jueves, 14 de noviembre de 2024

OTOÑO EN LA POESÍA EN CASTELLANO


 El tema del otoño ha sido, es y será cantado por todos los poetas del mundo debido sin duda a la melancolía que transmite la estación en la que pierden sus hojas los árboles y son abundantes las lluvias, las nieblas y los vientos entre otros fenómenos de la naturaleza. Y como hablar de todos los poetas que se han ocupado en sus versos de hablar del otoño, nosotros nos quedaremos con los poetas de habla hispana que más nos pueden interesar. Y empezamos por el Premio Nobel Juan Ramón Jiménez:

Otoño

"Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.

¡Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina."


(En el presente soneto de Juan Ramón Jiménez aparecen algunos elementos naturales mencionados arriba: la caída de las hojas, la lluvia, el viento..., y además, y  sobre todo, el encanto que produce contemplar la belleza del paisaje de octubre, que posee, como leemos en el último verso, "la excelsitud de su verdad divina".

 

 Continuamos con otro excelentísimo poeta, Antonio Machado:

Amanecer de otoño

"Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador."


(En la cuarteta central del poema de Machado figuran rasgos característicos del otoño: la tierra mojada por el rocío y el color amarillo de las hojas de los álamos, tan frecuentes en la Soria de su corazón. Y el resto de los versos se encargan de mencionar otros colores y actividades propios de la estación: grises peñascales, montes de violeta; el cazador con la escopeta a la espalda, los galgos...)

Y cerramos esta entrada con otro Premio Nobel, la poeta chilena Gabriela Mistral:

Otoño

"A esta alameda muriente
he traído mi cansancio,
y estoy ya no sé qué tiempo
tendida bajo los álamos,
que van cubriendo mi pecho
de su oro divino y tardo.

Sin un ímpetu la tarde
se apagó tras de los álamos.
Por mi corazón mendigo
ella no se ha ensangrentado.
Y el amor al que tendí,
para salvarme, los brazos,
se está muriendo en mi alma
como arrebol desflocado.

Y no llevaba más que este
manojito atribulado
de ternura, entre mis carnes
como un infante, temblando,

¡Ahora se me va perdiendo
como un agua entre los álamos;
pero es otoño, y no agito,
para salvarlo, mis brazos!

En mis sienes la hojarasca
exhala un perfume manso.
Tal vez morir sólo sea
ir con asombro marchando
entre un rumor de hojas secas
y por un parque extasiado.

Aunque va a llegar la noche,
y estoy sola, y ha blanqueado
el suelo un azahar de escarcha,
para regresar no me alzo,
ni hago lecho, entre las hojas,
ni acierto a dar, sollozando,
un inmenso Padre Nuestro
por mi inmenso desamparo."


(En este profundo y sincero romance Gabriela Mistral, además de dejar claro el rasgo más patente de la estación, que es caída de las hojas (además del "azahar de la escarcha" que por la noche "ha blanqueado el suelo"), se vale de ese elemento físico y natural para hablar de su sentimiento relacionado con el hecho de morir, como queda expresado en los versos siguientes: "Tal vez morir sólo sea/ ir con asombro marchando/ entre un rumor de hojas secas".)

 


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