Nuestro escultor más
internacionalmente conocido es Baltasar Lobo. Nació en febrero de 1910 en
Cerecinos de Campos el seno de una familia humilde. Ya desde la infancia, su
espontánea habilidad para el dibujo y el modelado, así como su temprana y
decidida vocación artística, dirigieron sus pasos por el camino de la
escultura. Con doce años entró como aprendiz en el taller del
escultor-imaginero Ramón Núñez en Valladolid, a la vez que se iniciaba como
modelador en la Escuela
de Artes y Oficios. Gracias a una beca en 1927 pudo continuar su formación en la Escuela de Bellas Artes de
San Fernando en Madrid, donde asistió también a las clases del Círculo de
Bellas Artes. Se especializó en la talla directa de la madera y del mármol.
Durante estos años descubrió con admiración la obra de los grandes artistas
españoles del momento, entre otros, Picasso, Dalí, Miró y Gargallo.
Partidario del bando
republicano, durante la
Guerra Civil colaboró con revistas de la época, y al
finalizar la Guerra
se exilió a París donde fijó su residencia. Entabló amistad con Picasso y el
escultor Henri Laurens, en cuyo taller trabajó unos años y de quien tomó su
interés por simplificar las formas, su afición por los volúmenes curvilíneos y
su concepto de estructuración poscubista de la escultura. Durante los años
cuarenta perfiló su estilo empezando una figuración simplificada en relación
con las formas populares y cierto carácter arcaico, como demostró con sus obras
Ídolo y Campesina. Siguió por caminos de creciente abstracción y depuración de
las formas. Y su deseo de indagar en el desnudo femenino se tradujo en una
iconografía repleta de bañistas
y maternidades, y más tarde de
ninfas y centauros. Hasta llegar los años cincuenta, en que Baltasar Lobo es ya
un escultor maduro que posee un lenguaje propio e inequívoco, reuniendo en sus
esculturas la rotundidad de los volúmenes y la perfección en el modelado de las
formas, especialmente en las piezas realizadas en mármol y bronce pulidos,
esculturas en las que el artista supo aprovechar la plasticidad palpable y
luminosa del material, logrando obras de una bellísima y temblorosa
transparencia interior, como en Levante y Al sol.
El sentido monumental de su
obra alcanzó su plenitud con dos esculturas urbanas basadas en desnudos
masculinos: A los españoles muertos por la libertad, monumento en piedra que se
erigió en Annecy, y Homenaje al poeta León Felipe, bronce de un hombre desnudo
con las manos cogidas en alto que podemos admirar en Zamora, en el parque que
lleva el nombre del poeta de Tábara.
Desde muy pronto, a
diferencia de lo que le pasaría en España, la obra de Lobo fue objeto de una
importante difusión dentro de Francia recorriendo también galerías y museos de
ciudades como Praga, Bruselas, Luxemburgo, Zúrich, Caracas o Tokio, lo que le
otorgará desde los años setenta un lugar destacado dentro de la escultura
contemporánea europea. Baltasar Lobo contribuyó también al proyecto de la Ciudad Universitaria
de Caracas e hizo las ilustraciones para la traducción inglesa de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.
Su reconocimiento internacional se tradujo también en numerosos premios y
distinciones. Finalmente, gracias a Dios, en los años ochenta se estrecharon
sus lazos con la tierra que le vio nacer y que él nunca dejó de llevar en su
corazón, de modo que el escultor celebró su primera exposición en Zamora, y la VIII Bienal de
la ciudad le dedicó una sala especial en homenaje a su fructífera
trayectoria artística. Baltasar Lobo murió en 1993 y fue enterrado en el
Cementerio de Montparnasse, París. La muerte le sorprendió cuando estaba
preparando, en colaboración con diversas entidades públicas y financieras, un
ambicioso proyecto museográfico para la exhibición y estudio de su obra en
nuestra ciudad.
Gracias al Patronato
Baltasar Lobo se pudo disfrutar de una exposición permanente de buena parte de
su obra en la iglesia románica de San Esteban, acondicionada provisionalmente
para ello, y en la actualidad, tras la rehabilitación del castillo de Zamora,
en él se alberga el Museo Baltasar Lobo.
Y en una esquina de los jardines
del Castillo, en la antigua Casa de los Gigantes, se encuentra el Centro de
Arte Baltasar Lobo, donde se muestran, además de algunas esculturas, dibujos y fotografías de la vida del artista,
así como útiles y herramientas de trabajo.
A mí, de todas las obras de
Lobo, la que más me seduce es La
Maternidad , escultura en bronce situada en la plaza de
Zorrilla, frente al palacio de los Momos. Representa a una madre que, gozosa
por su maternidad, levanta en alto a su pequeño.
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