Ahora le toca el turno de aparición a unos personajes emblemáticos de las procesiones de la Semana Santa de Zamora. Me refiero en primer lugar al Barandales, que era la persona que abría las
procesiones haciendo sonar un par de campanas que llevaba atadas a las muñecas y al homenaje que le rindió la ciudad de Zamora en 1994, con motivo de celebrarse el cuarto centenario de la aparición de tan entrañable
personaje de nuestra Semana Mayor. El homenaje consistió en erigirle en su recuerdo en la Plaza de Santa María la Nueva, situada en los aledaños del Museo de Semana Santa, una escultura
del Barandales, en bronce y en plena acción, obra del imaginero zamorano Ricardo
Flecha, escultor zamorano, nacido en 1958, que comenzó su
actividad como aprendiz en el taller del escultor también zamorano Ramón
Abrantes, del que ya hemos tenido ocasión de hablar en este blog.
Antiguamente debido a la prescripción litúrgica, las campanas de las
Iglesias de Zamora enmudecían desde la tarde del Jueves Santo hasta el Domingo
de Resurrección, de ahí surgió la necesidad de la figura del Barandales. Para
que la percusión metálica de sus campanas recordara a los fieles la celebración
de los distintos oficios y acontecimientos que se fuesen sucediendo en la
pasión zamorana. Así pues, con el sonido característico de esas dos campanas
que llevaba pendientes de sus muñecas, este singular “campanillero” abría la
marcha de tres cofradías: la Santa Vera Cruz, el Santo Entierro y Nuestra Madre
de las Angustias. Doscientos años después las cofradías de la Borriquita, la
Tercera Caída, el Vía Crucis, la Virgen de la Esperanza y Luz y Vida, no
queriendo ser menos, introdujeron esta figura humana tan emblemática es sus
desfiles procesionales con el mismo cometido. Por todo esto, Barandales es una
de las figuras más representativas de la Semana Santa de Zamora.
En mi Zamora entre la ausencia y el reencuentro incluí estos versos
dedicados a España, la primera persona que hizo de Barandales que conocí de
niño:
“Tío Barandales, dales, dales…,
suena en el alma de los chavales,
mientras los pasos pasan perennes
por las callejas viejas, solemnes.
Esas campanas, como latidos,
suenan a tiempos nunca perdidos
en lo más hondo del corazón,
como una eterna, viva canción…
Semana Santa de mi ciudad.
Los pensamientos son de piedad
mientras voltean esas campanas
y ves las gentes tras las ventanas
mirar con ojos tiernos, llorosos,
los latigazos tan dolorosos
que Dios padece en su soledad.
Sigue sonando, tío Barandales,
tío Barandales, dales, dales…
Para que nunca nos olvidemos
de aquellas cosas que bien sabemos
que forman siempre nuestra Verdad.”
Y ya que hablamos de homenajes hechos por medio de esculturas, mencionaremos el grupo escultórico titulado el Merlú, obra del pintor y escultor
zamorano Antonio Pedrero. El conjunto, también de bronce, como el de Barndales, está formado por dos
encapirotados, uno con corneta y otro con tambor, que, ubicados sobre un
pedestal de piedra delante del templo de San Juan Bautista, en la Plaza Mayor,
recuerdan a los dos cofrades de carne y hueso que en la madrugada del Viernes Santo
recorren las principales calles de la ciudad avisando a los 6.000 hermanos de
la Cofradía de Jesús Nazareno de que va a comenzar la procesión que tiene su
salida de madrugada del templo citado.
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