miércoles, 25 de junio de 2014

CUENTAS PARA UN COLLAR DE LONDRES

Del reciente viaje efectuado a Londres me he traído un buen montón de cuentas para formar un collar digno de su belleza. Aquí están las primeras.





 Empezar el recorrido de la National Gallery por Leonardo da Vinci (el Cartón de Burlington House) es abrir el corazón sin reserva alguna al mundo de la belleza y el arte. Es asistir al parto de la luz más auténtica en la penumbra de la cueva de Platón.
 Y seguir por Rafael (la Virgen con el Niño y san Juan) es entrar de lleno en la claridad que alumbra el más hermético de los silencios.
Claro que al rato la Coronación de espinas del Bosco introduce en el arte pictórico el guiño sin paliativos de la ironía y el humor, a modo de greguería o relángrafo de la belleza. Si no, repárese en los cuatro personajes que rodean a Jesús: uno con un collar de púas al cuello, como un perro guardián de ovejas; otro con el turbante atravesado por una flecha y poniendo la corona de espinas con una mano acorazada; el del ángulo inferior derecho desvistiendo al Salvador y el del ángulo contrario riendo con su barbita de chivo raída y blanca.
Más sorpresas: Piero de la Francesca en su Natividad inacabada e incompleta sacó tiempo para posar una urraca perfectamente acabada (sólo le falta graznar) sobre el tejadillo del Portal.

En cuanto a la Venus de Boticelli, se ha vestido después de llegar a tierra desnuda como el arte y la mitología la creó a bordo de una concha gigante para velar la siesta de Marte, dios de la guerra (¿hace falta añadir de qué guerra se trata aquí viendo cómo los risueños faunillos retozan con las armas del guerrero?).











No hay comentarios:

Publicar un comentario