jueves, 31 de octubre de 2024

OTOÑO, CARPE DIEM


El lugar común literario llamado CARPE DIEM es empleado por los poetas como un deseo imperioso de disfrutar de la vida pese a los aspectos negativos que proporciona el mero vivir. Y así inventan refugios y hasta paraísos efímeros para capear el temporal de las horas bajas que siempre los acechan en el camino diario. Es lo que he intentado llevar a cabo en mi último libro hasta el momento publicado ESTOS OCTUBRES, del que extraigo algunos fragmentos  relacionados con el mencionado Carpe Diem.

 

"Octubre es el heraldo del otoño,/ de los fríos, las lluvias y las sombras,/ pero también del vino y del milagro/ de traernos aún algunas rosas. / Viajeros sin vuelta, en el camino/ vamos viendo agridulces aventuras,/ percances y accidentes familiares/ que nos dejan el alma en la penumbra./ Pero también nos salen al encuentro/ infancias renovadas, juegos, cantos,/ claridades de niños que se duermen/ en la cuna feliz de nuestros brazos." (página 59)



"Con esta luz callada del otoño/ se nos madura el corazón y, fiel/ a los demás se da como simiente/ de alianza, de paz, de entendmiento./ Tras la lluvia, limpio su rostro antiguo,/ la ciudad se despierta más humana/ y la gente camina por la calle/ como recién resucitada, nueva/ como arboleda joven junto al río." (página 61)


"Tú eres la vida,/ llevas reliquias de muchas primaveras/ cargadas en tus hombros/ y decenas de estíos curtiendo tus misterios./ En tu otoño ya tienes, cuajado de aventuras,/ lo que andabas buscando entre plumas y lunes,/ facturas de silencios y sombras de ternura:/ todo el sol para ti en playas y jardines,/ lecturas y sosiegos y amor a la familia,/ Tú eres la vida,/ la vida que fecunda los dulzores/ de todas nuestras uvas." (página 63)

 


"Hoy no traigo unos versos/ escritos con nostalgias,/ con doradas tristezas/ del romántico ayer./ Es tan rico el presente,/ tan caudaloso el río de la vida,/ que apenas tengo tiempo/ de pensar en la nieve/ que le dio vida un día,/ ni en el mar que mañana/ acogerá su muerte./ ¡Cuesta tanto anclar en la mirada/ o apresar con las manos algo vivo/ más allá de un instante!" (página 64)


"A estas alturas de la vida quiero/ tener tranquilidad para poder/ gozar de lo que amo: el mar en el verano,/ un crucigrama azul y las estrellas/ de espuma en la cerveza./ Y aunque el otoño corta las alas a la luz/ un poco cada día/ y la lluvia se empeña en darme su tristeza,/ a estas alturas de la vida sigo/ mirando hacia adelante,/ rellenando el impreso de la lucha/ y esperando estrenar otro paisaje," (página 65)

 



"De este tiempo de júbilo, de racimo hermanado,/ escojamos la esencia del vino y los abrazos/ para que, cuando un día por el camino largo/ de nuestra vida estemos a punto de dejarlo/ y los recuerdos suban con tristeza a los labios,/ podamos ver de nuevo, palpitantes, las manos/ que en racimo querido levantan estos vasos,/ y sonrientes los rostros que están a nuestro lado./ La misma luz feliz con que ahora brillamos /más tarde o más temprano vendrá para alumbrarnos/ y para consolarnos los días de los llantos." (página 68)

 

"Mientras el tiempo lata en nuestro pecho/ y en nuestros ojos brille, nueva,/ la luz de cada   día/ sin la amenaza infiel de la tormenta./ Mientras crezcan las ramas hacia el cielo/ olvidando los lutos de la tierra,/ se poblará de canto, luz y vuelo/ el árbol que nos lleva./ Mientras sigan sonando vuestros nombres/ en racimos de fiestas,/ en anillos de versos,/ nuestro árbol vivirá su primavera." (página 70)

 


"Mis versos, como hojas de otoño,/ han ido cayendo en vuestras manos,/ en las copas de vino que endulzaban/ las voces enredadas en los labios./ Lo he dicho casi todo de vosotros,/ de ti y de mí, y del camino largo/ que juntos hemos ido descubriendo/ y espero que sigamos caminando./ Pero me queda todavía la ocasión/ de pedir más luz para alumbraros/ el camino que os queda recorrer,/ y tierra firme para aguantar vuestros pasos." (página 72)

 

"Cumplir años no es pasar/ las hojas de un calendario:/ es activar los pedales/ para hacer rodar las ruedas/ y recorrer una etapa/ de nuestra propia carrera./ Es manejar el timón/ para que el rumbo sea recto/ y, pese a la marejada,/ llevar el barco hasta el puerto./ Cumplir años es seguir/ navegando en este mar,/ recorriendo nuevas rutas/ y sin dejar de remar." (página 74) 


 

jueves, 24 de octubre de 2024

OTOÑO, LOCUS AMOENUS

 


Continúo lo iniciado en la entrada anterior de OTOÑO EN POESÍA, en el que hablaba de mi último poemario, ESTOS OCTUBRES, que, dedicado al hermano mayor, como enlace entre nuestros padres y nosotros el resto de los hermanos, reúne casi cuarenta poemas que fui escribiendo todos los años, desde 1978 a 2014, para leerlos durante nuestros encuentros de familia, celebrados en octubre, mes en que el hermano mayor cumple años.

 

LOCUS AMOENUS

"Ni nada es como siempre ni todo es como antaño;/ ni tan sabios los ojos ni tan vivas las manos./ Vamos envejeciendo, y hemos andado tanto,/ que nuestras mentes viven a veces de pasado,/ de ilusiones perdidas, de caminos errados,/ de olvidados membrillos y pálidos retratos./ Pero vamos creciendo con la fuerza del árbol/ que sufre los otoños, el hielo y los hachazos./ Y cada primavera vivimos el milagro/ de tener nuevas hojas de futuro en los brazos,/ nuevas causas y soles para seguir andando/ por la senda diaria de este bosque animado." (página 45)

 


"Gracias, octubre:/ tus ricas arcas/ guardan nuestros reencuentros/ de sobremesas plácidas,/ de sonrisas y besos/ al hermano que doma/ diferencias y tiempos./ Gracias, octubre,/ por traernos recuerdos/ y  cosas de la casa/ que un día nos unieron,/ ¡oh, divina pomada/ que cura nuestros miedos!"  (página46)

 

"Aunque a veces la vida/ nos confunda la marcha,/ junto a la línea triste/ donde el silencio manda/ y la luz de la vida/ se disipa en la nada,/ seguirán respirando/ nuestros fieles fantasmas/ con la voz de la madre,/ con el sol de la infancia,/ en las salas vacías/ de nuestra amada casa." (paginas 47 y 48)

 


"Sólo cuando el alma en sus cimientos/ se siente sacudida, el hombre sueña,/ se vuelve otra vez niño y se encamina/ en un soplo de luz a su escalera,/ a su casa querida y a su plaza,/ a la Arcadia más fiel y verdadera./ Y otra vez aquellos ojos y manos,/ que hoy sólo son señales de tristeza,/ volveran a ser alma de cariño,/ de amorosa, de maternal presencia./ Y otra vez aquellos ojos y manos/ que hoy ya tan sólo son silente tierra,/ volverán a ser nidos de futuro,/ sagrada claridad de promavera." (páginas 49 y 50)

 

"Mirando hacia adelante,/ como el árbol que ve marzo en sus ramas/ y siente que la savia viene aprisa/ a preñar de futuro su mirada./ Como el ave que sale a buscar otra/ para tejer el nido una mañana/ y vive sin temer bajo sus plumas/ el cartucho que siempre la amenaza.../ Mirando hacia adelante,/ hacia la luz más nueva, la del alba/ que amanece contigo cada día/ y te abre la puerta a la esperanza.../ Siempre mirando hacia adelante,/ avanza, avanza, avanza,.." (página51)

 


 

CARPE DIEM

 

"Caminando por la vida,/ como quien no hace la cosa,/ llegas al pie de otro otoño dispuesto a beber su copa./ De un trago experto la bebes mientras miras a las sombras/ que se van quedando atrás entre las vividas rosas./ Caminando por la vida,/ como quien no hace la cosa,/ vas cumpliendo otros otoños,/ viendo abrirse nuevas rosas,/ y lo que es más importante:/ siendo tan buena persona,/ y amando, como tú amas,/ lo que aprendiste en Zamora." (páginas 55 y 56) 

 


"Vivir,/ sólo vivir,/ como hasta ahora,/ disfrutando lo bueno de cada hora,/ y no pensar en lo malo/ que un día pueda llegar;/ que aunque es aguda la espina,/ sigue la rosa/ perfumando la mano/ de quien la toca./ Vivamos/ sin buscar preocupaciones,/ junto a los nuestros/ y sus razones/ y no esperar milagros/ que nos confundan/ la luz y el pan./ Vivir,/ sólo vivir,/ y alguna vez soñar." (páginas 57 y 58)

 

(Continuará)

 

miércoles, 16 de octubre de 2024

OTOÑO, POESÍA CADUCIFOLIA

 


El otoño gusta más a los poetas que el verano porque es una estación que invita al recogimiento y a la contemplación. Los colores y la calma que se dan en  la naturaleza durante el otoño ayudan a recobrar el equilibrio físico y mental perdidos muchas veces en el verano, con el movimiento, el bullicio y las fiestas.

A mí que me gusta mucho el otoño siempre he querido que esta benévola estación tenga una presencia, si no constante en mi poesía, sí notable y a veces tanto que mi último libro hasta el momento publicado lleve un título íntimamente relacionado con la estación, Estos octubres,(Carena, Barcelona , 2015).

A continuación incluyo algunos versos pertenecientes a los poemas que componen Estos octubres, para que los que no tienen el libro al menos se hagan una idea de su contenido.



TEMPUS FUGIT

"Nosotros, los viejos frutos, / al mirar el brillo añejo / de fotos amarillentas,/ con qué razón comprendemos/ que la vida es algo más/ que mirarnos al espejo;/ es luchar a pecho limpio/ dejando a un lado los sueños;/ levantar por la mañana/ los andamios del esfuerzo,/ y a la noche, desarmarlos/ sin una queja, en silencio,/ con la conciencia tranquila/ y el despertador a tiempo." (páginas 20 y 21)


"Y todo ese pasado tan lejano y reciente/ lo aceptamos sin pena/ porque otro otoño viene a regalarnos/ los brindis y la vida del reencuentro,/ el beso callado de la verdad caliente,/ que es seguir caminando con luz en la mirada/ y sueños renovados en nuestros corazones,/ aunque ninguno de nosotros sea ya el mismo/ y todos ya seamos un año más mayores." (página 23)



"La mejor emoción/ es cantar con la gente/ que nos quiere y nos siente/ con luz del corazón./ Y aunque el tiempo es tormento/ por su veloz torpeza,/ tendremos la certeza/ de haber sido un momento/ racimo duradero/ de alegre compañía,/ oro puro de un día/ de un otoño sincero./ Es verdad que nos vamos/ de nuevo a otras tormentas/ de andamios y de cuentas/ que nunca deseamos./ Pero dentro de nada/ volveremos a vernos./ Y otra vez los inviernos/ serán dulce alborada." (página 25)


"Entre el agua vivida, cauce seco,/ que ya no riega el alma como entonces,/ y el río que nos lleva hacia adelante,/hacia paisajes nuevos y experiencias/ que harán de nuestros barros nuevos cuencos,/ será mejor seguir el agua viva/ y olvidar de una  vez la noria vieja;/ Lavarnos de una vez la ropa sucia/ y salir como niños sin malicia/ a jugar con el sol de la mañana." (páginas 26 y 27)




LOCUS AMOENUS

"Nos enseñaron bien. Buenos maestros/ tuvieron nuestras vidas zamoranas./ Ya no oímos sus voces. Ya no vemos sus cuerpos./ Pero ¿quién de nosotros, sin perder la emoción,/ podrá decir que no siente a su lado/ el aliento constante de sus almas? Siempre irán con nosotros. Serán siempre/ la brújula que oriente nuestra marcha./ ¿Para qué la tristeza si ellos laten/ aún en nuestras venas cotidianas/ y seguirán latiendo en los caminos/ que nuestros nietos abrirán mañana? (páginas 37 y 38)


"¿Qué luces y qué sombras nos esperan?/ ¿Qué nuevas esperanzas están siendo/ creadas para el árbol zamorano/ que aún en nuestras almas sigue entero?/ Yo sé que la semilla paternal/ crece limpia en nosotros. Y el anhelo/ de hacer la cosas siempre con justicia,/ que en nosotros también sembraron ellos,/ nos unirá otra vez./ Y siempre juntos, como ramas de un mismo tronco eterno,/ seguiremos amando las raíces/ que nos convierte en sol contra el invierno." (páginas 42 y 43)


(Continuará)

domingo, 6 de octubre de 2024

OTOÑO, EL FANTASMA DEL CINE MARAGALL

 


EL FANTASMA DEL CINE MARAGALL

Allá por los últimos años de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando aún nosotros íbamos a ver alguna que otra película al cine Maragall de Barcelona, una tarde de otoño un hombre de mediana edad encontró allí la muerte mientras veía La mujer X, de un infarto de miocardio, según dijeron las noticias de la noche en la Televisión. Desde entonces hasta el momento en que el cine Maragall se cerró para siempre, siguiendo el camino de tantos otros, como el Venecia, el Diamante, el Odeón, el Virrey Amat, etcétera, todos en la misma zona, no volvimos a ver una sola película en el Maragall. 

La muerte repentina de aquel espectador anónimo nos quitó las ganas de volver. Justo una semana antes del triste suceso también nosotros habíamos ido a ver La mujer X, la historia extraña de Holly Parker, personaje encarnado por Lana Turner, una de nuestras actrices favoritas de entonces a la que llamábamos la estrella de la mirada triste y que habíamos visto en muchas otras películas, El cartero siempre llama dos veces, Imitación a la vida, Cautivos del mal, La senda prohibida, Brumas de inquietud, Retrato en negro… No dejábamos de hablar de la muerte de aquel hombre ni de la película. ¿En qué momento exacto de ella había dejado él de ver las imágenes proyectadas en la pantalla? ¿Su corazón había dicho basta cuando la modesta dependienta de San Francisco daba el sí quiero a Clyton Anderson en el mismo altar de la iglesia en que ambos contrajeron matrimonio? ¿O fue en la mansión de Connecticut donde el magnate establece su hogar familiar tras casarse al ser recibida la pareja por la madre de Clayton, una mujer dominante que viviría con ellos incluso después del nacimiento de su hijo Clay? ¿O acaso sus ojos sin vida se quedaron fijos en la terrible escena en que el divertido playboy Phil Benton, en quien Holly había buscado refugio para aliviar la soledad a la que la habían conducido las constantes ausencias de su marido, que muere en un accidente de coche?


Pasó el tiempo y aquel suceso de la muerte de un hombre mientras veía La mujer X en el cine Maragall se fue con él hasta perderse en el olvido al que suele envolver el polvo del pasado. Hasta que en junio de 1995 la Televisión dio la luctuosa noticia de la muerte, causada por un cáncer de esófago, de Lana Turner, símbolo sexual de los años cuarenta. Entonces irrumpió en nuestra memoria, con la violencia de la lava de un volcán, el recuerdo de La mujer X y el infarto fulminante que sufrió aquel espectador anónimo mientras veía la película. Y esa misma noche tuve una pesadilla que, para mi desasosiego, se repitió en varias ocasiones con tanta verosimilitud que me obligó a escribirla a grandes rasgos en una postal de Connecticut que luego quemé. Al poco tiempo dejé de tener aquel mal sueño. En él siempre veía yo las mismas escenas: Lana Turner bebía lentamente el contenido de un vaso de whisky mirando fijamente al espectador, que acababa de morir ligeramente ladeado en su butaca. Cuando la actriz acababa de beber acudía al lugar donde se encontraba el difunto, le daba la mano y lo invitaba a seguirla. Como dos fantasmas enamorados enlazados por la cintura atravesaban las paredes y salían a la calle. En la acera me cogían entre los dos y me elevaban en el aire a tanta velocidad que me obligaban a cerrar los ojos. Cuando los abría, sólo estaba a mi lado el hombre muerto, vestido con un lienzo traslúcido, que me decía: “Sólo podrás deshacerte de mí quemando mi nombre.”