lunes, 5 de diciembre de 2016

BREVES CARTAS A UNA AMIGA POETA I





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UNA 
El poema bien hecho

Me preguntas en tu carta qué es para mí un poema bien hecho. Creo que ya lo he dicho y escrito en alguna ocasión. Para mí un poema bien hecho es aquel que presenta, de acuerdo con Lamartine, los elementos siguientes: una idea para la mente, un sentimiento para el corazón, una imagen para la vista y una música para el oído. Si bien añado que esos cuatro elementos no deben estar combinados de cualquier modo, sin encajados perfectamente en el todo del poema, como las piezas de un puzzle, un todo que ha de ser estéticamente válido, por otra parte.
Como ejemplo de poema bien hecho, podríamos proponer la décima siguiente, obra de Calderón de la Barca:
“Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«¿Habrá otro», entre sí decía,
más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.”
Espero que te sirva. Un abrazo.




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DOS
Calderón de la Barca Dramaturgo y poeta

Me dices en tu carta que Calderón de la Barca era un magnífico dramaturgo, pero no un gran poeta, y debo decirte que andas algo errada, amiga mía; si no quieres convencerte con mis palabras, abre, por ejemplo,  La vida es sueño que, estrenada en 1635, constituye un modelo de poesía barroca, y de la mejor, con sus motivos del desengaño, el paso veloz del tiempo y la insignificancia del hombre, siempre en manos del destino. Y no te pido mucho: sólo que leas el primero de los dos monólogos de Segismundo, el que trata el tema del título del drama, la vida considerada como un sueño. Curiosamente, está compuesto por soberbias décimas, que a Calderón, como podrás comprobar, no le causaban ninguna dificultad; al contrario, parecía encontrarse en ellas como pez en el agua. Para abrirte boca, aquí te copio las primeras de dicho monólogo:
“Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
De modo, estimada amiga poeta, que no creas que están tan separados entre sí los géneros dramático y lírico al menos en algunos genios de nuestro Barroco, como el citado Calderón, Tirso de Molina o Lope de Vega, a quien el propio Cervantes llamó no en vano “Fénix de los Ingenios” y “Monstruo de la Naturaleza”, y también en algunos escritores del Romanticismo, como Zorrilla o Hartzenbusch y aun en nuestros días, cuyo caso más singular lo constituye el malogrado García Lorca.
Hasta la próxima si tú lo quieres.





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TRES
El caso de Lope de Vega

Por supuesto que puedo darte ejemplos de buena poesía presente en los dramaturgos del Barroco que te mencionaba en la carta anterior, y, sin más espera, paso a complacerte. En Lope de Vega (Madrid, 1562- 1635), destacan tanto sus obras dramáticas como las líricas, sin olvidarnos de las narrativas; en unas y otras sentó cátedra, como suele decirse de quien es excelente en ellas.
Antes de hablar de su producción poética, que es realmente digna de aplauso, déjame que te cite algunas de sus comedias y dramas más famosos (se cree que escribió más de 1400; no en balde se le considera el fundador de nuestro Teatro Nacional); así como otras del género narrativo. Entre las primeras, desde El mejor alcalde el Rey hasta La estrella de Sevilla, pasando por El villano en su rincón, El caballero de Olmedo, Fuenteovejuna, Peribáñez y el Comendador de Ocaña o El perro del hortelano, por no agotarte la paciencia enumerándote títulos y más títulos. Entre las obras que pertenecen al género narrativo, citaré los títulos más celebrados: La Dorotea, de estilo parecido al que Fernando de Rojas (1470-1541) empleó en La Celestina; El Peregrino en su patria, novela bizantina o de aventuras, cuyos lances, a diferencia de la mayoría del género, ocurren en España; y La Arcadia, de ambiente pastoril escrita a imitación de la novela del mismo título del italiano Sannazaro.
Y vamos con su producción lírica, por la cual es considerado uno de nuestros mejores poetas de todos los tiempos. Dejando aparte las composiciones poéticas repartidas en sus otros dos géneros literarios mencionados, que abarcarían otro volumen, el resto de los miles de versos que salieron de su pluma están agrupados en colecciones separadas, cuyos títulos más conocidos son: Rimas, con muchísimos y excelentes sonetos (son dignos de recordarse los dos sonetos dedicados a pintar el amor: “Ir y quedarse, y con quedar partirse” y  “Desmayarse, atreverse, estar furioso”) junto a elegías, églogas y epitafios; Rimas sacras, con más sonetos (el más celebrado y repetido es el    que comienza: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras”), romances, poemas en tercetos encadenados, canciones, etcétera; Rimas humanas y divinas del licenciado Burguillos, publicadas un año antes de morir el poeta, y donde, junto a una colección de sonetos, aparecen poemas epigramáticos y paródicos, con lo que, al lado del tono severo propio de la vejez, Lope emplea el jocoso y humorístico; o La vega del Parnaso, que no vería la luz hasta 1637, y en la que los amigos del poeta reunieron composiciones de la más diversa índole, desde textos antiguos hasta varios poemas compuestos de liras de seis versos y otros traspasados por el tema de la muerte.
No quiero, querida amiga, aburrirte más de la cuenta con un centón de títulos y rasgos característicos que a casi nada conducen. Por eso cierro esta que prometía ser breve carta (y, con todo, me temo que se va a alargar en demasía) con uno de esos sonetos anunciados más arriba:

“Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quien lo probó lo sabe.”

Espero haberte servido como mereces. Hasta la próxima.





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