domingo, 11 de diciembre de 2016

BREVES CARTAS A UNA AMIGA POETA y II



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Confidencias de Azorín

Me dices en tu carta, con una timidez que me enternece, que, si puedo, antes de hablarte de Zorrilla y demás dramaturgos poetas, te cuente las confidencias que hace Azorín en su libro Las confesiones de un pequeño filósofo para ayudar a una sobrina tuya en sus deberes escolares. Pues bien, aunque preferiría que fuera esa sobrina tuya quien descubriera esas confesiones mientras lee el libro del autor de Castilla, que merece la pena, voy a satisfacer tu petición. Exceptuando  la Introducción, Dónde escribí este libro, en la que no hay ninguna por tratarse de una mera descripción del lugar en que Azorín escribió sus “confesiones”, éstas son las que hace a lo largo de los primeros catorce capítulos del libro:
Yo no sé si escribir: Duda si un pequeño granito de arena como él debe escribir o no esos igualmente minúsculos acontecimientos de su vida.
Escribiré: Decidido a escribir pide comprensión al lector acerca de las liviandades que al fin y al cabo son propias de todos los muchachos.
La escuela: Unas litografías de pasajes bíblicos fueron siempre motivo de pesadillas durante toda su vida.
La alegría: En sus juegos infantiles destaca la figura de una criada que le inspiraba por igual admiración y ternura.
El solitario: La figura de este hombre solitario le recuerda el sutil lazo que une a los hombres pese a las ingratitudes.
Es ya tarde: La idea de que siempre es tarde, aunque no supiera para qué, fue siempre fundamental en su vida.
Camino del colegio: La vuelta al colegio le produjo siempre una gran amargura.
El colegio: Describiendo el colegio, confiesa la delicia que suponía para él pasear por la huerta contigua a él.
La vida en el colegio: En la misa diaria, de madrugada, en el colegio encuentra la raíz de esa obsesiva idea del misterio y del porqué y el fin de las cosas.
La vega: La continua vista desde la sala de estudio de la vega yeclana y particularmente de una pequeña y solitaria casa constituyó para Azorín una evasión de sus preocupaciones.
El Padre Carlos: El matiz melancólico de este personaje que hacía callar a todos despertó en el escritor una secreta veneración.
La lección: Eran ratos desagradables en la sala de estudio ante de guarismos y áridas definiciones que culminaban en la amarga situación de ignorancia frente a las preguntas del profesor.
La luna: Tras su primera visión de la luna a través de un telescopio, siente que ha entrado en él de repente la poesía.
Yecla: Su espíritu se ha formado en Yecla, que para él es “un pueblo terrible”.
Y dile a tu sobrina que lea el libro, que así conocerá de primera línea no sólo la forma de ser y de pensar de un escritor que ayudó a entender qué era España en uno de los momentos más difíciles de su historia: la pérdida de nuestras últimas colonias, sino también el estilo comedido, ameno, eficaz y lírico de uno de nuestros mejores escritores de la Generación del 98.


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Lección de Machado (I)

Veo por tu carta, querida amiga, que, con la intención de ayudar a tu sobrina, y esquivando las semblanzas de Zorrilla y demás dramaturgos poetas que pueblan la literatura española hasta Lorca, pasando por Valle-Inclán, prefieres, ya puestos, que te hable del poeta por antonomasia de la Generación del 98, es decir, nuestro don Antonio Machado que Dios tenga en su gloria y los dioses en el Parnaso, que tanto mereció. Sea y más cuando creo que don Antonio puede servirte de guía espiritual en el camino de la poesía que tan juiciosamente has emprendido.
Primera afirmación: Machado es el poeta de la Generación del 98. Ya sé que quedó dicho más arriba, pero es importante insistir en ello. Su poesía, todo idea, sentimiento, amor, paisaje de Castilla e inquietud por la situación histórica de España justifican esa insistencia.
Segunda afirmación igualmente fundamental: Sencillez, claridad y serenidad son las tres características esenciales de su quehacer lírico.
En cuanto a su vida, ésta transcurrió apaciblemente. Viajó, fue profesor, se casó, intervino raras veces en política y murió. Si bien conviene añadir que lo más triste de su existencia fue en primer lugar la muerte de su joven y reciente esposa Leonor y en segundo lugar la suya propia fuera de su querida España, en un hotelito de la costa francesa, casi olvidado de todos. Aún sus restos descansan en ese trozo de tierra francesa llamada Collioure, muy cerca de la española, pero no en ella.
De su obra poesía, conviene hablar por lo menos de dos libros:  Soledades y Campos de Castilla. Los poemas del primero (publicado en 1903) fueron escritos entre 1899 y 1902, y aunque entonces estaban en pleno apogeo las formas modernistas, Machado siguió caminos diferentes. Pues si en el elemento poético para los poetas modernistas contaban especialmente el valor fónico de la palabra, el color, la línea y un complejo de sensaciones, para nuestro poeta contaba más “la honda palpitación del espíritu, lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta con el contacto del mundo”.
La estética de Soledades se puede resumir en esta otra afirmación: El hombre puede sorprender palabras de un íntimo monólogo, las ideas cordiales, el sentimiento. El libro fue refundido en 1907 con este título: Soledades, galerías y otros poemas.
En cuanto a Campos de Castilla, publicado en 1912, recoge experiencias vitales del poeta de cinco años transcurridos en la tierra de Soria; dichas experiencias orientaron sus ojos y su corazón hacia lo esencial castellano. Dice el poeta que “somos víctimas de un doble espejismo: si miramos afuera y queremos penetrar en las cosas, todo el mundo externo se desvanece y pensamos que no existe por sí, sino por nosotros. Y si nos convencemos de que nuestra intimidad es real y miramos dentro, todo nos parece venir de fuera y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. Lo que podemos hacer es soñar nuestro sueño, vivir. Así pues, la misión del poeta es inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias animadas que siendo suyas vivan por sí mismas.”
En Campos de Castilla (he aquí una nueva afirmación) “el romance es la suprema expresión de la poesía. Y en cuanto a los temas tratados en el libro, están presentes junto a la preocupación patriótica, el amor a la naturaleza, “que en mí supera infinitamente al amor del arte” y meditaciones sobre los enigmas del hombre y del mundo, sin olvidar la inquietud, la angustia, el temor y la impaciencia que siente, al lado de la resignación y la esperanza.
Como esta carta se está alargando más de la cuenta, la acabaré diciendo que todo en Machado es contención de expresión y emoción controlada pese a que dentro del alma del poeta reina el dolor más inmenso. Hay muchísimos ejemplos de lo que digo en sus obras, pero uno de los más claros es el siguiente que aparece en Campos de Castilla y que hace referencia a la muerte de su joven y reciente esposa Leonor Izquierdo:
“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería;
 Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
 Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.”



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Lección de Machado (y II)

Veo por tu carta que quieres que te hable más de esa contención de expresión de don Antonio y de su emoción controlada a través de otro poema de Campos de Castilla. Y atendiendo a tu petición he encontrado éste que casi sigue al anterior con el número CXXI:
“Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero 
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,                  5
mi corazón está vagando, en sueños...
  ¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.                                   10
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.”

Pues bien, dicho poema lo escribió Machado en mayo de 1913 a un año escaso de la muerte de su mujer. El poeta ha regresado a Baeza y camina por los campos de olivos del lugar. Nos confiesa que está “solo, triste, cansado, pensativo y viejo”, pero entonces, por ese milagro de la memoria, sueña despierto que se encuentra en las tierras altas de Soria donde conoció a Leonor y se casó con ella; así pues, el corazón del poeta vaga en sueños, y en ese estado habla a Leonor como si siguiera viva y le pregunta por los álamos del río que tantas veces fueron testigos de su amor mientras caminaban por la orilla del Duero; y en un intento de hacer realidad lo que sueña su corazón nostálgico, le pide que mire una vez más al Moncayo y le dé su mano para pasear otra vez juntos. Es sólo un momento de alegría porque enseguida cae en la cuenta de que su sueño sólo es un sueño: su mujer ha muerto y él ya no está en Soria, sino a mucha distancia de allí, en Baeza, caminando solo por los campos de olivos. Todo se queda en una triste evocación de aquella Soria de tiempos mejores cuando aún vivía su mujer y su compañía le hacía el hombre más feliz del mundo.
En el poema pueden distinguirse tres apartados bien significativos:
En el primero hay una alusión a la tierra de Soria por donde el sentimiento del poeta camina en sueños (versos 1 a 6).
En el segundo se mencionan los elementos reales del sueño: el diálogo con Leonor, los álamos del río, el Moncayo, la mano de su mujer, el paseo sentimental (versos 7 a 10).
Y en el tercer apartado se da el regreso doloroso a la realidad presente, donde el poeta se halla en otra tierra, la andaluza, lejos de la castellana, “solo, triste, cansado, pensativo y viejo” (versos 11 a 14). 
En cuanto a la expresión, dejando aparte la excelente gradación de los cinco adjetivos que, además de mostrar a la perfección el estado de ánimo del poeta, cierran el poema de forma magistral, conviene destacar algunos detalles importantes: el primero de ellos es el adverbio “allá”, con el que arranca el poema y que tiene aquí un tono elegíaco, de distancia insalvable, muy en consonancia con la emoción nostálgica que vertebra el tema de la composición. El sintagma nominal “tierras altas” alude a la meseta en la que se halla Soria, lugar donde tiene lugar el núcleo del sueño del poeta. En cuanto a la metáfora “curva de ballesta”, que alude al trazado que realiza el Duero en torno a la ciudad, se da la circunstancia que el poeta la ha empleado hasta en cuatro ocasiones en su obra. “Cerros plomizos”, “raídos encinares”, añaden a la nota anterior del río, dos rasgos descriptivos del gusto de Machado para pintar las tierras de Soria con cuyo paisaje se identifica íntimamente, un paisaje ya observado directamente ya sólo desgraciadamente recordado. El “vagar en sueños”, lo mismo que “galerías”, “corredores” y otros sinónimos, constituye uno de los motivos temáticos más representativos de la obra poética machadiana. Respecto de los versos 7 a 10, tratan de hacer una emotiva evocación de su difunta esposa y de todo el tiempo pasado junto a ella en la tierra Soriana, y donde la expresión “dame / tu mano y paseemos” es un vano deseo del poeta de hallar compañía; deseo o súplica de ayuda que se rompe de repente ante la inexorable realidad de los campos andaluces, de la propia soledad y el cansancio del poeta, envejecido además por la tristeza, y a quien sólo le queda el don de evocar el pasado, que siempre es doloroso porque nunca regresa. Finalmente, el cauce que ha elegido para expresar ese cúmulo de ideas y sentimientos ha sido la silva arromanzada (no en balde el romance es su estrofa preferida), forma métrica más en consonancia con el sencillo relato de su triste experiencia. 
Hasta la tuya, mi muy querida amiga.

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