sábado, 6 de septiembre de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO. CAMINO DEL DUERO (I)

   


        Dentro de unos días hará un año que, acompañado de  mi mujer y mis hijos, inicié el camino del Duero. No había vuelto a ver el río de mi infancia desde el verano de 2006 y ya tenía ganas de volver a encontrarme con él, en mi ciudad natal, después de recorrer en coche su trayectoria desde Berlanga de Duero, en tierras ya de Soria.

      Recojo aquí algunos apuntes realizados in situ.

                                    BERLANGA DE DUERO

En coche a San Baudilio de Berlanga; en el cielo buitres, en la tierra girasoles. Berlanga, ciudad con historia –el Rollo, el castillo y la muralla, y siempre vivo al lado, el Duero. Monteagudo de Vicarías, frío, ave rapaz-- ¿un alimoche?--, templo, más girasoles, hélices eólicas, ruinas de adobes... y Almazán –el fraile mercedario--. Nos sigue el río Duero, agua con alma..San Baudilio de Berlanga, baúl austero --como los alrededores de tierra de labor y escaramujos-- de la joya que oculta en su interior, original prerrománica soriana, pilar central en forma de palmera con arcos de herradura, figuras policromas que respetó el expolio: escenas bíblicas, de caza...Perfume sutil-- divino y humano-- metido en un modesto frasquito. Y ya fuera, vosotros comentabais el milagro de piedra y de pintura que habíamos dejado, como antes, seguir latiendo dentro, antes de que el expolio acabe de una vez con todo.

 


El aire de la mañana en el paisaje, lamiendo las tumbas junto a la ermita, era la voz del tiempo pidiendo justicia. Nosotros asentimos.

Sigue el coche paralelo al Duero hacia el Burgo de Osma.


EL BURGO DE OSMA

Vuelve la yunta de ganar el valle

con su lanza arrastrada y la campana

vuelve a pasar entre la luz y el puente.”

Dionisio Ridruejo


AL POETA DE BURGO DE OSMA

He oído tu verso hondo y herido

frente a la que fue tu casa, Ridruejo,

en la Plaza Mayor del Burgo de Osma.

Los soportales... Capitol...

Y vuelve a manar

el para siempre ayer eternamente”.

Sin embargo, Dionisio, el fiel presente

nos recuerda la urgencia del estómago

y el cansancio. Calle del Seminario,

terraza al sol, torreznos de Soria

y cerveza total.

Nuevo renglón.


LA CATEDRAL

Palabras mayores: La catedral de la Asunción, todo misterio, grandiosidad, la portada gótica--la Virgen ascendiendo al cielo, libro de piedra en el dintel templando la orgullosa subida de la piedra de la torre barroca. El Duero pasa humilde y generoso entre los álamos llevándose en sus aguas el misterio del Santo Cristo del Milagro.



VANIDAD DE MURALLAS

¿A qué viene esa vanidad tan propia de las murallas, muralla de la ciudad, si ya desde la Puerta del Puente Viejo, bordeando el río aprietas fuerte la calle Mayor, el Seminario y el Carmen? Tenías que haberte ido tras proteger a tu gente de la peste. Basta la puerta de San Miguel con su muro y sus almenas, su cubo y su cruz en alto, para conservar tu nombre. Un deseo siembro aquí antes de irme a Zamora: detenerme en San Esteban de regreso a Barcelona.

 

DESDE EL BURGO HASTA ZAMORA

Desde el Burgo hasta Zamora acompañamos al Duero

en su marcha sin retorno entre chopos y viñedos,

bajo puentes de ciudades que son puros monumentos.

San Esteban de Gormaz --puente, castillo y templo

de San Miguel, que se lleva, románico, el primer premio--.

Soria –Leonor y Machado, Bécquer y Gerardo Diego,

Santo Domingo y el Claustro brujo de San Juan de Duero--.

Aranda de Duero sigue al río con sus viñedos

--las bodegas y los vinos son también dos monumentos,

como lo son sus palacios, su muralla y sus conventos--.

Peñafiel –castillo que abre sus alas a tierra y cielo

bendiciendo el beso puro entre el Duratón y el Duero--.

Tordesillas –soportales, Santa Clara y el Museo--.

Toro – ya la Colegiata lo hace todo un monumento--.

Y Zamora --el Duero asiste a nuestro amado reencuentro--.


EN ZAMORA

 

Ya estoy aquí, en la ciudad del alma,  viendo, en mi Zamora eterna, a través del mirador, el ábside de Santa María la Nueva, la del milagro de las sagradas formas, la del motín de la trucha y el incendio, donde brillaron la voz justa de Dios y la mano intercesora de su Madre. Ahora me toca sentir la otra Zamora, la Ocellum de mis años.

Y comienzo.

Agradezco la atención de la dueña del apartamento que hemos alquilado, los bombones, el rebojo zamorano, el orujo gallego y su “Bienvenidos” en la entrada. Esta es la Zamora que no cambia, la del alma amable, austera, la enamorada del Duero, la que cantó el Romancero, mística, noble y guerrera. Dejé su verde ribera cuando aprendí a ser romero, pero nunca la olvidé y, leal a su nevero, su nombre siempre llevé.

Lamento ver derrocado el Museo de Semana Santa a través de los cristales del mirador. Donde hubo cuarenta "pasos" que desfilaban por las calles en primavera, hay ahora escombros, cascotes, indiferencia y olvido. ¿Cuándo volverá a estar rehecho ese nido de recuerdos, desde donde un abril inolvidable salí para desfilar como cofrade--túnica de terciopelo, vara rematada en cruz-- en la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo por la tarde?



BARANDALES

El Barandales me espera en un ángulo de la plaza de Santa María la Nueva, donde está nuestro apartamento, con las campanas de bronce ligadas a sus muñecas. Nosotros los chavales, cuando el Barandales era de carne y hueso y abría las procesiones, le cantábamos: “Barandales, dales, dales”. Ahora la estatua de bronce, obra del escultor Flecha--discípulo de Abrantes--,mira al cielo conjurando el olvido, que es tan fácil, y me inspira una gran tristeza. 



LA CIUDAD EN FERIA

1

Ahora que toda la ciudad está en FERIA, FROMAGO se llama, carpas de productos de la tierra invisibilizan los monumentos y las estatuas. El Viriato y el Adán de Barrón, dichosos de las miradas, son pasto de la omisión, de la indiferencia más rancia. Pena me da la Maternidad de Lobo, rodeada de carpas con quesos de toda España, delante del palacio de los Momos, todo gótico y justo como la ley y su balanza.

La feria del queso ocupa toda Zamora, desde la Plaza Mayor a la Catedral, por un lado, y por el otro hasta el Parque de la Marina. La oveja zamorana bala por todas partes y los zamoranos que se han quedado a oírla picotean aquí y allá y beben cerveza como si no hubiera un mañana.

Mientras el Duero, visto desde la calle Pizarro, sigue su marcha impertérrito hacia San Frontis, tras dejar atrás el Puente de mi barrio y luego islotes, azudas y aceñas. Y en La Magdalena sigue durmiendo la dama su muerte de piedra.

2

Pero ya es hora de que cenemos. Tras merodear por las carpas, nos abraza la noche junto al Merlú, que es una buena señal. Enfrente, la emblemática calle de los Herreros; y bajamos en busca de una mesa. La encontramos en una antigua posada vuelta ahora un bar de picoteo. Hablamos poco --”Oveja que bala...--. Comemos y al fin brindamos por lo que estamos viviendo y por lo que viviremos. Para nada echo de menos que yo por aquí pasaba de chico hacia el Instituto y que mayor practicaba el rosario de los vinos.

 3

Yo que nací junto al Duero, en una humilde plazuela, con fragua y potro de herrero y un Comedor del franquismo, vivo y duermo en una plaza del centro de la ciudad junto a una iglesia románica.


Campanas por la mañana, camino de la Catedral, entre las carpas blancas y a pie de calle, justo en frente del primer Colegio descubro el bronce del maestro amigo Herminio Ramos. Lo saludo lamentando que los vándalos le hayan arrancado las gafas.

Más olores de quesos y embutidos, San Ildefonso, fray Diego de Deza, el Mirador del Troncoso, recuerdo escrito de Lorca en un mingitorio nocturno --los borrachos no entienden de lírica--.

4

De nuevo el Duero, el río Duradero de Claudio, el poeta de Zamora, y mi barrio a la vista al otro lado del Puente en obras. Leemos la puerta del Obispo traducida por el guía familiar. El Castillo y los jardines, el Postigo de la Traición --el alcalde quiere cambiar la historia--. Cuenta el presente. Nos espera la primera iglesia gratis--¡qué vergüenza!--.



La iglesia de San Isidoro --espadaña con nido de cigüeña, vacío como todos--, románica, como casi todas, edificada en el primer recinto amurallado, iba a contener las reliquias del santo, pero se quedó en un romántico deseo, pese a que su interior es original--el arco triunfal apuntado y el hastial con rosetón--. Salimos junto al ábside moderno y nos llaman los higos de una higuera pegada a la muralla. Y yo les cuento a los míos la muerte paródica del Rey que sitió sin ninguna ley la ciudad de su hermana doña Urraca.

                                       5

Al final picamos en la Feria y compramos un lote de embutidos, quesos y vino de la tierra. De vuelta al piso de Santa María la Nueva pasamos por la calle Sacramento y me llevé el primer cañonazo en el pecho: el taller y la casa de Abrantes aparecen derribados (sólo junto a la puerta de hierro aún puede leerse: “R. Abrantes, escultor”)

En la calle Sacramento

vivía un artista puro

que convertía en verdad

la piedra y el barro oscuro.


 

 

UNA VISITA MEMORABLE A TORO

Fue fray Diego de Deza

obispo de Zamora,

confesor de la reina

Isabel la Católica...”

Bandeya


                                        1

Camino del parquin, pasamos por delante de Santa María la Nueva, cuya puerta está abierta. Me asomo a su interior de leyenda y veo la decepcionante realidad en estos "pasos" de Semana Santa que convierten el templo en un sustituto del vecino Museo derruido. Aquí están Las tres Marías y San Juan, la Verónica, el Yacente... la Pasión y la Muerte de Cristo resumidas, en la iglesia del Milagro y del Motín, que la realidad de la piqueta los ha convertido en mera exposición para ansiosas miradas de turistas.

2

 Maizales y pinares, pinares y maizales, sin prisa reverdecen mientras vamos a Toro. El tiempo vuela en coche y el sueño en nuestros cuerpos por ver la Colegiata asomándose al Duero. Y el Duero, a nuestro lado, parece que nos dice: “El templo está esperando;allí su Virgen sigue.”

                                   


                                   3 

En la Colegiata Toro es oro de piedra románica, y en San Lorenzo ladrillo mudéjar de oro y plata. Toro, además, tiene una cosa que calma al habitante con alma que sabe ver y admirar: el río Duero que pasa debajo del mirador de la esbelta Colegiata repartiendo lozanía de su Vega en derredor. Viéndolo, nuestras palabras son versos del corazón.

4

Recuperando el sentido, nos volvemos a la plaza donde está la Colegiata con su románico fino de cimborrio y rosetón, y allí sentados al sol de una terraza de bar, alegramos la carrera con un vermú Quitapenas y unos torreznos de más. Hay que darse bien la cuenta de qué significa haber vuelto a la tierra donde uno gracias a Dios fue a nacer. Entonces yo me pregunto: ¿aquí volveré otra vez?

5

Cerca de la ciudad en la ermita de la Vega el Cristo de las Batallas duerme la paz de sus guerras al amparo de su Madre, que siempre tiene faena, y al sonido de los álamos que actúan de centinelas. Luego dejamos atrás el románico mudéjar en un paraje encantado de viñedos y bodegas. La Divina Proporción --¿no humana?-- nos espera.


                                  6

A la mesa dispuesta por el guía nos sentamos los cuatro sorprendidos. Llegan pronto los platos requeridos. El arroz a la zamorana abría la escala hacia la luz que más lucía. Subían los sabores encendidos y con rabo de toro los sentidos alcanzaron la miel que más ardía. Los vinos de la tierra, finalmente, Tío Babú y Madre Mía, juntamente, acabaron llevándonos al cielo, Éramos cuatro almas, puro vuelo. Sin embargo, acabada la comida, salimos al jardín con nuestra vida.

 

                                  7

A la sombra de un ciprés, sobre el césped de la finca --Humana Desproporción--, sorbemos la Madre Mía que en las copas nos quedaba --espíritu de la comida pantagruélica de Toro--, a la vista de la ermita mudéjar entre los álamos que le dan fiel compañía. Y al fondo, la silueta, sobre un azul de película, de la torre y el cimborrio de la Colegiata, insignia de la ciudad. Y en el medio el río Duero, agua viva que camino de la muerte siembra en todas partes vida.

 

8

Mientras hablamos de buena vida, hermana de la muerte, con una copa en la mano, pasa cerca de nosotros un camión con la vendimia de la que ha nacido el vino que estamos bebiendo ahora.







lunes, 25 de agosto de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO Mis libros favoritos (II): Castro Calvo

 


El libro del que hablo hoy ha sido siempre uno de mis favoritos desde los tiempos de la Universidad y además representa una de mis mayores experiencias de amistad con uno de los profesores de Literatura de más carisma que he tenido en mi vida. Y se verá enseguida por qué lo digo, ya que el libro en cuestión se titula Valores universales de la literatura española (Sayma, Barcelona, 1961), y su autor, José Mª Castro Calvo, Catedrático de  Literatura Española de la Universidad de Barcelona, que durante los años que fui estudiante en esa Universidad me sentí motivado por él de tal manera que siempre me cayó bien y lo consideré amigo mío aun después de licenciarme y hacerme profesor de la misma asignatura que enseñaba Castro Calvo con tanta dedicación, cariño, rigor y eficacia. Y él sintió por mí un gran aprecio que intenté agradecer no sólo con palabras y libros como el que aparece debajo de este párrafo, Los 80 años de José María Castro y Calvo, en el que tuve la suerte de colaborar tras la realización del Homenaje que la Casa de Aragón le dedicó cuando, enfermo de una  embolia, veía cercana la hora de su muerte, en el cual colaboré gustosa y desinteresadamente leyendo la Semblanza suya que aparece en el libro mencionado, logrando por sorpresa el premio de compartir el estrado con figuras ilustres de la enseñanza y la literatura como don José Manuel Blecua, compañero y amigo de Castro Calvo y también profesor mío. 


¿Y cuáles son esos valores universales de la literatura española? En la Introducción del libro que nos ocupa vemos que su autor ha escogido obras y escritores de la Edad Media (siglos XIII-XV) y de la Edad de Oro (siglos XVI y XVII). Y aunque lamenta que haya quien eche de menos en estos Valores universales a escritores y obras importantes, el hecho es que aquí aparecen nombres y títulos tan importantes para entender la Literatura de esos siglos como don Juan Manuel y su Conde Lucanor, el Romancero, La Celestina, Boscán, Garcilaso de la Vega, la poesía mística de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, el Lazarillo de Tormes y la novela picaresca posterior, Calderón de la Barca y Lope de Vega y el teatro nacional, Cervantes y su Don Quijote, Góngora y su poesía culterana, Quevedo y su poesía conceptista, Gracián y su Criticón... Y justifica su presencia en el Punto Final afirmando que "son el eco del pasado, trayéndonos modelos que imitar, valores que conservar y transmitir." Y añade: "Hemos rendido tributo por lo menos a los más tradicionales de España. Para el lector que desee gustar del pensamiento clásico y sereno de nuestros autores, hemos compilado estas páginas de nuestra elección."


En los párrafos siguientes algunos textos que incluye Castro Calvo en su libro, para que se pueda hacer una idea de lo que pretendió conseguir con él: sentir gusto y aprecio por nuestra literatura. 
     Del Romancero, colección de romances  que para Castro son "la obra del pueblo", el romance del Prisionero: "Que por mayo era, por mayo, cuando los grandes calores,/ cuando los enamorados van servir a sus amores,/ sino yo,  triste, mezquino, que yago en estas prisiones, / que ni sé cuándo es de día, ni menos cuando es de noche;/ sino por una avecilla que me cantaba al albor;/ matómela un ballestero: ¡déle Dios mal galardón." En pocos   versos queda expresado todo el paisaje; y lo que es más, el estado de ánimo del poeta."
       De La Celestina, obra de Fernando de Rojas, "encrucijada renacentista", las palabras que Sempronio, criado de Calisto, pronuncia para explicar la pasión de éste por Melibea: "¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congojas? ¿Como si solamente el amor contra él asestara sus tiros! ¿Oh soberano Dios, cuán alto son tus misterios! ¿Cuánta premia pusiste en el amor, que es necesaria turbación en el amante! Su límite pusiste por maravilla. Parece el amante que atrás queda."
         

       
De Boscán, los versos de ingratitud y olvido: "Recógelos con blanda  mansedumbre/ si creéis que son blandos; y si no/ recógelos como ellos merecieren,/ Si pasaren con honra, dáles vida;/ y si no no les quites el remedio./ Que el tiempo les dará con su justicia;/ que mueran, y que los cubra la tierra,/ y la tierra será el eterno olvido."
            De Garcilaso de la Vega, unos versos que cantan el silencio y la soledad del paisaje como marco para la infelicidad del amante: "El cielo en mis dolores/ cargó la mano tanto/ que a sempiterno llano/ y a triste soledad me ha condenado;/ y lo que más siento es verme atado/ a la penosa vida y enojosa,/ solo, desamparado,/ ciego, sin lumbre en cárcel tenebrosa."
           De la Mística, "empresa caballeresca y peregrina", la página que habla de los místicos y el amor,: "Cuando la Esposa (el alma) busca al Amado (Dios), le dice: "¿Adónde te escondiste/ Amado, y me dejaste con gemido?/ Como ciervo huiste/ habiéndome herido,/ salí tras ti clamando, y eras ido." Así escribe San Juan de  la Cruz el ansia de la unión con Dios que sólo se logra con la muerte. De ahí que Santa Teresa de Jesús la desee en los famosos versos: "Venga ya la dulce muerte,/ venga el morir tan ligero,/ que muero porque no muero."

       De la Picaresca, "la lucha por la vida", un pasaje del Lazarillo, aquel muchacho que sirvió a varios amos antes de entrar en la edad de adulto en Toledo y después de sufrir hambre y penalidades sin cuento, como las que vivió con el ciego, del que Lázaro dice: "Él traía el pan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo, que por la boca se cerraba con una argolla de hierro y su candado y su llave, y al meter de todas las cosas y sacarlas, era con tan gran vigilancia y tanto por contarlo, que no bastase hombre en todo el mundo hacerle menos una migaja. Mas yo tomaba aquella lacería, que él me daba, la cual en menos de dos bocados era despachada."
     Y así el libro avanza por autores, obras y géneros (Lope, Quevedo, Cervantes, Gracián...; El caballero de Olmedo, El buscón don Pablos, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, El Criticón...; teatro, poesía, novela, ensayo...). Como resumen de todo ello, me quedo con las frases extraídas de la última obra mencionada, que no hacen sino repetir lo que todos sabemos del mundo, de la vida y de la naturaleza, "que engaña siempre al hombre, desde la cuna a la tumba, desde la esperanza al recuerdo."



"La felicidad humana hace trofeos de su propia miseria."
"En el mundo todo va al revés. La verdad es perseguida; el vicio, aplaudido; la verdad, muda; la mentira trilingüe."
"Madrastra se mostró la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó de conocimiento al nacer, le restituye al morir"
"Todos los buenos van por tierra y los malos quedan ensalzados.".
"Dichoso tú que te criaste entre fieras, y ay de mí que me crié entre los hombres, pues cada uno es lobro para el otro."

sábado, 9 de agosto de 2025

"ISMOS" LITERARIOS Y POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA (I)

 


         Los ismos literarios

Querido amigo:

Como sabes, el mundo anda demasiado revuelto y las tablas de valores están sujetas a continuas transformaciones. Por eso hoy más que nunca necesitamos reflexionar más y hablar menos, afirmar menos y argumentar más. Sabes también que sobre gustos hay mucho escrito. Y construir una opinión, una crítica, a partir sólo del propio gusto no deja de ser aventurado. Hoy la belleza de las cosas muchos la medimos por la atracción que ejerce sobre nosotros. Y están de moda, además, la prisa y la pereza mental y en menor grado la afición por la falsa cultura que nos ofrecen los “sofisticados” medios de comunicación social. Por el contrario, se menosprecian la sensibilidad y los sentimientos, como si el ser humano estuviera hecho sólo de ojos para ver la televisión y manos para el volante.

Es cierto que debemos amoldarnos al mundo que nos está tocando vivir. Y da la casualidad de que en este mundo el ser humano se sigue encontrando con los problemas cotidianos relacionados con su hogar y su familia, su trabajo y sus utensilios adecuados, sus creencias e inquietudes religiosas, sus amores y amistades, sus dolores, temores y esperanzas, incluido su deseo de ser cada vez más libre.

Y pasando al motivo de esta carta, que es el de los "ismos" literarios, debo empezar diciendo que cada "ismo" o movimiento literario nació siendo una negación u oposición con respecto a algún factor o característica perteneciente al movimiento literario anterior; pero que, superado ese afán de vanguardismo, “snobismo” o como quiera llamársele, volvía a considerar lo de siempre, lo que no cambia, que se reduce al ser humano en sí y a sus problemas existenciales. Por ejemplo, los poetas de la Generación del 27 iniciaron su trayectoria poética abominando de los sentimientos y refugiándose en las vacías y hueras imágenes que, unas encima de las otras, levantaban el poema, muy bien construido según unos, pero muerto y distante según la mayoría. Por ello, a las primeras de cambio, se dieron cuenta de que sin contar con el destino humano, difícil y maravilloso a la vez, el poema adolecía de vida, que, por otra parte, es lo que sustenta el arte en todas y cada una de sus manifestaciones.

Los poetas que con fervor inician su iluminado camino poético prefieren lo nuevo, lo que rompe con la tradición, lo hacen más por imitación y la inercia de la propia edad que por verdadera reflexión. Y con el paso del tiempo ven que todo cuanto mueve noblemente el mundo hacia delante son las raíces, lo que la historia ha respetado con el correr de los siglos. Y si es verdad que la razón gobierna la obra humana, es más verdad que el corazón discreta y prudentemente templa la razón.

Si nos fijamos en la historia de nuestra poesía, descubrimos que siempre el sentimiento y el corazón han presidido sus cotas más altas. Ahí tenemos a Jorge Manrique, que sentenciosa y melancólicamente lamenta en sus Coplas la fugacidad de la vida, la belleza y el placer. A Garcilaso de la Vega, afirmando que nadie podrá nunca quitarle el dolorido sentir si antes no le quitan el sentido. A San Juan de la Cruz, poeta de lo inefable y del amor sublimado. A Francisco de Quevedo, para quien el hombre es un ser trágicamente nacido para la muerte. A Gustavo Adolfo Bécquer, lamentándose de la insuficiencia del idioma para expresar los sentimientos más acendrados del ser humano: el amor, el dolor, el más allá. A Antonio Machado, situando en el tiempo la palabra existencial del hombre. Ahí están tantos buenos poetas del 27, como Pedro Salinas, Luis Cernuda, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca o Miguel Hernández, que construyeron el calor de sus poemas con el fuego de los sentimientos.




Y hay también otros poetas que algunos encasillan como menores (Gabriel y Galán y Vicente Medina son dos ejemplos claros), tal vez por no haber hecho un esfuerzo en comprenderlos, que además de llevar el castellano regional a la poesía, han llevado la poesía al hogar, a la familia, a la vida del campo, a los niños, y lo han hecho con tanta ternura y esencialidad que encendieron la admiración de otros vates considerados superiores, como Joan Maragall o Miguel de Unamuno, cuyo fervor por el maestro rural de Frades de la Sierra es de sobre conocido.

Por todo lo anterior, querido amigo, te pediría que, sin menospreciar de antemano los “ismos” que en poesía surgen paralelamente a los avances imparables de la humanidad, tengas en cuenta el camino recorrido en nuestra historia literaria, porque sin él caminaríamos todos sin rumbo, sin convicción en nuestros cometidos, como quien de pronto pierde la memoria y tiene ante sí un futuro sin anclajes en la vida. Y sigue frecuentando la lectura de nuestros clásicos, porque aunque no nos demos cuenta, mucho de lo que somos, se lo debemos a ellos.

Y por favor, sigue contando con mi amistad y mi apoyo.

 

Poesía española de posguerra, 1

Me pides, querido amigo, que te hable de la poesía y los poetas españoles desde la Guerra Civil hasta la muerte del dictador Franco. Se trata de hacer un recorrido tan íntimo, tan lírico, tan comprometido con la vida española y el respeto a los semejantes, tan amante de nuestras cosas buenas y tan crítico a la vez con las que no salen bien o han significado oprobio para algunos y riquezas para otros. Por eso intentaré  dibujarte un modesto panorama de la poesía y los poetas que más han hecho por enriquecer el género. Y comienzo por el mismo año en que saltó a la palestra nuestra nunca aceptada guerra civil.

 


 

En 1936 tres poetas bien diferentes dieron a conocer sendas obras, cuyo tema común es el amor: Pedro Salinas, con Razón de amor; Miguel Hernández, con El rayo que no cesa, y Luis Cernuda, con La realidad y el deseo. Los tres son excelentes portavoces del sentimiento más grande del ser humano aunque en tres vertientes distintas: la de la fuerza del amor para lograr el entendimiento más íntimo, el dolor y el amor apasionado que representa pertenecer al género humano y comprometerse a defenderlo hasta sus últimas consecuencias, y la desazón que media entre lo que el ser humano desearía conseguir: la libertad, el amor, la paz y el respeto de los demás, y la dura e inexorable realidad que trae consigo la frustración y la impotencia. Y así, Pedro Salinas nos dejó dicho que se siente el amor “en la resistencia a separarse”:

Cada beso perfecto aparta el tiempo,

le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve

donde puede besarse todavía.

Ni en el llegar, ni en el hallazgo

tiene el amor su cima:

es en la resistencia a separarse

en donde se le siente,

desnudo, altísimo, temblando.

Y la separación no es el momento

cuando brazos, o voces,

se despiden con señas materiales:

es de antes, de después.

Si se estrechan las manos, si se abraza,

nunca es para apartarse,

es porque el alma ciegamente siente

que la forma posible de estar juntos

es una despedida larga, clara.

Y que lo más seguro es el adiós.”

 


 

Por su parte, Miguel Hernández, dentro del amor que experimenta, se define a sí mismo por la pena que siente como ser humano (“pena es mi paz y pena mi batalla”) y por la impotencia que le causa penar tanto para morirse al final:

Umbrío por la pena, casi bruno,

porque la pena tizna cuando estalla,

donde yo no me hallo no se halla

hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,

pena es mi paz y pena mi batalla,

perro que ni me deja ni se calla,

siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,

cardos y penas siembran sus leopardos

y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona

rodeada de penas y de cardos:

¡cuánto penar para morirse uno!”

 



Y por lo que respecta a Luis Cernuda, en los poemas que recogió con el título La realidad y el deseo hasta 1936 (después iría añadiendo bajo el mismo título nuevos poemarios hasta su muerte en México en 1963), habla de su experiencia humana, angustiada por su peculiar manera de sentir los afectos amorosos en un mundo reacio a comprenderlos:

Donde habite el olvido,

en los vastos jardines sin aurora;

donde yo solo sea

memoria de una piedra sepultada entre ortigas

sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje

al cuerpo que designa en brazos de los siglos,

donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,

no esconda como acero

en mi pecho su ala,

sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,

sometiendo a otra vida su vida,

sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,

cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,

disuelto en niebla, ausencia,

ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;

donde habite el olvido.”

 

Por hoy, nada más, amigo mío, salvo mi apoyo, absolutamente incondicional.. 


 


domingo, 27 de julio de 2025

EN JULIO, CON SANCHO PANZA

 


En El jardín secreto de Don Qujote, libro que adquirí en una caseta de la Cuesta de Moyano de Madrid la primera vez que fui a la capital de España a finales de los años sesenta, encontré varios puntos que hacían referencia a otro libro cuyo título era El ingenioso escudero Sancho Panza. Enseguida supuse que el autor quería así emular en parte el título de la obra de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. La cuestión es que, una vez hube llegado a la pensión de la calle de Toledo donde me había hospedado, me puse a leer dichos puntos que en realidad eran un conjunto de escenas en que hablaban algunos personajes del magnífico libro de Cervantes, la mayor parte los principales protagonistas de la historia, pero también otros como Teresa Panza, Doña Rodríguez, el Duque, La Duquesa, la condesa Trifaldi... Y comprendí que era Sancho Panza el que había elegido el autor de El jardín secreto para erigirlo en el principal interlocutor de dichas escenas.

Una de las que me llamó enseguida la atención fue la escena en que  aparecen caballero y escudero saliendo del jardín secreto que acababan de construir a espaldas del ama y la sobrina, algún tiempo después de que Alonso Quijano, el Bueno, sufriese la quema de sus libros, Sancho Panza le dice a este último: “Como ha comprobado vuestra merced, no soy tan ignorante como dice y al fin convendrá conmigo en que a veces empleo mis refranes cuando la oportunidad se presenta, como hace un instante en que refiriéndome a lo que habíamos plantado en nuestro jardín para alimentarse vuestra merced, sentencié: "Al buen comer llaman Sancho”. A lo que el hidalgo respondió: “Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito, pero cargar y ensartar refranes a troche y moche hace la plática desmayada y baja ...” Sancho Panza, lejos de callarse, replicó a su amo: “Mire vuesa merced que yo no cargo ni ensarto refranes a troche y moche, sino que en la mayoría de los casos el refrán que digo se ajusta perfectamente a la situación en el que yo me encuentro. Por ello yo le dije que había de todo lo que le puede alimentar satisfactoriamente, incluida la mejorana, que además de servir como condimento para salsas y embutidos, es también un remedio para curar dolencias estomacales, abrir el apetito, favorecer el sueño y combatir el dolor de cabeza, que la lectura constante de los libros de caballería que hace vuesa merced algún día acabarán con echársela a perder.” El diálogo acabó con lo que dijo Don Quijote sobre el miedo a perder también la mejorana que acababan de plantar en el susodicho jardín: “Si algún día el capricho del destino llegara a destruir este recinto sagrado del jardín de mi cocina y me cogiera debajo de sus escombros, Sancho, hijo mío, salva al menos la mejorana, que no la vea el perverso sabio Frestón que tanto mal hace en el mundo y a la gente que defiende el bien. Te lo pido por favor y pensando en las personas que más quieres,  tu mujer Teresa y tus hijos.”


Sin embargo, donde Sancho Panza mostró fehacientes pruebas de su juicio y prudencia, fue la ínsula Barataria que los duques de Villahermosa, Carlos de Borja y María Luisa, le habían entregado nombrándole gobernador de ella, al parecer con la intención de divertirse a su costa. Pero ya digo, el ingenio y la sensatez del fiel escudero de Don Quijote, se volvieron contra el Duque y la Duquesa, nobles ociosos y con poco corazón, que recibieron ejemplares lecciones de prudencia y cordura. ¿Era así como satirizaba Cervantes a la indolente nobleza española de su tiempo? Para comprender lo ingenioso y cuerdo que era Sancho ejerciendo el cargo de gobernador de Barataria basta con que leamos lo sucedido durante los litigios ciudadanos que tuvo que dirimir Sancho Panza mientras gobernó su ínsula.  


        En el primer juicio entraron en la sala dos hombres: un sastre y su cliente. El cliente le había dado al sastre un trozo pequeño de paño para que  le confeccionara tantas caperuzas como pudiera ya que desde un principio desconfiaba de la honradez del sastre. Acordaron cinco caperuzas, pero el sastre le entregó a su cliente cinco caperuzas inservibles ya que eran excesivamente diminutas. Y el sastre se quejaba ante Sancho de que su cliente se negaba a pagarle el trabajo realizado. Sancho, tras escuchar a los dos litigantes, sentenció que el sastre se quedara sin sus honorarios y el cliente sin el paño, pues los dos habían actuado con mala intención.


          A continuación se presentaron en la sala del juicio dos ancianos, uno de los cuales venía apoyado en un bastón de caña alegre y confiado, mientras que el otro, que era el denunciante, se mostraba visiblemente enfadado. Sancho pidió que expusieran sus litigio, y este último dijo: "A este hombre que ve aquí le presté hace días  diez monedas de oro y aún no me las ha devuelto, y quiero, señor gobernador, que solucione el problema." Sancho se dirigió al otro y le dijo: "Jure vuestra merced que le ha devuelto las monedas a este hombre." Entonces el hombre que se apoyaba en la caña, ni corto ni perezoso, le dejó su bastón al denunciante y juró que le había devuelto las monedas. Entonces Sancho, sospechando la verdad, le pidió al denunciado la caña, acto seguido la rompió y cayeron de su interior las diez monedas de oro, que devolvió a su dueño.

Finalmente hicieron su entrada en la sala del juicio una mujer muy alterada y un ganadero. Cuando Sancho les pidió que expusieran su caso, la mujer dijo: "Este mal hombre de aquí me ha violado y pido una justicia recta." Sancho, una vez escuchada la mujer, se dirigió al ganadero: "¿Y vuestra merced qué tiene que decir al respecto?" El aludido respondió:  "Yo venía de vender cuatro cerdos y el dinero que me dieron por ellos lo he perdido casi todo debido a los impuestos; y en el camino me encontré con esta mujer y, después de haberle pagado, yacimos juntos. Eso es todo." Sancho le exigió al ganadero que le diese a la mujer el dinero que llevaba encima. Así lo hizo el hombre, y la mujer, dando las gracias a Sancho con muchas reverencias, salió del juzgado. Después el ingenioso juez le dijo al ganadero que fuese tras la mujer y le quitase el dinero a la fuerza. El hombre obedeció a Sancho y aunque intento quitarle la bolsa a la mujer  no lo consiguió. Y ambos volvieron al juzgado. Una vez en la sala,  Sancho pidió a la mujer que le devolviera la bolsa al ganadero y ella se lo dio sorprendida ante la petición de Sancho. Entonces éste le dijo a la mujer: "Si hubiese vuesa merced defendido su cuerpo como ha defendido la bolsa, habría sido imposible que este hombre le hiciera lo que vuestra merced ha contado aquí." El ganadero le dio las gracias y todos admiraron el buen juicio y las sentencias de Sancho.


        Y volviendo al libro que adquirí en la cuesta de Moyano, El jardín secreto de Don Quijote, quiero redondear lo dicho sobre la cordura y el sentido común de Sancho Panza, trayendo aquí dos intervenciones suyas mientras señor y escudero trabajaban  en el jardín alimentario. La primera es la réplica que le hace a Don Quijote cuando éste le dice que con su jardín podrán alimentarse como se alimentaban los antiguos moradores de la Arcadia: "Mejor iría, señor, dice Sancho, tener una piara de cerdos, que además de criarse fácilmente, realizan gratis el servicio de la limpieza exterior y, no teniendo apenas desperdicios, podrían conservarse en muy diversas formas. Eso y tortas con vino harían las delicias de una familia durante toda la vida."
        La segunda intervención de Sancho es provocada por Don Quijote cuando éste, en el último paseo que dan ambos por el jardín después de cenar, le dice: "Muero por saber de qué modo la mejorana, acompañando a las habas de la cena, hará sus efectos en mi persona. ¿Qué aspecto tendré, querido Sancho? ¿Seré como un cristal, como la niebla, como el humo? ¿Y no sentiré ni el peso de las armas ni el regüeldo a ajo con que regalas a veces mis narices?" Y ésta fue la respuesta que le dio Sancho Panza: "¿De verdad cree vuesa merced que la mejorana le hará invisible? Mire bien lo que piensa hacer, que más de una vez salió malparado. Ahora está vuesa merced tranquilo. No tiente al demonio con nuevas aventuras. Más bien recoja unos tomates y unos cuantos higos y hágase un buen yantar. Que eso será lo que gane."



domingo, 13 de julio de 2025

EN JULIO. A LA ORILLA DEL MAR.

 


I

Entre el mar de Alborán y la Sierra de Gádor

se extiende el sueño de plástico

--sueño de inciertas riquezas y seguras frustraciones--.

Cuando las palmeras de los paseos se ven amenazadas por el rodar constante de los coches,

recogen sus esbeltas figuras y bajan a la playa a bailar sevillanas.

Velas de barco de mármol sueñan pasados que no volverán

mientras las acompañan surtidores de presente,

puesto su afán en un futuro incierto.

Al contrario que el faro,

que ha olvidado pronto las antiguas navegaciones

para acoger entre sus muros exposiciones de pinturas

--ventanas abiertas a la representación de la vida y la belleza,

bodegones de flores y figuras humanas--.

Como el Castillo de Santa Ana,

puro envoltorio de la historia

--en pie sigue la traza de su fortificación, puro recuerdo de sus glorias guerreras en los cañones que toman el sol como los jubilados en la explanada--,

que conserva un mirador

desde el que se puede gozar  la bahía de Almería.

Hoy sus ataques de piratas y moriscos,

incendios y terremotos

se han convertido en una exposición de los Desastres de la Guerra de Goya

en lo alto de su claustro renacentista

--lo más digno de ver del conjunto del Castillo--.




II

Te sientas en la orilla y te descalzas

para jugar a ser diosa de tu destino por un momento

y caminas, entre las posidonias relajadas,

por la orilla de las olas felizmente.

No hay nadie más que tú y el mar.

Yo apenas cuento:

sólo soy tu sombra enamorada,

y el mar lo sabe porque rubrica a tus pies

con su blanquísima y afiligranada caligrafía

su disposición a seguir embelleciéndote

para premiar mi mirada.



III

Es una tarde gris como las aguas del mar,

como las nubes que pesan en el cielo

y amenazan desplomarse de un momento a otro.

Desde el balcón de la habitación contemplamos

lo único blanco que permanece a esta hora en su sitio:

la curva de la espuma de las olas dibujada en la arena de la playa.

Lo demás es gris

y un lamento prolongado que vuela con el viento

hasta enredarse en los azotados escobajos de las palmeras.

Pero nuestros corazones están en paz

y ningún pensamiento negativo turba nuestras cabezas.

Además esta tarde gris como las aguas del mar,

como las nubes que pesan en el cielo,

mañana será un recuerdo del pasado

y en nuestros ojos habrá otro cielo y otro mar,

y seguirá la paz reinando en nuestras vidas.