lunes, 1 de abril de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. POETAS DE AZOR (III)


Los cuatro poetas de Cerdanyola que formamos parte de la tertulia de Jurado (perdón por el atrevimiento de incluirme) somos Encarna Fontanet, José Carreta, Antonio Matea y el que escribe, Esteban Conde.
En los cuatro confluyen varias notas comunes: la primera, estar empadronados y ser residentes en la misma ciudad, Cerdanyola del Vallés: José Carreta y Antonio Matea desde finales de los años sesenta hasta su fallecimiento, el primero en 1998 y el segundo en 2008; Encarna Fontanet, desde fechas parecidas a los dos compañeros mencionados hasta su cambio de residencia a Vinaroz ya entrado el siglo XXI, y, finalmente yo, desde 1981 en que, por motivos de trabajo, me trasladé de Barcelona a la población vallesana, hasta la actualidad. Esa circunstancia y el cultivo de la poesía favoreció el poder haber llevado a cabo en nuestra ciudad actividades literarias diversas, de las cuales las dos más importantes fueron formar un grupo cultural y crear un premio de poesía que tuvieron el mismo nombre, Viernes Culturales, premio que ha contado con más de treinta convocatorias, convirtiéndose así hasta la fecha en que esto se escribe (2014) en el premio literario más veterano del Vallés Occidental. 
 


                              De derecha a izquierda, Miquel Sánchez, Encarna Fontanet
                                    y Esteban Conde, en una lectura poética de Viernes Culturales

La segunda nota común es haber pertenecido a la tertulia literaria que en Barcelona desde los años setenta dirigía magistralmente el poeta de Linares José Jurado Morales (1900-1991) en su casa de la calle Borrell, 128, tertulia que tenía lugar los sábados por las tardes. Allí, junto a otros poetas y amigos de la poesía, como los ya mencionados Amparo Cervantes, Milagros Martín, José Díaz Borges, Cristóbal Benítez, Isabel Abad, Vicente Rincón, José Membrive, José Antonio Espejo, Ester Bartolomé, Sofía Sala o Juan Pastor (no quisiera olvidarme de ninguno de los más asiduos por lo menos); allí, digo, en la tertulia de Jurado, conocí a Encarna Fontanet, José Carreta y Antonio Matea, a los que desde un principio consideré mis amigos, amistad que dura todavía en el caso de Encarna Fontanet y amistad que en los casos de Carreta y Matea puso fin el triste fallecimiento de ambos. En una sala del Ateneo del municipio, donde celebrábamos nuestras reuniones literarias, fundamos los cuatro en 1981 el grupo Viernes Culturales y dos años después el Premio de Poesía con el mismo nombre.

Y la tercera nota que nos une a los cuatro es que hemos publicado toda nuestra obra en castellano (sólo Encarna Fontanet dio a conocer en valenciano el poemario Un solc de lluna i set fulles seques, con el que obtuvo el Premio Ciutat de Martorell de 1981).

En otro orden de cosas, Encarna, Carreta, Antonio y yo participamos en numerosas lecturas poéticas, presentaciones de libros y en dos publicaciones colectivas, que yo recuerde. Una, tras la muerte de nuestro maestro titulada El eterno vuelo del azor. Homenaje a José Jurado Morales (Grupo Azor, Barcelona, 1992), y cuyo Prólogo tuve el honor de redactar en nombre de los autores. La segunda,  Azor en vuelo. Antología Breve de Veinte Poetas I (Ediciones Rondas, Barcelona, 1980), a excepción de Encarna, que lo haría en el volumen II.
 
Los poemas con los que los cuatro participamos en el homenaje de 1992 a Jurado Morales se titulaban: Tú, entre nosotros, de Encarna Fontanet; Recordando al poeta José Jurado, de Carreta; Laurel para un amigo, de Antonio Matea; y el mío Fuego, ceniza, viento.
En su poema Encarna, entre otras coas, le dice:
“Nos dejaste –en aquellas tardes
de versos y de prosa, entre el color
de unas flores, de un vino—tu palabra.
Y los silencios rotos por el humo.
Y en nuestra soledad la tuya,
y en el quehacer diario, la esperanza. (...)
Tú estás entre nosotros, no te has ido.
Muerto está el que camina entre hojas muertas
sin suspiros ni lágrimas,
bajo sus pies, los soles en el barro.”
Humanidad, lirismo, ternura, profundidad, admiración, belleza, evocación, musicalidad… Poesía auténtica, en una palabra. Lectura provechosa de los místicos, de los clásicos universales.

El homenaje de Carreta a Jurado se compone de dos sonetos, composición en la que se encontraba  como pez en el agua. Así comienza uno de ellos:
“Las manos de la muerte, avariciosas,
llegaron de lo ignoto y te aprehendieron,
te robaron el cuerpo y le impusieron
un halda de ataúdes y de rosas.
Las musas, impacientes y hacendosas,
plegarias entonaron, compusieron
violines en tu honor y descubrieron
sonetos en la paz donde reposas.”
Pasión, desbordamiento de acendrados sentimientos, belleza lírica, patetismo, fidelidad a lo aprendido en Miguel Hernández, Lorca y otros poetas apasionados de la vida.

En cuanto al “laurel” que Antonio Matea dedica al poeta de Linares, lo hace en una libre y blanca versificación en una catarata de palabras, en un automatismo de sentimientos e ideas que comulgan con un panteísmo lírico y cósmico en el que astros, plantas, aves (rapaces y sus presas, especialmente) y personas (poetas) se reúnen para cantar al vate desaparecido y admirado. He aquí un fragmento:
El azor es un ave de cetrería, un ejemplo
de lo que es la paloma y el pardillo en el aire
para el ojo que acecha sobre el brazo de otro.
Ayer Jurado era; Jurado ya no existe.
Hemos de hacer que exista, que habite entre las nubes
ese trozo de gloria que sembró con sus versos.
Pero ¿somos nosotros alcotanes, o brujos,
o cornejas que inflaman
la laxitud del bosque en esta vela íntima?
¿Somos acaso águilas que podamos izar a Jurado a las nubes
para que sobre éstas se sostenga y pernocte?"

 
Finalmente, respecto al poema con el que participé en dicho homenaje, lo compuse inspirado en el último libro suyo, Fuego, ceniza, viento, de 1987, que me dedicó el poeta de Linares una de aquellas tardes sabatinas. Un reconocimiento a su buen hacer lírico, a su compromiso con la poesía, a su religiosidad y bonhomía. Intentando imitar su sencillez y acendrada generosidad, canto su amor a las cosas pequeñas, a su palabra exquisita, a su verso bien medido. Un fragmento:
“Fuego, ceniza, viento.
Si yo fuera Dios te haría
con tu vida un monumento
y con tu muerte la dicha
de convertir tus poemas
en flor y luz de otra vida.
Pero yo, pobre poeta,
no puedo sino evocar
lo que mi afecto recuerda:
un hombre de anciana edad
que escribía buenos versos
para regalarnos paz.
Fuego, ceniza viento.
Yo sólo soy un amigo
que vive con tu silencio…”

También participaron en El eterno vuelo del azor, los siguientes poetas pertenecientes a la tertulia: Esther Bartolomé Pons, con Tu muerte de poeta:
"...Eras maestro amigo de poetas;
antorcha viva entre las dos orillas
del mar que une España con América,
desvelador de la conciencia hermana. 
La muerte te ha llegado como llegan
al libro de la vida las palabras:
cerrando con un ritmo y una imagen
la página final, la única página.”

Visi Beato, Amaba aquellos sábados:
“...La tertulia aguardaba. Presa en ella
sentí junto a mi cuerpo su raíz. 
Entre calles y plazas caminamos
divisando una luz imperturbable
sólo el aire y el asfalto compartieron
las palabras, nuestros versos. (...)
Todo fue hace siglos o minutos.
En una habitación en penumbra
tan hermoso en sí mismo
que no requiere nombre ni adjetivos.
Hoy un deseo de formas y límites me vence.”




Milagros Martín, ¿Se ha ido un poeta?:
“No digas se ha ido, se ha ido un poeta.
Di que va de ruta,
di que se pasea por todos los mares
remando silencios,
que predica versos junto a las estrellas. 
No digas se ha ido, se ha ido un poeta.
Di que no está en casa,
que salió de compras por las librerías,
que pronto regresa…
que ahí está su vida, vida de poeta...."


José Membrive, Hasta que la muerte nos unifique:
“...Los seres, en su seno, como marinos árboles
que regalaran al mar sus hojas de lágrimas,
damos rienda a las células
para ser en los otros. 
Morir
es dejarse seducir por la pujanza,
abrirse a la pasión del universo.
Veo torres de Babel entre la bruma.
Hay confusión de cuerpos. Nuevos seres
construyen escaleras
al otro lado del amanecer…”


Vicente Rincón, In memoriam José Jurado Morales:
"...Allí, en aquella vivienda de una calle transitada,
he dejado la mitad de mi corazón
con otras mitades de entrañables contertulios.
Allí, entre libros antiquísimos
y muebles renacentistas, nos diste lo mejor de tu verbo,
a la vez que te ofrecimos el nuestro. 
¡Cuántas horas de repentina felicidad
gozamos en tu compañía, maestro de poetas,
a la luz de una lámpara, suficiente para
elevar nuestras voces en tu honor..."



Amparo Cervantes, A un poeta que no ha muerto:
“¿Es la fuga de una estrella?...
¿Es que ha enfermado el sol?...
¿Qué le ha pasado a la luna
que su luz-plata veló?...
¿Por qué está llorando el viento?...
¿Por qué calló el ruiseñor?...
¿Por qué está tan triste el campo?...
¿Qué pasa a mi alrededor?...
Es que se ha muerto un poeta
y todo se entristeció…”


 

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