lunes, 25 de agosto de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO Mis libros favoritos (II): Castro Calvo

 


El libro del que hablo hoy ha sido siempre uno de mis favoritos desde los tiempos de la Universidad y además representa una de mis mayores experiencias de amistad con uno de los profesores de Literatura de más carisma que he tenido en mi vida. Y se verá enseguida por qué lo digo, ya que el libro en cuestión se titula Valores universales de la literatura española (Sayma, Barcelona, 1961), y su autor, José Mª Castro Calvo, Catedrático de  Literatura Española de la Universidad de Barcelona, que durante los años que fui estudiante en esa Universidad me sentí motivado por él de tal manera que siempre me cayó bien y lo consideré amigo mío aun después de licenciarme y hacerme profesor de la misma asignatura que enseñaba Castro Calvo con tanta dedicación, cariño, rigor y eficacia. Y él sintió por mí un gran aprecio que intenté agradecer no sólo con palabras y libros como el que aparece debajo de este párrafo, Los 80 años de José María Castro y Calvo, en el que tuve la suerte de colaborar tras la realización del Homenaje que la Casa de Aragón le dedicó cuando, enfermo de una  embolia, veía cercana la hora de su muerte, en el cual colaboré gustosa y desinteresadamente leyendo la Semblanza suya que aparece en el libro mencionado, logrando por sorpresa el premio de compartir el estrado con figuras ilustres de la enseñanza y la literatura como don José Manuel Blecua, compañero y amigo de Castro Calvo y también profesor mío. 


¿Y cuáles son esos valores universales de la literatura española? En la Introducción del libro que nos ocupa vemos que su autor ha escogido obras y escritores de la Edad Media (siglos XIII-XV) y de la Edad de Oro (siglos XVI y XVII). Y aunque lamenta que haya quien eche de menos en estos Valores universales a escritores y obras importantes, el hecho es que aquí aparecen nombres y títulos tan importantes para entender la Literatura de esos siglos como don Juan Manuel y su Conde Lucanor, el Romancero, La Celestina, Boscán, Garcilaso de la Vega, la poesía mística de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, el Lazarillo de Tormes y la novela picaresca posterior, Calderón de la Barca y Lope de Vega y el teatro nacional, Cervantes y su Don Quijote, Góngora y su poesía culterana, Quevedo y su poesía conceptista, Gracián y su Criticón... Y justifica su presencia en el Punto Final afirmando que "son el eco del pasado, trayéndonos modelos que imitar, valores que conservar y transmitir." Y añade: "Hemos rendido tributo por lo menos a los más tradicionales de España. Para el lector que desee gustar del pensamiento clásico y sereno de nuestros autores, hemos compilado estas páginas de nuestra elección."


En los párrafos siguientes algunos textos que incluye Castro Calvo en su libro, para que se pueda hacer una idea de lo que pretendió conseguir con él: sentir gusto y aprecio por nuestra literatura. 
     Del Romancero, colección de romances  que para Castro son "la obra del pueblo", el romance del Prisionero: "Que por mayo era, por mayo, cuando los grandes calores,/ cuando los enamorados van servir a sus amores,/ sino yo,  triste, mezquino, que yago en estas prisiones, / que ni sé cuándo es de día, ni menos cuando es de noche;/ sino por una avecilla que me cantaba al albor;/ matómela un ballestero: ¡déle Dios mal galardón." En pocos   versos queda expresado todo el paisaje; y lo que es más, el estado de ánimo del poeta."
       De La Celestina, obra de Fernando de Rojas, "encrucijada renacentista", las palabras que Sempronio, criado de Calisto, pronuncia para explicar la pasión de éste por Melibea: "¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congojas? ¿Como si solamente el amor contra él asestara sus tiros! ¿Oh soberano Dios, cuán alto son tus misterios! ¿Cuánta premia pusiste en el amor, que es necesaria turbación en el amante! Su límite pusiste por maravilla. Parece el amante que atrás queda."
         

       
De Boscán, los versos de ingratitud y olvido: "Recógelos con blanda  mansedumbre/ si creéis que son blandos; y si no/ recógelos como ellos merecieren,/ Si pasaren con honra, dáles vida;/ y si no no les quites el remedio./ Que el tiempo les dará con su justicia;/ que mueran, y que los cubra la tierra,/ y la tierra será el eterno olvido."
            De Garcilaso de la Vega, unos versos que cantan el silencio y la soledad del paisaje como marco para la infelicidad del amante: "El cielo en mis dolores/ cargó la mano tanto/ que a sempiterno llano/ y a triste soledad me ha condenado;/ y lo que más siento es verme atado/ a la penosa vida y enojosa,/ solo, desamparado,/ ciego, sin lumbre en cárcel tenebrosa."
           De la Mística, "empresa caballeresca y peregrina", la página que habla de los místicos y el amor,: "Cuando la Esposa (el alma) busca al Amado (Dios), le dice: "¿Adónde te escondiste/ Amado, y me dejaste con gemido?/ Como ciervo huiste/ habiéndome herido,/ salí tras ti clamando, y eras ido." Así escribe San Juan de  la Cruz el ansia de la unión con Dios que sólo se logra con la muerte. De ahí que Santa Teresa de Jesús la desee en los famosos versos: "Venga ya la dulce muerte,/ venga el morir tan ligero,/ que muero porque no muero."

       De la Picaresca, "la lucha por la vida", un pasaje del Lazarillo, aquel muchacho que sirvió a varios amos antes de entrar en la edad de adulto en Toledo y después de sufrir hambre y penalidades sin cuento, como las que vivió con el ciego, del que Lázaro dice: "Él traía el pan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo, que por la boca se cerraba con una argolla de hierro y su candado y su llave, y al meter de todas las cosas y sacarlas, era con tan gran vigilancia y tanto por contarlo, que no bastase hombre en todo el mundo hacerle menos una migaja. Mas yo tomaba aquella lacería, que él me daba, la cual en menos de dos bocados era despachada."
     Y así el libro avanza por autores, obras y géneros (Lope, Quevedo, Cervantes, Gracián...; El caballero de Olmedo, El buscón don Pablos, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, El Criticón...; teatro, poesía, novela, ensayo...). Como resumen de todo ello, me quedo con las frases extraídas de la última obra mencionada, que no hacen sino repetir lo que todos sabemos del mundo, de la vida y de la naturaleza, "que engaña siempre al hombre, desde la cuna a la tumba, desde la esperanza al recuerdo."



"La felicidad humana hace trofeos de su propia miseria."
"En el mundo todo va al revés. La verdad es perseguida; el vicio, aplaudido; la verdad, muda; la mentira trilingüe."
"Madrastra se mostró la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó de conocimiento al nacer, le restituye al morir"
"Todos los buenos van por tierra y los malos quedan ensalzados.".
"Dichoso tú que te criaste entre fieras, y ay de mí que me crié entre los hombres, pues cada uno es lobro para el otro."

sábado, 9 de agosto de 2025

"ISMOS" LITERARIOS Y POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA (I)

 


         Los ismos literarios

Querido amigo:

Como sabes, el mundo anda demasiado revuelto y las tablas de valores están sujetas a continuas transformaciones. Por eso hoy más que nunca necesitamos reflexionar más y hablar menos, afirmar menos y argumentar más. Sabes también que sobre gustos hay mucho escrito. Y construir una opinión, una crítica, a partir sólo del propio gusto no deja de ser aventurado. Hoy la belleza de las cosas muchos la medimos por la atracción que ejerce sobre nosotros. Y están de moda, además, la prisa y la pereza mental y en menor grado la afición por la falsa cultura que nos ofrecen los “sofisticados” medios de comunicación social. Por el contrario, se menosprecian la sensibilidad y los sentimientos, como si el ser humano estuviera hecho sólo de ojos para ver la televisión y manos para el volante.

Es cierto que debemos amoldarnos al mundo que nos está tocando vivir. Y da la casualidad de que en este mundo el ser humano se sigue encontrando con los problemas cotidianos relacionados con su hogar y su familia, su trabajo y sus utensilios adecuados, sus creencias e inquietudes religiosas, sus amores y amistades, sus dolores, temores y esperanzas, incluido su deseo de ser cada vez más libre.

Y pasando al motivo de esta carta, que es el de los "ismos" literarios, debo empezar diciendo que cada "ismo" o movimiento literario nació siendo una negación u oposición con respecto a algún factor o característica perteneciente al movimiento literario anterior; pero que, superado ese afán de vanguardismo, “snobismo” o como quiera llamársele, volvía a considerar lo de siempre, lo que no cambia, que se reduce al ser humano en sí y a sus problemas existenciales. Por ejemplo, los poetas de la Generación del 27 iniciaron su trayectoria poética abominando de los sentimientos y refugiándose en las vacías y hueras imágenes que, unas encima de las otras, levantaban el poema, muy bien construido según unos, pero muerto y distante según la mayoría. Por ello, a las primeras de cambio, se dieron cuenta de que sin contar con el destino humano, difícil y maravilloso a la vez, el poema adolecía de vida, que, por otra parte, es lo que sustenta el arte en todas y cada una de sus manifestaciones.

Los poetas que con fervor inician su iluminado camino poético prefieren lo nuevo, lo que rompe con la tradición, lo hacen más por imitación y la inercia de la propia edad que por verdadera reflexión. Y con el paso del tiempo ven que todo cuanto mueve noblemente el mundo hacia delante son las raíces, lo que la historia ha respetado con el correr de los siglos. Y si es verdad que la razón gobierna la obra humana, es más verdad que el corazón discreta y prudentemente templa la razón.

Si nos fijamos en la historia de nuestra poesía, descubrimos que siempre el sentimiento y el corazón han presidido sus cotas más altas. Ahí tenemos a Jorge Manrique, que sentenciosa y melancólicamente lamenta en sus Coplas la fugacidad de la vida, la belleza y el placer. A Garcilaso de la Vega, afirmando que nadie podrá nunca quitarle el dolorido sentir si antes no le quitan el sentido. A San Juan de la Cruz, poeta de lo inefable y del amor sublimado. A Francisco de Quevedo, para quien el hombre es un ser trágicamente nacido para la muerte. A Gustavo Adolfo Bécquer, lamentándose de la insuficiencia del idioma para expresar los sentimientos más acendrados del ser humano: el amor, el dolor, el más allá. A Antonio Machado, situando en el tiempo la palabra existencial del hombre. Ahí están tantos buenos poetas del 27, como Pedro Salinas, Luis Cernuda, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca o Miguel Hernández, que construyeron el calor de sus poemas con el fuego de los sentimientos.




Y hay también otros poetas que algunos encasillan como menores (Gabriel y Galán y Vicente Medina son dos ejemplos claros), tal vez por no haber hecho un esfuerzo en comprenderlos, que además de llevar el castellano regional a la poesía, han llevado la poesía al hogar, a la familia, a la vida del campo, a los niños, y lo han hecho con tanta ternura y esencialidad que encendieron la admiración de otros vates considerados superiores, como Joan Maragall o Miguel de Unamuno, cuyo fervor por el maestro rural de Frades de la Sierra es de sobre conocido.

Por todo lo anterior, querido amigo, te pediría que, sin menospreciar de antemano los “ismos” que en poesía surgen paralelamente a los avances imparables de la humanidad, tengas en cuenta el camino recorrido en nuestra historia literaria, porque sin él caminaríamos todos sin rumbo, sin convicción en nuestros cometidos, como quien de pronto pierde la memoria y tiene ante sí un futuro sin anclajes en la vida. Y sigue frecuentando la lectura de nuestros clásicos, porque aunque no nos demos cuenta, mucho de lo que somos, se lo debemos a ellos.

Y por favor, sigue contando con mi amistad y mi apoyo.

 

Poesía española de posguerra, 1

Me pides, querido amigo, que te hable de la poesía y los poetas españoles desde la Guerra Civil hasta la muerte del dictador Franco. Se trata de hacer un recorrido tan íntimo, tan lírico, tan comprometido con la vida española y el respeto a los semejantes, tan amante de nuestras cosas buenas y tan crítico a la vez con las que no salen bien o han significado oprobio para algunos y riquezas para otros. Por eso intentaré  dibujarte un modesto panorama de la poesía y los poetas que más han hecho por enriquecer el género. Y comienzo por el mismo año en que saltó a la palestra nuestra nunca aceptada guerra civil.

 


 

En 1936 tres poetas bien diferentes dieron a conocer sendas obras, cuyo tema común es el amor: Pedro Salinas, con Razón de amor; Miguel Hernández, con El rayo que no cesa, y Luis Cernuda, con La realidad y el deseo. Los tres son excelentes portavoces del sentimiento más grande del ser humano aunque en tres vertientes distintas: la de la fuerza del amor para lograr el entendimiento más íntimo, el dolor y el amor apasionado que representa pertenecer al género humano y comprometerse a defenderlo hasta sus últimas consecuencias, y la desazón que media entre lo que el ser humano desearía conseguir: la libertad, el amor, la paz y el respeto de los demás, y la dura e inexorable realidad que trae consigo la frustración y la impotencia. Y así, Pedro Salinas nos dejó dicho que se siente el amor “en la resistencia a separarse”:

Cada beso perfecto aparta el tiempo,

le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve

donde puede besarse todavía.

Ni en el llegar, ni en el hallazgo

tiene el amor su cima:

es en la resistencia a separarse

en donde se le siente,

desnudo, altísimo, temblando.

Y la separación no es el momento

cuando brazos, o voces,

se despiden con señas materiales:

es de antes, de después.

Si se estrechan las manos, si se abraza,

nunca es para apartarse,

es porque el alma ciegamente siente

que la forma posible de estar juntos

es una despedida larga, clara.

Y que lo más seguro es el adiós.”

 


 

Por su parte, Miguel Hernández, dentro del amor que experimenta, se define a sí mismo por la pena que siente como ser humano (“pena es mi paz y pena mi batalla”) y por la impotencia que le causa penar tanto para morirse al final:

Umbrío por la pena, casi bruno,

porque la pena tizna cuando estalla,

donde yo no me hallo no se halla

hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,

pena es mi paz y pena mi batalla,

perro que ni me deja ni se calla,

siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,

cardos y penas siembran sus leopardos

y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona

rodeada de penas y de cardos:

¡cuánto penar para morirse uno!”

 



Y por lo que respecta a Luis Cernuda, en los poemas que recogió con el título La realidad y el deseo hasta 1936 (después iría añadiendo bajo el mismo título nuevos poemarios hasta su muerte en México en 1963), habla de su experiencia humana, angustiada por su peculiar manera de sentir los afectos amorosos en un mundo reacio a comprenderlos:

Donde habite el olvido,

en los vastos jardines sin aurora;

donde yo solo sea

memoria de una piedra sepultada entre ortigas

sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje

al cuerpo que designa en brazos de los siglos,

donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,

no esconda como acero

en mi pecho su ala,

sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,

sometiendo a otra vida su vida,

sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,

cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,

disuelto en niebla, ausencia,

ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;

donde habite el olvido.”

 

Por hoy, nada más, amigo mío, salvo mi apoyo, absolutamente incondicional..