martes, 30 de julio de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. EL NIÑO QUE ESCRIBÍA CUENTOS DE MIEDO 1

                                                                                                       Para mis nietos Xavi y Martí


Capítulo I. Xavi decide ir a explorar la casa embrujada

Xavi es un niño de diez años que vive en Cerdanyola del Vallés. Tiene mucha imaginación y le gusta leer historias de miedo y escuchar las que le cuenta su abuelo.
Un día que acababa de terminar de leer una de estas historias, le entraron ganas de escribir la primera historia de miedo de su vida, semejante a la de su lectura. La acción pasaba en una casa embrujada donde ocurrían fenómenos extraños que asustaban mucho a la gente que se acercaba a ella. De día brotaban de sus paredes cantos de pájaros desconocidos, y de noche alguien gritaba en su interior pidiendo socorro.
La casa, que se abría diciendo la palabra mágica “Diáspora” y se cerraba pronunciando “Trapabajo”, temblaba cuando el viento soplaba fuerte y se encogía cuando llovía más de la cuenta. Los calores del verano hacían que la casa volviera a su tamaño habitual y a recuperar su equilibrio. La vivienda se componía de un salón lleno de armaduras oxidadas y tapices antiguos, y una habitación que contaba con un viejo armario de madera oscura. Nada más.
En cuanto a los personajes de la historia, eran principalmente dos: uno, el dueño de la casa, un ser misterioso que dormía en un armario, de pie, como las capas que había colgadas en el mueble. Y el segundo personaje era el propio Xavi, que empezó a actuar cuando decidió ir a la casa embrujada para averiguar el origen de los cantos de pájaros desconocidos y los gritos de socorro.
Xavi, que, además de imaginativo, es muy valiente, preparó una mochila con todo lo que necesitaba para sus exploraciones y se dirigió al lugar donde se encontraba la casa. El edificio estaba al lado de un bosque, cerca de un río, y un silencio extraño se extendía sobre ella. Era por la tarde y aún quedaba bastante luz de día cuando Xavi llegó a los árboles que acompañaban a la casa.
Nadie habría dicho que aquella construcción estaba embrujada. Pero cuando Xavi llegó junto a la puerta, empezaron a oírse los cantos de los pájaros. Lejos de asustarse, el niño valiente pronunció la palabra mágica, “Diáspora”, y la puerta se abrió, a la vez que cesaban los cantos de los pájaros.




Capítulo II. Las primeras sorpresas

Xavi, en cuanto hubo terminado de escribir el Capítulo I, lo repasó muy bien para que no hubiera ninguna falta de ortografía y estuviera contado como a él le gustaba. Y como todo estaba bien escrito, se puso a planear lo que sucedería nada más pisar el umbral de la casa embrujada. Evitó pronunciar la palabra “Trapabajo”, para que la puerta permaneciera abierta, y dio dos pasos hacia delante. Y como el vestíbulo estaba oscuro y no veía nada, el niño valiente sacó de su mochila la linterna y empezó a enfocar las cosas que allí había mientras seguía caminando. Al enfocar el cono de luz sobre una armadura, le pareció que alguien estaba escondido dentro de ella. Su primera reacción fue dar media vuelta y salir corriendo de la casa. Pero cuando se está escribiendo una historia inventada, el que escribe es más valiente que en la realidad.
Así que Xavi siguió alumbrando los tapices que colgaban de las paredes, todas llenas de máscaras guerreras, algunas de las cuales mostraban rara ferocidad. Por lo que el niño prefirió seguir enfocando armaduras viejas y oxidadas que, como incansables y fieles centinelas, parecían estar vigilando que ningún intruso molestara la paz de la casa.
De pronto, cuando ya parecía que el niño se estaba acostumbrando al ambiente y al silencio de la casa, afuera empezó a llover y a soplar el viento en los árboles del costado del edificio. Y antes de que Xavi se diera cuenta de que el temporal aumentaba, las paredes del salón empezaron a temblar y los tapices que colgaban de ellas. Las máscaras, con el movimiento, adquirían gestos y muecas terroríficas que a otro niño habrían espantado y obligado a dejar para otro momento mejor explorar el resto de la casa.

Pero Xavi, el niño valiente, estaba decidido a descubrir los misterios que encerraba la vieja casa y siguió su camino hasta una habitación donde sólo había un armario de madera oscura. Nada más. Picado por la curiosidad, se dirigió hacia el mueble para abrirlo y examinar su contenido. Y mientras que con una mano aguantaba la linterna, con la otra empuñó el pomo de la puerta del armario y lentamente empezó a tirar de él. Entonces una voz suave y delicada sonó dentro:
--Es mejor que no abras, niño atrevido.
Lejos de acobardarse, Xavi respondió con un tono parecido al anterior, como burlándose de la voz:
--Si he llegado hasta aquí es para adivinar qué misterios encierra esta casa. ¿Eres tú, voz de niña, de muñeca o de lo que sea, uno de esos misterios?



Capítulo III. El ser misterioso del armario

Xavi levantó el lápiz de la hoja donde estaba escribiendo para ver entrar a su hermano pequeño Martí, que enseguida le preguntó qué estaba haciendo.
--Estoy escribiendo una historia de miedo.
--No me gustan las historias de miedo.
--Ésta te gustará porque pienso sacarte en ella.
Martí, sorprendido:
--¿Y qué haré?
--Me ayudarás a descubrir el misterio que hay en el armario.
--¿Qué armario?
--Uno que hay en la casa embrujada que estoy explorando—contestó Xavi--. ¿Y sabes qué pasó al irlo a abrir? Que de repente sonó una voz ronca de vieja.
Martí dio un respingo.
--¿Una voz ronca de vieja? ¡Qué miedo! Y tú qué hiciste? Saldrías corriendo, ¿no?
--Todo lo contrario. Me quedé allí para averiguar de quién era aquella voz.
--Ya me lo contarás. Ahora me voy a jugar con los coches.
--¿No quieres que te avise cuando salgas en la historia?
--Bueno.
Y Martí salió como había entrado. Xavi volvió la mirada a la hoja donde escribía y puso al lado del Capítulo III: “El ser misterioso del armario”. Y en la línea siguiente empezó a escribir.


“Cuando el ser misterioso del armario oyó lo que había respondido Xavi a sus palabras, empujó de golpe la puerta, tirando al niño al suelo. La linterna rodó por el polvo de las baldosas haciendo bailar el cono de luz por la oscuridad de la habitación.
El niño vio desde el suelo, iluminados por la linterna, los extremos de unos tentáculos de pulpo gigante terminados en unos pies desnudos, grandes y deformes, mientras una voz, ahora ronca y muy desagradable, le decía:
--Deberías hacer más caso a los buenos consejos. Ahora vas a pagar los resultados de tu imprudencia.
Xavi, sin hacer mucho caso de sus palabras, se levantó rápidamente y recogió del suelo la linterna. Enfocó con ella el resto del ser del armario y lo que vio no le hizo ninguna gracia. Era una especie de pulpo gigante que tenía por cabeza una calavera monda y lironda; por las cuencas de los ojos salía una luz verdosa y por los agujeros de la nariz un líquido grueso, a modo de moco, iba bajando hasta la mandíbula superior y se colaba entre los pocos dientes que permanecían enganchados a ella; mientras que la lengua parecía un oscuro badajo dentro de su campana. El resto del cuerpo eran los tentáculos de pulpo que hacían de manos y pies, unas y otros provistos de dedos como morcillas y uñas negras y largas como mejillones.
Al verlo, Xavi dio dos pasos hacia atrás.
--¿Ahora te vas a asustar?—dijo el monstruo avanzando hacia él--. ¿Ahora que te iba a contar quién soy y qué hago en esta casa?
Xavi se rehízo.
--¿Va a durar mucho tu relato?
--Lo que haga falta. No haber venido a molestarme y a arrancarme de mi sueño de temporada.
--¿Es que duermes por tiempos?
--¡No te burles!—chilló el monstruo con voz atronadora mientras daba una patada contra el suelo con uno de sus deformes pies y hacía temblar la habitación como una hoja sacudida por el huracán.
Xavi salió rodando hacia el comedor hasta chocar con una de las armaduras oxidadas que, con el golpe, cayó deshecha a su lado; el casco golpeó su propia cabeza. Volvió a perder la linterna, que se quedó alumbrando los pies deformes del monstruo caminando hacia donde estaba él.
--Lo siento, niño valiente. No volveré a espantarte. Y en compensación por el susto que te has llevado, te regalo el casco de armadura que tienes junto a la cabeza. Hay una sorpresa dentro. ¿Quieres ver lo que es?
Xavi, sin decir nada, se levantó para recoger la linterna. Luego volvió a donde estaba el casco de la armadura y, tras cogerlo con la otra mano y oír algo rodar dentro, enfocó con la linterna la extraordinaria cabeza del durmiente del armario. La luz verdosa de las cuencas de los ojos de su calavera brilló extrañamente antes de recorrer de arriba abajo el cuerpo del niño; enseguida la luz de los ojos aflojó su intensidad y el oscuro badajo de la lengua se movió para decir con voz tranquilizadora:
--Entonces ¿qué dices?
--¿Podemos sentarnos en algún sitio?—preguntó a su vez Xavi.
--Además de valiente, eres un niño algo burlón, ¿eh? Pero me caes bien. El único sitio donde podemos estar algo más cómodos es dentro de mi armario. Alucinarás cuando lo veas.”


Capítulo IV. Más sorpresas

En la realidad, Xavi no era tan valiente como cuando escribía, aunque a veces volvía con Martí solo desde el colegio hasta la plaza cercana de su casa, donde les esperaba su padre. Pensaba eso mientras dejaba descansar un rato a su cuento de miedo para dedicar otro tiempo a los deberes de la escuela. Tenía que hacer un ejercicio sobre hiatos y diptongos. Al final distinguió perfectamente unos y otros en la frase: “El agua del río está fría en invierno”. Y escribió en la ficha: “Hay hiatos en río y en fría, y diptongos en invierno y en agua.” En ese momento entró Martí con un coche en la mano y haciendo el ruido del motor con la boca.
--BUUUUURRRRRRRRRR. ¿He salido en la historia?—añadió.
--Aún no. Falta poco. Ya te dije que te avisaría.
--¿Dónde te has quedado?
--Cuando acabe los deberes del colegio, seguiré el cuento. Iré con el monstruo a su armario y allí me contará quién es y qué está haciendo en la casa embrujada. Ah, Martí, se me olvidaba decirte que me ha regalado un casco de armadura con una sorpresa dentro.
--¿Qué sorpresa?
--Aún no he mirado dentro del casco. Ya te lo diré cuando lo haga.
--Vale, adiós. BUUUURRRRRR.
Martí desapareció de nuevo y Xavi siguió haciendo los deberes. Y como era ya tarde cuando los acabó y su padre llamó a los dos niños para cenar, tuvo que dejar la historia para la tarde del día siguiente.

“El niño valiente, sin deshacerse de la linterna y del casco de armadura, siguió al monstruo hasta su armario. Éste, muy educado, le invitó a entrar. Xavi enfocó con la linterna una hilera de capas colgando allí dentro, antes de que el habitante del mueble las corriera a un lado para mostrarle el camino que debía tomar con uno de los tentáculos rematado en una mano de seis morcillas con mejillones en sus extremos.
Nada más ver lo que tenía delante, Xavi soltó un oh de admiración al comprobar que se encontraba en un camino alfombrado de pétalos de rosas y acompañado por árboles que tenían flores rosadas. Era un día radiante de primavera, y el aire, suave, olía muy bien. Los pájaros cantaban alegres y un calor agradable acariciaba la cara del niño.
--Ya puedes apagar la linterna, niño valiente—oyó que alguien decía a sus espaldas. Xavi se giró y vio a un hombre de mediana edad, de rostro simpático y bien vestido.
El niño, muy sorprendido:
--¿Usted es el monstruo del armario?
--Pues aunque te parezca increíble, sí. Vamos a sentarnos en uno de los bancos que hay en el jardín del fondo. Allí te contaré lo que quieres saber de mí. Mientras llegamos puedes preguntarme lo que quieras.
Los dos se pusieron a caminar. Xavi no se lo pensó dos veces antes de preguntarle:
--¿Cómo un hombre normal como usted puede transformarse en un monstruo tan monstruoso y desagradable? ¿Y cómo un monstruo tan monstruoso y desagradable puede convertirse en un hombre normal?
--Muy fácil. Tú ya debes de saber qué es una maldición, ¿verdad? Pues cuando yo tenía más o menos tu edad sufrí la maldición de un brujo que vivía aquí. Yo era un niño muy travieso y desobediente que no hacía caso a lo que me decían mis padres.
--¿Como qué?
--Pues por ejemplo que no viniera a esta casa sin su permiso. Claro que nunca se lo pedí porque ya sabía que no me lo iban a dar. Y una tarde, al salir del colegio, me vine solo a explorarla. Y como estaba cerrada, no se me ocurrió otra cosa que romper un cristal de la puerta y abrir el picaporte de dentro metiendo la mano por el agujero.


A todo esto el hombre y el niño habían llegado al jardín indicado. El hombre se sentó en un banco que había junto a una fuente de sirenas que echaban agua sin cesar e invitó al niño a sentarse a su lado. Xavi obedeció dejando a sus pies, sobre el césped, la mochila y el casco de la armadura.
--¿Qué pasó?—preguntó enseguida.
--De momento, nada. Pero cuando a mi encuentro salieron tres niñas muy guapas y empezaron a hablarme, su padre el brujo apareció hecho una furia detrás de ellas. Les pidió que se fueran dentro inmediatamente y luego clavó en mí su mirada de fuego.
--¡Tú no sabes lo que has hecho!—voceó--. Y me maldijo por haber visto a sus hijas. Y añadió que yo nunca vería la luz verdadera. Me condenó a vivir en este mundo irreal y a tener que alimentar esta fuente trayendo diariamente agua de un pozo que está lejos. Sólo así sus hijas, convertidas en sirenas, podrían crecer hasta hacerse mayores, pero siempre sin dejar de ser de piedra.
--¿Y por qué en sirenas? ¿Y por qué de piedra?
--Te explico. El padre de las tres chicas, además de brujo era amante de la escultura y siempre que podía compraba estatuas para adornar su jardín. Y un día que se había encaprichado de una estatua de delfín que poseía un mago rival suyo, como su dueño no quería venderla, se la robó, con tan mala suerte que mientras la traía a casa, se le cayó al suelo y se rompió en cien pedazos. Al momento presintió que algo muy malo le estaba pasando a su familia. Y así era porque al entrar en el jardín se encontró con que sus tres hijitas estaban sobre el césped convertidas en sirenas de piedra. Y a sus pies un papel, firmado por su rival el mago que decía: “Si quieres ver crecer a tus hijas, ponlas sobre una fuente y haz que echen agua todos los días. Crecerán, pero siempre como sirenas de piedra. Así no te olvidarás del delfín que me robaste.”
Xavi le escuchaba con muchísima atención.
--¿Y el brujo cuándo murió?—dijo.
--Cuando vio que sus hijas habían crecido hasta hacerse mayores.
--¿Y a usted cuándo lo convirtió en un monstruo?
--Poco antes de morir me condenó a vivir siempre en este mundo del armario y a salir de él sólo para vigilar que no entrara nadie en esta casa. Y para asustar a los intrusos con la forma de pulpo gigante y horrible que tú ya sabes, niño valiente. Dejó dicho a las paredes que temblaran cuando soplaba fuerte el viento y se encogieran cuando caía una lluvia prolongada. Y a los pájaros cantar de día y a mí gritar pidiendo socorro de noche.

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