El jueves 15 de noviembre, mientras
llovía a cántaros sobre los patios del Ensanche barcelonés recibí la feliz noticia de que la poeta, traductora, ensayista,
profesora y crítica literaria uruguaya, Ida Vitale, de 95 años, acababa de ser distinguida
con el Premio Cervantes 2018 (la autora ha dicho
socarronamente del galardón que es “un premio a la ancianidad”), siendo así la quinta mujer en recibirlo (las
otras cuatro son, por orden cronológico: la española María Zambrano, en 1988,
la cubana Dulce María Loynaz, en 1992, la española Ana María Matute, en 2010, y
la mexicana Elena Poniatowska, en 2013).
Ida Vitale, descendiente de emigrantes
italianos, estudió Humanidades y fue profesora de Literatura hasta 1973, cuando
se vio obligada a exiliarse en México por la dictadura. Allí conoció a Octavio
Paz y gracias a él formó parte del comité asesor de la revista Vuelta. También
trabajó de docente en El Colegio de México. Regresó a Uruguay en 1984 para,
tras dos años, emigrar a EEUU, viviendo en Austin, Texas, 30 años hasta perder
a su segundo marido, también poeta, Enrique Fierro. Regresó en 2016 a Montevideo donde aún
reside.
Entre sus obras publicadas durante su extensa carrera, destacan La luz
de esta memoria, Palabra dada, Paso a paso, Jardín de sílice, Elegías en otoño,
Sueños de la constancia y Reducción del infinito. Ida Vitale escribe poemas breves, emplea
lenguaje simbolista y muchos de sus temas tratan de la propia creación poética.
Sus referentes principales son, entre otros, Delmira Agustini, Gabriela
Mistral, Juan Ramón Jiménez y José Bergamín, que había sido profesor suyo en
Montevideo. También escribió ensayo: El ejemplo de Antonio Machado, Cervantes
en nuestro tiempo, Juana de Ibarbourou, etc. Ha recibido varios premios antes
del Cervantes, entre otros, el Octavio Paz, el Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana o el Max Jacob.
Ida Vitali, que pensaba que “la poesía social es propaganda” y afirmaba
que “pese a las dificultades por las que atraviesa el mundo hoy: las prisas, el
poder o el protagonismo mortal del dinero, la poesía perdurará y se
leerá hoy y siempre”, escribió poemas como los siguientes:
Gotas
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.”
Verano
Todo es azul, lo que no es verdey arde,
I.N.R.I.
—igne natura renovatur integra—
en este aceite grave del verano;
cae el que pesa el vuelo de los pájaros
y blasfema del pájaro sin vuelo,
cae la excrecencia verbal =
la agorería = el trofeo,
la joya sobre la vieja piel de siempre.
Quien se sienta a la orilla de las cosas
resplandece de cosas sin orillas.
Residua
Corta la vida o larga, todolo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.
De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.
De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?
Cuadro
Construimos el orden de la mesa,el follaje de la ilusión,
un festín de luces y sombras,
la apariencia del viaje en la inmovilidad.
Tensamos un blanco campo
para que en él esplendan
las reverberaciones del pensamiento
en torno del icono naciente.
Luego soltamos nuestros perros,
azuzamos la cacería,
la imagen serenísima, virtual,
cae desgarrada.
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