martes, 18 de marzo de 2008

Poema desesperado

En Lisboa los mendigos
Saben más de lluvia que la noche
Perdida por las cuestas del Chiado,
Saben más de pan negro que las palomas
Que ensucian la mañana de la plaza
De Figueira, saben más de naufragios
Que la tumba vacía de Camoens en los Jerónimos,
Saben más de todo lo que cae por las cloacas
Que los barrenderos del Ayuntamiento,
Que tienen ojos de búho y comen sombras
Vivientes de la noche.
Los mendigos de Lisboa,
Tan solos como la música que tocan en las esquinas,
Tan solos como los perros que los acompañan
Como amigos impertérritos,
Son amables como un seno de mujer
Que se deja tocar sin cobrar nada,
Son amables como la caricia del alba que cruza
La plaza del Comercio con dirección al fado
De La Alfama, son amables
Como la carta que llega de repente
A suavizar tu angustia
Tras una noche en vela.
Yo los he visto en Sao Domingos
Olvidando su vida mientras liaban
Un canuto y algún alma caritativa
Les pasaba una copa de ginginha
Antes de coger la flauta
Y entregarse a su oficio de limosna,
De caridad constante.
Su música sonaba a esperanza rota,
A futuro sin salida, a nube negra,
A lluvia por la acera del Café
Brasileira, junto a la ausencia de bronce
De Pessoa y la noche rodando por las cuestas.
Pero era música buena, llena de honda
Desesperación, como el ladrido
Sin consuelo de su perro, que a la orilla
Del hambre le esperaba
Como si fuera su sombra.
Recuerdo su sonido
Como un puñal clavado en la memoria,
Esa música de los mendigos de Lisboa
Será siempre un clarín pidiendo urgente
Pan y libertad y un poco de alma.

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