La estación invernal es uno de los temas más cultivados por los poetas de todo el mundo y los españoles no iban a ser menos. Aquí incluyo poetas españoles y extranjeros contemporáneos. Entre los españoles, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Antonio Colinas; y entre los extranjeros. William Shakespeare, Robert Frost y Williams Carlos Williams.
Antonio Machado en “Sol de invierno” describe con notas impresionistas, la estampa invernal de un parque a mediodía. Paseos blancos, elevaciones iguales, árboles de hoja caduca... Sólo parece haber vida en el invernadero (macetas con naranjos, una palmera metida en un tonel verde). En el exterior, mientras unos niños juegan, un viejecillo se alegra de sentir la caricia del sol. Un romance sencillo que elogia también de modo sencillo la presencia del astro rey en el invierno.
Sol de invierno
“Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!…» Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.”
Juan Ramón Jiménez en “Canción de invierno” realiza un juego fonético a partir del canto de unos pájaros cuya procedencia ignora el propio poeta ( el juego se resume en los tres último versos del poema: “Yo no sé dónde cantan/ los pájaros -cantan, cantan-/los pájaros que cantan”) En este poema, aparentemente sencillo, cuyos versos tienen todos la misma rima (asonante en a-a) el autor de una obra tan musical, poética y entrañable como Platero y yo nos muestra su habilidad de maestro de la poesía al componer toda una canción basándola fundamentalmente en la repetición de la forma verbal “ cantan”. Y en cuanto a las referencias que hace el poeta al invierno, bastan para situarnos en la estación dos o tres rasgos invernales ( la lluvia, la ausencia de hojas nuevas, la lejanía del valle...)
Canción de invierno
“Cantan. Cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?
Ha llovido. Aún las ramas
están sin hojas nuevas. Cantan. Cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?
No tengo pájaros en jaulas.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada…
Yo no sé dónde cantan
los pájaros -cantan, cantan-
los pájaros que cantan.”
Respecto a Antonio Colinas, en su poema “Invierno tardío” habla de un invierno concreto en que su ánimo se semeja a una primavera que se ha adelantado o a un almendro en flor bajo la nieve y aunque la estación invernal muestre sus rasgos más negativos: nevar sobre el almendro florido (“nieva sobre la nieve”, paranomasia, aliteración, metáfora, imagen... todo unido) o haga demasiado frío (metáfora de indiferencia, insensibilidad, dureza inhumana) en el mundo la tarde de su contemplación, al abrir la puerta a su perro, entra con el fiel animal el calor (nótese la antonimia frío-calor, inhumanidad-humanidad), calor (metáfora de benevolencia, caridad, compasión, misericordia, piedad humana).
Invierno tardío
No es increíble cuanto ven mis ojos:
nieva sobre el almendro florido,
nieva sobre la nieve.
Este invierno mi ánimo
es como una primavera temprana,
es como un almendro florido
bajo la nieve.
Hay demasiado frío
esta tarde en el mundo.
Pero abro la puerta a mi perro
y con él entra en casa calor,
entra la humanidad.
William
Shakespeare en los versos de su “Viento invernal” trata un tema
parecido al de Antonio Colinas, pero a la inversa. Aunque un fenómeno
meteorológico de la estación (aquí el viento helado) aun
personificado, cause daños, no será tan negativos como la
ingratitud. El poeta convierte en un tú animado al viento invernal
(“sopla... pues nunca harás tanto daño...”; “tu diente...”,
“nadie te ve”, “por rudo que seas”). Y eso en la primera
parte del poema, separada de la segunda por un estribillo, que se repite al final, donde el bosque es
el principal escenario para hacer el amor que, además de ceguera y traiciones, es vida y placer. En la segunda parte, se repite la estructira y el tratamiento verbal de la primera ( el tú del viento glacial: "hiela...", "no podrás cortar como lo hace el olvido", "puedes el agua herir...", "no eres tan hostil... como el pérfido amigo"). En resumen, el viento invernal puede causar daños, pero nuca serán equiparables con la ingratitud o con el olvido, mientras el amor reine en el mundo, que además de vida y placer provoca indiferencia y traiciones.
Viento invernal
Sopla, viento invernal,
pues nunca harás tanto daño
como la ingratitud.
Tu diente es menos cruel,
porque nadie te ve,
por rudo que seas tú.
¡Eh, oh, el verde del bosque!
Amor es ceguera; amigos, traiciones.
¡Eh, oh, el bosque!
Es vida y es goce.
Hiela, aire glacial,
pues no podrás cortar
como lo hace el olvido.
Puedes el agua herir,
mas no eres tan hostil
como el pérfido amigo.
¡Eh, oh, el verde del bosque!
Amor es ceguera; amigos, traiciones.
¡Eh, oh, el bosque!
Es vida y es goce.
Robert Frost en su poema "La noche invernal de un anciano", de Robert Frost, tiene dos espacios, el exterior y el interior de la vivienda, que se alternan en los versos para hablar del grado de soledad en que vive ese anciano : el exterior de la vivienda (el frío que barre la ventana, las sombras, el mundo que mira su rostro); el interior (la habitación vacía, lámpara inclinada sobre su rostro mientras duerme que le impide ver el mundo el anciano ha perdido la memoria y ya ni recuerda "en qué tiempo llegó hasta estos lugares y por qué está aquí solo, rodeado de barriles se encuentra perdido”; el exterior (el aullido de los árboles, el crujido de las ramas... Sólo la luna, de cuyo amparo el viejo espera que la nieve no hunda el tejado ni los carámbanos se descuelguen del muro, existe para su rostro inmóvil.); el interior (al anciano, dormido, lo despierta un leño que se cae en la estufa, y tiene miedo. Conclusión: un viejo solo no puede llenar una casa solitaria, una parcela del campo, y menos en una noche de invierno. “No puede./ Así un anciano guarda la casa solitaria,/ en la noche de invierno. Y está solo. Está solo.”
La noche invernal de un anciano
Más allá de las puertas, a través del frío
que barre la ventana formando unas estrellas
dispersas, en la sombra, el mundo observa su cara.
La habitación está vacía. Y duerme.
La lámpara inclinada muy cerca de su rostro
le impide ver el mundo, Ya no recuerda.
La vejez le impide recordar en qué tiempo
llegó hasta estos lugares y por qué está aquí solo.
Rodeado de barriles se encuentra perdido.
… Los árboles aúllan allá fuera;
todas las ramas crujen. Tan solo hay una luz
para su rostro, inmóvil, una luz en la noche.
A la luna confía –en esa luna rota
que ahora vale más que el sol-- el cuidado
de velar por la nieve que yace sobre el techo,
de velar los carámbanos que cuelgan desde el muro.
Sigue durmiendo. Un leño se derrumba en la estufa.
Despierta con el ruido. Sobresaltado se agita.
Es la noche. Respira suavemente.
Un viejo solo no puede llenar toda una casa,
un rincón de los campos, una granja. No puede.
Así un anciano guarda la casa solitaria,
en la noche de invierno. Y está solo. Está solo.
Williams Carlos Williams, en su poema “Ventisca” pinta un paisaje igualmente personificado, ahora en la nieve, que al caer desata la ira después de un tiempo que parecía paralizado. Y es la ventisca que arrastra su pesada profundidad de tiempo indefinido e indefinible (“¿tres días/ o sesenta años?”). Y cuando vuelve la calma (“¡Después/ el sol!”), irrumpe en la mirada del poeta la soledad salvaje de la naturaleza, y en medio de ella, destacando sobre todo lo demás, la soledad del género humano (“su huella solitaria extendida/ sobre el mundo”).
Ventisca
“Cae la nieve:
años de furia detrás de
horas que flotan perezosas
—la ventisca
arrastra su peso
más y más hondo ¿tres días
o sesenta años, eh? ¡Después,
el sol! una maraña de
copos azules y amarillos
—árboles que parecen hirsutos
sobresalen en los callejones largos
por encima de una soledad salvaje.
El hombre se da vuelta y ahí
—su huella solitaria extendida
sobre el mundo.”