MARLENE DIETRICH
Canallas de la noche, chulos, putas,
vino barato de cafetín nocturno,
humo de madrugada sin historia…
Comparada con vosotros,
ella era un ángel de la luz
exhalando el fantasma del cigarro,
cantando la amargura del amor,
izando el velamen de sus muslos...
Su mirada de gata arrinconada
--en el expreso de Shanghai--
nos hundía en un océano de melancolía,
que se nos disipaba
cuando ella,
la diosa blanca, el ángel de la luz,
con lamé plateado o con frac masculino,
había dejado sembrada en nosotros
la semilla dorada de los sueños.
GARY COOPER
Un caballo galopa a Veracruz,
lleva encima la muerte en dos revólveres,
pero nadie saldrá de entre las sombras.
Decepcionado, el héroe solitario,
sin embargo,
devolverá al mundo paz
y honradez a las leyes que lo rigen.
Un reloj tejido con el miedo
lleva las balas a unas calles
donde sólo hay un valiente
--mientras, un tren delata los latidos
de los cobardes--.
Las casas, panteones,
tras sus cristales muestran
semblantes sin honor.
Y el héroe
--valor, ternura y compromiso--
devuelve la vida al pueblo.
DRÁCULA
Poco antes
el viento de la paz había lavado
el suelo de ceniza del cadáver.
Aquel film
fue testigo de nuestro primer beso.
Es sólo ya un recuerdo
aquel local de sombras.
Y el Vampiro ha vivido
su muerte en cien actores.
Las criptas se repiten,
y los cipreses,
y la tierra podrida,
y las cruces y las estacas…
Y en los cines cerrados
pululan los fantasmas de cien vuelos
--en el recuerdo permanece el vampiro
en lo alto de la escalera,
los océanos de tiempo que cruzó
para encontrar los cuellos de marfil…--.
De aquello sólo queda
un anillo en la pantalla
mientras la ceniza se deshace en el aire,
Todo eso dura menos
que aquel primer beso que nos dimos.
EL CINE NEGRO
Nueva York, Chicago, San Francisco,
noches de persecuciones,
humos de puros,
esbirros y secuaces...
Y a veces en medio
nos cogía el fuego de dos bandas.
El cine negro sabía
sumergirnos en la tinta de su bolsillo mágico
entre gemidos de jazz y saxofón triste.
Y mientras nos caía mal el barman de la cara rota,
soñábamos con ponernos la gabardina del detective
Y al forajido
devolverle el doble de los puñetazos recibidos.
O beber y fumar toda la noche
y a la mañana siguiente
levantarnos frescos como el alba.
Nueva York, Chicago, San Francisco…
En medio de la dura realidad de la posguerra
palpábamos la materia de que están hechos los sueños.