jueves, 24 de octubre de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. LECTURAS DE AYER (I)

Aprovechando que está de moda la llamada "Memoria histórica" recuerdo algunos detalles sobre las lecturas de ayer. Y empezaré con el título que sigue:


QUÉ DEBO LEER”

Así se llamó un libro que, con el subtítulo “Guía de lecturas para hombres, mujeres y niños”, dio a conocer el escritor José Mª Borrás en la Sociedad General de publicaciones, S. A.. (Barcelona, 1931) y que fue ampliamente utilizado en los años que siguieron a nuestra guerra civil y, en consecuencia, durante el franquismo.
Ya en el Prólogo el autor asegura que las listas de libros que ofrece a lo largo de la obra “son para el gran público únicamente” y que no por ello el libro mostrado “puede ser útil para el lector corriente, ahorrándole trabajos y tanteos.” A la pregunta “¿Por qué debemos leer?” responde clara e incuestionablemente: “Para recrear el entendimiento, enriquecer la memoria, alimentar la voluntad, dilatar el corazón y satisfacer el espíritu.” De lo cual deduce el autor los tres tipos diferentes de lecturas: las que nos ofrecen los maestros de la literatura para nuestro recreo, las de estudio y consulta y las que cultivan nuestra sensibilidad y mejoran nuestra forma de ser.
El resto del libro se limita a presentar varias listas: la primera de todas está constituida por “Los cien mejores libros, según Sir Lubbock”, lista que posee graves defectos: el más importante, el excesivo dominio de obras escritas en inglés (54 para ser más exactos); otros defectos: la lista contiene sólo un libro en español (menos mal que es El Quijote), uno en italiano (La Divina Comedia, claro), tres o cuatro en alemán, algunos más en francés y pocos pertenecientes a los clásicos griegos y latinos. La mejor lista para el autor es la llamada “Las cien obras maestras de la literatura universal, según Louis Dumur”, que contiene autores y obras de todo tiempo y lugar, desde la Biblia hasta las Poesías y Cuentos de Kipling. En las páginas siguientes Borrás abre un paréntesis para elogiar y comentar obras y autores de fama universal, desde la citada Biblia, para cuyo elogio recurre a las archiconocidas palabras de Donoso Cortés, hasta los clásicos griegos y latinos y la literatura cristiana, para afrontar, acto seguido, los diversos géneros literarios; en primer lugar, trata de la Poesía, citando listas de obras y autores pertenecientes a las principales literaturas españolas y extranjeras; haciendo lo mismo con el Teatro y siguiendo por los Cuentos y Novelas. Concluye las listas con libros que se refieren a los grupos siguientes: Historia, Biografía y Crítica artística, Diarios, Memorias y Epistolarios, Geografía y Viajes, Literatura científica, Ensayistas y moralistas, Sociología y Política, y Religión y Filosofía. Apenas deja libros importantes fuera aunque hay otros que se repiten en algunos grupos (cosa inevitable si se tiene en cuenta la similitud entre no pocos de ellos).
El libro cobra su interés en las últimas páginas de la obra con los dos apartados siguientes: “¿Qué deben leer las mujeres?” y “Lecturas infantiles” No voy a decir nada sobre el primero, salvo que me parece de una discriminación aberrante respecto de las lecturas para hombres, que ya anteriormente se han llevado el mayor peso del libro (discriminación, no obstante, comprensiva si se tiene en cuenta la época de la que hablamos) Pero sí de las “Lecturas infantiles”, por considerarlo parte esencial del trabajo que me ocupa.
 
 
Nada más empezar el apartado, el autor se da prisa en dejar bien claro el espíritu que le ha movido a presentar las listas de libros para niños que más adelante lleva a cabo. Y así dice: “Conviene proporcionarles obras escritas ex profeso para ellos, cuidando ya desde un principio de que estos libros, por su valor literario, por su presentación, por la calidad de sus láminas, contribuyan a formar el gusto y la sensibilidad de los pequeñuelos.” 
 Acto seguido, y siguiendo a Marcel Braunsvich, trata de las tres grandes etapas de la vida intelectual del niño antes de presentar la lista de libros correspondiente a cada uno de ellos.
 
Esquemáticamente, las etapas a que hemos hecho referencia, acompañadas por sus principales temas lectores, se presentarían así:
 
 
.-Primera: de 5 a 9 años.
Narraciones de hechos maravillosos y descripciones del mundo natural.
 
.-Segunda: de 9 a 12 años.
Narraciones y descripciones que satisfagan la imaginación.
Escenas y vivencias de la vida doméstica y escolar rodeadas de ensueño y fantasía.
Desde los 11 años dejará los cuentos infantiles y se interesará por las novelas de aventuras.
 
.-Tercera: de 13 a 15 años.
Primeras novelas con experiencias humanas vividas, que muestren los primeros dolores y gozos verdaderos de la existencia.
La historia humana y el dilatado ámbito del universo, y lo que hay en ellos de maravilla y apele a la imaginación infantil (aspectos curiosos de la tierra y del mundo material y las especiales particularidades de la vida de los animales y las plantas.
Finalmente, antes de mostrarnos las anunciadas listas de libros, el autor nos hace una advertencia del todo incuestionable, a mi parecer, y que sin duda juzgo lo más acertado de la página: “No les impongáis a los niños los libros y las lecturas. Que sean ellos quienes los pidan. Llevadles con frecuencia a visitar los escaparates de las librerías (...). Habladles con entusiasmo de los libros que leísteis en vuestra...” Yo añadiría que nos vieran leer a nosotros con frecuencia. El ejemplo es la mejor educación y la que mejor cala en las almas infantiles.
 
No hay sitio para copiar todos los libros que abarcan las tres listas. Basten unos ejemplos para que podamos hacernos una idea del contenido de cada una de ellas.
 
Lista primera: Cuentos de Perrault, de las Mil y una Noches, de Grimm, de Hadas, El gigante egoísta, de O. Wilde, Aventuras de Peter Pan, Alicia en el país de las maravillas, Leyendas de Oriente, Cuentos del Padre Coloma...
 
 
 
 
Lista segunda: La Odisea, Los caballeros de la Tabla Redonda, El Lazarillo de Tormes, Ivanhoe, La cabaña del tío Tom, La isla del Tesoro, Cuentos de Poe, Hace falta un muchacho, de Cuyás, Novelas de Julio Verne, de Emilio Salgari...
 
Lista tercera: Novelas de Dickens, de Kipling, La guerra de los mundos, de Wells, Novelas de Curwood, de Zane Grey, Beau Geste, de Wrent, Platero y yo, de J. R. Jiménez, Arte y costumbres de los pieles rojas, de Harris Salomón...






2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Creo que la transmisión oral es decisiva en el desarrollo del gusto por la lectura.
    Varios testimonios del XIX (en el apogeo de la novela) recuerdan los corrillos que se formaban para escuchar cada nueva entrega de un folletón de Dumas o de Balzac leída en voz alta por un lector competente.
    Eso mismo vivimos algunos mocosos a principios de los 70, al escuchar la impagable lectura de “El extraño caso del señor Valdemar” de Poe, leída con debida elocuencia por el Sr. Conde. Esa experiencia irreemplazable es hoy muy poco común. ¿Porqué será que se lee tan poco y tan mal en voz alta? Y lo que quizá sea más inquietante ¿se leerá mejor en voz baja?

    ResponderEliminar