Aproximadamente,
un año después.
Noche del 15 al 16 de mayo.
Pasan ya cuarenta y cinco minutos de la medianoche y
la fiesta continúa en L’Insolito Lounge del Fantasía. Todo me
parece eso: una fantasía, después de que a media tarde del viernes 15
llegáramos a la Terminal, donde embarcamos, hechos dos flanes ante la aventura
de nuestro primer crucero por el Mediterráneo occidental. Mientras escribo
estas rápidas notas en nuestro camarote
del Puente Radioso, siento bajo mis pies la vibración de todo el barco,
este complejo turístico de 16 plantas flotante, con sus piazzas y sus vias, su casino
y su teatro, biblioteca, buffet, restaurante, cafeterías, salas de baile,
piscinas…, este gigantesco hotel que se desplaza majestuosamente sobre el mar
frente a la costa lejana encendida y va dejando atrás inmensas estelas de
espuma. No puedo olvidar el trajín del primer momento, antes de subir a bordo:
controles de seguridad, la entrega de la cruise card, que nos servirá durante
todo el viaje de identificación para cuantos trámites efectuemos, la fotografía
de identificación, decenas de recomendaciones para vivir a bordo, desembarque y
embarque en las escalas… y luego la pasarela que conduce al interior del barco,
y el camino a los ascensores, y el deck nain (sigo practicando idiomas), donde
al fin llegamos a nuestra cabina después de recorrer el camino de Santiago en
cambios de rumbo, esquinas y pasillos alfombrados. Nuestro camarote es
deslumbrante y nada tiene que envidiar a la habitación de un hotel de cuatro
estrellas. Espejos, cuadros con temas marinos, mesa escritorio y mueble para la
televisión, mesa de centro, un gran sofá y la enorme cama como un campo de fútbol
con un cabezal verde almohadillado que llega casi al techo. Respiramos antes de
admirar también el coqueto cuarto de baño provisto de todo lo necesario para el
aseo. Y, finalmente, el balcón, a través del cual, nada más descorrer la
cortina, descubrimos a nuestro persistente acompañante, el misterioso y
solitario mar. ¿Qué más se puede pedir? Y, hablando de ello con mi mujer, suenan unos golpes a la puerta del
camarote. Es nuestro camarero particular, un simpático hondureño que se llama
Noé; sí, como el personaje de la Biblia, el cual nos pone al corriente en pocos
minutos de los lugares más importantes del Fantasía y de la manera más rápida y
fácil de llegar a todos y cada uno de ellos. A una de nuestras preguntas nos responde que se
encargará personalmente de meter nuestras maletas cuando lleguen. Luego se
despide. Nosotros, en espera de que lleguen nuestras maletas, nos dedicamos a
explorar el barco y nos olvidamos enseguida del aviso que dan por los altavoces
de bajar con el chaleco salvavidas al Teatro L’Avanguardia donde nos darán
instrucciones sobre cómo utilizarlos en caso de…, decía que nosotros nos olvidamos
del aviso cuando dimos con el restaurante Il Cerchio D’Oro, que es el lugar
donde tenemos nuestra mesa reservada para cenar todas las noches en compañía de
otras tres parejas españolas. Y como ya sentíamos las mariposas del apetito revoloteando
en el estómago, nos colamos en el lujoso comedor para cenar. Como es la primera noche, los camareros nos
conducen hasta una mesa ocupada en parte ya por tres parejas de
extranjeros. Cambiamos de vez en cuando con ellas alguna palabra en francés,
que es el idioma que emplean, para decir que oui, que es la premier fois que
cogemos un crucero, y alguna cosa más sobre el espectáculo que presentan hoy en
el Teatro. El resto del tiempo hablamos entre nosotros dos sobre los platos que nos sirven, apetitosos y sugerentes, a la vez que tomamos la decisión de acudir al Teatro cuando acabemos de cenar.
A todo esto, el barco
sigue vibrando bajo nuestros pies, aún sin zarpar, pues la salida de Barcelona
no tendrá lugar hasta las 23 horas.
En cuanto acabamos de cenar, subimos al deck seven y
lo atravesamos casi completamente pasando por hermosos rincones, cada uno con
su nombre (La Cantina Toscana, Il Cappuccino, Manhattan Bar, Il
Transatlántico…) hasta llegar a los asientos altos del Teatro (a los bajos se
llega por el piso 6). El espectáculo se titula Pirate y está a punto de
comenzar en su segunda sesión (la primera empezó a las 19’30). Tomamos posesión de unas
cómodas butacas y antes de aparecer el presentador para anunciar el espectáculo
y descorrerse el gran telón del escenario, nos da tiempo de examinar el
espléndido y amplio espacio del teatro, situado en la proa del Fantasía, con el
techo simulando olas y los palcos en semicírculo perfectamente cuidados. La
iluminación es igualmente soberbia.
Seguimos subidos en una nube (y eso que viajamos en un barco) y nos recreamos con el
momento que estamos viviendo.
El Teatro se ha llenado totalmente en el momento en que las luces se apagan y
el presentador, iluminado por un círculo de luz blanca que brota de la máquina
que manipula un empleado, presenta el espectáculo en todos los idiomas
importantes del mundo (los franceses que compartieron la mesa con nosotros
hablaban que en el Fantasía viajan pasajeros y tripulantes pertenecientes a
alrededor de cincuenta lenguas diferentes, si bien el presentador sólo empleó
las cinco más importantes de Europa, incluido el español).
Absorto ante toda
aquella maravilla que a nuestro alrededor se desplegaba a cada segundo, aún no
había caído en la cuenta de que un pasajero aproximadamente de mi edad seguía mis movimientos
desde Il Cerchio D’Oro; el narrador, que quisiera ser omnisciente, en este caso se encontraba in albis y desconocía completamente qué intenciones movían a ese pasajero desconocido. Así que,
pendiente del espectáculo y de mi mujer que como yo no cabía de gozo en el
cuerpo, me divertí muchísimo contemplando las idas y venidas de los piratas que
en el escenario cantaban, bailaban, tocaban músicas diversas, realizaban acrobacias
de circo y contorsiones y gimnasias en el suelo, así como juegos malabares y
también de magia (el mago en cuestión hizo aparecer y desaparecer a una mujer en una
caja negra valiéndose de amplias telas del mismo color). Un espectáculo para el
universo allí reunido.
Encantados con
lo presenciado en el escenario, volvimos al camarote para comprobar si Noé había
metido ya las maletas, y, por suerte, comprobamos que así era. Además había dejado sobre el campo de fútbol de
nuestra cama el Daily program, con
las actividades del día 16 de mayo escritas en español. Les echamos una ojeada
rápida y con más rapidez aún nos pusimos a deshacer las maletas y a colocar en
los armarios (abundantes perchas y cajones nos facilitaron la labor) las prendas
de vestir y otros enseres que hemos traído al Crucero). Cuando acabamos, elegimos en el deck
seven, L’Insolito Lounge, que es donde está la discoteca, y bajamos a él en
ascensor. No estaba muy llena porque muchos de los pasajeros que viajaban ya en
el Fantasía se habían ido a visitar Barcelona. Así que a nuestras anchas
escogimos un rincón y nos sentamos esperando a que una camarera viniera a
servirnos antes de lanzarnos a la pista de baile, sin caer en la cuenta de que
el viajero que me seguía desde nuestro embarque se encontraba allí también. Luego de pedir unos cócteles sin alcohol por
ser el primer día (ya habrá tiempo de probar algunos subidos más de tono, que
no de sabor), salimos a la pista. Allí al son que marca la orquesta bailamos
unas cuantas piezas lentas y algún rock antes de volver a nuestros cómodos
asientos. Para entonces ya habían vuelto a bordo los pasajeros que habían
bajado a visitar Barcelona y en la discoteca ya no cabía una persona más. Y en unos segundos
oímos el ruido estremecedor de los motores del transatlántico al ponerse en
marcha y preparar la partida. Y enseguida empezó a moverse casi imperceptiblemente
el gigante señor del mar de más de
trescientos metros de eslora, casi cuarenta de manga y más de sesenta metros de
alto, construido en 2008 y bautizado acertadamente Fantasía por la despampanante
actriz italiana Sofía Loren, el gigante hotel flotante que nos llevaba hacia la costa de Francia, a
Marsella concretamente, primera escala de nuestra navegación y a la que tiene
previsto llegar mañana 16 de mayo a mediodía.
Y aquí alrededor de la una y media de la madrugada, ya
de vuelta al camarote (por hoy ya está bien de emociones), acabo de redactar
estos apuntes de ver y sentir.
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