sábado, 6 de mayo de 2017

BICENTENARIO DEL POETA MELÉNDEZ VALDÉS




 

Dentro de unos días, concretamente el próximo 24 de mayo se cumplen los doscientos años del fallecimiento del poeta extremeño Juan Meléndez Valdés, y no quiero dejar pasar la ocasión de dedicarle un recuerdo. Había nacido también en mayo 63 años antes en Ribera del Fresno, Badajoz. No es extraño, pues, que la primavera con su alegría y ganas de vivir, los ríos y los árboles estén siempre presentes en su poesía. En el retrato que de él hizo uno de nuestros principales pintores, Francisco de Goya y Lucientes, aparece, sin embargo serio y con mirada entre triste y soñadora. Y acertó porque la causa de ese carácter melancólico que siempre tuvo se halla en el hecho de que se quedara huérfano de madre aún muy niño y a los veinte perdió también a su padre. Pocos años más tarde sufrió además la dolorosa pérdida de un hermano. Paralela a su trabajo como catedrático de Derecho en la Universidad de Salamanca, fiscal, juez y canciller, es su labor como poeta, género en el que destacó sobremanera (sus composiciones anacreónticas, por ejemplo, son de una calidad indiscutible). El conjunto de sus poemas se recogió en Poesías (Imprenta Real, Madrid, 1820). He aquí una selección de versos de su poema De la primavera:

 

“La blanda primavera
derramando aparece
sus tesoros y galas
por prados y vergeles."
(…)
"De esplendores más rico
descuella por oriente
en triunfo el sol y a darle
la vida al mundo vuelve."
(…)
"Con su aliento en la sierra
derretidas las nieves,
en sonoros arroyos
salpicando descienden."
(…)
"Revolantes las aves
por el aura enloquecen,
regalando el oído
con sus dulces motetes;
y en los tiros sabrosos
con que el Ciego las hiere
suspirando delicias,
por el bosque se pierden,
mientras que en la pradera
dóciles a sus leyes
pastores y zagalas
festivas danzas tejen."
(…)
"Y nosotros, amigos,
cuando todos los seres
de tan rígido invierno
desquitarse parecen,
¿en silencio y en ocio
dejaremos perderse
estos días que el tiempo
liberal nos concede?
Una vez que en sus alas
el fugaz se los lleve,
¿podrá nadie arrancarlos
de la nada en que mueren?
Un instante, una sombra
que al mirar desparece,
nuestra mísera vida
para el júbilo tiene.
Ea, pues, a las copas,
y en un grato banquete
celebremos la vuelta
del abril floreciente.”

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