la desdicha.

Ya no juega a ser Hamlet. Se ha afiliado

al partido conservador y a un club de ajedrez.

Tiene un libro en algún oscuro anaquel

de la Biblioteca Nacional que exigiría

otra edición para corregir los errores.

Nunca ha querido conocer al nuevo director,

consagrado al estudio de las lenguas antiguas.

O sea yo. Pero dejo a Ferri con su historia

para empezar la mía.

Yo me hallaba imaginando un cuento

en el que había colocado al personaje protagonista

al borde de un acantilado --según mi plan

su novia y él habían roto y pensaba tirarse

al mar para acabar con su desesperación--.

Y mi madre iba copiando lo que yo le dictaba,

de pronto me asaltó la idea de que mi personaje

podría no obrar como yo deseaba,

y en tal caso ocurriría una verdadera catástrofe
que yo debía evitar por todos los medios.

Mi madre debió ver mi ceño fruncido

porque me preguntó directamente: “¿Otra vez, hijo?”

Y sin esperar repuesta añadió:

“Si es así, ya sabes lo que tienes que hacer.”

Y no esperé más.

Este cuento estaba a punto de prefigurar mi propio destino,

de modo que usurpé el cuerpo y la mente de mi personaje

y, mirando a las rocas contra las cuales

se reventaba el marque al pie del acantilado,

me giré en redondo camino del hotel

donde estaba alojado con mi prometida

para pedirle perdón por lo que le había dicho.

Y al entrar en el ascensor me encontré con ella,

que. según me dijo con lágrimas en los ojos,

había pensado pedirme perdón por lo que me había respondido

y salía en mi busca para decírmelo.

El abrazo que nos dimos no nos dejó decir más.

El ascensor nos devolvió a nuestra habitación

y el resto se lo puede imaginar el lector.

Mi madre acabó de copiar lo que le había dictado.

Me miró a los ojos y me dijo tiernamente:

“Así se termina un cuento que, aunque nadie juzgará bueno,

todos coincidirán en que es lo más feliz para seguir viviendo.”





Un título tan impactante como intolerable:

Mear a Borges”

En la portada del libro El enigma de los módulos, del chileno Eduardo Labarca, puede verse al tal Labarca miccionando de pie y de lado

sobre la tumba del autor de Ficciones.

Preguntado Labarca por su afrentosa acción,

respondió que se trataba de un "homenaje al maestro

y un repudio al ciudadano"; una celebración

de la obra literaria del autor argentino

y un rechazo a sus ideas políticas.

Vergonzoso.

Como si por ahí pudiera ir cualquier devorador de libertades,

iconoclasta indecente,

ultrajando tumbas a troche y moche

sólo porque no se está de acuerdo

con las ideas políticas del último morador de las mismas.

Lo que me extraña es que se dé cabida a tamañas barbaridades

en revistas literarias que se precian de ello, como Qué leer.

Prometo desde aquí y ahora

no volver a leer Qué leer.

Y volviendo al meador Labarca,

me pregunto dónde habrá dejado el timón de la sensatez.

Se le habrá ido en la meada.

Y en lo que concierne a Jorge Luis Borges,

lo seguiré leyendo

--ahora leo El tamaño de mi esperanza--,

añadiendo una frase suya dirigida a otro excelso poeta:

"Para gustar de Quevedo

hay que ser (en acto o en potencia) un hombre de letras;

inversamente,

nadie que tenga vocación literaria puede no gustar de Quevedo."




sábado, 23 de septiembre de 2023

CUADERNO DE BORGES

 


He declarado ya que toda poesía

es plena confesión de un yo,

de un carácter, de una aventura humana.”

                                                  Jorge Luis Borges 

 


 

Parodiando a Borges,

el tamaño de mi esperanza

es este rato de sol y vida en la playa

mientras leo al gran cuentista argentino

y aprendo con él a conversar con el mundo,

conmigo, con Dios y con la muerte.





Parodiando a Borges,

mi Zamora innumerable es amor de árboles

en la orilla del Duero,

tristeza tradicional en su Semana Santa,

mucho cielo de vencejos en el verano

y bendita querencia en los chatos de los Herreros.


Borges monta un número

con lo de ocuparse de algo y ocuparse con algo,

y yo toco las pelotas añadiendo ocuparse en algo.

Pero sí estoy de acuerdo con el escritor matero

en lo grandioso es amillonar el idioma,

es instigar una política del idioma.

Y además gracias a Borges

recuerdo aquella duda idiomática de Baroja:

¿Qué escribo: bajar en zapatillas o bajar con zapatillas?

En serio: siguiendo el artículo de Borges,

El idioma infinito, pido desde aquí

no poner barreras a la vida del castellano,


Me pregunto si es muy conveniente

proponer como sinónimo

de mujer mala, o meretriz, o cortesana

el sintagma mujer horizontal,

que me parece tan profunda y bellamente

polisémica como injusta.


Borges me entiende desde sus páginas:

Ya he reconocido, entre miles, las nueve o diez palabras

que se llevan bien con mi corazón.”



Pero no en lo que opina

de los poetas antiguos y los actuales

--como si tuviera que haber alguna diferencia--:

Los poetas actuales hacen del adjetivo

un enriquecimiento, una variación;

los antiguos, un descanso, una clase de énfasis.”

Los poetas verdaderos hacen de las palabras

una ocasión para enriquecer

la forma de sentir, de mirar, de ser

la humanidad de todos los tiempos.



Borges es un poeta verdadero

al que no le da vergüenza reconocer

el agua que ha bebido de la Biblia.

Lo reconoce y aprovecha la ocasión

para recordarnos a todos los que queremos serlo

que sin la Biblia la poesía carece de raíz.

Y no espera para repetirnos

que todos los grandes, antes de escribir,

han bebido en las sagradas fuentes.

De los nuestros, además de los místicos,

lo han hecho profanos como Cervantes, Quevedo...

y por supuesto el mismo Borges.



Y un día, al anochecer,

tras la esquina del barrio

en la mano callada de la plaza

donde el balcón conversa con el tiempo...

Un día tal vez el ángel blanco,

aquel que le escribía a Borges versos

sobre el yeso silente de la alcoba...

Tal vez me venga a dar el adjetivo exacto

o el verbo de la esperanza,

y el poema que jamás he escrito

--y no importa que lo acabe--

tal vez lo empiece a ver,

como se ve el azúcar de una fruta madura.

 

 


miércoles, 5 de julio de 2023

TEATRO NEGRO (I) ASESINO SIN CASTIGO

 


       ASESINO SIN CASTIGO

Inspirado en el relato de Patricia Highmith, Un suicidio curioso.

 

PERSONAJES

(por orden de aparición)

 

Doctor MARTÍNEZ, médico en un Hospital de Madrid

LUZ, su mujer

ROBERTO, empresario toledano

RECEPCIONISTA de hotel

POLICÍA barcelonés

POLICÍA toledano

 

La acción transcurre en Madrid, Toledo, Barcelona y Toledo, a mediados de los años 80.

 

PRIMER CUADRO

Madrid

La sala de estar de la casa del matrimonio formado por MARTÍNEZ Y LUZ.

 

Ambos están sentados, de cara al público, en sendas butacas, leyendo ella una revista del corazón y él una novela policiaca de Wilkie Collins. Ante ellos hay  una mesa con bebidas.

LUZ (Alza la mirada de la revista y la clava en su marido) Ahora recuerdo, querido, la estúpida discusión que mantuvimos ayer.

MARTÍNEZ (Deja un momento su lectura) ¿Me dices algo, Luz?

LUZ Nada importante. Mientras leía he recordado nuestra ridícula discusión de ayer.

MARTÍNEZ (Asiente con la cabeza) Por una vez tienes razón. ¡A quién se le ocurre discutir sobre quién de los dos tenía que ir a la tienda a devolver el bolso que habías comprado y que luego, nada más llegar a casa, dijiste que no te gustaba! Y al final tuve que ser yo quien cedió a tu capricho, como siempre.

LUZ Alguien tiene que ser.

MARTÍNEZ. Alguien, no. Yo. Como el haber accedido a ir a Toledo a visitar a Roberto porque a ti se te ha antojado.

LUZ No te cuesta ningún esfuerzo hacerlo. Toledo está a un paso de aquí. Y á él tu visita le dará una gran alegría. Ya le has llamado, ¿no?

MARTÍNEZ ¿Qué iba a hacer si no?

LUZ ¿Y qué te ha dicho?

MARTÍNEZ Cuando le he dicho que mañana voy a verlo a Toledo ha reaccionado con exageradas muestras de cordialidad. Hasta me ha dicho que me quede unos días, que en su casa hay sitio de sobra.

LUZ ¿Unos días? Recuerda que pasado mañana yo me voy a Barcelona y allí te espero para visitar varios sitios que desconocemos, Montserrat, Sitges…

MARTÍNEZ Tranquila. Le dicho que sólo pasaré una noche en su casa porque he quedado contigo en Barcelona.

LUZ Siempre le has odiado. Desde que se casó con Margarita, la mujer que tú amabas. Tú has repetido mil veces que Roberto le había ido a Margarita con el cuento de que tú tenías una aventura contra chica.

MARTÍNEZ Y no era verdad. Lo que quería Roberto era robarme a Margarita el muy…

LUZ ¡Déjalo! Eso ya no tiene remedio ahora. Margarita, al poco tiempo, se mató la pobre en un accidente  automóvil. Y tú te casaste conmigo. Por cierto, te casaste conmigo porque mi figura te recordaba a Margarita.

MARTÍNEZ ¿Ahora me vienes con esas?

LUZ ¡Qué más da! La cuestión es que mañana vas volver a ver a Roberto después de tantos años. ¿Cuándo fue la última vez? Ah sí. Volvimos a ver a los dos, a Roberto y a Margarita, en Barcelona, en el Liceo, disfrutando de Tosca. ¿Te acuerdas?

MARTÍNEZ (Se dispone a seguir leyendo la novela de Collins) Me acuerdo. Y ahora, ¿seguimos leyendo un rato más antes de irnos a dormir? Mañana tengo que madrugar.

LUZ Claro. Y yo también.

 

SEGUNDO CUADRO

Toledo

 

ROBERTO y MARTÍNEZ, en la sala de estar de la casa del primero. Ambos aparecen sentados a una mesa con los restos de la cena que acaban de consumir. Tienen ante ellos una botella de vino mediada y dos copas vacías.

ROBERTO ¿Qué tal has pasado el día?

MARTÍNEZ  Algo movido, la verdad. Desde que supe que no ibas a ir a buscarme a la estación…

ROBERTO  Ya te dije por teléfono que no podía acudir por culpa de una reunión en mi despacho que se alargó más de lo esperado. Pero te aconsejé que cogieras un taxi  para llegar aquí, como muy bien has hecho..

MARTÍNEZ ¿Qué otra cosa podía hacer?

ROBERTO Y aquí estaba yo esperándote con los brazos abiertos. Aunque te noté algo nervioso.

MARTÍNEZ ¿Algo nervioso?

ROBERTO Bueno, recuerdo que me ofrecí para llevarte la maleta a tu habitación y reaccionaste como si llevaras en ella el motín de un robo..

MARTÍNEZ Simplemente te dije que no pesaba nada y yo mismo la llevé. Pero olvidemos eso.

ROBERTO Por supuesto. Pero el resto del día, ¿te ha parecido bien? Me refiero por ejemplo a  la comida cerca de la Catedral. ¿Estaba a tu gusto la perdiz escabechada?

MARTÍNEZ Claro que sí. Y los cafés en la calle de Bécquer también.

ROBERTO ¿Y el paseo hasta el Tajo?

MARTÍNEZ Muy interesante.

ROBERTO Te noto algo cansado, algo…

MARTÍNEZ  No, estoy bien. El vino de la cena no me ha sentado como yo desearía.

ROBERTO Bueno, eso se pasa cuando cojas la cama.  ¿Así que mañana te vas a Barcelona a reunirte con Luz.

MARTÍNEZ Sí. Le prometí hace tiempo visitar el monasterio de Montserrat y algunos otros sitios de la provincia.

ROBERTO  Es una pena que no te quedes más días. Había pensado ir contigo al campo mañana por la tarde para presentarte a una mujer.

MARTÍNEZ Siento no poder quedarme más tiempo. Tengo a media mañana el vuelo a Barcelona.

ROBERTO Otra vez será. Por cierto, ahora que dices que te irás a media mañana, te recuerdo que por las mañanas entre las diez y las doce viene una muchacha a limpiar el piso. Si necesitas algo de ella, que te planche una camisa, que te lave alguna prenda, lo que sea, no tienes más que pedírselo. Es muy diligente. Se llama Iris. (De repente suena el teléfono) Perdona. (Descuelga el auricular) Diga… ¿Cómo? … ¿Mañana?... Si es tan urgente allí estaré. Hasta entonces. (Cuelga el auricular. Luego mira a MARTÍNEZ con gesto de desánimo) ¡Vaya contratiempo, chico! Mañana a las siete he de tomar un avión para Londres. Asunto urgente de la Multinacional en que trabajo. De modo que cuanto tú te levantes yo ya no estaré aquí.

MARTÍNEZ (Se extraña) ¿Pero tú te crees que los médicos no madrugamos?  Por supuesto que pienso levantarme a tiempo de despedirme ante de que te vayas de casa.

ROBERTO (Sonríe) Ya veremos. De lo que puedes estar seguro es de que no pienso despertarte únicamente con ese propósito. Haz como si estuvieras en tu propia casa. Dejaré una nota a Iris pidiéndole que te haga café y te traiga panecillos. ¿O prefieres que te sirva algo más sólido en cuanto llegue?


       
          MARTÍNEZ (Repara en el cenicero de cristal que reposa sobre la mesa y luego mira la frente de ROBERTO) ¿Algo más sólido? No, no, por Dios. Ya es bastante sólida la comida que dan en el avión.

ROBERTO (Le llena la copa de vino a MARTÍNEZ  y luego se llena la suya) ¿En qué piensas ahora? Anda, bebe.

MARTÍNEZ Ya no bebo más. Me encuentro algo cansado. Creo que, con tu permiso, voy a acostarme.

(Se levanta de la silla para irse)

ROBERTO Sí, es mejor que te retires. Y así podrás pensar en Luz mientras esperas concilias el sueño. Yo también iré ahora, pero antes, como cada noche consultaré una cosa. (Echa mano al bolsillo interior de la chaqueta y saca una fotografía, que enseña a MARTÍNEZ). Mira.

MARTÍNEZ (Observa unos segundos la fotografía y enseguida su rostro se contrae y le tiembla la voz)  Mar-ga-ri-ta. ¡Qué joven!

ROBERTO (Sonríe) Muy joven. Veinte años. De cuando se casó conmigo. Tú la querías mucho, ¿verdad, amigo?

MARTÍNEZ (Rápidamente, sin darle tiempo a reaccionar, coge el cenicero de cristal y golpea fuertemente con él la frente de Roberto, que, tras chocar con la cabeza ensangrentada el borde de la mesa, cae al suelo y allí queda inerte) Tú no eres mi amigo. (Se agacha para tocarle la muñeca) Nunca lo fuiste. (A continuación escribe una nota y luego la lee en voz alta para ver cómo suena: “Buen viaje. Si necesitas algo, ya sabes dónde puedes localizarme. Te apunto el número del hotel de Barcelona donde nos alojaremos Luz y yo, etcétera”. (Deja la nota sobre la mesa) Que duermas bien. Yo también me voy a acostar.

(Sale del comedor )

 

 

TERCER CUADRO

Barcelona

Hotel donde están alojados  LUZ y MARTÍNEZ

En la habitación. Ambos desayunando.

 

MARTÍNEZ ¿Has visto por casualidad mi cartera?

LUZ  ¿Tu cartera? No. Ya la habrás perdido otra vez. No he visto hombre más despistado..

MARTÍNEZ Pues entonces me la habré dejado en Toledo en casa de Roberto. Ya le llamaré preguntándole si la ha visto. Otra cosa. ¿Hoy nos toca visitar Montserrat? ¿O quieres que lo cambiemos por pasar un día en Sitges?

LUZ Me lo dejas fácil. Por un lado, seriedad, recogimiento. Por otro, diversión, aire puro. ¿A ti qué te parece?

MARTÍNEZ O sea, que nos vamos a ver el mar y a tomar unas gambas en el puerto de Sitges.

LUZ Y luego podemos bañarnos en el Mediterráneo.

MARTÍNEZ O visitar el Cau Ferrat.

(De repente suena el teléfono de la habitación)

LUZ ¿Lo coges?

MARTÍNEZ Tú estás más cerca.

LUZ Pero tengo a medias el café y se me puede quedar helado del todo. ¡Cógelo tú!

(El teléfono sigue sonando)

MARTÍNEZ (Se levanta de mal humor) Siempre tengo que ceder yo. (Descuelga el auricular) Diga… ¿De la recepción? ¿Qué pasa?... ¿Cómo? ¿La policía aquí? … Vale, vale. En el vestíbulo… Dígale que en diez minutos estoy ahí. Gracias.

(MARTÍNEZ cuelga el teléfono y va al armario)

LUZ (Se extraña) ¿Qué pasa?

MARTÍNEZ (Empieza a vestirse)  La policía. Está abajo. Esperándome.

LUZ ¿Y qué tiene que ver contigo?

MARTÍNEZ El recepcionista no me lo ha dicho. 

LUZ (Se asusta) ¿Has hecho algo malo?

MARTÍNEZ ¿Qué malo voy a hacer?

LUZ Tú sabrás.

MARTÍNEZ (Acaba de vestirse y se dispone a salir) No será nada. Algún malentendido. Ve terminando de desayunar. Y empieza a arreglarte. Verás cómo estoy aquí enseguida.

LUZ Vale. Cuando vuelvas, sube el periódico del día.

MARTÍNEZ Si está, cuenta con ello.

(Sale)

 


CUARTO CUADRO

El vestíbulo del hotel. En el rincón de la diosa Diana.

MARTÍNEZ y un POLICÍA de Barcelona.

 

MARTÍNEZ (Se acerca al POLICÍA) Buenos días.

POLICÍA Buenos días.

MATÍNEZ Me ha dicho el recepcionista que quería hablar conmigo.

POLICÍA  Sí. Puro trámite. ¿Es usted el doctor Miguel Martínez?

MARTÍNEZ Así es.  

POLICÍA (Saca de un sobre amarillo una cartera y se la da a MARTÍNEZ) Creo que ésta es su cartera.

MARTÍNEZ Sí, es mi cartera. Muchas gracias. Debí dejármela en casa del empresario toledano Roberto Rodríguez.

POLICÍA ¿Lo conocía bien?

MARTÍNEZ No mucho. Es verdad que lo conocía desde hace algunos años, pero nunca llegamos a intimar demasiado. Hacía cinco años que no nos veíamos.

POLICÍA Y la noche que pasó usted en su casa, ¿no oyó nada extraño? 

MARTÍNEZ No

POLICÍA ¿Está usted seguro?

MARTÍNEZ Segurísimo. ¿Por qué me pregunta eso? ¿Es que le ha ocurrido algo malo?

POLICÍA ¿No lo sabe? Ayer el señor Rodríguez apareció asesinado en su casa.

MARTÍNEZ (Se sorprende) Es una terrible noticia. ¿Se tiene algún indicio de quién haya podido ser su asesino?

POLICÍA Desde luego que sí. Según nuestros compañeros de Toledo, el sospechoso es el hermano de la señora que limpia la casa del señor Rodríguez. Esa noche estaba borracho y no tiene coartada para la hora del crimen, que fue entre las ocho de la noche y las tres de la madrugada. El hombre vive con su hermana y esa noche se fue de casa llevándose su llavero, en el que tenía las llaves del piso del señor Rodríguez. No regresó hasta pasadas las doce del día siguiente. Iris, su hermana, llegó a preocuparse seriamente por su paradero, y debido a ello no fue a trabajar al apartamento del empresario. Trató de llamarle por teléfono a eso de las ocho y media, pero nadie le respondió. Nuestros compañeros de Toledo han interrogado a Antonio, el hermano de Iris, por lo visto un hombre alocado y con antecedentes, y no ha dicho más que contradicciones.

MARTÍNEZ ¿Y saben cuál es el motivo del asesinato?

POLICÍA Posiblemente por resentimiento. La policía de Toledo cree que ha podido moverle el dinero, de haber estado sobrio y capacitado para encontrar algo. Parece un caso para psiquiatra o para ser internado como alcohólico. Debió usar la llave para entrar en el piso del señor Rodríguez y sorprenderlo. Iris dice que el señor Rodríguez había tratado de convencerla para que dejara de vivir con su hermano porque por lo visto le pegaba y le robaba el dinero. Y a nuestros colegas de Toledo les consta en sus ficheros que el señor Rodríguez tuvo que llamarles para que sacaran a Antonio de su casa un día que fue a buscar a su hermana.

MARTÍNEZ A todo esto, ¿ese hombre ha confesado su culpabilidad?

POLICÍA En realidad, siempre según los compañeros de Toledo, eso da igual. Es un pobre infeliz que la mitad del tiempo no se entera de lo que hace. De todos modos en la cárcel tendrá tiempo de sobra para moderar los efectos de sus acciones. Y esto es todo, señor Martínez. Muchas gracias.

MARTÍNEZ Gracias a usted, agente. Me tiene a su servicio. Ah, y muchas gracias por traerme la cartera.

(El POLICÍA sale)

(MARTÍNEZ se acerca al estante de los periódicos del día y coge el de mayor tirada. Y con él bajo el brazo parte hacia los ascensores)

 

 

QUINTO CUADRO

En la habitación del hotel que ocupa el matrimonio. LUZ, aún sin arreglar. Sentada, esperando a su marido. Enseguida entra MARTÍNEZ.

 

MARTÍNEZ (Se sorprende al verla vestida como la había dejado anteriormente) Pero, mujer, ¿todavía no has empezado a arreglarte? ¿Es que no quieres ir a Sitges?

LUZ (Ansiosa) Antes me gustaría saber que quería decirte ese policía.

MARTÍNEZ No quería decirme gran cosa. Sólo quería devolverme la cartera. Me la había dejado en casa de Roberto, como suponía.

LUZ ¿Y qué hacía ese policía en casa de Roberto?

MARTÍNEZ Nada. Él es un policía de Barcelona. Se ve que la policía de Toledo encontró la cartera y la nota que le dejé en la mesa del comedor antes de irme a dormir.

LUZ ¿Eso es todo?

MARTÍNEZ ¿Qué más quieres?

LUZ ¿Por qué has tardado tanto?

MARTÍNEZ Por el periódico. He encontrado éste. (Se lo da). Es el de mayor tirada. Pero no te pongas a leerlo ahora. Al final no iremos hoy a ningún sitio.

LUZ (Lo coge y lo abre por varias páginas mientras lo ojea, De repente localiza algo que la sobresalta) ¡Pero qué es esto!

MARTÍNEZ  ¿El qué?

LUZ (Mira a su marido con ojos espantados) ¿Lo has leído?

MARTÍNEZ (Se extraña) ¡Ni siquiera lo he abierto! ¿Qué  tengo que leer?

LUZ (Imperiosa) Siéntate y escucha.

MARTÍNEZ (Obedece a regañadientes) ¿Qué tengo que escuchar?

LUZ Escucha con toda tu atención. (Lee en el periódico) “Ayer fue asesinado en su apartamento el empresario toledano Roberto Rodríguez, al parecer de un golpe que el presunto asesino le propinó en la cabeza con un objeto pesado en el comedor de la casa. Según el forense la víctima murió entre las ocho de la noche y las tres de la madrugada…” (Levanta la mirada del diario para clavarla en MARTÍNEZ) ¡Santo Dios!  ¡Eso ocurrió la noche en que tú estabas en su casa!

MARTÍNEZ  (Tranquilo aparentemente) Yo me despedí de él después de cenar y fui a acostarme a eso de las once a la habitación que Roberto me había adjudicado cuando llegué a su casa.

LUZ ¿Y no oíste nada?

MARTÍNEZ Nada en absoluto. Mi dormitorio estaba al extremo del pasillo, Además cerré la puerta.

LUZ ¿Y a la mañana siguiente no lo viste?

MARTÍNEZ ¿Cómo iba a verlo? Ah, no te lo había dicho. La noche anterior antes de irme a dormir, Roberto recibió una llamada telefónica inesperada. Al parecer debía hacer un vuelo urgente a Londres a primera hora de la mañana para asistir a una reunión importantísima con los jefes de la Multinacional para la que trabaja desde Toledo. Así que cuando me levanté por la mañana di por sentado que se había ido. Yo dejé el piso sobre las nueve de la mañana.

LUZ ¡Y pensar que aún estaba en el comedor, muerto, frío!  ¡Qué horror, Manuel!

MARTÍNEZ Sí, Luz, un horror. No cabe ninguna duda. Pero no es culpa mía. No debes temer nada, Luz. Y ahora, querida, ¿puedes empezar a arreglarte?

LUZ (Cierra el periódico) Espera un poco. Si tú no has sido, ¿quién ha matado a Roberto?

MARTÍNEZ Creo que ha sido el hermano de la sirvienta. Un tipo alcohólico que odiaba mucho a Roberto. Es decir, una escoria humana.

LUZ (Respira aliviada) Gracias a Dios. ¿Te imaginas qué habría pasado si te hubieran acusado a ti.

MARTÍNEZ ¡No lo digas ni en broma! Me habría costado mucho demostrar mi inocencia, puesto que me hallaba en la casa del crimen a la hora en que se cometió.

LUZ  Tú lo has dicho. No habrías podido probarlo. Así que demos las gracias a ese pobre hombre, Antonio o como se llame. Lo que tú has dicho: un alcohólico, una escoria humana. En fin, un favor que nos ha hecho. Y ahora, sí, voy a vestirme. (Se levanta y va al armario) Sitges nos espera. La vida sigue. (Empieza a vestirse mientras ríe a carcajadas)

MARTÍNEZ  (Se extraña) No sé de qué te ríes tanto. Se trata de una historia bastante trágica.

LUZ ¿Trágica porque no te han acusado a ti? Piensa en nosotros si el periódico hubiera escrito: Marido asesina a antiguo rival por una mujer después de diecisiete años y después de once años de matrimonio con otra mujer. Sin embargo, la llama primera sigue ardiendo.” ¿Tú crees que me hubiera hecho gracia el tema?

MARTÍNEZ ¿De qué estás hablando, Luz?

LUZ ¿Te crees que no sabía que estabas enamorado de Margarita? ¿Qué todavía lo sigues estando? ¿Crees que no sé que has matado a Roberto? (Acaba de ponerse una falda rosa con flores y pone sus brazos en jarras como desafiando a MARTÍNEZ)

MARTÍNEZ (Con el rostro demacrado) Estás en un error, cariño.


          LUZ Si tú lo dices… Anda, vámonos a Sitges. A ver si te da un poco el aire del mar, que estás pálido como un pez sacado del agua.

(Ambos salen de la habitación)


 

SEXTO CUADRO

Toledo

Comisaría de policía cercana al piso donde vivía ROBERTO.

MARTÍNEZ y un POLICÍA de Toledo

 

MARTÍNEZ (Entra y se acerca al POLICÍA que hay en el mostrador) Buenos días.

POLICÍA  Buenos días. ¿En qué puedo servirle?

MARTÍNEZ Me llamo Manuel Martínez y traigo una información muy importante sobre el caso del asesinato del empresario toledano Roberto Rodríguez.

POLICÍA   (Toma un papel y se dispone a anotar) ¿Qué sabe usted eso?

MARTÍNEZ Más de lo que usted se imagina.

POLICÍA  Pues adelante. Diga.

MARTÍNEZ (Duda) Verá, señor agente. Antes me gustaría saber el paradero del hombre acusado de asesinar a Roberto Rodríguez.

POLICÍA  ¿Para qué necesita saber dónde se encuentra ese hombre? Además, señor Martínez, yo no estoy autorizado para darle esa información; así que no puedo proporcionársela.

MARTÍNEZ Pues la información que iba a darle podría ser de capital importancia para aclarar el caso.

POLICÍA  Si insiste tanto, espere unos segundos que voy a consultarlo con mi superior.

(El POLICÍA  sale)

(MARTÍNEZ se queda pensativo)

(Al poco rato entra el POLICÍA 2 acompañando al primero)

POLICÍA 2 (A MARTÍNEZ)  Buenos días, señor Martínez.

MARTÍNEZ Buenos sean para todos.

POLICÍA 2 Mi compañero me dice que usted desea saber el paradero de Antonio Vázquez, el acusado de asesinar a Roberto Rodríguez y darnos información sobre algo relacionado sobre el caso. ¿Es así?

MARTÍNEZ Sí, señor agente, así es. Y…

POLICÍA 2 Pues siento decirle que llega un poco tarde.

MARTÍNEZ (Se extraña) ¿Por qué lo dice?

 POLICÍA 2 Porque Antonio Vázquez acaba de suicidarse. Se ha machacado la cabeza contra la pared de su celda.

MARTÍNEZ (Consternado) ¡Dios! ¡Cómo es posible!

POLICÍA 2 De todos modos, ¿podría decirme en qué consiste la información que iba a darnos?

MARTÍNEZ (Duda) ¿La información? Si me permite, prefiero no dársela, teniendo en cuenta las actuales circunstancias. Quiero decir que ahora ya no hay nada que hacer, ¿no le parece? Era una prueba más en contra de Antonio Vázquez.  Pero ahora ya no sirve de nada. Bastante tragedia hay como para…

POLICÍA 2 Tiene usted razón

MARTÍNEZ En fin, gracias por atenderme y buenos días otra vez.

POLICÍA 2 Buenos días.

(Oscuro)

 

 


ÚLTIMO CUADRO

Toledo. Entre dos luces. MARTÍNEZ asomado al río Tajo en el puente de Alcántara.

 

MARTÍNEZ (Monologa) Aquí estoy otra vez, en Toledo, la ciudad donde maté a Roberto Rodríguez. Ya no podía más soportar mis remordimientos y hoy por la mañana me he despedido de Luz y he cogido un tren a Madrid y otro a Toledo. Venía con la intención de entregarme a la policía, y librar de una condena injusta a Antonio Vázquez, el acusado de asesinar a Roberto. Pero en la comisaría me dicen que el encarcelado se ha suicidado destrozándose la cabeza contra la pared de su celda. He estado todo el día deambulando por la ciudad y dándole vueltas a la idea de quitarme la vida también. Estoy convencido de que he caído mucho más bajo que el miserable borracho que se acaba de matar. Siento en mi alma un vacío extraño. Reconozco que desde un principio, desde que en Madrid cogí el tren para Toledo, tenía planeado mi plan de asesinar a Roberto, y lo llevé a cabo con frialdad y con éxito. Pero la situación se complicó con consecuencias verdaderamente trágicas. Primero, Luz, mi mujer, y luego Antonio Vázquez. El diablo lo ha enredado todo y lo ha vuelto difícil de explicar. Al matar a Roberto me he matado a mí mismo. Y ahora soy un hombre muerto, un cadáver ambulante. Y ahora estoy aquí, en este puente monumental de Toledo, asomado, mirando fijamente las oscuras aguas del Tajo. Imagino mi cuerpo cayendo en el río desde aquí arriba y sumergiéndose en sus profundidades. Sin embargo, cobarde como soy, sé que no voy a ser capaz de arrojarme. (Pausa) Estaré un rato más mirando cómo baja el río hacia Portugal y luego volveré a la estación a coger el tren de vuelta a Madrid.

(Oscuro)

FIN