El invierno es una buena época para leer, al fuego, bien abrigado, mientras que en la historia del libro que se está leyendo el tiempo inclemente y a veces insoportable que se ven obligados a vivir los personajes del relato influye de modo importante en su vida, en su modo de trabajar, en las relaciones que mantienen entre sí y en muchos otros aspectos que hace que la trama conduzca a un desenlace inesperado.
Se me ocurre, mientras pienso en todo lo anterior, recordar aquí una serie de relatos y novelas cuyos títulos hacen referencia al invierno, en general, y a algunas de sus principales manifestaciones climatológicas, en particular. He aquí algunos: El doctor Zhivago, El muñeco de nieve, La mujer de mi vida, Más allá del invierno, País de nieve, Colmillo blanco, Una chica en invierno, Nieve, Un día de diciembre, Canción de Navidad, La tormenta de nieve, El invierno en Lisboa...
¿Quién no recuerda Canción de Navidad, de Charles Dickens (1812-1870) y a su protagonista el huraño y a veces perverso señor Scrogge, al que simplemente oír hablar a los demás del ambiente humano, amistoso, colaborador y tierno de la Navidad, lo critica y tilda de "Paparruchas". y a quien, muerto su socio Marley, recibe la visita nocturna de tres fantasmas que, recordándole momentos esenciales de su comportamiento en el pasado y el presente y avisándole de cómo será su futuro si sigue comportándose igual, le hacen reflexionar y cambiar radicalmente de actitud hacia sus semejantes. Leamos un breve fragmento perteneciente al principio de la novela:
"La puerta del despacho de Scrooge continuaba abierta, a fin de poder éste vigilar á su dependiente dentro de la pequeña y triste celdilla, a manera de sombría cisterna, donde se ocupaba en copiar cartas. La estufa de Scrooge tenía poco fuego, pero menos aún la del dependiente: aparentaba no encerrar más que un pedazo de carbón. Y el desgraciado no podía alimentarla mucho, porque en cuanto iba con el cogedor a proveerse, Scrooge, que atendía por sí a la custodia del combustible, no se recataba de manifestar a aquel infeliz que cuidase de no ponerlo en el caso de despedirle. Por este motivo el dependiente se envolvía en su tapabocas blanco y se esforzaba en calentarse a la luz de la vela; pero como era hombre de poquísima imaginación, sus tentativas resultaban infructuosas."
De otro asunto bien diferente trata La tormenta de nieve, de León Tolstoi (1828-1910), relato basado en el incidente ocurrido en enero de 1854 al propio escritor al perderse durante toda la noche en una tormenta de nieve mientras regresaba del Cáucaso a su hogar en Yasnia Piliana. Leamos un pasaje referido a esa tormenta de nieve:
"—¿En dónde nos encontramos?
La pregunta era tan tonta que el cochero no juzgó necesario responderla. Se volvía en distintas direcciones, pero por momentos me parecía que él se encontraba inmóvil y era yo quien daba vueltas en el trineo. Salí con dificultad y enseguida descubrí que la nieve me llegaba hasta las rodillas. El caballo de atrás estaba hundido hasta el vientre en un montón de nieve. Sus crines colgaban como el cabello de una mujer con la cabeza descubierta.
—¿Se han parado ellos solos?
—Sí. Están agotados…
De pronto me acordé de algunos relatos y, por alguna razón, sentí rabia contra Tolstoi.
«El vivía muy tranquilo en Yásnaia Poliana —pensé—, a él no le llevaban a visitar
moribundos…» Tuve lástima del bombero y de mí. Luego sentí de nuevo una llamarada de miedo salvaje, pero la apagué en mi pecho.
—Eso es cobardía… —murmuré entre dientes. Y una energía impetuosa apareció en mí.
—Mire, buen hombre —comencé a decir, sintiendo que los dientes me castañeteaban—,no debemos desalentarnos, porque nos perderemos, nos perderemos irremediablemente. Los caballos han estado parados y han descansado un poco; debemos seguir adelante. Camine usted y lleve las riendas del caballo delantero. Yo conduciré el trineo. Tenemos que salir de aquí o nos sepultará la nieve
En cuanto a El invierno en Lisboa, de Antonio Muñoz Molina (1956- ) su trama no puede ser más sencilla: un pianista, Santiago Biralbo, se enamora de una mujer casada, Lucrecia, y juntos viven una acuciante persecución por parte del marido de ésta y un traficante en cuadros y libros antiguos a causa de la desaparición de una pintura de Cezanne. Una historia de aventuras y desventuras llenas de emoción, que homenajea al género policíaco y al mítico cine negro americano. En realidad Santiago y Lucrecia, protagonistas de la novela, son adictos a este tipo de películas y emplean su lenguaje para comunicarse y burlar a Malcom, marido de ésta. Leamos un par de ejemplos: el primero es un diálogo de las páginas 140 y 141:
"--Dispara, Malcom. Me harías un favor. --¿Dónde he oído yo eso antes?--dijo Toussaints Morton, pero a Biralbo le pareció que su voz sonaba en otra habitación, porque él sólo veía frente a él las pupilas de Malcom. --En Casablanca-- dijo Daphne, con indiferencia y precisión--. Bogart se lo dice a Ingrid Bergman."
El segundo ejemplo es el comienzo de la novela:
"Habían pasado casi dos años desde la última vez que vi a Santiago Biralbo, pero cuando volví a encontrarme con él, a medianoche, en la barra del Metropolitano, hubo en nuestro mutuo saludo la misma falta de énfasis que si hubiéramos estado bebiendo juntos la noche anterior, no en Madrid, sino en San Sebastián, en el bar de Floro Bloom, donde él habita estado tocando durante una larga temporada. Ahora tocaba en el Metropolitano, junto a un bajista negro y un batería francés muy nervioso y muy joven que parecía nórdico y al que llamaban Buby."
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