sábado, 27 de septiembre de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO. Mis libros favoritos (III): María Luz Morales

 


    Hace unos días llevé conmigo a la playa de Tossa el libro de María Luz Morales, Antología del Hogar (Dalmau Carles, Gerona, 1936), al que considero uno de mis libros favoritos, y cuya autora y cuyo contenido hoy traigo a mi blog para honrarlos como deben. María Luz Morales Godoy (La Coruña,1889-Barcelona,1980) fue una escritora adelantada del periodismo cultural del siglo XX. Sus primeros pasos los dio en 1921 dirigiendo El hogar y la moda. Estuvo al frente de la revista durante cinco años. En 1923 envió a La Vanguardia unos ensayos sobre Don Juan y sobre teatro infantil, cuya calidad literaria le abrieron la puerta del periódico. En 1924 se hizo cargo de la crítica cinematográfica con el seudónimo Felipe Centeno, personaje de Galdós que aparece en las novelas Marianela, La familia de León Roch y El doctor Centeno. Dirigió La Vanguardia entre 1936 y 1937, justo al principio de nuestra Guerra Civil. Tras ser en 1940 acusada de ser la directora del diario durante la guerra y de pertenecer al Partido Galeguista, fue encarcelada durante 40 días en el Convento de Sarriá de Barcelona e inhabilitada profesionalmente por el franquismo. Al volver la democracia, continuó su actividad periodística, colaborando con el Diario de Barcelona hasta su muerte. Compaginó su labor periodística con su intensa actividad literaria, cultivando la literatura infantil, adaptando para niños obras maestras de la literatura que fueron publicadas en Ediciones Araluce, editorial que dirigía. Además de estas adaptaciones (de Cervantes, Dante, Goethe, Homero, Shakespeare, Sófocles, Tirso de Molina...), María Luz Morales escribió obras mayores de todos los géneros literarios, entre las que destacan Trovas de otros tiempos, Las románticas, Alguien a quien conocí, Balcón al Atlántico, Libro de oro de la poesía en lengua castellana o este hermoso libro que estoy recordando, Antología del Hogar.


        Antología del Hogar es un libro curioso, aleccionador y ameno donde los haya. Dedicado a las niñas y las maestras, su contenido interesa a todo el mundo, grandes y pequeños, hombres y mujeres, sin excepción, porque trata de los temas esenciales de la vida: el amor, la gente, la patria, la naturaleza, la infancia, la familia, el hogar, la maternidad, el trabajo, la paz, la guerra, la muerte... Y no sólo eso, sino que María Luz Morales, poetisa fina y periodista perspicaz y profunda, ha logrado reunir en su antología a poetas, escritores y escritoras excelentes de todos los lugares del mundo, que, a excepción de Salomón, algunos de cuyos Salmos escoge para ensalzar las virtudes y cualidades de la mujer, o Luis de Góngora, del que ha elegido Canción de cuna de la Virgen, todos pertenecen a los siglos XIX y XX. Para hacerse una idea aproximada del elenco escogido, menciono aquí algunos de sus nombres: Azorín, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mitral, Alejandro Pushkin, Juan Maragall, Eduardo Marquina, Francis James, Rubén Darío, Amado Nervo, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Edmond Rostand, Charles Louis Philippe, Leopoldo Lugones, José Mª Gabriel y Galán, Eugenio D'ors, Guy de Maupassant, Paul Fort, Anatole France, R. Tagore, José Martí,  Miss Holbrook, Olive Schreiner o la propia María Luz Morales. Los textos elegidos de unos y otras, tanto en verso como en prosa, aparecen distribuidos en los siguientes apartados (por orden de extensión): Infancia, Naturaleza, La casa y la mujer, Trabajo y alegría, la paz y la guerra... 

 De cualquier modo el libro, desde la primera página escrita hasta la última, encierra multitud de sorpresas para gozar de su lectura. Nada más empezar, llaman la atención las citas con que Luz Morales encabeza su excelente antología. Por ejemplo, de Benjamín Franklin: “La mano que mece la cuna mueve el mundo” y “Nunca hubo guerra buena ni paz mala.” De George Duhomel: “La civilización ha de estar en el corazón de los hombres... o no está en parte alguna.” De Ortega y Gasset: “Cuando no hay alegría, el alma se retira a un rincón del cuerpo, y hace en él su cubil.” 


       Y en la dedicatoria María Luz Morales define el acto de leer como pocas veces he visto que se haga en mi vida como profesor de Lengua y Literatura. “Leer es adueñarse con espiritual posesión de todos los tesoros del Universo. Es alcanzar, por el conocimiento, todas la maravillas de la realidad y de la fantasía. Es un arte que tiene sus preceptos: primero, comprender y amar lo que se lee; segundo, leer con claridad (modulando sílabas, palabras, frases y párrafos para darles el valor y el ritmo adecuados), con expresión (identificándose con lo que se lee por medio de nuestra sensibilidad y prestándole la gravedad o la ligereza que convenga), y con sencillez (con naturalidad y sin afectación). Leer es un arte, y como tal, con reverencia de tal, debe enseñarse en las escuelas.” 

Y en cuanto a los textos seleccionados, necesitaría cuatro entradas como ésta para mostrar su acierto y excelsitud. Por ello copiaré aquí algunos fragmentos que se aproximarán a lo que se está afirmando de la Antología del Hogar de María Luz Morales acerca de su contenido y propósito. 

“Eres tú, comedor, la despensa divina: ya sea que encierres el higo que mordió el mirlo, o la codorniz que sollozó el nocturno de las mentas, o la miel de otoño cogida bajo los rayos del sol moreno, o el aceite que contiene la luz provenzal, o la pimienta que traían sobre sus galeras traficantes de misteriosa sonrisa...” (Francis James, pág, 17).

“¡Qué quietas se están la cosas,/ y qué bien se está con ellas!/ Por todas partes sus manos/ con nuestras manos se encuentran./(...) ¡Cosas –amigas, hermanas,/ mujeres--, verdad contenta,/ que nos devolvéis, celosas,/ la más fugaces estrellas!” (Juan Ramón Jiménez, pág. 30). 


       “¿Sabe alguien de dónde viene la sonrisa que revuela por los labios del niño dormido? Sí. Cuentan que, en el sueño de una mañana de otoño, fresca de rocío,, el pálido rayo de la luna nueva, dorando el borde de una nube que se iba, hizo la sonrisa que vaga en los labios del niño dormido.” (R. Tagore, pág. 42). 

 “Si este hijo fuera mío, le haría caballero,/ sin espada al costado, ni coraza de acero;/ sin lanza ni rodela, sin paje ni bridón.../ a todos los peligros desnudo el corazón.../ (…) Si este hijo de mi afecto fuera de carne mía,/ mi corazón, al rojo, el suyo encendería/ en la hoguera perenne de esta caballería.” (María Luz Morales, págs. 51 y 53). 

 “La señora Luna/ le pidió al naranjo/ un vestido verde/ y un vestido blanco./ La señora Luna/ se quiere casar/ con un pajarito/ de plata y coral./ Duérmete, Natacha,/ e irás a la boda,/ peinada de moño/ y en traje de cola./ ¡Duérmete, mi niña;/ duérmete, mi rosa!” (Juana de Ibarbourou, Págs. 55 y 56).


Un poco más tarde se les enseña a los niños a sonreír. Sonreír es tener alegría; tener alegría es ya saborear la dicha de vivir. Para hacer sonreír a los niños se les acaricia en la barbilla, lo cual agita su carnecita; se les ponen los ojos en los ojos, se mueven las manos; se pronuncian sílabas extrañas para hacerles fijarse en aquello que les gusta; cosas brillantes que son los ojos; cosas inquietas que son las manos, y hacerles escuchar sonidos agradables que están a la altura de su cerebro puesto que nada quieren decir.” (Charles Louis Philippe, pág. 75).

 “Si todas las mozas del mundo la mano se quisieran dar,/ en torno del mar un gran corro podrían formar./ Si todos los mozos del mundo quisieran hacerse marinos,/ podrían formar con sus barcas un sólido puente larguísimo./ Y entonces en torno del mundo podríase un corro formar,/ si todas las gentes del mundo las manos se quisieran dar.” (Paul Fort, pág 84). 


       “No hay campo de batalla en la guerra, no lo ha habido nunca por muy cubierto de cadáveres que haya quedado, que no haya costado a las mujeres de la raza más angustias y más derramamiento de sangre que a los hombres que yacen sobre él. Pagamos el coste primario de toda vida humana.” (Olive Schreiner, pág. 92). 

 “Es preciso enseñar a los niños a admirar a los héroes y a las heroínas del mundo entero, sin distinción de nacionalidades; es preciso darles a los niños conocimientos internacionales y enseñarles a poner todas las artes al servicio del pacifismo. Que las banderas de todas las naciones ondeen en todas las escuelas, que los niños se acostumbren a creer en la fraternidad de los pueblos unidos bajo la paternidad de un solo Dios.” (Miss Holbrook, Pág. 97). 


      “Cultivo una rosa blanca,/ en junio como en enero,/ para el amigo sincero/ que me da , con su mano franca./ Y para el cruel, que me arranca/ el corazón con que vivo,/ cardo ni ortiga cultivo:/ ¡cultivo una rosa blanca!” (José Martí, Pág. 100).

“Entrega tu labor: tu tela, tu ladrillo, tu cántaro o tu poema. Hoy no tienes más hora segura que la que pasa; no puedes contar sino con estos latidos de tu corazón, este aliento que exhala tu boca, con la claridad de los ojos tuyos en esta hora. La muerte, tal vez, ya tiene tus pies dentro de tu telaraña aterciopelada y blanda, y sube... y sube... Y el pensamiento de que la muerte te espía, empinada por sobre tu cabeza, no te deje caer las manos, más bien te enardezca. Te hicieron un instrumento frágil, y tu maravilla es esa misma fragilidad.” (Gabriela Mistral, Pág. 102). 


      “No hay cosa menos valiosa y más despreciable, al parecer, que un puñado de tierra. Pues con ese elemento, un poco de agua, un horno elemental, y su ingenio, creó el ateniense la industria de la cerámica, una de las más típicas de Atenas y la más importante a la vez; como que excedía a la joyería y a las armas. Eran estas dos últimas muy prósperas, no obstante; sus productos tenían fama entre los mejores del mundo antiguo, con lo que más resalta el mérito de la otra.” (Leopoldo Lugones, Pág. 117). 

“Yo te amo, ¡oh, Sol!, a ti, cuya luz lisonjera,/ para dar a una frente nimbo y miel a un rosal,/ penetrando en el cáliz y en la choza pechera,/ se reparte y se queda entera/ como el amor maternal./ Acéptame por preste que en cantarte se ufana,/ tú que no esquivas pompas de jabón disolver/ y eliges, cuando sientes ya la noche cercana,/ el cristal de humilde ventana/ para lanzar su adiós postrer./ (…) Yo te amo, Sol. Tú prestas al aire olor a rosas,/ antorchas a las fuentes, al bosque floración;/ tú besas a un ignoto arbusto y tú lo endiosas.” (Edmond Rostand, Págs. 126 y 127). 


       “Se ha llenado de luces/ mi corazón de seda,/ de campanas perdidas,/ de lirios y de abejas./ Y yo me iré muy lejos,/ más allá de esas sierras,/ más allá de los mares,/ cerca de las estrellas/ para pedirle a Cristo/ Señor que me devuelva/ mi alma antigua de niño/ madura de leyendas,/ con el gorro de plumas/ y el sable de madera.” (Federico García Lorca, Pág. 132).

 “La hierbabuena, ya lo dice el nombre, es una buena hierba. Pero si no estuviera ya honrada suficientemente por su mismo nombre, habría que declarar a la hierbabuena emblema del patriotimo. No existe ninguna hierba que se aferre a la tierra donde ha crecido como ella; se la puede arrancar, perseguir con el arado y la azada... es inútil; la hierba vuelve a retoñar indómita.” (Azorín, Pág. 154).



       


miércoles, 17 de septiembre de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO. CAMINO DEL DUERO (II)

 


A estas alturas de septiembre ya estaría de vuelta en mi tierra de adopción. Paro aun así, los momentos y los días vividos en aquellas tierras regadas por el Duero que fueron tan mías durante una cuarta parte de mi vida y creo que seguirán siéndolo el tiempo que yo viva, continúan latiendo dentro de mí. Por ello quiero traerlos aquí

“Río Duero, río Duero,

¿quién te ha visto y quién te ve:

ayer movías aceñas

y hoy no las quieres ni ver.”

                                     E. C. Ch


DE VISITA EN "SAN ATILANO"

Nada más entrar en Zamora cruzamos el Duero por el Puente de los Tres Árbole para llegar al extremo sur de la ciudad donde se levanta el silencio del cementerio (de nombre San Atilano, en recuerdo del obispo del anillo y del barbo del milagro). Aquí descansan los restos de Claudio Rodríguez, el poeta de Don de la ebriedad, y de Clara Miranda, la mujer de su vida. La tumba, junto a la puerta, tiene una cruz, unas llamas de piedra, unas flores secas, unos surcos del Duero y un verso de su primer y principal poemario: El primer surco de hoy será mi cuerpo”. Junto a la tumba leo unos versos suyos:

 "Mi boca besa
lo que muere, y lo acepta. Y la piel misma
del labio es la del viento. Adiós. Es útil
norma este suceso, dicen. Queda
tú con las cosas nuestras, tú, que puedes,
que yo me iré donde la noche quiera."

. Y acompañadodel zureo de las palomas de los vecinos cipreses, abandonamos el camposanto por el lugar donde se levanta el  Arco de los Caídos que antaño presidió el parque de San Martín. Así cumplo una de las promesas que hice antes de realizar este otro feliz reencuentro con la ciudad del alma.


MI BARRIO, MI CASA

Ahora voy a cumplir la segunda promesa: visitar mi barrio y volver a ver mi casa. Por la Carretera del Sepulcro y la calle de Cabañales, llegamos a la plaza de Belén... Aquí nos apeamos de nuestro coche y miro con cariño y nostalgia cuanto me rodea.  No reconozco la casa donde yo nací un día, crecí, viví mi infancia y aprendí a ser romero para terminar viviendo en tierras catalanas.  El sitio de mi casa lo ocupa hoy el hostal “Puente de Piedra”. Abetos en mitad de la plaza han borrado el misterio de mis más tiernos recuerdos (los partidos de fútbol, la huerta del Serranillo, el Comedor de Ancianos franquista donde dormía el vagabundo del verano y yo fumé mi primer cigarrillo cuando el edificio era una ruina...). A unos pasos de nosotros sigue el Duero pasando, y aunque es el mismo, se ha olvidado de las aceñas, del alto pretil donde los vencejo tenían sus mechinales... y del Puente de Piedra, en obras, bajo el que pasa reflejando la muralla, entre islotes, azudas, antiguos tajamares volcados... Presente incontestable. Lo demás es pasado que se recuerda con miel agria en los labios.



LOS PELAMBRES, LA PLAYA DE ZAMORA

El coche toma la carretera de Fermoselle hacia el barrio hermano de San Frontis y hacemos un alto en Los Pelambres, la playa de Zamora. Así recuperamos este presente de nuestro Camino del Duero. Cervezas en el merendero a la vista del río, espejo puro donde se mira fiel la Catedral (en obras el Palacio del Obispo. junto a ella). En medio de este remanso de paz, hablamos de nosotros, de la vida, de cómo cambia todo, de la calma que se respira en este lugar donde ayer estuvo la fronda del soto de San Frontis, lleno de sensaciones ardientes que se fueron, como yo de mi infancia, para siempre. Y bebemos como si hoy empezáramo a vivir, como si dentro de un rato, por el cercano y elegante Puente de los Poetas, entráramos a una nueva Zamora. Y sin tristeza, sin miedo, pienso en la muerte como algo que ha de venir de todos modos. (Ramón Abrantes, Clara Miranda, Claudio Rodríguez..., que alguna vez debieron pensar eso mismo, hoy duermen en la paz de su leyenda, que permanece escrita en la eterna página del mundo, mundo que por otra parte también nació para desaparecer.


MORERUELA

...Allí recordé una vez más el virgiliano etiam ruinae periere¡hasta las ruinas perecieron! ¡Qué majestad la de aquella columnata de la girola que se abre hoy al sol, al viento y a las lluvias! ¡Qué encanto el de aquel ábside! ¡Y qué intensa melancolía la de aquella nave tupida hoy de escombros sobre que brota la maleza!”

                                                                             Miguel de Unamuno



Por la mañana, después de desayunar, nada más pisar la plaza de Santa María la Nueva. saludamos a nuestro vecino Barandales. Hace fresco y cruzamos, rápidamente, la plaza de Viriato en busca del sol. Junto al vecino templo de San Cipriano, aunque ya no es parroquia, vemos que la luz del cielo acaricia su antiguo románico. Y asomados a su mirador casi tocamos el nido de cigüeña de su vecina Santa Lucía, iglesia que tampoco está al culto y sirve de almacén a obras del Museo Municipal, que hoy ocupa el antiguo Palacio del Cordón. Antaño el conjunto arquitectónico de las dos iglesias y el palacio tuvo importancia capital, y hogaño sólo es un hito de visita para turistas apresurados y armados de máquinas fotográficas. ¡Qué le vamos a hacer!


CAMINO DE LA HORTA

Hoy la cuesta de San Ciprian la usa el Yacente en la Semana Sant y a veces algunos peregrinos de Santiago. Y nosotros, que habíamos elegido el Camino del Duero, primero bajamos por ella a la plaza de Santa Lucía (plaza, después de la mía, de la que tengo más recuerdos entrañables), luego recorremos la calle de Zapatería y cruzamos la  de la Plata (al fondo, a la derecha, entreveo la avenida del Mengue y el Duero a su lado, y me acuerdo inevitablemente de mi padre, que me contaba historias de la relación misteriosa que había entre ellos)

Y ¡Santa María de la Horta!, destacando sobre su tejado la chimenea de la fábrica de alcohol, rival prosaico de su románica torre de campanas. La iglesia, adscrita a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.es un modelo de románico único. Sentados en los bancos de la nave, nos acompañan dos pasos que desfilan el Domingo de Resurrección: Jesús Resucitado, triunfante sobre la tumba, y la Virgen del Encuentro, encuentro que tiene lugar en la Plaza Mayor mientras todas la campanas de la ciudad rompen el silencio que las ha amordazado todos los días de la Semana Santa, y los cohetes llenan de estampidos jubilosos el cielo azul de la recién nacida primavera. Están muy bien aquí las dos imágenes (Hijo y Madre por fin juntos bajo estas bóvedas hospitalarias lejos del sufrimiento y el escarnio.



RECUERDO DEL YACENTE

Por la calle de Balborraz subimos a la plaza del Encuentro hablando de otros tiempos en que aquí veíamos subir al Yacente en unas andas como un muerto normal. La noche era propia del cine negro mientras los penitentes lo seguían arrastrando descalzos grandes cruces de madera en su memoria y un bombo cerraba la procesión con sus golpes solemnes. Cerca del Ayuntamiento viejo leímos la lápida de una casa de la emblemática cuesta diciendo que allí estuvo el taller de Ramón Álvarez, el mejor imaginero de Zamora.


HACIA MORERUELA


Atravesamos la feria de los quesos, camino del parquin, y dejamos atrás los restos de la casa y taller de Abrantes (impío recuerdo de la piqueta). Nos esperan tres joyas arquitectónicas separadas por campos y viñedos y unidas por el cordón umbilical de asfalto. Al entrar en las iglesias nos preguntan de dónde venimos. --“De Barcelona”-- Y toman nota . Hay tan pocas casas de Dios en Zamora que no cobren para entrar. Antes de emprender la marcha hacia Moreruela, entramos en Santiago de los Caballeros (el Viejo, para los zamoranos), fuera de las murallas, cerca de Olivares y del Duero, el más pequeño de los templos románicos de Zamora. Con las almas del Cid y el rey Fernando I en las sombras bajo el techo de madera y los capiteles historiados del altar, nos suena la voz de la guía como si fuera nuestra reina Doña Urraca recriminando al Cid que fuera súbdito de su avaricioso hermano Sancho y sitiara a sus órdenes la ciudad, olvidándose de que había sido ordenado caballero en el altar de Santiago por su padre el Rey, y a su padre el Monarca por olvidarse de ella al repartir el reino en su lecho de muerte.


TIERRAS DE PAN

En los campos de Montamarta se extienden los horizontes infinitos, dorados, de las tierras del pan. Un palomar baila temeroso ante la presencia de un milano. Cerca está el salto de Ricobayo, en el Esla, hijo mayor del Duero. Y el letrero de Manganeses hace brincar dentro de mí los ecos terribles de los cantos de los ciegos que en mi infancia cantaban en corro en la plaza del Mercado crímenes escalofriantes ocurridos en la zona. Menos mal que ya sentimos sobre nosostros el benévolo aleteo del espíritu de Moreruela.



HEMOS LLEGADO

Es una mañana inolvidable de septiembre. El cielo azul lejano, sol y viento frío. Entramos los cuatro en las ruinas del monasterio. El guardia, junto a su coche, nos pregunta a voces de dónde venimos. --”De Barcelona”--. Somos los primeros en llegar. Como apóstoles, como ángeles, en silencio, con respeto. Piedras cistercienses arroñadas la mayor parte. Pero siguen en pie columnas, arcos, bóvedas, estancias que fueron vivienda, oración y trabajo de monjes austeros. Todo era austeridad aquí, y afán, espíritu de agradar a Dios, tierra sagrada, lección para alcanzar la gloria eterna. Hoy es vacío, soledad, muros en ruinas, maleza creciendo en lo que fueron claustros, girolas, naves... La mirada se entristece viendo arcos desnudos, agujeros de rosetones, muñones de espadañas sin campanas... Silencio de siglos sólo roto por zureos y vuelo de palomas que aquí anidan y responden tal vez a una señal del cielo. Silencio en el paisaje que acompaña a esta soledad de piedra sólo roto por el susurro de las hojas de los árboles. 

 

TAMBIÉN LAS RUINAS PERECIERON

Por mucho que soñemos que aquí hubo algún día oración, trabajo, estudio, salimos, admirados de lo que pudo ser, repitiendo lo que dijo Virgilio y nos recuerda Unamuno: Etiam ruinae perire”. De los monjes, mozos de cuerda, pastores,vaqueros, hortelanos,  cocineros... que aquí pudieron convivir no podemos decir sino que vivieron y murieron como moriremos nosotros por ley de vida. De la ruina del monasterio no hay que echarles la culpa no sólo a los elementos naturales, el viento, la lluvia, la intemperie,  sino a la piqueta administrativa primero y después a los actos de rapiña que desmantelaron ventanas, puertas, se llevaron muebles y pertenencias varias y acabaron hasta con el más pequeño objeto litúrgico y sagrado. El abandono final y las inclemencias del tiempo convirtieron, en unas décadas, el primer monasterio hizpánico en un montón de ruinas sublimes en las que hasta los ábsides parecen querer separarse de la maleza que los amenaza, como bellas y benditas piedras que quieren volar al cielo, para cuyo fin habían sido soñadas.


Moreruela, Moreruela.

Ábsides de pura piedra

que sufren eternos éxtasis

que hasta parece que vuelan.


DE VUELTA A LA CAPITAL

Salimos de allí en el momento en que otra familia como la nuestra aparca su coche, y el guardia impetérrito les pregunta de dónde vienen. San Pedro de la Nave nos espera para cerrar la mañana bajo las bóvedas de un templo.

 


Una vez escribí "San Pedro de la Nave navega sobre el tiempo". Pero hoy el tiempo se ha cansado del mar último y ha atracado todas sus naves a las cuatro columnas del crucero del templo. Iglesia visigoda salvada de las aguas, traída aquí a El Campillo piedra a piedra y reconstruida como un puzzle, sin argamasa, sólo con el cemento limpio de la devoción por el trabajo bien hecho. Dentro el misterio, solo, entre arcos de herradura y capiteles bíblicos, reluce entre las sombras para alumbrar el sepulcro de los santos barqueros y la pila bautismal, la imagen de San Pedro con sus llaves y la Virgen con sus andas. Por un momento antes de salir al campo, al aire limpio, para volver a Zamora, recuerdo a mis juglares salvándose aquí de las garras de Sagartanás (de mi novela inédita, finalista del Premio "Sent Soví", 2002, Los juglares hambrientos.

sábado, 6 de septiembre de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO. CAMINO DEL DUERO (I)

   


        Dentro de unos días hará un año que, acompañado de  mi mujer y mis hijos, inicié el camino del Duero. No había vuelto a ver el río de mi infancia desde el verano de 2006 y ya tenía ganas de volver a encontrarme con él, en mi ciudad natal, después de recorrer en coche su trayectoria desde Berlanga de Duero, en tierras ya de Soria.

      Recojo aquí algunos apuntes realizados in situ.

                                    BERLANGA DE DUERO

En coche a San Baudilio de Berlanga; en el cielo buitres, en la tierra girasoles. Berlanga, ciudad con historia –el Rollo, el castillo y la muralla, y siempre vivo al lado, el Duero. Monteagudo de Vicarías, frío, ave rapaz-- ¿un alimoche?--, templo, más girasoles, hélices eólicas, ruinas de adobes... y Almazán –el fraile mercedario--. Nos sigue el río Duero, agua con alma..San Baudilio de Berlanga, baúl austero --como los alrededores de tierra de labor y escaramujos-- de la joya que oculta en su interior, original prerrománica soriana, pilar central en forma de palmera con arcos de herradura, figuras policromas que respetó el expolio: escenas bíblicas, de caza...Perfume sutil-- divino y humano-- metido en un modesto frasquito. Y ya fuera, vosotros comentabais el milagro de piedra y de pintura que habíamos dejado, como antes, seguir latiendo dentro, antes de que el expolio acabe de una vez con todo.

 


El aire de la mañana en el paisaje, lamiendo las tumbas junto a la ermita, era la voz del tiempo pidiendo justicia. Nosotros asentimos.

Sigue el coche paralelo al Duero hacia el Burgo de Osma.


EL BURGO DE OSMA

Vuelve la yunta de ganar el valle

con su lanza arrastrada y la campana

vuelve a pasar entre la luz y el puente.”

Dionisio Ridruejo


AL POETA DE BURGO DE OSMA

He oído tu verso hondo y herido

frente a la que fue tu casa, Ridruejo,

en la Plaza Mayor del Burgo de Osma.

Los soportales... Capitol...

Y vuelve a manar

el para siempre ayer eternamente”.

Sin embargo, Dionisio, el fiel presente

nos recuerda la urgencia del estómago

y el cansancio. Calle del Seminario,

terraza al sol, torreznos de Soria

y cerveza total.

Nuevo renglón.


LA CATEDRAL

Palabras mayores: La catedral de la Asunción, todo misterio, grandiosidad, la portada gótica--la Virgen ascendiendo al cielo, libro de piedra en el dintel templando la orgullosa subida de la piedra de la torre barroca. El Duero pasa humilde y generoso entre los álamos llevándose en sus aguas el misterio del Santo Cristo del Milagro.



VANIDAD DE MURALLAS

¿A qué viene esa vanidad tan propia de las murallas, muralla de la ciudad, si ya desde la Puerta del Puente Viejo, bordeando el río aprietas fuerte la calle Mayor, el Seminario y el Carmen? Tenías que haberte ido tras proteger a tu gente de la peste. Basta la puerta de San Miguel con su muro y sus almenas, su cubo y su cruz en alto, para conservar tu nombre. Un deseo siembro aquí antes de irme a Zamora: detenerme en San Esteban de regreso a Barcelona.

 

DESDE EL BURGO HASTA ZAMORA

Desde el Burgo hasta Zamora acompañamos al Duero

en su marcha sin retorno entre chopos y viñedos,

bajo puentes de ciudades que son puros monumentos.

San Esteban de Gormaz --puente, castillo y templo

de San Miguel, que se lleva, románico, el primer premio--.

Soria –Leonor y Machado, Bécquer y Gerardo Diego,

Santo Domingo y el Claustro brujo de San Juan de Duero--.

Aranda de Duero sigue al río con sus viñedos

--las bodegas y los vinos son también dos monumentos,

como lo son sus palacios, su muralla y sus conventos--.

Peñafiel –castillo que abre sus alas a tierra y cielo

bendiciendo el beso puro entre el Duratón y el Duero--.

Tordesillas –soportales, Santa Clara y el Museo--.

Toro – ya la Colegiata lo hace todo un monumento--.

Y Zamora --el Duero asiste a nuestro amado reencuentro--.


EN ZAMORA

 

Ya estoy aquí, en la ciudad del alma,  viendo, en mi Zamora eterna, a través del mirador, el ábside de Santa María la Nueva, la del milagro de las sagradas formas, la del motín de la trucha y el incendio, donde brillaron la voz justa de Dios y la mano intercesora de su Madre. Ahora me toca sentir la otra Zamora, la Ocellum de mis años.

Y comienzo.

Agradezco la atención de la dueña del apartamento que hemos alquilado, los bombones, el rebojo zamorano, el orujo gallego y su “Bienvenidos” en la entrada. Esta es la Zamora que no cambia, la del alma amable, austera, la enamorada del Duero, la que cantó el Romancero, mística, noble y guerrera. Dejé su verde ribera cuando aprendí a ser romero, pero nunca la olvidé y, leal a su nevero, su nombre siempre llevé.

Lamento ver derrocado el Museo de Semana Santa a través de los cristales del mirador. Donde hubo cuarenta "pasos" que desfilaban por las calles en primavera, hay ahora escombros, cascotes, indiferencia y olvido. ¿Cuándo volverá a estar rehecho ese nido de recuerdos, desde donde un abril inolvidable salí para desfilar como cofrade--túnica de terciopelo, vara rematada en cruz-- en la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo por la tarde?



BARANDALES

El Barandales me espera en un ángulo de la plaza de Santa María la Nueva, donde está nuestro apartamento, con las campanas de bronce ligadas a sus muñecas. Nosotros los chavales, cuando el Barandales era de carne y hueso y abría las procesiones, le cantábamos: “Barandales, dales, dales”. Ahora la estatua de bronce, obra del escultor Flecha--discípulo de Abrantes--,mira al cielo conjurando el olvido, que es tan fácil, y me inspira una gran tristeza. 



LA CIUDAD EN FERIA

1

Ahora que toda la ciudad está en FERIA, FROMAGO se llama, carpas de productos de la tierra invisibilizan los monumentos y las estatuas. El Viriato y el Adán de Barrón, dichosos de las miradas, son pasto de la omisión, de la indiferencia más rancia. Pena me da la Maternidad de Lobo, rodeada de carpas con quesos de toda España, delante del palacio de los Momos, todo gótico y justo como la ley y su balanza.

La feria del queso ocupa toda Zamora, desde la Plaza Mayor a la Catedral, por un lado, y por el otro hasta el Parque de la Marina. La oveja zamorana bala por todas partes y los zamoranos que se han quedado a oírla picotean aquí y allá y beben cerveza como si no hubiera un mañana.

Mientras el Duero, visto desde la calle Pizarro, sigue su marcha impertérrito hacia San Frontis, tras dejar atrás el Puente de mi barrio y luego islotes, azudas y aceñas. Y en La Magdalena sigue durmiendo la dama su muerte de piedra.

2

Pero ya es hora de que cenemos. Tras merodear por las carpas, nos abraza la noche junto al Merlú, que es una buena señal. Enfrente, la emblemática calle de los Herreros; y bajamos en busca de una mesa. La encontramos en una antigua posada vuelta ahora un bar de picoteo. Hablamos poco --”Oveja que bala...--. Comemos y al fin brindamos por lo que estamos viviendo y por lo que viviremos. Para nada echo de menos que yo por aquí pasaba de chico hacia el Instituto y que mayor practicaba el rosario de los vinos.

 3

Yo que nací junto al Duero, en una humilde plazuela, con fragua y potro de herrero y un Comedor del franquismo, vivo y duermo en una plaza del centro de la ciudad junto a una iglesia románica.


Campanas por la mañana, camino de la Catedral, entre las carpas blancas y a pie de calle, justo en frente del primer Colegio descubro el bronce del maestro amigo Herminio Ramos. Lo saludo lamentando que los vándalos le hayan arrancado las gafas.

Más olores de quesos y embutidos, San Ildefonso, fray Diego de Deza, el Mirador del Troncoso, recuerdo escrito de Lorca en un mingitorio nocturno --los borrachos no entienden de lírica--.

4

De nuevo el Duero, el río Duradero de Claudio, el poeta de Zamora, y mi barrio a la vista al otro lado del Puente en obras. Leemos la puerta del Obispo traducida por el guía familiar. El Castillo y los jardines, el Postigo de la Traición --el alcalde quiere cambiar la historia--. Cuenta el presente. Nos espera la primera iglesia gratis--¡qué vergüenza!--.



La iglesia de San Isidoro --espadaña con nido de cigüeña, vacío como todos--, románica, como casi todas, edificada en el primer recinto amurallado, iba a contener las reliquias del santo, pero se quedó en un romántico deseo, pese a que su interior es original--el arco triunfal apuntado y el hastial con rosetón--. Salimos junto al ábside moderno y nos llaman los higos de una higuera pegada a la muralla. Y yo les cuento a los míos la muerte paródica del Rey que sitió sin ninguna ley la ciudad de su hermana doña Urraca.

                                       5

Al final picamos en la Feria y compramos un lote de embutidos, quesos y vino de la tierra. De vuelta al piso de Santa María la Nueva pasamos por la calle Sacramento y me llevé el primer cañonazo en el pecho: el taller y la casa de Abrantes aparecen derribados (sólo junto a la puerta de hierro aún puede leerse: “R. Abrantes, escultor”)

En la calle Sacramento

vivía un artista puro

que convertía en verdad

la piedra y el barro oscuro.


 

 

UNA VISITA MEMORABLE A TORO

Fue fray Diego de Deza

obispo de Zamora,

confesor de la reina

Isabel la Católica...”

Bandeya


                                        1

Camino del parquin, pasamos por delante de Santa María la Nueva, cuya puerta está abierta. Me asomo a su interior de leyenda y veo la decepcionante realidad en estos "pasos" de Semana Santa que convierten el templo en un sustituto del vecino Museo derruido. Aquí están Las tres Marías y San Juan, la Verónica, el Yacente... la Pasión y la Muerte de Cristo resumidas, en la iglesia del Milagro y del Motín, que la realidad de la piqueta los ha convertido en mera exposición para ansiosas miradas de turistas.

2

 Maizales y pinares, pinares y maizales, sin prisa reverdecen mientras vamos a Toro. El tiempo vuela en coche y el sueño en nuestros cuerpos por ver la Colegiata asomándose al Duero. Y el Duero, a nuestro lado, parece que nos dice: “El templo está esperando;allí su Virgen sigue.”

                                   


                                   3 

En la Colegiata Toro es oro de piedra románica, y en San Lorenzo ladrillo mudéjar de oro y plata. Toro, además, tiene una cosa que calma al habitante con alma que sabe ver y admirar: el río Duero que pasa debajo del mirador de la esbelta Colegiata repartiendo lozanía de su Vega en derredor. Viéndolo, nuestras palabras son versos del corazón.

4

Recuperando el sentido, nos volvemos a la plaza donde está la Colegiata con su románico fino de cimborrio y rosetón, y allí sentados al sol de una terraza de bar, alegramos la carrera con un vermú Quitapenas y unos torreznos de más. Hay que darse bien la cuenta de qué significa haber vuelto a la tierra donde uno gracias a Dios fue a nacer. Entonces yo me pregunto: ¿aquí volveré otra vez?

5

Cerca de la ciudad en la ermita de la Vega el Cristo de las Batallas duerme la paz de sus guerras al amparo de su Madre, que siempre tiene faena, y al sonido de los álamos que actúan de centinelas. Luego dejamos atrás el románico mudéjar en un paraje encantado de viñedos y bodegas. La Divina Proporción --¿no humana?-- nos espera.


                                  6

A la mesa dispuesta por el guía nos sentamos los cuatro sorprendidos. Llegan pronto los platos requeridos. El arroz a la zamorana abría la escala hacia la luz que más lucía. Subían los sabores encendidos y con rabo de toro los sentidos alcanzaron la miel que más ardía. Los vinos de la tierra, finalmente, Tío Babú y Madre Mía, juntamente, acabaron llevándonos al cielo, Éramos cuatro almas, puro vuelo. Sin embargo, acabada la comida, salimos al jardín con nuestra vida.

 

                                  7

A la sombra de un ciprés, sobre el césped de la finca --Humana Desproporción--, sorbemos la Madre Mía que en las copas nos quedaba --espíritu de la comida pantagruélica de Toro--, a la vista de la ermita mudéjar entre los álamos que le dan fiel compañía. Y al fondo, la silueta, sobre un azul de película, de la torre y el cimborrio de la Colegiata, insignia de la ciudad. Y en el medio el río Duero, agua viva que camino de la muerte siembra en todas partes vida.

 

8

Mientras hablamos de buena vida, hermana de la muerte, con una copa en la mano, pasa cerca de nosotros un camión con la vendimia de la que ha nacido el vino que estamos bebiendo ahora.