miércoles, 14 de diciembre de 2022

BALADA GALLEGA Premio J. G. Caneiro

 


Me acaban de llegar de Alpedrete (Madrid), sede de la editorial La Discreta, los veinte ejemplares del libro Ha sido vida ( Ediciones de La Discreta. S. L. Colección Bastardilla, Madrid, 2022, con ISBN 9788418130144), que me corresponden por haber ganado el I Premio Internacional de Poesía José García Caneiro de 2021, además del Diploma nominal como ganador del Premio, 15 libros publicados por la editorial pertenecientes a varios géneros literarios (yo elegí previamente 4 de narrativa, 6 de poesía, 3 de ensayo y 2 de teatro) y una suscripción para recibir los libros que La Discreta ha ido publicando durante el año que está a punto de terminar. 

A continuación copio mi poema, BALADA GALLEGA, ganador del I Premio Internacional de Poesía “José García Caneiro” (Certamen que se convoca cada dos años):

 

I

Me pregunto a qué dios celta rezarán

estos pinos de Portonovo.

Sólo quien nace cautivo

es capaz de rezar bajo este palio de lluvia.

Como almas en pena,

rezan y bailan sobre los helechos.

Los miro como si yo fuera otro árbol,

otro cautivo sin saberlo.

Y rezo la mejor canción que sé:

el silencio.

 

 


II

Frente a un Calvario duerme fiel su muerte

una dama de piedra que fue señora un día

de algún pazo gallego.

Al otro lado del altar,

en otra larga muerte ensimismado,

en larga piedra duerme también quien fuera un día

el dueño de su corazón.

Y fuera, la lluvia y los pinos altos que rezan.

¿Cuál fue la soledad o el alto amor

que enredó sus madejas terrenales?

Dos escudos relatan sus rápidos linajes

sin heraldos. Quizás una leyenda

tejió su soledad o su alto amor.

Ceniza mojada por la lluvia.

Todo está entre estos muros,

bajo el techo silente de esta iglesia.

En Cambados, el sueño de granito,

la muerte de la muerte y unos labios

helados en la flor de una sonrisa.

 


 

III

Me pregunto si este acto de amor de Portonovo

algo tiene que ver con las plegarias

de los altos pinos que ahí, amantes,

rezando, se besan bajo el viento

y ofrecen su prisión a algún dios celta

que los oye en la lluvia.

Amamos como ellos y rezamos

para alargar el hilo del momento.

Los rumores, los gemidos mojados de los pinos

acompasan los besos, los abrazos,

la siembra y el silencio.

Me pregunto si este acto de amor de Portonovo

es cosa de la ría,

del mágico obelisco que a unos pasos,

sobre el cantil, señala otro destino.

No sé, pero ahora quieto,

mientras mis manos sueñan todavía

con tu ternura, sigue

siendo el lecho la playa donde el mar

se apacigua, y yo un niño

 absorto en su silencio.

 

 



 





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